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 DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE BULGARIA,
 GEORGI PARVANOV


Jueves 27 de noviembre de 2003

 

Señor presidente: 

1. Me complace de modo particular su visita. Al saludarlo a usted, señor presidente, y al séquito que lo acompaña, deseo renovar mis fervientes deseos a toda la nación búlgara, a fin de que prosiga con confianza su camino.

El encuentro de hoy me trae a la mente la inolvidable visita que la Providencia me concedió realizar en mayo del año pasado a Sofía, a San Juan de Rila y a Plovdiv. Recuerdo con particular intensidad los rostros de las innumerables personas que quisieron manifestarme su profunda alegría espiritual. Pude percibir el firme propósito de edificar el país con mayor serenidad y confianza en el futuro, dentro de la gran casa europea.

Además, el encuentro cordial con las diversas autoridades civiles me convenció de que todos están decididos a proseguir con valentía la edificación pacífica de la sociedad entera, sin temor a afrontar los desafíos que se presentan cada día.

2. Mi pensamiento se dirige también al venerado patriarca Maxim, jefe de la Iglesia ortodoxa búlgara, quien, durante mi viaje, quiso acogerme en su casa con fraterna atención. Se trató de una nueva etapa en el crecimiento progresivo de la comunión eclesial. Junto con él pude constatar cómo Europa espera el compromiso común de católicos y ortodoxos en la defensa de los derechos del hombre y de la cultura de la vida.

Vi los mismos sentimientos de disponibilidad al diálogo y a la colaboración en la pequeña pero fervorosa comunidad católica, muy decidida a dar testimonio de Cristo en tierra búlgara, en constante colaboración también con las demás comunidades religiosas del país. Deseo fervientemente que ese clima de colaboración activa aumente en beneficio de la comprensión recíproca y del bien de toda la sociedad.

3. Señor presidente, a la vez que renuevo mi satisfacción por el gesto que usted ha querido realizar hoy, le pido que lleve a sus compatriotas mi renovado saludo afectuoso y la seguridad de mi constante recuerdo en la oración, para que Dios siga sosteniendo la obra de su país con sus abundantes bendiciones.

 



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