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Sor Marie Claire Naidu - Segunda mitad del siglo XX
Iglesia de la Asunción de la Santísima Virgen María
Bangalore (India)

SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús, objeto de desprecio, es llevado para ser crucificado

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según san Mateo 27, 31

Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto,  le  pusieron  sus ropas y le llevaron a crucificarle.

MEDITACIÓN

Jesús, en cuyo nombre toda rodilla se dobla en el cielo y en la tierra (cf. Flp 2, 10), fue objeto de desprecio. Nos conmueve ver los niveles de brutalidad en que los seres humanos pueden hundirse. Jesús es humillado de modos nuevos también hoy:  cuando algunas de las realidades más sagradas y profundas de la fe son banalizadas, cuando se deja que el sentido de lo sagrado se resquebraje y el sentimiento religioso se clasifica entre los restos desagradables de la antigüedad.

En la vida pública todo corre el riesgo de ser desacralizado: personas, lugares, promesas, oraciones, prácticas, palabras, escritos sagrados, fórmulas religiosas, símbolos, ceremonias. Nuestra vida social está cada vez más secularizada. Se está eliminando lo sagrado. La vida religiosa se vuelve tímida. Así vemos que las cuestiones más importantes se colocan entre las nimiedades y las banalidades glorificadas. Valores y normas, que mantenían unidas a las sociedades y guiaban a la gente a los más altos ideales, son ridiculizados y arrojados al mar. ¡Jesús sigue siendo ridiculizado!

ORACIÓN

Tenemos fe, Señor, pero no suficiente. Ayuda nuestra incredulidad (cf. Mc 9, 24). Haz que nunca pongamos en duda o nos burlemos con cinismo de los aspectos serios de la vida. Danos la gracia de no perder el camino en el desierto de la ausencia de Dios. Haznos capaces de percibirte en la brisa ligera, de verte en las esquinas de las calles, de amarte en el niño que aún no ha nacido.

Dios, haznos comprender que en el Tabor o en el Calvario, tu Hijo es el Señor. Con los vestidos esplendorosos o despojado de sus vestidos, él es el Salvador del mundo (cf. Jn 4, 42). Haznos atentos a sus presencias silenciosas en su "Palabra", en los sagrarios, en los santuarios, en los lugares humildes, en las personas sencillas, en la vida de los pobres, en la risa de los niños, en los pinos que susurran, en las colinas onduladas, en la más pequeña célula viva, en el átomo más pequeño y en las galaxias distantes.

Haz que podamos mirarlo con estupor mientras camina sobre las aguas del Rin, del Nilo y del Tanganica.

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Quis non posset contristari
piam matrem contemplari
dolentem cum Filio?

© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana

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