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DISCURSO DE SU SANTIDAD PÍO XII
AL SEÑOR JOAQUÍN SECCO ILLA, EMBAJADOR DE URUGUAY
ANTE LA SANTA SEDE*


Martes 20 de junio de 1939

 

En este momento, en el que tenemos el consuelo de ver a un Representante del Uruguay presentar las Cartas Credenciales por las que el Excmo. Señor Presidente de la República le acredita como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en misión especial ante la Santa Sede, pasa ante Nuestro espíritu aquel día memorable de octubre del año 1934, en el que Nos, de vuelta del Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, visitamos aquel noble pueblo y a su Gobierno. En Nuestro encuentro hubimos de limitarnos al corto tiempo de que disponíamos entre la llegada y la partida del barco. Todavía, las horas de Nuestra permanencia en la capital Nos depararon un acontecimiento cuyo significado espiritual, henchido de consuelo y de promesas, quedó desde aquel día grabado siempre en Nuestro ánimo. El saludo jubiloso del pueblo que se amontonaba en las plazas y calles de Montevideo, el ingreso en la Catedral, el encuentro con el Señor Presidente de la República y con los miembros del Gobierno y del Parlamento, los sentimientos que nos expresaban el clero y los fieles; todo esto formó un conjunto armónico tan admirable, que, a Nuestra llegada, no pudimos menos de dar en la Relación hecha a Nuestro Predecesor Pío XI, de indeleble memoria, puesto honorífico especial a Nuestra visita en territorio del Uruguay.

Que no Nos engañábamos en el juicio y en la apreciación de los sentimientos siempre vivos de aquel pueblo católico, lo prueba —para no hacer mención de otros acontecimientos, entre los que merece recordación especial el grandioso Congreso Eucarístico Nacional del pasado año—, el hecho que Vuecencia, objeto de la más alta confianza del Jefe del Estado y singularmente preparado para un cargo tan honorífico por las elevadas dotes de mente y corazón y por sus extraordinarios méritos para con la causa católica, viene hoy a Nos en misión especial, para proceder a los acuerdos que establezcan y regulen las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el Uruguay.

En una hora tan llena de responsabilidades y de problemas formidables para la vida de los pueblos y para la paz amenazada de las naciones, huelga significar a Vuecencia qué la realización del noble fin de su misión encontrará en Nos pleno y decidido apoyo.

Con esta confianza invocamos la protección del Altísimo sobre el Pueblo Uruguayo, tan querido a Nuestro corazón, sobre el Jefe del Estado y su Gobierno, y sobre Vuecencia ante todo, a la vez que hacemos fervientes votos para que la unión de las fuerzas espirituales que fluyen de la doctrina y de la Ley de Cristo, conceda la victoria a las santas ansias de paz, que constituyen hoy los anhelos de todo el mundo.


*Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santità Pio XII, I,
  Primo anno di Pontificato, 2 marzo 1939 - 1° marzo 1940, pp.199-200
  Tipografia Poliglotta Vaticana.

 



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