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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

de la Comisión para la información de la
X ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
30 de settiembre-27 de octubre 2001

"El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo"


El Boletín del Sínodo de los Obispos es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico y las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

15 - 08.10.2001

RESUMEN

DÉCIMO SEGUNDA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES, 8 DE OCTUBRE DE 2001 - POR LA TARDE)

A las 17.00 horas de hoy, en presencia del Santo Padre, con la oración del Adsumus, ha iniciado la Décimo Segunda Congregación General, para la continuación de las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula sobre el tema sinodal El obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo. Presidente Delegado de turno S. Em. R. Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos.

En esta Congregación General, que se ha concluido a las 19:00 horas con la oración del Angelus Domini, estaban presentes 232 Padres.

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

Después intervinieron los siguientes Padres:

Publicamos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

S. Em. R. Card. Camillo RUINI, Vicario General del Sumo Pontífice en Roma y Presidente de la Conferencia Episcopal (Italia)

Cuando el Concilio Vaticano II formulaba de nuevo las relaciones entre el primado del Papa y la potestad colegial de los Obispos, el reconocimiento de la autoridad en la Iglesia parecía tranquilo y, en general, compartido. Poco después sobrevino, en cambio, una especie de "revolución cultural" que puso en discusión la autoridad a todos los niveles de la vida civil y, también, eclesial. Sin embargo, el

Concilio había dado con anticipación una respuesta substancial, proponiendo de nuevo como servicio la enseñanza evangélica por encima de la autoridad.

Después del Concilio, el ejercicio de la autoridad en la Iglesia ha resultado, a menudo, fatigoso y aunque ahora parece que las dificultades más arduas se han superado, queda el problema de cómo puede entenderse, aceptarse y cumplirse el necesario servicio de la autoridad.

A este propósito, se proponen dos consideraciones. La primera se refiere a la motivación de la autoridad eclesial, la cual, para ser aceptada interiormente, debe manifestarse lo más claramente posible como participación en la misión de Cristo, que debe vivirse y llevarse a cabo en la humildad, en la dedicación y en el servicio.

La segunda consideración se refiere a la profunda y convencida unidad que debe existir entre las diversas instancias de la autoridad en la Iglesia, para poder dar una respuesta atendible a las preguntas de nuestro tiempo: de aquí la gran importancia de la espiritualidad de comunión o, también, "mística de la comunión".

[00192-04.02] [IN154] [Texto original: italiano]

S. Em. R. Card. Edmund Casimir SZOKA, Presidente de la Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y Presidente de la Prefectura de la Ciudad del Vaticano (Ciudad del Vaticano)

Simplemente deseo subrayar un único aspecto del ministerio del Obispo, particularmente del Obispo diocesano. Mis comentarios no quieren dirigirse directa o indirectamente a las cuestiones teológicas que pueden estar involucradas. Hablo desde un punto de vista completamente práctico.

Básica y fundamentalmente, la Iglesia vive a nivel de la parroquia. La mayor parte de nuestra gente experimenta a la Iglesia en la parroquia - ni a nivel Diocesano, ni a nivel universal. Es en sus parroquia donde reciben los Sacramentos: Bautismo, Penitencia, Confirmación, Matrimonio y, en especial, la Comunión durante la celebración de la Misa. Es el pastor de la parroquia quien los encabeza, los guía y los forma. Es en la parroquia donde oyen proclamar más a menudo la Palabra de Dios.

El Obispo debe ser consciente de esta realidad. El Obispo puede escribir cartas pastorales, puede desarrollar varios planes y programas pastorales, pero si no tiene el apoyo activo de sus párrocos en implementar sus cartas y programas éstos no tendrán el éxito que deberían, o lo tendrán de forma parcial.

El Obispo, por otra parte, no puede realizar su ministerio en cada parroquia de la diócesis. Él debe ser el pastor, no el administrador, pero el pastor de toda la diócesis. Creo, según mis años de experiencia, que el Obispo sería más efectivo en su ministerio diocesano si dedicara su tiempo y atención principal a atender a sus sacerdotes. Los sacerdotes necesitan a su obispo. Lo necesitan como el pastor que los conoce, que los ama, que se preocupa por ellos y que está siempre disponible para sus necesidades. Aunque muchos sacerdotes no usarían estas palabras, ellos quieren un Obispo que sea su Padre.

Sé muy bien que los obispos diocesanos tienen gran cantidad de responsabilidades que ocupan gran parte de su tiempo y de su atención. Sin embargo, sugeriría con mucho respeto e, incluso, urgiría que el Obispo esté preparado a renunciar a otras actividades, encuentros, etc., si es necesario, para dedicar tiempo y energía suficientes a sus sacerdotes.

