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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DEL ALTO VOLTA
ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 24 de enero de 1974

 

Señor Embajador:

Nos alegra recibir hoy en la persona de Vuestra Excelencia al primer Embajador ante la Santa Sede de la República del Alto Volta, y expresares nuestros más fervientes votos por el éxito de vuestra misión.

Se puede decir que. esta misión comienza con auspicios favorables. La Iglesia local, bajo la responsabilidad de la Conferencia Episcopal del Alto Volta y de su Presidente, el querido y venerado cardenal Paul Zoungrana, ha mantenido un diálogo constante con las autoridades del Estado, especialmente cuando se presentaban problemas de actualidad; diálogo que continuará manteniendo con lealtad. También nosotros guardamos un excelente recuerdo de la visita que nos hizo, apenas hace siete meses, el General Sangoulé Lamizana, quien ahora os envía para proseguir en el Vaticano estas relaciones prometedoras de manera permanente y sólida. En este contexto agradecemos las amables expresiones que nos habéis dirigido, y no podemos menos de subrayar nuestra confianza en el porvenir.

Efectivamente, confiamos en la prudencia de vuestro país y de sus dirigentes. Como otras naciones en pleno crecimiento, pero en contacto con serias dificultades económicas – el cruel ejemplo de la sequía viene a la mente de todos –; como otras naciones qué han asumido recientemente la dirección de su propio destino y que deben enfrentarse, en la coyuntura mundial, con la necesidad urgente de desarrollar todos sus recursos, nosotros deseamos que el Alto Volta se convierta en un modelo de equilibrio, de ecuanimidad, de madurez política, de progreso armonioso en todas las capas de la población, de justicia social, de apertura a los valores espirituales, de libertad religiosa imparcial.

Si a los poderosos de este mundo incumbe el grave deber de proporcionar a todos los países la ayuda necesaria para la realización de estas metas, la Iglesia, que extrae su única riqueza de la revelación cristiana, no desea otra cosa que colaborar igualmente en esta misión. Habéis evocado esta contribución en términos que nos han conmovido vivamente: la llamada de la Iglesia a la solidaridad y a la cooperación internacional, la fundación de numerosos centros de promoción y asistencia, y sus obras dirigidas a la formación de los jóvenes, sin ninguna distinción. Tal servicio desinteresado se adapta perfectamente a su misión. La iglesia sabe que los hombres no tienen únicamente hambre de pan, ni siquiera de instrucción, sino de educación para la responsabilidad y la fraternidad de diálogo con el Invisible.

Aprovechamos esta ocasión para reconocer los valerosos esfuerzos de nuestros hijos católicos del Alto Volta. Ellos desean con entusiasmo poder continuar dando su magnífico testimonio. Pedimos al Señor que los bendiga y proteja, así como a todo el pueblo del Alto Volta, a sus gobernantes, y a Vuestra Excelencia, a quien aseguramos todo nuestro apoyo en el ejercicio de sus altas funciones.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.5, p.4.

 



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