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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

de la Comisión para la información de la
X ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
30 de settiembre-27 de octubre 2001

"El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo"


El Boletín del Sínodo de los Obispos es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico y las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

06 - 02.10.2001

RESUMEN

TERCERA CONGREGACIÓN GENERAL (MARTES, 2 DE OCTUBRE DE 2001 - POR LA MAÑANA)

A las 09.05 horas de hoy, martes 2 de octubre de 2001, en conmemoración de a los Santos Ángeles Custodios, en presencia del Santo Padre, con el canto de la "Ora Terza", ha tenido lugar la Tercera Congregación General para continuar con las intervenciones de los padres Sinodales en el Aula sobre el tema sinodal Espiscopus Minister Evangelii Iesu Christi propter Spem Mundi. Presidente Delegado de turno S. Em. Card. Bernard AGRE, Arzobispo de Abiyán.

En la apertura de esta Congregación General intervino el Presidente Delegado de turno, con ocasión de la fiesta de hoy.

En esta Congregación general, que se concluyó a las 12.25 horas con la oración del Angelus Domini, estaban presentes 247 Padres.

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DELEGADO

En la apertura de la Tercera Congregación General, el Presidente Delegado de turno ha expresado los augurios por el onomástico de los Padres sinodales en ocasión de la fiesta de hoy:

Hoy la Iglesia celebra la memoria litúrgica del rito latino de los Santos Ángeles Custodios.

La doctrina es: El Señor, con el ministerio de los Ángeles Custodios, alumbra, custodia, rige y gobierna no sólo a las personas individuales, sino a toda la Iglesia, los pueblos, la ciudad y la comunidad.

Por lo tanto, queremos rezar los Ángeles Custodios para que custodien también nuestra comunidad, nos conduzcan y protejan todos en nuestro recorrido común que es el Sínodo.

Asimismo, recemos por nuestros hermanos que, con el Bautismo, han recibido el nombre de los ángeles. Ellos son S. Em. Card Angelo Sodano, Secretario de Estado y S.E.R. Mons. Angelo Massafra, Arzobispo de Scodro, en Albania.

A ellos brindamos nuestros augurios más cordiales.

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

Por ende, intervinieron los siguientes Padres:

Damos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

S.E.R. Mons. José Mario RUIZ NAVAS, Arzobispo de Portoviejo y Presidente de la Conferencia Episcopal (Equador).

El Concilio Vaticano II propuso la Colegialidad Episcopal, como forma auténtica de ejercer el

Ministerio Episcopal junto al Sucesor de Pedro. Se han dado grandes pasos.

Sin embargo, es posible mejorar la vivencia de la colegialidad y del espíritu o afecto colegial.

Refiriéndose a los Sínodos Episcopales y al funcionamiento de las Conferencias Episcopales, el Papa afirma que "se ha hecho mucho; pero queda ciertamente mucho por hacer, para expresar de mejor manera las potencialidades de estos instrumentos de comunión" (MA 44.2)

Me parece que el eje de reflexión acerca de la Conferencias Episcopales en "Apostolos suos" y en el Instrumento de trabajo es el de su potestad.

Corresponde a cada Obispo aplicar en la Iglesia Particular las acordadas en la Conferencia Episcopal, pero no puede ignorarlas. No puede haber veto de parte de unos pocos.

Se trata - de que las Conferencias Episcopales, sean "casa y escuela de comunión" (43).

- de que las Conferencias Episcopales sean un lugar de encuentro con Cristo Vivo, que inviten por sus gestos y palabras a la conversión, a la comunión y a la solidaridad.

Se trata, sobre todo, de que esas mismas virtualidades se manifiesten en las relaciones habituales de las Conferencias Episcopales con la Sede de Pedro y no sólo en las relaciones de cada Obispo.

Hay que cambiar el eje de interpretación de las Conferencias Episcopales desde la potestad -sin negarla ni minimizarla - a la comunión.

Sínodo. Someto a consideración del Papa la conveniencia de que la misma Asamblea exprese en un texto final sus conclusiones, teniendo en cuenta que el Papa puede decir una palabra orientadora en cualquier momento de las deliberaciones. El texto sería menos organizado y completo, pero sería fruto más claro de colegialidad de los Obispos con el Papa. La espera del documento disminuye el entusiasmo.

La Visita ad Limina Apostolorum.

Como muchas veces ya se hace, parece oportuno que cada Conferencia Episcopal realice colegialmente reuniones con los Dicasterios, para analizar mejor los retos en los diversos campos de la pastoral.

[00034-04.09] [IN016] [Texto original: español]

S. Em. R. Card. László PASKAI, O.F.M., Arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungria).

Creo oportuno hablar en un capítulo aparte del oficio y del servicio del Sucesor del Apóstol San Pedro. a) Por un lado, porque de esta forma se puede expresar con más claridad la doctrina de la Iglesia de nuestro tiempo, en el que el sentimiento común está contra la autoridad y la jerarquía. b) Por otro lado, la persona y el servicio del Sumo Pontífice han dado una gran fuerza espiritual y fuerza de ánimo a los fieles en el pasado, durante la persecución a los cristianos. Este hecho ha sido expresado también por el Sumo Pontífice durante su último viaje pastoral.

Querría detenerme sobre lo que se dice en el punto 131 del Instrumentum Laboris, que habla del ecumenismo: a) en algunos lugares, además de la liturgia ecuménica de la Palabra de Dios, se constata también la exigencia, es más, la práctica de la liturgia ecuménica de la Eucaristía, que es fruto de la comunión total. b) Por ello puedo incluir aquí las palabras del Metropolita Kyrillos, delegado del Patriarca Ortodoxo de Moscú, que en el mes de agosto vino a visitarme y entre otras cosas dijo: En nuestro tiempo existen muchos retos, como la indiferencia, el relativismo, la secularización, etc. Se pueden encontrar en el ecumenismo respuestas modernas y actuales según la antigua tradición común, respuestas que pueden fortalecer a los fieles de las distintas comunidades cristianas ante estos retos.

[00035-04.04] [in017] [Texto original: latino]

S.E.R. Mons. Nikol Joseph CAUCHI, Obispo de Gozo (Malta).

