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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL
EMBAJADOR DE FILIPINAS ANTE LA SANTA SEDE*

Sábado 29 de agosto de 1970

 

Señor Embajador:

Nos causa una honda satisfacción recibirle hoy, en el acto de presentación de sus Cartas credenciales en nombre de su excelencia el Presidente Fernando E. Marcos.

Usted ha afirmado acertadamente que no siente la sensación de ser extranjero entre nosotros. Por nuestra parte, nos complace confirmarle en esta su impresión y le damos una calurosa bienvenida. Vemos en usted a un fiel portavoz de su Presidente y a un autorizado representante de su Pueblo.

En esta ocasión, nos complace también repetir públicamente la estima que profesamos a su pueblo, al que dentro de poco esperamos tener el gozo de visitar, si la Providencia de Dios no dispone otra cosa.

En estos tiempos no podemos dejar de subrayar la especial vocación que corresponde a su Pueblo: la de dar un testimonio cristiano colectivo en el grande y antiguo Oriente. Nosotros sabemos apreciar este destino único, que es el propio de Filipinas, y compartimos la ferviente esperanza de que los años próximos contemplen el desarrollo y el aumento de vuestras gloriosas tradiciones.

Por ello, deseamos para el Pueblo filipino un crecimiento en bienestar material y en prosperidad, que esté en consonancia con la dignidad humana.

Aseguramos a vuestra excelencia nuestro más profundo interés por su misión al servicio de su patria y de buena gana le ofrecemos nuestra colaboración para facilitar el noble propósito de su tarea.

A usted, a su familia y a los estimados filipinos les impartimos de todo corazón nuestra bendición apostólica.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.36 p.6.

 



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