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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE HAITÍ
 ANTE LA SANTA SEDE
*

Lunes 12 de mayo de 1975

 

Señor Embajador:

Agradecemos vivamente estas delicadas palabras y los profundos sentimientos de que dan muestra, en el momento en que vuestra Excelencia inaugura sus funciones de Embajador de la República de Haití ante la Santa Sede.

Ha evocado usted los antiguos y estrechos lazos que unen al pueblo de Haití con la Iglesia católica y ha rendido homenaje a la obra espiritual realizada por ésta última. Se ha dignado también subrayar que usted mismo se ha beneficiado de ella personalmente. Esta confianza nos conmueve, y tenemos la firme esperanza de que esa confianza continuará permitiendo, no sólo relaciones corteses, sino una colaboración fructuosa entre la Iglesia y los responsables civiles que usted representa, cada uno dentro de su competencia. Se trata, ante todo, de la calidad espiritual de los hombres y de sus relaciones. Un real sentimiento religioso anima a sus compatriotas: la Iglesia no pretende otra cosa que hacerlo florecer en la verdad. Pero el amor desinteresado que la inspira, especialmente al servicio de los más pobres, es también una prenda de la preciosa contribución que los cristianos pueden aportar siempre a la construcción de la ciudad, para que reinen en ella, para provecho de todos, el bienestar, la paz, la justicia y todas las condiciones de una vida digna del hombre. Conocemos el celo con que nuestros hermanos e hijos de Haití se entregan a ello y les alentamos.

En cuanto a usted, señor Embajador, acepte nuestros fervientes deseos y la promesa de nuestras oraciones para el feliz desarrollo de su misión. Dígnese también transmitir al señor Presidente de la República de Haití la expresión de nuestra gratitud por sus votos, de los que usted se ha hecho intérprete, y de expresarle la simpatía y el afecto que sentimos por el pueblo de Haití, sobre el que invocamos la bendición de Dios.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.20 p.8.



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