En los documentos del Concilio Vaticano II, los obispos son llamados "heraldos de la fe", "auténticos doctores" y "testigos de la verdad divina y católica". De hecho, la Constitución Lumen Gentium, en el n. 25, dice: "Los Obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte, tienen la obligación de aceptar y hacer suyo con religiosa sumisión de espíritu el parecer de su Obispo en materia de fe y de costumbres cuando él las expone en el nombre de Cristo".

El Código de Derecho Canónico, en el canon 756 pár. 2, determina: "En relación con la Iglesia particular que le ha sido confiada, ejerce esa función cada Obispo, el cual ciertamente es en ella el moderador de todo el ministerio de la palabra". Es obvio que dicho ministerio de la palabra también se refiere a la Doctrina Social de la Iglesia.

Es un hecho conocido que la Iglesia, en cada época y en cada situación, desempeña una triple función en la sociedad en la que existe: (1) anuncia la verdad respecto a la dignidad y a los derechos del hombre, (2) denuncia las situaciones injustas y (3) contribuye a la realización de cambios positivos en la sociedad.

La encíclica Sollecitudo Rei Socialis, en el n. 41, declara: "Al ejercicio de este ministerio de evangelización en el campo social, que es un aspecto de la función de la Iglesia, pertenece también la denuncia de los males y de las injusticias. Pero conviene aclarar que el anuncio es siempre más importante que la denuncia". La encíclica continúa diciendo que "la enseñanza y la difusión de esta doctrina social forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia" y, por lo tanto, también de la del Obispo. Si es verdad que con su enseñanza los obispos deben guiar la conducta moral de las personas a ellos confiados, en consecuencia deben también sostenerlas, en favor "del compromiso por la justicia".

[00036-04.04] [in018] [Texto original: italiano]

S.E.R. Mons. Carlos AGUIAR RETES, Obispo de Texcoco (México).

EI IL (Instrumentun Laboris) describe la identidad del Obispo como profeta de la esperanza (IL 12) y la misión episcopal como un servicio ante todo y sobre todo para la promocion de la esperanza del mundo (IL 13 y 14). Por ello, el Obispo debe orientar toda la obra de la Evangelización al servicio de la esperanza (IL 34 y 46).

Vivimos un cambio de época donde las referencias tradicionales (culturales, morales, religiosas) para el dinamismo social quedan frecuentemente relegadas, marginadas o incluso rechazadas.

Las características del momento (IL 18-24 ), manifiestan la complejidad actual, que dificulta la misión del Obispo (IL 56, 144 y 148), sobre todo para ejercerla como testigo de Esperanza (IL 32-34 ).

EI No.77 del IL "Elección y formación de los Obispos", hace una breve referencia a la formación permanente de los Obispos, buscando una actualización doctrinal, pastoral y espiritual junto con un aumento de la comunión colegial, que beneficiará la pastoral de las respectivas Diócesis.

Es necesario reconocer que los Obispos nos necesitamos unos a otros, nuestra misión no la podemos realizar aisladamente (IL 67). Pero nos necesitamos no sólo para poner en común nuestros proyectos y planes pastorales, sino también para recrear el espíritu del Colegio Apostólico en la dimensión humana y espiritual (M c 3,24 ). Con humildad debemos aceptar que los Obispos tenemos necesidad de una formación permanente para reavivar el don de Dios que nos fue conferido en la Ordenación Episcopal (2Tim 1,6).

Si todos los miembros de la Iglesia requieren de ella (Cfr. "Christifideles Laici Cap. V, "Pastores Dabo Vobis" Cap. VI y "Vita Consecrata" Nos. 69-71 ), con mayor razón y con especial compromiso los Obispos hemos de atender a nuestra formación permanente.

[00037-04.03] [IN019] [Texto original: español]

S. Em. R. Card. Zenon GROCHOLEWSKI, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica para los Seminarios e Institutos de Estudio (Ciudad del Vaticano).

El munus docendi, que el Instrumentum Laboris pone de relieve, no comprende solamente la enseñanza personal del obispo, sino, sustancialmente también, muchos otros compromisos dirigidos a asegurar que la palabra de Dios sea enseñada fiel y eficazmente. Se trata de manera especial del cuidado hacia los centros de formación de los colaboradores de la enseñanza, es decir, hacia las escuelas y universidades católicas, las universidades y facultades eclesiales, los institutos de ciencias religiosas, y para la fructuosa colaboración con los teólogos. La presencia necesaria y la responsabilidad del obispo en tales instituciones exige ser destacada.

Entre estos compromisos, en el ámbito del munus docendi colocaría, de todos modos, en primer lugar el cuidado por la adecuada y sólida preparación de los sacerdotes. Ellos, de hecho, son los principales colaboradores del obispo en la enseñanza, y en la pastoral en general. Además de los seminarios, aquí entran en juego también las facultades teológicas. El objetivo primario de éstas, de hecho, sigue siendo el de la preparación doctrinal de los sacerdotes.

Sería útil poner de manifiesto la responsabilidad de los obispos a fin de tener, en los seminarios, formadores idóneos que se distingan por sus excelentes virtudes sacerdotales y humanas, por su fidelidad al Magisterio de la Iglesia, por su fervor pastoral y por la continua actualización de sus conocimientos.

Se debería, además, destacar la necesidad de salvaguardar la propia específica configuración del seminario como institución que forma verdaderamente sacerdotes conscientes de su identidad, de su propia espiritualidad, de su responsabilidad, de su alta e insustituible misión.

La obligación de promover las vocaciones sacerdotales está estrechamente vinculada a la preparación de los sacerdotes e insertada en el munus docendi del obispo. El éxito depende de diversos factores relacionados entre sí. Pienso, sin embargo, que hoy, en primer lugar, se debe poner el acento en la enseñanza sobre la identidad del sacerdocio ministerial, su insustituible e importante papel específico en la Iglesia. A veces se mezcla al sacerdote entre tantos otros ministerios eclesiales, sin percibir que el sacerdocio común de los fieles (al cual se refieren todos los otros ministerios) y el sacerdocio ministerial "aunque su diferencia es esencial y no sólo gradual", essentia et non gradu tantum differ[u]nt (LG 10b); que el sacerdocio ministerial es necesario para que todos los demás, laicos y personas consagradas, pueden desarrollar adecuadamente su apostolado. La confusión en la materia, ciertamente, es un obstáculo para afrontar eficazmente la promoción vocacional .

