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 DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER MINISTRO DE GRAN BRETAÑA*

Jueves 4 de octubre de 1972

 

Señor Primer Ministro:

Nos es sumamente grato recibirle hoy, y Nos deseamos expresarle Nuestro cordial aprecio por su visita.

Desde el comienzo de Nuestro pontificado, uno de Nuestros principales empeños ha sido el de trabajar por la instauración de la justicia y de la paz. Nos sabemos muy bien que Gran Bretaña comparte este ideal: que la paz pueda finalmente reinar en el mundo, y que la violencia, dondequiera y bajo cualquier forma se manifieste, sea rechazada y condenada. Gran Bretaña está a punto de estrechar más los vínculos con sus vecinos europeos, a los cuales ella podrá ofrecer su peculiar experiencia histórica y política. Con ello, no sólo favorecerá la causa de la fraternidad de todos los hombres, sino que también acelerará el día en que, por fin, sea alcanzada la meta de la paz universal y de la justicia.

Nos subrayamos con satisfacción el papel desempeñado por Gran Bretaña en el plano internacional, especialmente mediante su participación en las organizaciones mundiales. Quiera Dios bendecir cuantas iniciativas ella emprenda en beneficio de los miembros menos afortunados de la familia humana.

Nos tenemos asimismo la esperanza, acompañada con nuestra oración, de que la paz en la justicia pueda ser pronto instaurada en Irlanda del Norte, en relación con la cual conoce usted muy bien nuestros pensamientos y nuestras ansias. Nos confiamos que puedan ser rápidamente eliminados todos los obstáculos que se oponen a la solución del actual problema. Nos extendemos Nuestros mejores deseos a todas las autoridades que sincera y pacientemente están tratando de resolver este problema sin violencia y de modo pacífico, justo y leal.

Nos quisiéramos rogarle que transmita a Su Majestad la Reina Nuestro respetuoso saludo, con la seguridad de Nuestras oraciones para que Dios le asista constantemente y le conceda todo bien.

Nuestros saludos se extienden también a todo el pueblo británico, del cual forma parte una floreciente comunidad católica. Nos estamos seguro de poderle garantizar que los miembros de aquella comunidad, con su participación decidida en la vida de la nación, serán contándose siempre de los primeros a la hora de apoyar cualquier iniciativa para el bien común.

Al expresarle una vez más Nuestra satisfacción por este encuentro, invocamos sobre usted, Primer Ministro, y sobre sus colaboradores, la abundancia de las bendiciones divinas.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.42 p.8.

 



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