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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE RELIGIOSAS Y LAICOS DE LA FAMILIA DE JESÚS-MARÍA

Viernes 15 de septiembre de 2000

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Me alegra particularmente acogeros esta mañana a vosotros, religiosas y laicos de la Familia de Jesús-María, que habéis venido de numerosos países para realizar vuestra peregrinación jubilar a las tumbas de los Apóstoles.

El camino de fe que habéis querido recorrer expresa muy bien el objetivo de vuestra familia espiritual, que consiste en "conocer mejor a Jesucristo y trabajar en la Iglesia para dar a conocer a Dios y su bondad misericordiosa". En efecto, durante este año, en el que celebramos el bimilenario del nacimiento del Salvador, la Iglesia entera está invitada a dirigir su mirada de un modo nuevo al Señor Jesús, que revela a los hombres el rostro de Dios Padre, "compasivo y misericordioso", y que, mediante el envío del Espíritu Santo, manifiesta el misterio de amor de la Trinidad (cf. Incarnationis mysterium, 3).

Por tanto, os animo encarecidamente a renovar con generosidad el don de vosotros mismos a Cristo, acogiendo el don que él os hace de sí mismo, y permaneciendo en íntima unión con él. Tanto en vuestra vida de discípulos de Cristo como en vuestros compromisos apostólicos, mantened viva vuestra conciencia eclesial. Religiosas de la congregación de Jesús-María y miembros laicos asociados, mediante vuestra fecunda colaboración al servicio de la misión de salvación de la Iglesia, sed signos cada vez más eficaces de la presencia de Cristo Salvador entre sus hermanos, los hombres, sobre todo entre los más pequeños. ¡Que ninguno de ellos se sienta excluido del amor que el Padre profesa a todos sus hijos!

Imitando el ejemplo de santa Claudina Thévenet, sed ante todos, y en particular ante los jóvenes y los niños, testigos ardientes del perdón y de la misericordia, contemplándolos de un modo que os haga descubrir en cada uno "una promesa, una espera, una epifanía de la presencia divina" (Homilía en la ceremonia de canonización de Claudina Thévenet, 21 de marzo de 1993, n. 4:  L'Osservatore Romano, edición en lengua  española,  26  de  marzo  de 1993, p. 7). Como hizo vuestra fundadora e inspiradora, sacad vuestra energía misionera de la fuente del Corazón de Cristo y del Corazón de su Madre, para que "la caridad sea como la pupila de vuestros ojos" (santa Claudina Thévenet).

A la intercesión amorosa de la Virgen Inmaculada os encomiendo a vosotros, aquí presentes, así como a las religiosas y laicos de la Familia de Jesús-María, e imparto de todo corazón a cada uno una bendición apostólica particular.

 



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