[00038-04.03] [IN020] [Texto original: italiano]

S. Em. R. Card. Paul POUPARD, Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura (Ciudad del Vaticano).

El objetivo decisivo de la pastoral de la cultura fue claramente definido por el Santo Padre cuando creó, hace casi veinte años, el Pontificio Consejo para la Cultura: "Una fe que no se transforma en cultura es una fe que no es plenamente recibida, enteramente pensada y fielmente vivida". Para responder a esta afirmación, el Pontificio Consejo para la Cultura presentó a los Obispos el documento: "Para una pastoral de la Cultura", simbólicamente publicado en la Solemnidad de Pentecostés de 1999, con la convicción de que: "tarea esencial de una pastoral de la cultura es la de restituir al hombre su plenitud de criatura ‘a imagen y semejanza de Dios’ (Gn 1,26) alejándolo de la tentación antropocéntrica de considerarse independiente del Creador" (cfr. nº. 2). No se trata sólo de enraizar la fe en las culturas, sino también de devolver la vida a un mundo carente del valor del cristianismo, en el que a menudo las únicas referencias cristianas son de tipo cultural.

Foros "que colman el abismo entre el Evangelio y la sociedad contemporánea". Los Centros Católicos Culturales, de los cuales la segunda edición del Anuario publicado por el Pontificio Consejo para la Cultura contiene más de mil direcciones facilitadas por las Conferencias episcopales, son "lugares de escucha, de respeto y de tolerancia" que permiten a la Iglesia "divulgar, en un diálogo creativo, las convicciones cristianas sobre el hombre, la mujer, la familia, el trabajo, la economía, la sociedad, la política, la vida internacional, el medio ambiente". Estos centros, de múltiples facetas, son auténticos laboratorios de fe en donde se produce el encuentro con las culturas vivas y a menudo con aquéllos a quienes llamamos no creyentes y en los que se establece un diálogo fecundo entre el Evangelio y los hombres de ciencia, los artistas, los creyentes de otras religiones, en especial de los países de la cuenca mediterránea, de África, de Asia.

Si la falta de fe, sobre todo en las sociedades occidentales, ya no es la de antes, el ateísmo reflejo se encuentra principalmente en las ciencias de la vida, en las ciencias humanas y en la cultura mediática. Una visión del mundo completamente atea crea un ateísmo de costumbres en un horizonte mundano en el que parece que Dios ha desaparecido, no sólo de la razón, sino incluso de la memoria. Dios considerado como superado por la razón, incompatible con el pensamiento crítico, se ha vuelto completamente superfluo para millones de hombres y de mujeres, una auténtica apostasía silenciosa, escondida detrás de la indiferencia tranquila de una cultura de lo inmanente que invade grupos enteros en Occidente y se propaga a través de los continentes. Servidores del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo ¿qué es lo que seríamos si no hiciésemos lo imposible por dar una respuesta a todo esto?

Las cinco Asambleas extraordinarias continentales del Sínodo de los Obispos nos han presentado una panorama de las condiciones de vida y de la cultura de sus países, en el que se encuentran mezclados Gaudium et spes, luctus et angor hominum hujus temporis, de donde nace la urgente necesidad de proclamar la Palabra de Dios en el corazón de las culturas de los hombres y mujeres de hoy.

Una verdadera pastoral de la cultura es fundamental para la nueva evangelización. Este Sínodo sobre el ministerio del Obispo, profeta de esperanza para el mundo en el nombre de Cristo, propondrá soluciones idóneas, viejas y nuevas, para esta gigantesca tarea, inspirada por el Espíritu Santo, que renueva el rostro de la tierra. Evangelizar la cultura también significa apagar las hogueras incandescentes de la contracultura de la muerte, y crear, con todos los hombres de buena voluntad, esta civilización del amor en la que los hombres de todas las culturas sabrán vivir como hermanos, si les ayudamos a descubrirse de nuevo en Jesucristo hijo de Dios Amor, Padre de todos los hombres.

[00061-04.03] [in011] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. John Patrick FOLEY, Arzobispo de Neapoli di Proconsolare y Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales (Ciudad del Vaticano).

En la terrible tragedia americana, los medios de comunicación lograron reunir no sólo a los ciudadanos de una nación, sino a los del mundo entero, y con frecuencia concentraron su atención en el Santo Padre rezando con su pueblo por las víctimas de la tragedia y sus familias, y también por la paz en el mundo.

Los ataques terroristas de un día y la cobertura informativa de muchos días nos han recordado que lo que tenemos no son ciudades eternas, sino que todos debemos estar preparados para el juicio de Dios y que debemos estar unidos con aquéllos que sufren en la oración y actos de caridad.

Mucha gente, por lo menos en la sociedad occidental, no niega la existencia de Dios: muchos ni siquiera se lo plantean.

Según mi opinión, en el Nuevo Testamento no hay un mandato más claro que el expresado con estas palabras: "Enseñad a todas las naciones". Y para ello hace falta que comuniquemos.

No debemos comunicar solamente a quienes profesan la fe, a fin de fortalecerla y profundizarla. Ante todo, tenemos que comunicar a los que no tienen fe, aquéllos que están a la búsqueda de la verdad y el sentido de la vida y, aún más, quienes ni están buscando porque no saben que están perdidos.

Al hacer el cotidiano examen de conciencia, cada noche lo que tenemos que preguntarnos es: "¿Qué es lo que estoy haciendo para transmitir la buena nueva de Jesucristo y Su Iglesia? ¿Qué es lo que no estoy haciendo? ¿Qué es lo que podría hacer mejor?"

Un documento sobre ética en la publicidad ha sido muy apreciado y nos ha brindado la ocasión de evangelizar un mundo que, anteriormente, había estado bastante impermeable para la Iglesia.

La Iglesia lleva dos mil años ocupándose de publicidad: nosotros lo llamamos evangelización y lo que ofrecemos es mucho más que una simple garantía para toda la vida.

Quisiera sugerir un nueva lectura de la instrucción pastoral Aetatis Novae: "Al alba de una nueva era", que contiene elementos para desarrollar un plan pastoral en el ámbito de las comunicaciones.

