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DISCURSO DE SU SANTIDAD PÍO XII
AL SEÑOR ENRIQUE RUIZ GUIÑAZÚ,
EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA ARGENTINA ANTE LA SANTA SEDE*


4 de mayo de 1939

 

Señor Embajador:

Las palabras pronunciadas por Vuecencia en la presentación de las Cartas, por las que el Excelentísimo Señor Presidente de la República Argentina le acredita, en sucesión del Señor Doctor Don Carlos de Estrada de Nos tan estimado y amado, por Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ante la Santa Sede, han venido a ser para Nos, que profesamos amor tan paternal al Pueblo Argentino, una prueba bien grata de que procurará siempre Vuecencia, y con todo el ardor que le inspiran el amor hacia su Patria y las tradiciones profundamente católicas de aquel privilegiado País, la más firme consolidación de las relaciones felizmente existentes entre la Santa Sede y la Nación Argentina.

Cuando la Iglesia y el Estado informan sus relaciones mutuas con el espíritu que resplandece, Señor Embajador, en sus palabras, se crea entre ambos Poderes aquella atmósfera de cordialidad recíproca y de leal apoyo que corresponde a las íntimas aspiraciones del fidelísimo Pueblo Argentino, y de la que tantos beneficios ha reportado el mismo en e] pasado, y que constituye la base más segura para su ulterior desarrollo por las vías de la prosperidad y de la paz.

En medio de los graves problemas que en la hora presente pesan y agitan a los pueblos, la noble adhesión de Vuecencia a la idea de una inteligencia internacional que busque la solución de las diferencias eventualmente existentes dentro de los principios de la justicia y del espíritu de fraternidad, constituye un pronóstico cuya importancia simbólica, en el momento actual sobre todo, llegamos a apreciarla adecuadamente Nos, y por el que no queremos dejar de expresar aquí Nuestro reconocimiento al Pueblo Argentino, a su Gobierno, y a Vuecencia que tan dignamente lo representa. Por eso pedimos al Señor de corazón, que este espíritu de inteligencia consciente y generosa encuentre defensores y colaboradores cada vez más numerosos y decididos entre las Naciones y los Pueblos todos, y facilite siempre mejor el camino para el reajuste y el perfeccionamiento aún de la paz interna fundada en la justicia y en la caridad fraterna.

En el parque de Palermo de la capital de la Argentina, en los días aquellos inolvidables del Congreso Eucarístico Internacional, como Legado de Nuestro Predecesor de gloriosa recordación, y en medio de una inmensa multitud, implorábamos esta misma Paz, mientras las banderas de todas las naciones circundaban el gigantesco Altar, y el Jefe del Estado, ante la faz del mundo, en hora por demás bendita, consagraba su País y su Pueblo a Cristo Rey de la Paz. En recuerdo de aquellas horas, esculpidas indeleblemente en Nuestro corazón, en las que Nos sentimos tan cerca del corazón del Pueblo Argentino, pedimos a Vuecencia se haga intérprete ante el Excelentísimo Señor Presidente de la República, los miembros del Gobierno, y las clases sociales todas de aquella amada Población, de los paternales sentimientos que abrigamos para con todos ellos, y de los fervientes votos que formulamos en bien y ventura de aquella nobilísima y a Nos tan querida Nación.


*Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santità Pio XII, I,
  Primo anno di Pontificato, 2 marzo 1939 - 1° marzo 1940, pp. 431-432
  Tipografia Poliglotta Vaticana.

 



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