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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL VII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PASTORAL
PARA LA GENTE DEL CIRCO Y EL PERSONAL DE LOS PARQUES DE ATRACCIONES


Jueves 16 de diciembre de 2004

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en  el  episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas:
 

1. Me alegra saludaros con afecto a todos vosotros, que participáis en el VII congreso internacional de la pastoral para la gente del circo y el personal de los parques de atracciones, organizado por el Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes. En particular, saludo al presidente y al secretario del Consejo pontificio, así como a los obispos presentes y a los capellanes.

El tema de vuestro congreso —"Acoger a la gente del circo y al personal de los parques de atracciones:  de la diversidad a la convivencia de las diferencias"— se inspira en el Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y el refugiado de este año, en el que queréis profundizar durante estos días.

2. Querida gente del circo y personal de los parques de atracciones, vivís en medio de personas de todas las clases sociales, trabajando y exhibiéndoos con vuestros espectáculos. Así, brindáis ocasiones concretas de encuentro y hacéis que diversas generaciones se reúnan en un ambiente de alegría. Vuestro oficio, no fácil y ciertamente especial, puede constituir una ocasión privilegiada para anunciar valores auténticamente humanos en las plazas del mundo. En un tiempo en el que parece que cuenta sólo el ansia de producir y enriquecerse, llevar alegría y diversión es un testimonio real de los valores espirituales necesarios para vivir la fraternidad y la gratuidad. Podéis dar un ejemplo singular de Iglesia peregrina que reza, escucha, anuncia y cultiva la fraternidad.

3. Queridos hermanos, vuestro mundo, el del circo y los parques de atracciones, puede convertirse en un laboratorio de frontera también por lo que concierne a los grandes temas de la pastoral, el ecumenismo y el encuentro con miembros de otras religiones, y el compromiso común para construir una fraternidad universal. Pido al Señor que os ayude en vuestro arduo trabajo.

Aprovecho de buen grado la ocasión para desearos a todos serenas fiestas navideñas, y acompaño estos deseos míos con una especial bendición apostólica.

 



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