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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA PRESENTACIÓN DE CARTAS CREDENCIALES
DE OCHO NUEVOS EMBAJADORES*


Viernes 17 de mayo de 1999

 

Excelencias:

1. Me alegra acogeros hoy y recibir las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países: Bielorrusia, Níger, Suecia, Tailandia, Benin, Sudán, Islandia y Jordania. Quiero daros las gracias por haberme transmitido los corteses mensajes de vuestros respectivos jefes de Estado. Os ruego que al volver les transmitáis mis saludos deferentes y mis mejores deseos para sus personas y para su alta misión al servicio de todos sus compatriotas. Por medio de vosotros, también deseo saludar cordialmente a todas las autoridades civiles y religiosas de vuestros países, así como a todos vuestros conciudadanos, asegurándoles mi estima y mi amistad.

2. En la actualidad nuestro mundo afronta un cierto número de crisis graves y de actos de violencia, que los medios de comunicación social nos dan a conocer cada día. La comunidad internacional y todos los hombres de buena voluntad tienen el deber de movilizarse más intensamente para que se realicen los cambios a los que aspiran los pueblos que sufren más. La paz debe ser la primera prioridad para todos los países y en todos los continentes, a fin de que cesen los conflictos armados, que no hacen sino hipotecar el futuro de las naciones y de las poblaciones, algunas de las cuales se ven sometidas a condiciones de vida degradantes e indignas. Nadie puede desinteresarse de la situación de sus hermanos y actuar como si no supiera.

Hay, sin duda, dos elementos esenciales en los que conviene influir conjuntamente: por una parte, el diálogo y las negociaciones entre los protagonistas, llamados a convivir en la misma tierra; y, por otra, el fenómeno de la globalización y de la creciente contraposición entre las naciones ricas y las naciones pobres, que crea desigualdades cada vez más evidentes. La paz a largo plazo supone que los países menos desarrollados se beneficien del crecimiento económico y de ayudas apropiadas. La primera perspectiva debe ser sostener las economías locales y formar personas que el día de mañana se hagan cargo del futuro de su comunidad nacional, para llegar así a la necesaria autonomía del país. Eso requiere por parte de todos una solidaridad cada vez mayor y comportamientos coherentes.

3. Desde esta perspectiva, la misión de los diplomáticos es de suma importancia. Están llamados a crear vínculos entre sí y a construir puentes entre sus países respectivos, aportando así una contribución significativa a la amistad entre los pueblos, en el respeto a las personas y a las poblaciones, y favoreciendo las negociaciones y los intercambios. Vuestra nueva misión os inserta en el Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, la cual, gracias a sus propios diplomáticos y a las comunidades católicas locales, está presente en el mundo entero, trabajando por el bien común y por el respeto de la dignidad de todo ser humano. Aquí podréis captar desde dentro sus preocupaciones y sus acciones.

También hallaréis puertas abiertas para encontraros con personalidades del mundo entero y entablar vínculos fraternos. Además, con el nacimiento de nuevos Estados modernos, se han creado nuevas misiones diplomáticas estables, que amplían las relaciones internacionales y acercan los países entre sí, invitándolos a cooperar cada vez más con vistas a la paz en el mundo.

4. La desigualdad entre los pueblos nos interpela sin cesar y debe ser para todos objeto de una atención particular. Algunos países, cuyo suelo y subsuelo contienen abundantes riquezas y numerosas materias primas, se ven sometidos a presiones que impiden a enteros sectores de su población obtener beneficio alguno. Para que se realicen cambios en el ámbito internacional es preciso que cada uno acepte modificar su estilo de vida. Por eso, deseo ardientemente que en todos los hombres de buena voluntad se suscite un impulso de solidaridad y caridad fraterna. En efecto, la paz va unida a la erradicación de la miseria y a la eliminación de las desigualdades entre los pueblos. También supone brindar educación a todos. Las generaciones jóvenes, particularmente sensibles a las situaciones dramáticas, necesitan signos fuertes para que sus esperanzas no queden defraudadas.

Mediante su participación activa en el ámbito diplomático y gracias a las comunidades locales, la Iglesia católica, en los diversos países del mundo, se compromete en favor del respeto a la dignidad de las personas y del reconocimiento de los pueblos, tratando con todos los medios pacíficos de que se instaure la paz, así como un entendimiento entre las naciones y una fraternidad entre todos, para ofrecer a cada uno una tierra donde pueda vivir bien, donde pueda vivir su vida personal, familiar y social, y participar según sus posibilidades en la vida pública.

5. Al comenzar vuestra misión ante la Santa Sede, os expreso mis mejores deseos. Invocando la abundancia de las bendiciones divinas sobre vosotros, así como sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores y sobre las naciones que representáis, pido al Altísimo que os colme de sus dones.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 22, p.3 (p.267).

 



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