En nuestros seminarios así como en las casas religiosas y en los programas de formación permanente de sacerdotes, religiosos y fieles laicos ¿estamos haciendo de la formación en la comunicación una prioridad?

¿Estamos impulsando la creatividad? No sirve garantizar la ortodoxia de un mensaje si no hay nadie que lo escuche. Tener razón es importante, como también lo es no ser ignorado.

No debemos olvidar la trascendencia de los medios de comunicación más evidentes en la vida de la Iglesia: carteles en el exterior de las iglesias indicando el horario de los servicios y dando la bienvenida a todo el mundo; boletines informativos parroquiales, periódicos diocesanos, que tanto pueden contribuir en la promoción del sentido de identidad como familia diocesana y también brindar una educación católica permanente; programas de radio católicos, que puedan dar mejor información religiosa y consuelo en las casas, en los lugares de trabajo, y hasta en los automóviles; una distribución eficaz de videos y libros católicos.

Asimismo, debemos recordar la importancia de las relaciones públicas, el acceso a los medios de comunicación y la honestidad con éstos; la creatividad al ofrecer a los medios de comunicación algunos estímulos para historias interesantes; reflexionar sobre cómo hacer asequibles acontecimientos y ceremonias religiosas para un público más amplio.

A través de los medios de comunicación no sólo podemos llegar a todas las naciones, sino también a cada persona. Nuestro mensaje es importante y urgente: como mensajeros no podemos fracasar.

[00039-04.06] [ino21] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Card. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia (Alemania).

La crisis de fe en la Iglesia es la expresión de una crisis mayor que es la de la cultura, pero también es consecuencia de una forma de auto-secularización, de la que también son responsables los órganos de la Iglesia, como por ejemplo quienes ejercitan el ministerio episcopal. No pocos Obispos, de hecho, subestiman la gravedad de la situación, otros interpretan las tendencias de separación en la fe como tensiones fecundas que podrían llegar en el futuro a una nueva síntesis, y reconocen su ministerio como un "oficio de moderación" entre las diversas posiciones opuestas.

Esta forma de entender el ministerio episcopal está tan difundida que el episcopado, de hecho, sufre no sólo por la pérdida de autoridad que proviene del exterior, sino que -involuntariamente- favorece también la renuncia a la autoridad que proviene del interior. El ministerio pastoral del Obispo, por consiguiente, es minimizado, reducido al cuidado humano hacia los fieles, a la amable comprensión y al reconocimiento de los carismas presentes en los fieles laicos. De esta manera se subestima la esencia de tal ministerio, que implica un claro e inequívoco deber de gobierno e incluso el elemento de jurisdicción.

De este análisis deriva la urgencia de un testimonio fuerte y autorizado por parte de los Pastores. El Obispo no es un devoto creyente privado, sino un testigo público. Él debe afrontar los problemas presentes en el mundo eclesial, no solamente para salvarse a sí mismo, sino también para defender la fe, para corregir los errores y para profundizar en la verdad. Él no puede prescindir de la situación efectiva de la fe en la sociedad, sino que debe ofrecer testimonio de la fe considerando también los peligros y los daños.

La potestad del Obispo por el testimonium fidei no se limita sólo a la predicación. A él le corresponde también el juicio doctrinal que proviene, ante todo, de la potestad de gobierno y que exige la reglamentación, la rectificación y el juicio acerca de la doctrina de la fe. La potestá testandi alcanza su plenitud en la potestas iudicandi. Como consecuencia, los Obispos no están llamados solamente a testimoniar, a nutrir y a cuidar la fe, sino también a juzgarla, a disciplinarla y a imponerla en su recta forma. Desde esta perspectiva, en la discusión de la fe, el Obispo debe y puede pronunciar, en el ámbito de su diócesis y teniendo en cuenta la doctrina universal de la fe, el juicio sobre lo que es verdad y sobre lo que está equivocado. En base a esta capacidad de juicio inspirada por el Espíritu, el Obispo puede servir a su Iglesia como fuerza judicial e iluminadora de la fe. De aquí que se pueda afirmar: "Donde está el Obispo, ahí también está la Iglesia".

[00040-04.06] [IN022] [Texto original: italiano]

S.E.R. Mons. William Henry KEELER, Arzobispo de Baltimore (Estados Unidos De América).

Las Conferencias episcopales y sus servicios para la comunión en la Iglesia.

Las conferencias episcopales nacionales y regionales son indispensables para la comunión entre los obispos de las Iglesias particulares y la Iglesia Universal.

En el área de la catequesis y su material relativo, la introducción y adaptación del Catequismo de la Iglesia Católica hubiese sido imposible en los Estados Unidos de América sin el trabajo de la Conferencia Episcopal. Sus esfuerzos se ganaron la cooperación y gratitud de los editores de textos de catequesis para niños. En la comunión de la Conferencia de los Obispos, nuestros obispos han desarrollado y siguen desarrollando un esencial papel didáctico.

En el campo de las relaciones ecuménicas e interreligiosas, nuestro país está bendecido con especiales oportunidades y únicos desafíos. Tenemos un campo de acción ecuménico e interreligioso muy rico, probablemente el más extenso del mundo. Entre nosotros se encuentran representantes de casi todas las tradiciones eclesiales cristianas y de religiones no cristianas. Nosotros completamos de manera especial las reflexiones encontradas en el Directorio Ecuménico que sostienen que por lo general es en los niveles regionales y nacionales donde se puede realizar un trabajo efectivo. Podemos ofrecer dos ejemplos:

El diálogo nacional Católico-Luterano, promovido por nuestra Conferencia Episcopal, ofreció algunas contribuciones significativas a la Declaración mundial sobre la Justificación por la Fe firmada en 1999 por representantes de la Santa Sede y de la Federación Mundial Luterana.

A pesar de las dificultades entre Católicos y Ortodoxos a nivel internacional, la consulta teológica nacional Católica-Ortodoxa y el Comité de Obispos Católico-Ortodoxos se reúnen regularmente. La consulta continúa produciendo documentos de una naturaleza práctica y doctrinal que son bien recibidos por nuestra Conferencia Episcopal y sirven de ayuda y soporte a nuestros esfuerzos internacionales para el diálogo. La coordinación nacional del trabajo de muchos diálogos, comprometiendo un número razonable de nuestro obispos, es a la vez necesaria y fructuosa.

