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TELEMENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS FIELES DE FRANCIA
EN LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES


Jueves 11 de febrero de 1960

 

Queridos hijos:

Hace apenas un año clausurábamos con un mensaje el año centenario de las apariciones de Lourdes. Y he aquí que la fiesta litúrgica del 11 de febrero trae de nuevo, en este bendito día, a nuestro pensamiento y a nuestro corazón el recuerdo de vuestra querida patria y en particular de ese santuario donde tuvimos la dicha de ir a arrodillarnos no pocas veces.

¡Qué de recuerdos hace revivir esta evocación en nuestra memoria! Cuando todavía éramos joven sacerdote tomamos contacto con la Gruta de Massabielle. Las dulces y fuertes impresiones que recibimos en aquella primera visita no han hecho más que grabarse más profundamente en nuestra alma en el curso de las siguientes, hasta la última en que nos fue dado —durante el año centenario de las apariciones consagrar con nuestras manos la Basílica subterránea de San Pío X, que vino a completar el imponente conjunto de los santuarios dedicados a la Virgen Inmaculada en la ciudad mariana.

Pero no podemos olvidar que la Virgen Inmaculada, por la elección del lugar para sus apariciones como por la elección de la niña inocente a la que hizo confidente suya, ha querido manifestar muy claramente su particular solicitud por vuestra patria y, sin duda, recompensar la fe y la piedad de tantas generaciones que a lo largo de los siglos la invocaban en la tierra de Francia: Regnum Galliae, Regnum Mariae, como gustaban repetir vuestros antepasados. Por ello, cuando Nos enviamos, en estos últimos días, a los principales santuarios del mundo los cirios que nos fueron ofrecidos el día de la Candelaria, el nombre de la Gruta bendita de Massabielle estuvo inmediatamente presente en nuestro espíritu.

Nos quisimos expresar con este gesto nuestra gran devoción y nuestra entera confianza hacia Nuestra Señora. ¡Cómo quisiéramos que también vosotros participarais, queridos hijos, en estos sentimientos! Volved vuestros ojos a menudo, como Nos lo hacemos en las horas difíciles, hacia la Madre de Dios y Madre nuestra; pero presentaos a ella como hijos fieles deseosos ante todo de volver a «una práctica asidua de los sacramentos, de respeto a la moral cristiana en todos los actos de la vida, de compromiso en las filas de la Acción Católica y en las diversas obras recomendadas por la Iglesia» (Encíclica Le pelerinage de Lourdes, 2 julio 1957, AAS XLIX, pág. 605).

Estas exhortaciones de nuestro venerado predecesor Pío XII son hoy más actuales que nunca, puesto que cada uno se pregunta con inquietud sobre las contingencias del futuro entre los hombres y naciones.

Nuestra Señora de Lourdes os invita a reafirmar y a profundizar en vuestra fe, sin dejaros ofuscar por las falsas opiniones tan extendidas hoy.

Que a vuestra fe añada una confianza filial en quien tantas veces en vuestra historia se ha mostrado vuestra Abogada, vuestro Refugio, vuestra Protectora. Continuad dirigiéndole con fervor vuestras plegarias y confiadle las grandes intenciones de la Iglesia, en particular la del Concilio Ecuménico que ocupa ahora el centro de nuestras preocupaciones y del que Nos esperamos tan grandes cosas para el bien de las almas.

En el vasto panorama de todas las naciones del mundo que trae a nuestro espíritu la perspectiva de este Concilio, Nos pensamos con un particular afecto en Francia, la "dulcis Francia", como se la llama en el oficio litúrgico de la fiesta de Santa Genoveva, Patrona de París: la Francia de las apariciones del Sagrado Corazón en Paray-le-Monial, la Francia de las apariciones de la Virgen en Lourdes. Nos pedimos a Dios por ella —y confiamos en que obtendrá, por la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes— las gracias de que hoy necesita: gracias de fe y de valor, gracias de paz y de unión fraternal.

En esta confianza os otorgamos a todos y de todo corazón, queridos hijos de Francia, y en prenda de nuestra constante benevolencia, una paternal Bendición Apostólica.



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