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MENSAJE DEL PAPA JUAN XXIII
CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA LLEGADA
DE LOS MISIONEROS A DAHOMEY
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Queridos hijos e hijas de Dahomey:

Hemos sabido con alegría la noticia de las solemnidades con que celebrabais no hace mucho tiempo el centenario de la llegada a Dahomey de los primeros sacerdotes que os llevaron la buena nueva del Evangelio y hemos estimado vivamente, en particular, la calurosa acogida que habéis dispensado, en esta ocasión, a nuestro delegado apostólico. Y he aquí que ahora el mismo Decano del Sacro Colegio, el Cardenal Eugenio Tisserant, se encuentra entre vosotros para presidir la ordenación de varios diáconos africanos, así como la erección de la cruz redentora de Jesucristo en el mismo lugar donde vuestros antepasados la recibieron por primera vez hace un siglo; señal conmovedora de vuestra gratitud a Dios y promesa de vuestra fidelidad cristiana. Este Príncipe de la Iglesia irá también con vosotros a Dassa, junto a la bendita gruta de Nuestra Señora de Lourdes, peregrinación ya tan querida a vuestros filiales corazones, donde cada año os agolpáis más numerosos para renovar a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la promesa de vuestro amor y vuestra confianza.

En tan feliz circunstancia, deseamos vivamente, queridos hijos e hijas, dirigiros este mensaje que os manifestará nuestro vivo deseo de encontrarnos en medio de vosotros para festejar con vosotros esas horas gloriosas para la Iglesia y vuestro país. Nuestro corazón, que sabéis tiene tanto afecto a África, late hoy al unísono con el vuestro, y junto con vosotros elevamos a Dios, Señor del mundo y de los pueblos, un himno de acción de gracias.

La hora presente es capital para vuestro país. Recientemente la Iglesia ha establecido en él la jerarquía y el Estado goza actualmente de la independencia. Esto constituye sin duda vuestra alegría, pero también origina deberes apostólicos y cívicos nuevos.

En el plano del Estado sabemos que los católicos no se han sustraído a las tareas políticas y sociales y están presentes hasta en las filas del Gobierno. Hay que resolver graves problemas comenzando por el desarrollo económico, la alimentación que procurar a todos, instalación sanitaria, escuelas, formación de los diversos cuadros. Por nuestra parte, seguimos con paternal solicitud todos los esfuerzos que se hacen; felicitamos a los que se entregan a ello valientemente y en condiciones a veces difíciles. La Iglesia quiere también prestar su colaboración en esta gran obra y queremos esperar que nuestros hijos estarán entre los mejores ciudadanos, serán artífices celosos del progreso material, social, cultural y político de Dahomey. Fieles, a ejemplo de Jesús, que vino a los hombres no a ser servido, sino a servir; queremos creer que los católicos estarán cada vez más presentes por su número y calidad en la vida de su patria, con un espíritu de servicio desinteresado y cada uno según los recursos con que les dotó la Providencia, Por esta presencia activa e inteligente tendrán interés en demostrar, además, que la libertad del ciudadano lleva consigo una obediencia leal al poder establecido cuando éste contribuye verdaderamente al bien común de la nación. Cada cual en su puesto contribuirá así felizmente a la justa paz interior de su país, a su propio progreso y grandeza.

Pero los cristianos llevan este deseo en sus corazones como el efecto y expresión de las más elevadas aspiraciones. Quieren ser la levadura en la masa, quieren hacer de su nación un pueblo de cristianos. Se sienten responsables, con razón, de la evangelización de sus compatriotas. Saben que Jesús espera de ellos un testimonio de vida conforme a sus mandamientos y un generoso apostolado para extender su reino espiritual y llevar su mensaje de paz y amor fraterno.

En esta tarea los Obispos tienen la triple misión de gobernar a los fieles, enseñarles la doctrina cristiana y santificar las almas. Los sacerdotes, ya pertenezcan al clero diocesano o a un instituto religioso, con sus inmediatos colaboradores, ayudados por las religiosas y catequistas. En cuanto a los seglares, a éstos incumbe señalar el mundo en que viven con el sello insustituible de la justicia y de la caridad de Cristo. Así el campo del Señor es vasto y capaz de emplear a todos los hombres de buena voluntad,

Con todo, permitidnos insistamos ante vosotros en dos aspectos que actualmente nos parecen muy importantes. Aplicaos, por un parte, seriamente a difundir las verdades de la fe multiplicando las escuelas católicas, continuad instruyéndoos en el cristianismo y en darle a conocer en torno vuestro. La verdadera salvación humana y sobrenatural de un pueblo se halla, en efecto, en el conocimiento y aplicación del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia.

Por otra parte, abrid ampliamente vuestras almas a las invitaciones de la gracia sobrenatural. Señal cierta de la vitalidad de una comunidad cristiana son las vocaciones que da a la Iglesia. Que entre vuestros hijos surjan un día numerosos sacerdotes y religiosos; que entre vuestras hijas se multipliquen las vocaciones activas o contemplativas es nuestro mejor deseo, pues será una fuente de gracias y bendiciones para toda vuestra nación.

En esta perspectiva llena de esperanza y consuelo para nuestro corazón invocamos sobre vosotros, queridos hijos e hijas de Dahomey, sobre vuestros gobernantes y Pastores, una copiosa efusión de los divinos favores, en prenda de los cuales os impartimos de todo corazón una paternalísima Bendición Apostólica.

Del Vaticano, 8 de septiembre de 1961.

IOANNES PP. XXIII


* AAS LIII (1961) 617- 619;  Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 847-850.



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