La Liturgia es una viva expresión de la fe y de la vida de la comunidad Católica. A través de ella la tarea magisterial de la Iglesia está siendo constantemente, aunque de forma poco evidente, puesta a prueba. Sin embargo, la traducción y las decisiones relativas a la aplicación de la Constitución en la Liturgia y los posteriores documentos Romanos serían imposibles sin la colaboración de los obispos de una determinada área a través de sus Conferencias Episcopales.

Con el pasar de los años la Conferencia ha publicado importantes documentos en las áreas de Justicia Social y Paz, y esto ha tenido un impacto significativo en nuestro país y otros lugares.

Todas estas actividades implican una dimensión magisterial del ministerio de los obispos que forman parte de la comunión de la Conferencia Episcopal. Por lo tanto, propongo que las propuestas que presentamos al Santo Padre incluyan una petición para que, siguiendo con las reflexiones comenzadas por Apostolos Suos (1998), haya un estudio más profundo del papel de las Conferencias Episcopales en apoyo de la comunión de la Iglesia, un estudio que también profundice nuestro entendimiento de la tarea específica de estas Conferencias en la enseñanza de la fe católica al pueblo de Dios en nuestros días.

[00041-04.02] [in023] [Texto original: inglés]

Revdo. P. François EID, O.M.M., Superior General de la Orden Maronita de la Beata Virgen María (Unión De Superiores Generales).

El agravamiento de la situación religiosa en el mundo hace que la vida de los cristianos en la tierra del Islam sea muy dramática; de hecho, como consecuencia de sus desilusiones, el Islam se muestra más fundamentalista y fanático. Todo esto se transforma en una fuente de profundo malestar y temores para las minorías cristianas.

En este contexto, al Obispo se le encomienda una misión urgente, la de ser un promotor del diálogo.

La coexistencia entre cristianos y musulmanes debe representar el punto esencial de todo diálogo, pues es en la vida cotidiana donde las personas se encuentran, se conocen, colaboran, se comprenden y se aman.

A través del diálogo de las acciones, el Obispo será la guía y el ejemplo en "la lucha por la justicia, la paz, la libertad, la defensa de la vida, de la familia y la dignidad del hombre, en la caridad, la hermandad y el respeto inalienable de la libertad de fe y de conciencia". Es en este espíritu de colaboración que el Obispo orienta a sus fieles a desarrollar una auténtica educación para la paz.

El diálogo teológico deberá ser dirigido por el Obispo con diligencia, sin prejuicios y con un profundo conocimiento de las especificidades de los demás, insistiendo sobre la búsqueda sincera de las verdades comunes.

La religiosidad vivida por los creyentes de dos grandes religiones les hace alcanzar la intimidad con Dios, formando un capital único de experiencia religiosa.

De ello resulta, para el obispo, el compromiso de salir y ayudar a los fieles a librarse de la ignorancia y de los prejuicios hacia los otros, de librar el discurso religioso de toda agresividad generadora de tensiones, de estimular a los fieles a apegarse a la propia tierra, a la propia patria y a acceder a las instituciones del estado para la salvaguardia de los derechos de los individuos y de las comunidades.

De esta manera, los cristianos y los musulmanes podrán atenuar sus tensiones y sus conflictos por una vida de cooperación al servicio de la humanidad.

[00060-04.03] [IN024] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. Gheorghi Ivanov JOVČEV, Obispo de Sofía y Plovdiv (Bulgaria).

En su ponencia ha manifestado un gran aprecio por la elección del tema de la esperanza, que el pueblo búlgaro necesita particularmente, tras la caída de las utopías y la llegada de un capitalismo sin reglas.

Ha recordado la brillante aportación brillante de los Obispos mártires, sus predecesores, y ha explicado el actual compromiso de la Iglesia Católica en su país para la recepción fiel de las enseñanzas conciliares y post-conciliares, y también para la plena revitalización de todos los componentes de la comunidad cristiana, que quiere participar activamente en los grandes retos que esperan a la Iglesia Católica en el mundo de hoy.

Además ha sugerido la oportunidad de un tratamiento más profundo tanto del origen neotestamental del Episcopado como de la trascendencia del sacramento de la Confesión.

Para finalizar, ha deseado a todos los Obispos que sean "ministros buenos y fieles" de la Beata Virgen María, "Mujer de la esperanza".

[00059-04.02] [ino25] [Texto original: italiano]

S.E.R. Mons. Nestor NGOY KATAHWA, Obispo de Kolwez (República Del Congo).

Al entrar en el Tercer Milenio, la Iglesia y la Humanidad tienen que responder a la llamada de la renovación. Esta Asamblea Sinodal, que se ocupa del tema de los Obispos, viene a decirnos que esta renovación debe empezar por la Orden Episcopal. Los Obispos debemos, además, renovarnos, a principios de esta nueva era. Mi ponencia se limita a exponer algunos temas que explican la necesidad de la conversión de los Obispos.

Con nuestro título de "Padres de la Iglesia", nos inclinamos más bien a cultivar la búsqueda de los honores y privilegios humanos, mientras que el Rey, del que nosotros somos los príncipes, encuentra su glorificación en la Cruz.

El ejercicio de nuestro ministerio de santificación se ve reducido, en general, a prácticas rituales sin alma, superficiales y apresuradas, con escasa interiorización por nuestra parte. La teoría de la eficacia "ex opere operato" tiende a hacernos creer que el hecho de administrar de forma fructífera los sacramentos y los ritos sacramentales nos exenta del estado de santidad.

En la predicación de la palabra de Dios, tendemos a dirigir el mensaje a los demás, sin considerar que este mismo mensaje se dirige, en primer lugar, a nosotros mismos.

Nuestro ministerio de gobierno del pueblo de Dios a menudo se caracteriza por la práctica de los tratos de favor y la discriminación social: nos encontramos más cómodos con los que ejercen el poder y con los ricos que con los pobres y los oprimidos. Y el hecho de ejercer solos el poder legislativo, ejecutivo y judicial nos lleva, a veces, a comportarnos como dictadores, ya que, además, nuestro mandato no tiene límites.

