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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE MIEMBROS DE LA FAMILIA ESPIRITUAL
FUNDADA POR EL BEATO LUIS GUANELLA


Sábado 30 de octubre de 2004

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría os acojo y os agradezco esta visita especial, que tiene lugar al concluir las celebraciones con ocasión del centenario de vuestra presencia en Roma.

Saludo al superior general de los Siervos de la Caridad, don Nino Minetti, y a la superiora general de las Hijas de Santa María de la Providencia, sor Giustina Valicenti, a la que agradezco las amables palabras con las que ha interpretado los sentimientos comunes.

Dirijo, asimismo, mi saludo a los representantes del Movimiento laical guaneliano, de los amigos de la Obra y de las comunidades parroquiales de Roma encomendadas a los religiosos guanelianos. Saludo en particular a los enfermos y a las personas discapacitadas que están presentes.

2. Hace cien años, el beato Luis Guanella llegó a Roma, con algunos colaboradores, "para hacer un poco de bien en favor del prójimo". Desde entonces, vosotros, queridos miembros de su familia espiritual, habéis seguido siempre sus pasos, fieles al estilo del fundador, que solía decir:  "El bien es necesario hacerlo bien". También ahora, tratando de ser "buenos samaritanos" de los pobres, dirigís obras que están en la vanguardia y responden a las nuevas exigencias de los tiempos con un apostolado caritativo multiforme.

Y ¿qué decir de la atención que dedicáis a los enfermos terminales? Desde siempre la muerte y el morir constituyen un desafío no exento de angustia para el hombre. Al fundar la "Pía Unión del tránsito de san José" para los moribundos, don Guanella suscitó una corriente de oraciones para ayudar a los que están a punto de cruzar el umbral de la eternidad.

3. De vuestro beato fundador habéis aprendido que, para dar amor a los hermanos, es preciso tomarlo de la hoguera de la caridad divina, gracias a un contacto constante con Cristo en la oración. Que os anime el fuerte espíritu de fe que impulsaba a don Guanella a repetir:  "Es Dios quien actúa; nosotros somos sólo instrumentos de la Providencia".

Que la presencia de sus restos mortales durante estos días en Roma os estimule a imitar sus virtudes, para que tendáis con todas vuestras fuerzas al "alto grado" de la vida cristiana, que es la santidad.
 

Que la Virgen María os proteja y acompañe en este camino. A la vez que os aseguro mi recuerdo en la oración, os bendigo con afecto a vosotros, aquí presentes, y a toda la familia guaneliana.



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