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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LOS FIELES BRASILEÑOS AL FINAL DEL CONGRESO EUCARÍSTICO
NACIONAL DE BRASIL
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Todavía se oyen las melodías y cánticos del magnífico Congreso Internacional de Río de Janeiro y es que el Brasil católico se reúne, en la risueña y floreciente ciudad de Curitiba, para celebrar un nuevo Congreso Eucarístico Nacional.

Con este nuevo Congreso el pueblo brasileño quiere manifestar todo el fervor de su fe y devoción. Aunque reducido a pocos días, exigió larga y cuidadosa preparación, que empeñó a todo el Episcopado y clero, y especialmente al Prelado de la Diócesis donde se celebran las principales manifestaciones religiosas.

Fue muy afortunada la elección del tema: «La Eucaristía, luz y vida del mundo».

Nunca tal vez como hoy los hombres tengan tanta necesidad de un alimento sobrenatural para neutralizar y vencer el peligro de entorpecimiento y muerte espiritual a que el mundo expone a las almas.

Según las palabras del Divino Maestro la Eucaristía da la verdadera vida a los hombres. «En verdad en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros», y «el que come este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 53, 58). Son palabras muy claras y solemnes. Jesús con su cuerpo y sangre alimenta nuestras almas para que vivan de su vida.

La Iglesia traduce a los hombres en su lenguaje maternal estas mismas palabras. Recordad todos los himnos y cánticos en loor del Santísimo Sacramento. Quiere que en su liturgia recemos y cantemos a Jesús en la Eucaristía, como pan vivo que da la vida a los hombres, para que nos conceda la gracia de vivir siempre de él y gustar su dulzura, porque es el pan de los ángeles, hecho alimento de los peregrinos, verdadero pan de los hijos. La Eucaristía es el sagrado banquete en el que el alma se llena de gracia y de luz y se nos da la prenda de la futura gloria.

Pero, además de la vida espiritual, la Eucaristía —como dijo nuestro Predecesor de venerable memoria, Pío Xll, en su Radiomensaje al Congreso Eucarístico Nacional del Brasil de 1942— «es también misterio de vida física; indirectamente de vida física temporal, porque fomentando la vida cristiana, las buenas costumbres, preserva de muchas enfermedades que perjudican el organismo y hacen sufrir dolorosamente una existencia de pecado; directamente, de vida física eterna porque, como nos asegura Jesús, los que le reciben con las debidas disposiciones, están seguros de la resurrección gloriosa en el último día: et ego resuscitabo eum in novissimo die» (Discursos y Radiomensajes, IV, 191).

Si la Eucaristía, como Sacramento, es fuente de vida para el hombre, como sacrificio renueva y hace presente en el altar el Sacrificio del Calvario cuyos frutos aplica a las almas. Siendo, pues, la Santa Misa el centro de toda la vida cristiana, urge instruir cada vez mejor y estimular a los fieles a que participen activamente en el Sacrificio Eucarístico conforme a las normas litúrgicas aprobadas por la Iglesia.

Puesto que la unión con Jesús en la Eucaristía exige la caridad mutua de los fieles entre sí, los católicos han de sacar de la Santa Misa y de la Comunión la fortaleza para dar a la sociedad moderna el ejemplo de los primeros cristianos que eran cor unum et anima una, porque eran perseverantes in comunicatione ... fractionis panis (Hch 2, 42).

Por tanto, pedimos a Dios que bendiga los trabajos del Congreso de Curitiba, tan diligentemente preparados, y logre sus propósitos para que produzca los mejores frutos espirituales y contribuya eficazmente a la renovación religiosa y moral de la Nación en Cristo. Que el pueblo brasileño, apretado en torno al altar de Dios, obtenga de la Hostia santa e inmaculada nueva luz y nueva vida ,unificadora y fomentadora de amor.

Con estos sentimientos, concedemos a nuestro querido Cardenal Legado, a todo el Episcopado brasileño, especialmente al dignísimo Arzobispo de Curitiba, a todas las autoridades presentes, así como al clero y religiosos y a cuantos con sus oraciones y sacrificios contribuyeron al buen éxito del Congreso nuestra especial Bendición Apostólica.

Del Vaticano, 2 de abril de 1960.

IOANNES PP. XXIII


* AAS 52 (1960) 401-402.



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