No es raro que el mismo Obispo opine que la devoción a María, la Madre de Jesús, es facultativa.

¿Cómo podemos, pues, ser ministros, amigos y hermanos de Jesucristo sin ser hijos de María?

Lo cierto es que debemos prestar mucha atención, en nuestra vida y nuestro ministerio, para que no nos encontremos alejados de la Cruz de Cristo, que es el manantial de nuestra identidad cristiana. De otra forma, corremos el riesgo de encontrar a otros maestros como la Rosacruz, la masonería, la magia, la brujería... Se acusa a Iglesia Católica de haber pervertido a la humanidad de hoy, y los Obispos estamos exactamente en el punto de mira.

Este Sínodo es para nosotros una ocasión para un profundo examen de conciencia y de conversión. Ha empezado el día siguiente a la fiesta de los Arcángeles combatiendo las fuerzas del mal y seguirá durante todo el mes de octubre, mes de María, que aplasta la cabeza de la Serpiente.

Intentemos comprender estas señales. Gracias a nuestra conversión, la Iglesia volverá a encontrar mayor vigor en su misión, y la faz de la tierra se renovará.

[00058-04.03] [ino26] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. Jesús PÉREZ RODRÍGUEZ, O.F.M., Arzobispo de Sucre (Bolivia).

Entre las funciones integrantes y sobresalientes que forman parte indispensable del ministerio episcopal está la de "enseñar", es decir, la de "anunciar el evangelio de Cristo". Esta es la razón fundamental y fundante que califica al Obispo como el primer catequista de la Iglesia particular a él confiada y en comunión con el Colegio Episcopal y el Obispo de Roma.

Vivimos en un mundo caracterizado por tremendas desigualdades sociales, el fenómeno de la contradictoria globalización, la marginación, la pobreza y exclusión de miles de millones de seres humanos que claman al cielo por su liberación integral. Asimismo el progreso humano, las conquistas ilimitadas de la tecnología y de las ciencias, la cultura mediática y las conocidas consecuencias socio-económicas y políticas que se desprenden de ellas, forman parte de los tantos desafíos que se presentan hoy a la Evangelización y la Catequesis.

Habría que tomar en cuenta la dimensión "política" del ministerio del Obispo, las situaciones de conflictos sociales permanentes o prolongados en ciertos países y zonas geográficas. El Obispo debería encarar el compromiso público del Dios de la vida con los más pobres, excluídos de los beneficios de la creación, para asegurar la liberación.

El desarrollo del ministerio episcopal, como la vida y misión de toda la Iglesia, no están al margen de esta realidad. Por el contrario, son el espacio del anuncio y del crecimiento del Reino de Dios.

Estos hechos contribuyen a configurar, legitimar, cualificar y perfilar un determinado modo del ser y quehacer del Obispo.

[00057-04.06] [in027] [Texto original: español]

Revdo. P. Ab. Thierry PORTEVIN, O.S.B.Subl., Presidente de la Congregación Benedictina de Subiaco (Unión De Superiores Generales).

Siendo el único monje entre los delegados de la Unión de los Superiores Generales, quisiera llamar la atención del Sínodo sobre la vida monástica.

Desde siempre, el Magisterio ha insistido sobre el papel central y único que la vida monástica reviste en el interior de la Iglesia. El corazón de su misión es, lo sabemos, el de buscar a Dios viviendo el Evangelio en comunidad, obedeciendo a la regla y a un Abad, en el claustro del monasterio, teniendo como medios primarios y esenciales: la lectio divina, la oración comunitaria y personal, la vida común. Sin este núcleo central, al cual "Nada debe ser preferido", todas las otras actividades materiales o espirituales son vanas. Recordar esto a toda vida religiosa y cristiana es uno de los aspectos de la misión profunda de la vida monástica en el mundo y en la Iglesia.

Para ayudar a promover y proteger esta parte de la vida religiosa que es la vida monástica, comprendida en las funciones pastorales del Obispo (cf. Instrumentum laboris N. 92), quisiera llamar vuestra atención sobre dos puntos.

Las visitas canónicas.

Las visitas canónicas instituidas por el Derecho y las Constituciones tienen como objetivo estimular y ayudar la vida de las comunidades monásticas. Ahora bien, la experiencia nos demuestra que este objetivo es alcanzado más fácilmente si quienes efectúan la visita conocen la vida monástica desde su interior. Puesto que el Obispo encargado de efectuar la visita canónica a una comunidad de monjas de clausura no posee esta experiencia, convendría que se hiciera acompañar, para la ocasión, por un monje o una monja de clausura o que delegara en un monje o una monja de clausura la realización de la visita (que necesita, en particular, de tiempo, tiempo que el Obispo no siempre tiene, como es comprensible).

No tomar un abad para hacer de él un Obispo.

En efecto, un buen abad puede tener en el interior y en el exterior de su monasterio una influencia más grande y más profunda en la Iglesia que un monje-Obispo, que es otra vocación. No respetar una vocación es siempre arriesgado. La experiencia demuestra también que alejar a un abad puede comprometer la vitalidad de una comunidad monástica y, por lo tanto, dañar a toda la Iglesia. En fin, si esto se debe hacer, una elección tal requiere prudencia, concertación - por lo tanto, implica poder hablar de ello - y libertad - en especial libertad del interesado de poder rehusar.

En líneas con este segundo punto, el principio mismo del Abad Ordinario no podrá no crear dudas en muchos monjes y sacerdotes.

Gracias por el respeto y la comprensión que muchos obispos tienen por la vida monástica.

[00056-04.03] [IN028] [Texto original: francés]

S. Em. R. Card. Agostino CACCIAVILLAN, Presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (Ciudad del Vaticano).

El Cardenal Cacciavillan inició su ponencia haciendo notar que un "Instrumentum laboris" de una Asamblea Sinodal que tiene como tema el Obispo no puede no hablar de los Sacramentos, ya sea en relación a la vida espiritual del Obispo, que nace de un Sacramento y de un Sacramento se nutre en su llamada a la santidad personal, ya sea en relación al ministerio del Obispo mismo, que celebra Sacramentos para los demás y confiere a los demás, en el desarrollo de su "munus sanctificandi" al pueblo de Dios. Los Obispos tienen la responsabilidad de vigilar para que no entren abusos en la disciplina eclesial, especialmente en la celebración de los Sacramentos.

