The Holy See Search
back
riga


FORMELLE (2009)
BENEDETTO PIETROGRANDE (MILÁN 1928 - )
CAPILLA DEL CENTRO DEL MOVIMIENTO DE LOS FOCOLARES
ROCCA DI PAPA (ROMA)

DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Mateo 27, 45-46

Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:«Elí, Elí, lemá sabaktaní» (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)

Jesús está colgado en la cruz. Horas de angustia, horas terribles, horas de sufrimientos físicos inhumanos. «Tengo sed», dice Jesús. Y le acercan a la boca una esponja empapada en vinagre.

Un grito surge de improviso: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». ¿Blasfemia? ¿El condenado grita el Salmo? ¿Cómo aceptar a un Dios que clama, que se lamenta, que no sabe, no entiende? ¿El Hijo de Dios hecho hombre que se siente morir abandonado por su Padre?

Jesús, te has hecho uno de los nuestros hasta este punto,
uno con nosotros, excepto en el pecado.
Tú, Hijo de Dios hecho hombre, tú, que eres el Santo,
te has identificado con nosotros hasta experimentar
nuestra condición de pecadores,
la lejanía de Dios, el infierno de aquellos que no tienen Dios.
Tú has probado la oscuridad para darnos la luz.
Has vivido la separación para darnos la unidad.
Has aceptado el dolor para dejarnos el amor.
Has sentido la exclusión, abandonado y suspendido
entre el cielo y la tierra, para acogernos en la vida de Dios.

Un misterio nos envuelve
al revivir cada paso de tu pasión.
Jesús, tú no guardas celoso el tesoro
de tu ser igual a Dios,
sino que te haces pobre de todo para enriquecernos.

«En tus manos entrego mi espíritu».
¿Cómo has hecho, Jesús, en aquel abismo de desolación,
para confiarte al amor del Padre,
para abandonarte a él, para morir en él?
Sólo mirándote a ti, sólo contigo,
podemos afrontar las tragedias, el sufrimiento de los inocentes,
las humillaciones, los ultrajes, la muerte.

Jesús vive su muerte como don para mí, para nosotros, para nuestra familia, para cada persona, para cada familia, para cada pueblo, la humanidad entera. En aquel acto renace la vida.

 

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Vidit suum dulcem Natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana

top