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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS ASOCIACIONES CRISTIANAS DE TRABAJADORES ITALIANOS


Sábado 27 de abril de 2002

 

Amadísimos hermanos y hermanas
de las Asociaciones cristianas de trabajadores italianos:

1. Me alegra encontrarme con vosotros de nuevo, con ocasión de la conferencia organizativa y programática de vuestra asociación. Os dirijo a todos un saludo cordial, y en particular al presidente, señor Luigi Bobba, al que agradezco las nobles palabras con las que ha querido ilustrar el significado de este encuentro.

Ante los nuevos escenarios y las rápidas transformaciones de la sociedad, queréis renovar vuestro compromiso de asumir a fondo la tarea antigua, y siempre nueva, de evangelizar el trabajo y la vida social. Y queréis hacerlo con una actitud de apertura confiada al futuro.

Así, aceptáis la invitación que coronó el jubileo:  "Caminemos con esperanza. Nuestro paso debe hacerse más ágil al recorrer los senderos del mundo" (Novo millennio ineunte, 58).

Por eso vosotros, responsables y miembros de las ACLI, estáis llamados hoy a ser nuevamente las "abejas obreras" de la doctrina social de la Iglesia, camino real para responder a los grandes desafíos de la edad contemporánea. Estudiad la doctrina social, anunciadla en toda su integridad, formulad propuestas concretas que expresen de forma inmediata la centralidad de la persona humana. Haced fructificar esta valiosa herencia, actualizando vuestra tradicional fidelidad a la Iglesia, a los trabajadores y a los valores de una sana democracia. Defended siempre con firmeza al hombre, su dignidad, sus derechos y su dimensión trascendente.

2. Esto significa trabajar concretamente para construir "una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación" (Centesimus annus, 35), fomentando nuevas perspectivas comunes de auténtico desarrollo.

De aquí la urgencia, como subrayé con ocasión del Jubileo de los trabajadores, de una coalición global en favor del trabajo digno. Esto implica que se haga todo lo posible para permitir oportunidades efectivas de trabajo para todos, asegurando al mismo tiempo una adecuada retribución a cada uno. Asimismo, será necesario preocuparse por las modalidades de ejercicio del trabajo, de modo que no entren en conflicto con el equilibrio personal y familiar, y no impidan el desarrollo armonioso del proyecto de vida de cada uno.

Las rápidas transformaciones actuales en los sistemas productivos deben ir acompañadas con inteligencia, prestando siempre atención a las exigencias de las áreas geográficas y de los sectores sociales menos favorecidos.

3. Un compromiso valiente y decidido en esta dirección no podrá por menos de reafirmar el papel de la familia, primera escuela también de las virtudes sociales que son el alma del desarrollo. Por eso, hacen falta políticas sociales en favor de la familia, políticas de formación y de trabajo orientadas a conciliar el tiempo de trabajo y el tiempo para la atención a la familia.

La misma importancia tendrá la decisión de impulsar el diálogo entre las generaciones, formando y valorando a jóvenes capaces de dar sabor e iluminar nuestra sociedad como sal de la tierra y luz del mundo. Por eso, la formación y la elaboración cultural son parte esencial del compromiso de las ACLI.

Por último, la atención para dar vitalidad al entramado de la solidaridad y de la vida social os lleva naturalmente a una apertura europea y mundial. Desde esta perspectiva, os exhorto a seguir creativamente tanto el debate sobre el proceso "constituyente" que se está llevando a cabo en la Unión europea, como el debate sobre la ampliación de la Unión misma, siendo portavoces de la inspiración cristiana y de las razones de las formaciones sociales libres.
Animación y servicio a los pobres

4. Queridos hermanos y hermanas, sé que estáis comprometidos en múltiples iniciativas de animación y servicio, esforzándoos en particular por tutelar a las personas más pobres en instrucción y en recursos. Hoy estáis llamados a ensanchar los confines de vuestra acción social en lo referente a los nuevos fenómenos de la inmigración y de la mundialización.

En particular, el fenómeno de la globalización, que es el nombre nuevo de la cuestión social, impone realizar todos los esfuerzos posibles para lograr que las fuerzas actúen con un auténtico espíritu de fraternidad. El estrecho vínculo entre la dimensión local y la global requiere, especialmente en los países más ricos, formas más exigentes de responsabilidad con respecto a los países en vías de desarrollo. Esta responsabilidad se deberá manifestar ahora con urgencia también por lo que concierne a los recursos de la tierra y a la salvaguardia de la creación. Aquí se halla el sentido profundo de la invitación, repetida muchas veces, a "globalizar la solidaridad".

Al trabajar con esta coherencia, viviréis la fidelidad a la Iglesia de la que he hablado al inicio, pues la "globalización de la solidaridad" es consecuencia directa de la caridad universal, que constituye el alma del Evangelio. Seréis asimismo fieles al hombre, cuyos deberes seguiréis recordando y cuyos derechos seguiréis promoviendo, en el marco de las nuevas condiciones en las que se encuentra la economía mundial. Y lo haréis sin faltar a la fidelidad a los valores democráticos en los que la Asociación se ha inspirado desde sus orígenes.

5. Este es el tiempo de fieles laicos que sepan reconocer en la realidad social y del trabajo las esperanzas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, laicos capaces de testimoniar con su vida los "valores del Reino", aunque esto implique ir contra corriente respecto de las lógicas del mundo. Es el tiempo de laicos que, en un ambiente social imbuido de tantas esperanzas falaces, quieran testimoniar la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5, 5).

Este fuerte compromiso "misionero" supone un compromiso contemplativo igualmente fuerte. Sabéis que la contemplación cristiana no aleja del compromiso en la historia, sino que, por el contrario, invita a realizarlo. El Papa os exhorta a ser, en este inicio de milenio, anuncio vivo de la presencia constante de Cristo, que camina con la humanidad de todos los tiempos.

Con este deseo, a la luz del tiempo pascual y en la inminencia de la fiesta de san José obrero, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras familias mi bendición.



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