El Cardenal Cacciavillan señaló luego los varios puntos del "Instrumentum laboris" que se refieren a los Sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, los dos que, sobre siete, presentan un problema y, en verdad, una exigencia de frecuencia. Es responsabilidad de los Obispos asegurar la disponibilidad por parte de los sacerdotes, promover la participación a la Eucaristía y la petición de confesión por parte de los fieles.

En el programa de "compromiso espiritual y pastoral" (n° 3) al cual el Santo Padre nos invita en la Carta Apostólica "Novo millennio ineunte" en la conclusión del Gran Jubileo, la Eucaristía dominical (n° 35-36) y el sacramento de la Reconciliación (n° 37) son propuestos como una prioridad. En los n° 35-36 el Papa recuerda la Carta Apostólica "Dies Domini", de 1998 y en el n° 37 la Exhortación Apostólica pots-sinodal "Reconciliatio et paenitentia", de 1984. Otros aspectos podrían ser segnalados por el magisterio pontificio en la materia, a partir de la Carta Encíclica "Redemptor hominis" de 1979, en la cual hay un amplio n° 20 dedicado a la Eucaristía y a la Penitencia.

Es éste un campo de enorme importancia, en el cual la reflexión doctrinal, disciplinar y pastoral debe empujar a "bogar mar adentro", acogiendo el llamamiento del Sumo Pontífice.

[00055-04.03] [in029] [Texto original: italiano]

S. Em. R. Card. William Wakefield BAUM, Penitenciario Mayor (Ciudad del Vaticano).

El ministerio de la enseñanza es la verdadera esencia del oficio del Obispo. El ejercicio de este oficio por parte de los Obispos, tanto residencial como titular, debe ser llevado a cabo en completa armonía con el Obispo de Roma. En la Iglesia particular esto se hace más evidente por el modo en que el Obispo ejercita su ministerio. Él tiene que ser visto como el maestro preeminente y el líder espiritual dentro de su propia diócesis.

El Obispo debe reunirse frecuentemente con sus sacerdotes para hacer frente a las cuestiones de doctrina y para asistirlos en la profundización del entendimiento del misterio de la fe. Sobre todo, este ministerio de la enseñanza debe presentar clara y directamente la verdad acerca de Jesucristo. En nuestro tiempo, hemos visto desafíos a la doctrina de la fe que tienen que ver con el misterio de la Santísima Trinidad y de Jesús como Verbo Encarnado -verdadero Dios, verdadero hombre y el único Salvador del mundo. Nada debe ser dicho o tolerado que ponga en duda, relativice o niegue esta verdad fundamental. Para poder lograr este fin, estamos profundamente agradecidos por el reciente documento Dominus Iesus, que da cuenta de estos errores.

Por muchas razones y por la presiones puestas sobre él, un Obispo puede dudar y volverse pusilánime en el ejercicio del oficio de la enseñanza y en la corrección de los errores. Si él permanece fiel a sus responsabilidades, inevitablemente se convertirá en objeto de críticas e incluso, a veces, será ridiculizado por la gente tanto dentro como fuera de la Iglesia. Debemos estar preparados para seguir los pasos de Pedro, Pablo, los Apóstoles y los grandes obispos que nos han precedido.

Con referencia a la Oficina del Obispo, específicamente en el párrafo n. 48, los Obispos deben examinar individualmente sus propias conciencias, sobre todo respecto al ministerio de la enseñanza que los mismos ejercen. Muy a menudo, por desidia o timidez, fallamos en proclamar la verdad acerca de Cristo y la verdad acerca de la condición humana. Esta asamblea sinodal es, en su misma esencia, una oportunidad dada por Dios - un momento de gracia - para examinarnos nuevamente. Para nosotros Obispos, tanto como para aquellos a los que servimos, la confesión es buena para el alma.

[00054-04.04] [in030] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Héctor Miguel CABREJOS VIDARTE, O.F.M., Arzobispo de Trujillo y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal (Perú).

EL OBISPO: MAESTRO DE LA FE

Por vocación Cristo nos ha asignado la misión de ser maestro de la fe, cabeza de la Evangelización, pedagogo de su doctrina. Ser ministro del Evangelio significa lIevar hacia la salvación a los hombres y mujeres que Dios nos ha encomendado, ponerlos en el camino de la santidad.

Educación para la familia. El debilitamiento de la institución matrimonial nos debe llevar a afrontar sólidamente, en nuestras diócesis, desde la adolescencia, una formación para el matrimonio que presente el ideal de los grandes valores cristianos, que sensibilice a los jóvenes con el atractivo del modelo de familia unida que se basa en el amor. Para ello, es necesario que, en los programas de preparación para la confirmación, incluyamos esta formación para la futura familia. De igual modo debemos desarrollar programas de educación sexual para las escuelas católicas, programas que no se conformen con ofrecer una simple información sexual, sino que se orienten a formar a los alumnos en el verdadero sentido del amor humano, de la donación mutua, y de la generosidad.

La bioetica. Es un tema que debemos afrontar desde ahora con programas formativos orientados especialmente a médicos, enfermeras, biólogos, investigadores, etc. Muchos de ellos son católicos que se enfrentan a graves problemas éticos con una formación catequética de bajo nivel, a veces, incluso, con un conocimiento de la doctrina católica que se quedó en la preparación para la Primera Comunión, y necesitan profundizar en la fe y en la moral al nivel que les exigen las decisiones que deben tomar ahora.

Universidades católicas. Pero estos esfuerzos requieren de un presbiterio y un laicado bien formados. Sólo desde la excelencia académica que coloca a nuestros agentes de pastoral en grado de entender a los hombres de hoy y proponerles adecuadamente el Evangelio se puede ofrecer un servicio eficaz al hombre y a la verdad. Además, las universidades católicas ofrecen una gran ayuda para la formación permanente del clero.

