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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LOS PARTICIPANTES EN LA 36 SESIÓN DEL COLEGIO DE LA OTAN
*

Sábado 11 de julio de 1970

 

Señor General,
estimados señores y estimados hijos
:

Al finalizar esta 36 sesión, los alumnos de vuestro Colegio de Defensa de la OTAN están en vísperas de dispersarse y de volver a su estimada patria, a Turquía, a Europa y a América. Y vosotros habéis querido transcurrir con Nos algunos momentos para recibir nuestra palabra y nuestra bendición. Sed bienvenidos.

Junto con vuestro comandante, el señor general Sefik Erensü – que Nos tenemos la satisfacción de ver de nuevo antes de su partida de Roma – , y acompañados de sus Adjuntos, Nos pensamos que acabáis de beneficiaros de una sesión de mucho interés. No sólo porque habéis podido adquirir un suplemento de formación técnica a la altura de las exigencias de nuestro tiempo, sino porque además habéis vivido una experiencia de solidaridad por encima de las fronteras.

La organización de la OTAN ha demostrado ser capaz de preparar y de mantener una colaboración internacional para afianzar la seguridad y la paz de los países miembros, y Nos sabemos que no hay libertad y paz sin esta seguridad; ¡cuánto Nos deseamos que esta solidaridad se amplíe y profundice, no sólo con vistas a una defensa común, sino también para la construcción positiva de la paz, para la búsqueda sincera de comprensión entre los pueblos, para garantizar los derechos de las poblaciones oprimidas o amenazadas, para suscitar soluciones justas salvando el respeto leal de los intereses de cada uno, y sobre todo para permitir por fin a las naciones – liberadas del yugo del miedo, de la carrera a armamentos y de la guerra fratricida gracias a una defensa y a pactos realmente internacionales –, para permitirles, decíamos, consagrar sus fuerzas a promover el desarrollo de los medios de subsistencia, de la cultura y de los valores espirituales! Ojalá que vosotros, señores, podáis ser la garantía y los servidores de este plan, tan en armonía con el mensaje de Cristo y la felicidad de los hombres.

Con estos sentimientos Nos imploramos de todo corazón sobre cada uno de vosotros, vuestras familias y seres queridos la bendición apostólica.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.29 p.11.

 



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