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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS ADMINISTRADORES DE LA REGIÓN DEL LACIO
Y DE LA PROVINCIA DE ROMA


Jueves 16 de enero de 2003

 

Ilustres señores y amables señoras:

1. Me alegra mucho recibiros, al inicio del nuevo año, para nuestro tradicional intercambio de felicitaciones. Es una ocasión propicia para confirmar y fortalecer los vínculos, consolidados a lo largo de dos milenios de historia, que unen al Sucesor de Pedro y la ciudad de Roma, su provincia y la región del Lacio.

Dirijo mi saludo cordial y deferente al presidente de la Junta regional del Lacio, Francesco Storace, al alcalde de Roma, Walter Veltroni, y al presidente de la provincia de Roma, Silvano Moffa, agradeciéndoles las amables palabras que me han dirigido, también en nombre de las administraciones que presiden. Saludo asimismo a los presidentes de los respectivos concejos y a todos vosotros, aquí presentes.

2. En un momento de gran preocupación por la paz en el mundo, y también marcado por no pocos problemas nacionales y locales, deseo ante todo dirigiros a vosotros, ilustres representantes de Roma y del Lacio, las mismas palabras de convencida y meditada confianza que dirigí al Parlamento italiano en el memorable encuentro del 14 de noviembre del año pasado. Precisamente cuando aumenta el peligro de enfrentamientos y conflictos entre las diversas naciones y culturas, se manifiesta con más nitidez y urgencia la misión de amor y por consiguiente de paz, de comprensión recíproca y de reconciliación propia del cristianismo y que, por tanto, corresponde a la vocación histórica de Roma, centro de la catolicidad. La ciudadanía honoraria de Roma, que habéis querido otorgarme hace poco más de dos meses, es para mí una confirmación y un estímulo ulterior a impulsar la dedicación de esta nobilísima ciudad a la causa de la paz. Os pido que colaboréis, cada uno según sus responsabilidades, en esta grande y benéfica empresa, y os agradezco el esfuerzo que ya habéis realizado en este sentido.

3. No cabe duda de que uno de los mayores problemas de nuestro tiempo es la crisis de numerosas familias, la escasez de nacimientos y el consiguiente envejecimiento de la población. Roma y el Lacio no están exentos de estas dificultades, que amenazan tanto a Italia como a muchas otras naciones.

Precisamente en este ámbito la Iglesia y las instituciones civiles están llamadas a una colaboración cordial y efectiva. En efecto, es preciso suscitar una renovada conciencia de la importancia y del carácter sagrado de los vínculos familiares, así como de la alegría que acompaña el nacimiento y la educación de los hijos:  la comunidad cristiana tiene aquí un campo fundamental de testimonio y de compromiso. Pero también es indispensable que la familia fundada en el matrimonio sea objeto privilegiado de las políticas sociales; por tanto, me alegra el desarrollo de las iniciativas en favor de las familias, en particular de las parejas jóvenes, así como la realización del Observatorio regional permanente de las familias. De igual modo, es importante nuestra colaboración recíproca con vistas a la formación de las generaciones jóvenes, para ayudar a la responsabilidad primaria de las familias. El apoyo a las escuelas católicas, a los oratorios y a las demás instituciones educativas promovidas por la comunidad católica, es una de las formas en que se realiza positivamente esta colaboración.

4. La atención de los administradores públicos jamás puede prescindir de la marcha de la economía y de las anejas posibilidades de trabajo y de empleo. La ciudad y la provincia de Roma, y toda la región del Lacio, tienen notables potencialidades, que es preciso valorar plenamente, estimulando la iniciativa de cada ciudadano y su capacidad de innovación, y sosteniéndola con oportunos medios económicos y con cursos de formación. El mismo patrimonio histórico y artístico extraordinario de estas tierras, nacido en gran parte de la fe cristiana, ofrece grandes oportunidades de desarrollo y de trabajo.

Por lo demás, el elevado número de inmigrantes que, también en Roma y en el Lacio, han podido regularizar su situación laboral en estos últimos meses, confirma que existe un dinamismo de nuestra sociedad que es necesario comprender mejor y valorar más.

5. Al dirigirme, el 14 de noviembre, al Parlamento italiano, subrayé que el carácter realmente humanístico de un cuerpo social se manifiesta particularmente en la atención que presta a sus miembros más débiles. Indudablemente, Roma y el Lacio también tienen gran necesidad de esta solicitud atenta para aliviar las necesidades de numerosas personas y familias, en particular de muchísimos ancianos. Aprecio sinceramente los esfuerzos realizados por vuestras administraciones en este ámbito, y os invito a un compromiso cada vez más eficaz, al que corresponderá la intensa acción caritativa de las parroquias, de la Cáritas y de otras muchas realidades eclesiales.

Un aspecto fundamental de la solidaridad con quienes se encuentran en situaciones de sufrimiento es el compromiso en favor de la asistencia sanitaria. Conozco las dificultades que atraviesa este delicado sector y que hacen mucho más meritorios los esfuerzos y los loables progresos realizados.

Las instituciones hospitalarias católicas piden poder seguir dando su significativa contribución a este objetivo de solidaridad.

6. Estimados representantes de las administraciones regional, provincial y municipal, he querido reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de vuestras preocupaciones diarias. Os agradezco la atención y el apoyo que ofrecéis a la vida y a las actividades de la Iglesia. Por mi parte, os aseguro que, en los ámbitos de interés común, podéis contar con el compromiso de las comunidades cristianas de Roma y del Lacio.

Pido al Señor, por intercesión de la Virgen María, tan venerada por nuestras poblaciones, que ilumine vuestros propósitos de bien y os dé la fuerza para cumplirlos.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón a cada uno la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a vuestras familias y a cuantos viven y trabajan en Roma, en su provincia y en todo el Lacio.

 



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