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JOSEPH FÜHRICH (1800-1876)
VÍA CRUCIS 1844-46
IGLESIA DE SAN JUAN NEPOMUCENO - VIENA

OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 27 – 29. 31

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”…

Porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?».


MEDITACIÓN

En efecto, es Jesús quien tiene compasión de las mujeres de Jerusalén, y de todos nosotros. Incluso llevando la cruz, Jesús sigue siendo el hombre que tiene compasión de las multitudes (cf. Mc 8, 2), que prorrumpe en llanto ante la tumba de Lázaro (cf. Jn 11, 35), que proclama bienaventurados a los que lloran, porque serán consolados (cf. Mt 5, 5).

Jesús se muestra como el único que conoce realmente el corazón de Dios Padre y que por lo mismo nos lo puede dar a conocer a nosotros: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27).

Desde los tiempos más remotos, la humanidad se ha preguntado, a menudo con angustia, cuál es realmente la actitud de Dios hacia nosotros: ¿una actitud de solicitud providencial, o por el contrario de soberana indiferencia, o incluso de desdén y de odio? No podemos responder con certeza a una pregunta de este tipo con el único recurso de nuestra inteligencia, de nuestra experiencia y ni siquiera de nuestro corazón.

Por esto, Jesús –su vida y su palabra, su cruz y su resurrección– es con mucho la realidad más importante de toda la existencia humana, la luz que ilumina nuestro destino.


Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Eia mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.

 

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana

   

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