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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 AL PATRIARCA ECUMÉNICO BARTOLOMÉ I
CON OCASIÓN DEL V SIMPOSIO SOBRE EL MEDIO AMBIENTE

 

A Su Santidad
BARTOLOMÉ I
Arzobispo de Constantinopla
Patriarca ecuménico

Me alegra saludarlo a usted y a todos los que participan en el V Simposio sobre la religión, la ciencia y el proyecto ambiental, que este año dedica su atención al tema:  "El mar Báltico, una herencia común, una responsabilidad compartida". Me alegra de modo especial saber que os habéis reunido en mi tierra natal, Polonia, en la ciudad de Gdansk para inaugurar el simposio. A través de la presencia del cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, deseo renovar mi solidaridad con los objetivos del proyecto y aseguraros mi cordial apoyo para el éxito de vuestro encuentro.

En numerosas ocasiones me he referido al hecho de que tanto las personas de forma individual como toda la comunidad internacional están tomando cada vez mayor conciencia de la necesidad de respetar el medio ambiente y los recursos naturales que Dios ha dado a la humanidad. Vuestro simposio testimonia el deseo de traducir esta creciente conciencia en políticas y actos de auténtica administración. Seguiré con interés vuestros esfuerzos para alcanzar los objetivos delineados en nuestra Declaración conjunta del año pasado.

Sin embargo, es necesario que se comprenda la verdadera naturaleza de la crisis ecológica. La relación entre las personas o las comunidades y el medio ambiente nunca puede separarse de su relación con Dios. "Cuando el hombre se aleja del designio de Dios creador, provoca un desorden que repercute inevitablemente en el resto de la creación" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1990, n. 5:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de diciembre de 1989, p. 11). La irresponsabilidad ecológica es, en el fondo, un problema moral —basado en un error antropológico— que surge cuando el hombre olvida que su habilidad para transformar el mundo debe respetar siempre el designio de Dios sobre la creación (cf. Centesimus annus, 37).

Precisamente a causa de la naturaleza esencialmente moral de los problemas que se estudian en el Simposio, los líderes religiosos, civiles y políticos, juntamente con los expertos que representan a la comunidad científica, afrontan los desafíos ambientales que se plantean a la región del Báltico. El hecho de que el Simposio tenga lugar a bordo de una nave que pasará por muchas de las ciudades portuarias del mar Báltico es de suyo una importante advertencia de que los efectos de la irresponsabilidad ecológica a menudo trascienden los confines de cada nación. Del mismo modo, las soluciones para este problema requieren necesariamente actos de solidaridad que superen las divisiones políticas o los intereses industriales innecesariamente limitados.

Santidad, en la Declaración conjunta sobre la ética ambiental, que firmamos el 10 de junio del año pasado sobre la salvaguardia de la creación, esbozamos una interpretación específicamente cristiana de las dificultades que presenta la crisis ecológica. Los cristianos siempre deben estar dispuestos a asumir juntos su responsabilidad dentro del designio divino sobre la creación, una responsabilidad que lleva al vasto campo de la cooperación ecuménica e interreligiosa. Como declaramos, la solución para los desafíos ecológicos exige algo más que propuestas económicas y tecnológicas. Requiere un cambio interior del corazón, que lleve a rechazar modelos insostenibles de consumo y de producción. Exige un comportamiento ético que respete los principios de la solidaridad universal, la justicia social y la responsabilidad. Como dijo usted en la conclusión del IV Simposio internacional sobre el ambiente, celebrado en Venecia:  "Cuando sacrificamos nuestra vida y compartimos nuestros bienes, ganamos la vida en abundancia y enriquecemos al mundo entero".

Santidad, deseo alentarlo en su compromiso de guiar el Simposio sobre la religión, la ciencia y el proyecto ambiental. Pido a Dios todopoderoso que bendiga abundantemente esta iniciativa. Que él lo acompañe a usted y a sus colaboradores, y los guíe por las sendas de la justicia, para que toda la creación alabe a Dios (cf. Sal 148).

Vaticano, 27 de mayo de 2003

JUAN PABLO II



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