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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
AL FORO INTERNACIONAL DE MARIOLOGÍA


Martes 31 de octubre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

Al final de este encuentro de oración, que todos los días se realiza aquí, en la plaza de San Pedro, me complace saludaros con afecto. Extiendo mi saludo a Su Beatitud Michel Sabbah, patriarca de Jerusalén de los latinos, que ha evocado esta tarde en nuestra oración el recuerdo de la dramática situación de aquella población, a la que tanto amo. Os saludo de modo especial a vosotros, amadísimos participantes en el primer Foro internacional de mariología, que habéis terminado los trabajos de vuestro congreso, llevados a cabo en concomitancia con el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Asunción al cielo de María santísima en cuerpo y alma.

Deseo expresar mi aprecio a la Academia mariana internacional, a la facultad teológica Marianum y a la Asociación mariológica interdisciplinar italiana por la iniciativa promovida, que se inserta muy bien en el marco de los acontecimientos jubilares.

Ya estamos en la solemnidad de Todos los Santos. Y las reflexiones sobre la verdad de la Asunción al cielo de la santísima Virgen se realizaron en la proximidad de esta gran festividad, así como de la Conmemoración de todos los fieles difuntos, que celebraremos pasado mañana. María, la primera de los redimidos, resplandece ante nosotros como lámpara que guía el camino de toda la humanidad, recordándonos la meta última a la que toda persona está llamada:  la santidad y la vida eterna.

Que su poderosa intercesión nos ayude a nosotros, que la invocamos como "vida, dulzura y esperanza nuestra", a vivir una existencia orientada siempre hacia el cielo, donde ha sido constituida Reina. Y que interceda constantemente por nosotros desde el Paraíso.

Con estos sentimientos, os bendigo a todos.

 



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