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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS


Sábado 18 de mayo de 2002

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Con gran alegría os acojo, con ocasión del tercer centenario de la presencia en Italia de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Desde que, en 1702, el hermano Gabriel Drolin llegó a Roma procedente de Francia, la semilla plantada por él a costa de heroicos sacrificios ha dado abundantes frutos en el campo de la educación. Este campo siempre ha sido particularmente apreciado por la Iglesia que, fiel a Cristo, hace todo lo posible para que el hombre tenga vida "en abundancia" (cf. Jn 10, 10). Por tanto, me alegra encontrarme hoy con vosotros, los herederos de esta admirable obra, que queréis proseguir fielmente, tras las huellas de san Juan Bautista de la Salle y de Gabriel Drolin.

Saludo con afecto al superior general, hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, al que agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Os saludo a todos vosotros, y doy a cada uno mi más cordial bienvenida.

2. En su testamento, san Juan Bautista de la Salle escribió palabras memorables, que explican el significado eclesial del tricentenario que estáis celebrando:  "A los hermanos les recomiendo que estén siempre y totalmente sometidos a la Iglesia, especialmente en tiempos tan terribles, y, para dar prueba de ello, no se separen jamás de nuestro Santo Padre, el Papa, y de la Iglesia de Roma, recordando siempre que he enviado a dos hermanos a Roma para pedir a Dios la gracia de que su Sociedad esté siempre y totalmente sometida a él".

Estas palabras no han perdido en absoluto su fuerza y su actualidad, e inspiran la misión que se os ha confiado al servicio  de  la  formación integral de los jóvenes, según las enseñanzas de la Iglesia.

3. El hermano Gabriel Drolin fue elegido por Juan Bautista de la Salle para testimoniar fidelidad al Papa en aquellos tiempos de jansenismo, y para plantar el árbol de la Sociedad de las Escuelas Cristianas a la sombra y bajo la mirada bendiciente del Sucesor de Pedro. Para todos los educadores lasalianos sigue siendo un modelo inspirador de gran fuerza y relevancia.

El 21 de noviembre de 1691, juntamente con el fundador y otro hermano, emitió lo que se llama el "voto heroico", para asegurar el futuro de las Escuelas Cristianas a toda costa y al precio de una fidelidad sin cálculos ni límites:  "Aunque quedáramos sólo nosotros tres y nos viéramos obligados a pedir limosna y a vivir sólo de pan".

En 1702 se dispone a partir de Francia para una misión importante y difícil:  dar a conocer una nueva realidad educativa, pedagógica y metodológica, nacida veinte años antes, al otro lado de los Alpes.

4. El pensamiento ascético-educativo lasaliano versa no tanto sobre "cómo educar", cuanto sobre "cómo ser" para educar, es decir, cómo vivir en sí el estilo y la esencia del educador. El modelo es Cristo, Maestro porque está abierto a la escucha, ejemplo porque es testigo. La Salle considera la educación de los jóvenes a través de la renovación del educador.

Si el educador, con su testimonio y su palabra, no es modelo para el joven, la escuela no consigue su fin. "Vosotros -decía a los suyos- sois los embajadores y los ministros de Cristo en la profesión que ejercéis; por tanto, debéis comportaros como representantes de Cristo mismo. Él quiere que los jóvenes os miren como a él mismo, que reciban vuestras enseñanzas como si fuese él mismo quien enseñara:  deben estar convencidos de que la verdad de Cristo habla por vuestros labios, que enseñáis en su nombre, y que es él mismo quien os da autoridad sobre ellos" (Med. III, para el tiempo de retiro, n. 2).

Los veintiséis años transcurridos en Roma por el hermano Gabriel, como único exponente del Instituto, constituyen una lección de fidelidad total a su vocación religiosa y educativa. Son un ejemplo de profundo espíritu religioso y de sano realismo al afrontar los imprevistos y el esfuerzo de cada día. Por eso, el hermano Gabriel es un modelo al que hay que mirar con admiración también hoy, puesto que la fidelidad al carisma y a la misión lasaliana exigen siempre valentía y fuerza de voluntad intrépida y a toda prueba.

Las obras educativas lasalianas siguen siendo un recurso providencial para el bien de la juventud, de la Iglesia y de toda la sociedad. Por eso la fidelidad al carisma necesita, hoy más que nunca, nueva inspiración y creatividad, para responder de modo adecuado a las exigencias del mundo actual.

5. Queridos hermanos, como escribí en la exhortación apostólica Vita consecrata, "vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa que recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas" (n. 110). Estas palabras se aplican también a vosotros, aquí en Italia y en el resto del mundo. La familia lasaliana tiene una tarea de gran importancia. Vosotros, queridos hermanos, asociados, profesores, padres, ex alumnos y jóvenes, estáis llamados a reafirmar vuestro compromiso de fidelidad y renovación.

A lo largo de tres siglos, en el marco social y cultural de la sociedad italiana, habéis caminado junto a los jóvenes, realizando el servicio educativo sobre la base de los grandes valores de la solidaridad, la tolerancia, el pluralismo, el servicio y la cultura.

6. Espero de corazón que la celebración del tricentenario no sólo represente una oportunidad para repasar el camino recorrido, sino también para revitalizar un proyecto con importantes propuestas para el hombre del tercer milenio.

Vuestro venerado fundador, junto con el hermano Gabriel Drolin, os prestará seguramente su apoyo espiritual desde el cielo. Encomiendo a la Madre de Dios, María santísima, todas vuestras escuelas y casas religiosas, especialmente las que están en Italia y de modo muy particular las de Roma. Os agradezco una vez más este cariñoso encuentro y, a la vez que os animo a seguir adelante con entusiasmo y generosidad, os bendigo de corazón a todos.

 



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