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Sor ELENA MARIA MANGANELLI, O.S.A.
VIA CRUCIS
LECCETO (SIENA) 2011

DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

Jesús vive su muerte como un don de amor

 

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan 19, 28 - 30

Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

«Tengo sed». «Está cumplido». En estas dos palabras, Jesús nos muestra, con una mirada hacia la humanidad y otra hacia el Padre, el ardiente deseo que ha impregnado su persona y su misión: el amor al hombre y la obediencia al Padre. Un amor horizontal y un amor vertical: ¡he aquí el diseño de la cruz! Y desde el punto de encuentro de ese doble amor, allí donde Jesús inclina la cabeza, mana el Espíritu Santo, primer fruto de su retorno al Padre.

En este soplo vital del cumplimiento, vibra el recuerdo de la obra de la creación[1] ahora redimida. Pero también la llamada a todos los que creen en él, a «completar en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo»[2]. ¡Hasta que todo esté cumplido!

¡Señor Jesús, muerto por nosotros!
Tú pides para dar,
mueres para entregar y,
al mismo tiempo, nos haces descubrir en el don de sí mismo
el gesto que crea el espacio de la unidad.
Perdona el vinagre de nuestro rechazo
y de nuestra incredulidad,
perdona la sordera de nuestro corazón
a tu grito sediento
que sigue subiendo desde el dolor de tantos hermanos.

 

Ven, Espíritu Santo,
heredad del Hijo que muere por nosotros:
sé tú el faro que nos guíe
«hasta la verdad plena»[3]
y «la raíz que nos conserve en la unidad»[4].
 

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Vidit suum dulcem Natum
morientem desolatum,
cum emisit spiritum.


[1] Cf. Gn 2, 2.7.

[2] Cf. Col 1, 24.

[3] Jn 16, 13.

[4] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 143, 3.

 

© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana

 

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