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DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
AL SR.  DIOSDADO MACAPAGAL
PRESIDENTE DE FILIPINAS *

Lunes 9 de julio de 1962

 

Bienvenido seáis, señor presidente:

En el saludo de que sois portador, Nos complacemos ver expresado el afecto del pueblo filipino y su adhesión sincera y firme a esta Sede de Pedro: por todo ello os damos las gracias.

Nos cabe la satisfacción de poner de relieve en estos momentos el lugar providencial que las islas Filipinas ocupan en el Extremo Oriente por el catolicismo que sus habitantes profesan. La fe cristiana que tan hondamente ha penetrado en sus tradiciones y costumbres; su intensa vida religiosa que, en práctica constante de los deberes religiosos y en su empeño de ser siempre fiel a Cristo, ostenta la característica de un amor vibrante a la Madre de Dios; el sentido profundamente familiar que adorna sus hogares; y la generosidad con que contribuye a las actividades y manifestaciones católicas internacionales, son rasgos que dan lozanía y esplendor a la fisonomía espiritual de Filipinas y ofrecen también a Nuestro corazón motivo de particular consuelo.

¿Cómo no habíamos de corresponder por Nuestra parte a estas demostraciones y premiar virtudes tan preclaras? La elevación a la Sagrada Púrpura del primer Obispo Filipino, la serie de Legados enviados a vuestra Patria para el Concilio Plenario, Congresos y celebraciones varias, han querido poner una nota de benevolencia pontificia en el trato para con esa noble Nación que legítimamente se gloría de ser faro de la catolicidad en tan apartadas tierras.

Vivo está en Nuestro recuerdo el entusiasmo con que fue seguida la visita que, en el día de su inauguración, hicimos al Colegio-Seminario en que sacerdotes y seminaristas selectos venidos de Filipinas, reciben formación eclesiástica esmerada «sub umbra Petri», aquí en Roma: con alegría pudimos entonces encontrarnos con una gran parte del Episcopado Filipino y en su presencia dirigir un saludo a ese amado pueblo.

Con particular interés y simpatía seguimos el continuo desarrollo y progreso de la Nación Filipina cuya rectoría suprema ostentáis habiéndoos propuesto metas más y más elevadas para la consolidación de los valores morales y cristianos en la vida pública y privada.

For Our part, Mr. President, We are pleased to express fervent good wishes for the increasing welfare of the Filipino people, and also for the happy success of its contribution to the cause of peace and security between ail nations.

Con el mayor afecto pedimos a la Inmaculada Virgen María, Patrona de Filipinas, que obtenga del Cielo la invocada prosperidad y paz cristiana para vuestro leal pueblo al cual, junto con Vos, Señor Presidente, y con las ilustres personalidades que os acompañan, de todo corazón bendecimos.


*AAS 54 (1962), p.523-524.

L’Osservatore Romano 9-10.7.1962, p.1.

Discorsi, Messaggi, Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, p.430-432.

 



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