EL OBISPO: PASTOR DE SU GREY

La promoción de las vocaciones y la atención al seminario. Hay que retomar la dirección espiritual de los jóvenes, especialmente la de aquellos que presentan inquietudes vocacionales, los cursos de retiro que llevan al joven a la profunda reflexión sobre el sentido de su vida abriéndole al diálogo con Dios en un ambiente propiciopara ello. Deben entrar en nuestra agenda de prioridades como obispos.

Relación con las conferencias episcopales. Debemos aprovecharlas como organismos de comunión que sirvan para apoyar la pastoral de los obispos, evitando que los pastores nos convirtamos en portavoces de un grupo de expertos que trabajan a la sombra de la Conferencia Episcopal. La Conferencia Episcopal es el ámbito natural para que los obispos, estrechando su cooperación con otros obispos, puedan ayudarse a cunplir su cometido oportuna y fructuosamente.

Relación con los religiosos. La obediencia al obispo no se opone con el ideal de vida religiosa, al revés, es fuente de gracias para la Iglesia que se fortalece en tomo a su pastor, es un elemento importante en el seguimiento de Cristo porque, a través de ella, el sacerdote religioso, obedece a aquel que Cristo ha instituido para guiar a esa porción de su Iglesia.

El Santo Padre nos ha invitado en la carta apostólica Novo Millennio lneunte a hacer de la caridad el centro de nuestro ministerio. Tomemos con seriedad esta invitación del Santo Padre y confiemos en su guía. ÉI es Pedro, el Pastor que nos confirma en la fe y nos dirige en la Verdad y en la Vida. Cristo camino nos lo ofrece como su Vicario, como cabeza de su Iglesia. Nosotros, sus hijos, le amamos en ÉI y nos esforzamos por vivir en el amor testimoniándolo ante los hombres.

 

[00053-04.05] [in031] [Texto original: español]

S.E.R. Mons. Jorge Enrique JIMÉNEZ CARVAJAL, C.I.M., Obispo de Zipaquirá y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (C.E.L.A.M.) (Colombia).

Desde el punto de vista institucional . el polo más interesante de los decenios que siguieron a la conclusión del Concilio lo constituye el desarrollo de las Conferencias Episcopales. No solamente estos organismos conocieron una multiplicación significativa sino que sobre todo adquirieron un prestigio efectivo, llegando a ser en muchas ocasiones puntos de referencia parà la 'Vida de las Iglesias Locales y también para las relaciones con la sociedad. Por otra parte, las Conferencias Episcopales han impulsado otros organismos de Comunión a

nivelcontinentalcomo es el caso delConsejoEpiscopal Latinoamericano-CELAM, el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, la Federación de Conferencias de Obispos Católicos de Oceanía, la Confederación de ; Conferencias de Obispos del Asia y el Simposio de Conferencias Episcopales de ;frica y Madagascar.

Ciertamente la madurez que hoy muestran las Conferencias Episcopales en nuestra Iglesia, es deudora del Concilio Vaticano II, que particularmente en la Constitución Lumen Gentium impulsó la Iglesia-comunión y con ella la Colegialidad Episcopal como forma auténtica de, ejercer el Ministerio Episcopal junto al Sucesor de Pedro.

La reflexión teológica no ha. sido fácil y los cambios que ha implicado, el tema, en las estructuas de la Iglesia o en su funcionamiento, está todavía Ilamado a tener amplios desarrollos. Juan Pablo II en Novo Milenio Ineunte, ha aportado nueva, luz sobre éste y otros temas y nos ha invitado a revjsar . desde el punto de vista de la Comunión - los ámbitos y los instrumentos que sirven "para asegurar - y garantizar la Comunión" (NMI 44,1). EI considera que en este campo .."se ha hecho mucho...pero queda ciertamente mucho por hacer para expresar de mejor manera las potencialidades de estos instrumentos de Comunión..."l{NMI44,2).

EI desarrollo de la propuesta del Santo Padre se avizora muy sugestjvo. y será de una gran importancia en varios campos para lo que está llamada a ser nuestra Iglesia. Católica en este inicio del Tercer Milenio. Entre estos campos se pueden señalar: el desarrollo de una verdadera espiritualidad de Comunión: hacer de las Conferencias Episcopales yde todas lasestructurasdenuestrasIglesias"casasy escuelas de. " Comunión (NMI 43) y lugares de Encuentro con Jesucristo Vivo; hacer del Sínodo de Obispos un verdadero organismo de colegialidad; preparar en nuestra Iglesia un terreno abonado para que se haga realidad la iniciativa de Juan Pablo Il de ofrecer a las o1ras Iglesias un dialogo sobre el ministerio de Pedro.

[00062-04.06] [in032] [Texto original: español]

AVISOS

BRIEFING PARA LOS GRUPOS LINGÜÍSTICOS

El segundo briefing para los grupos lingüísticos tendrá lugar el miércoles 3 de octubre de 2001 a las 13.10 horas (en los lugares indicados para los briefing y con los Responsables de Prensa, indicados en el Boletín Nº 2.).

Se recuerda que los operadores audiovisuales (operadores de cámara y técnicos) tienen que dirigirse al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales para obtener el permiso de ingreso (muy restringido).

POOL PARA EL AULA DEL SÍNODO

El tercer "pool" para el Aula del Sínodo se formará en ocasión de la oración de apertura de la Sexta Congregación General del jueves 4 de octubre de 2001, por la mañana.

En la Oficina de Información y Acreditación de la Sala de Prensa de la Santa Sede (entrando, a la derecha) están a disposición de los redactores las listas de inscripción al pool.

Se recuerda que los Señores operadores audiovisuales (operadores de cámara y técnicos) y los fotógrafos tienen que dirigirse al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, para la participación en el pool para el Aula del Sínodo.

Se recuerda que los participantes del pool tienen que presentarse a las 08.30 horas en el Sector de Prensa, preparado en el exterior, frente a la entrada del Aula Pablo VI, desde donde serán llamados para acceder al Aula del Sínodo, acompañados por un oficial de la Sala de Prensa de la Santa Sede, respectivamente por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales..

BOLETÍN

El próximo Boletín Nº 7, con los trabajos de la Cuarta Congregación General de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos de esta tarde estará a disposición de los Señores periodistas acreditados, mañana miércoles, 3 de octubre de 2001, en la apertura de la Sala de Prensa de la Santa Sede.

 
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