Si un obispo tiene un presbiterio alegre, la diócesis funcionará bien. En caso contrario, no.

La cuestión a la que pienso ahora de forma natural surge en este punto y es quién ayuda a los Obispos. Este es otro tema al que no puedo referirme debido al poco tiempo a nuestra disposición.

De todas formas, creo que la respuesta obvia sea nuestro Santo Padre. Está claro que él no puede hacerlo sólo. Pero nos ha dado un ejemplo increíble de ayuda a los Obispos. Por ejemplo, el tiempo que él dedica a cada obispo y a cada grupo de obispos durante las visitas quinquenales; las innumerables audiencias privadas que da a cada obispo individualmente, los encuentros especiales que tiene con obispos durante sus visitas a sus países. El gran número de Sínodos que han tenido lugar y la presencia del Santo Padre en cada una de las sesiones generales de los Sínodos, como hemos podido ver en este Sínodo. Y él da todo su tiempo, no obstante las otras incontables, apremiantes cuestiones mundiales que tiene que tratar. Debemos llevar su ejemplo en el corazón.

[00193-04.02] [IN155] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Card. Karl LEHMANN, Obispo de Maguncia y Presidente de la Conferencia Episcopal (Alemania)

Después del Concilio Vaticano II, todas las estructuras, los servicios y los oficios importantes de la Iglesia aparecen fundados y originados en la "communio" y, al mismo tiempo, llamados y desafiados para la misión en todo el mundo. Ello está relacionado, de manera fundamental, con el sacrificio de Cristo por todos los hombres. Estamos acostumbrados a ver el servicio episcopal como radicado, de manera elemental e insustituible, en la "communio". Hoy, sin embargo, la misión del obispo hacia todos los hombres, que nace de esta "communio", tiene que ser percibida de manera nueva y revalorizada. Esto vale también para la relación con el ecumenismo, con las religiones no cristianas y con los no creyentes. Esta tarea tiene muchas consecuencias en el modo con el que el obispo interpreta su servicio, sobre todo hoy, en el mundo secularizado. Él debe anunciar el mensaje cristiano de manera convincente, con argumentaciones y apertura al diálogo, y lleno de ánimo, sin estar a la defensiva ante los retos modernos. Este aspecto, que prevalece también en el tema del Sínodo (El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo), conecta de nuevo con el Concilio Vaticano II y a la vez refuerza también esta importante perspectiva, que tiene numerosas consecuencias prácticas en lo que concierne a la actividad del obispo, su manera de presentarse y los criterios para el nombramiento de los candidatos idóneos.

[00194-04.02] [IN156] [Texto original: alemán]

S.E.R. Mons. Tarcisius Gervazio ZIYAYE, Arzobispo de Blantyre y Presidente de la Conferencia Episcopal (Malawi)

El Obispo tiene el deber de llevar la presencia de Dios a una comunidad particular. Él debe proporcionar a la Iglesia particular, a los fieles, la posibilidad de acercarse a la mesa del Señor, sobre todo los domingos, en un espíritu de alegría, en modo tal de dar gracias al Señor cuya gran misericordia nos regenera de nuevo «a una esperanza viva mediante la Resurrección de Jesucristo» (cf. 1P 1,3). En otras palabras, la Eucaristía está en el centro de cada comunidad de toda Iglesia particular y, desde luego, de todo cristiano. Al mismo tiempo, se ha observado que en muchas partes de la Iglesia, como nuestra propia situación en Malawi, debido a la escasez de sacerdotes es cada vez más difícil asegurar la celebración de la Eucaristía. ¿Como puede el Obispo, en una situación como ésta, llevar a cabo su deber y asegurar que se celebre la Eucaristía en todas las comunidades?

Considerando esta escasez de sacerdotes, se podría retar a los Padres del Sínodo con la idea de hermanación de diócesis que pueden sostener a diócesis más pobres, tanto con personal como con ayuda económica. Esto en espíritu de hermandad y de Iglesia como Familia de Dios donde el compartir es necesario e importante.

Mientras discutimos de la escasez de sacerdotes, no se puede pasar por alto el papel del laicado. La función y la responsabilidad cristiana que ellos llevan a cabo en el funcionamiento de las pequeñas comunidades cristianas en las regiones del AMECEA es de grandísima ayuda. Es necesario autorizarlos por medio de una formación que les ayude a desempeñar sus funciones de manera más efectiva y eficiente.

Considerando el hecho de que el Evangelio es la fuente principal de esperanza, el Sínodo llama a los Obispos a predicar mejor el Evangelio hoy en día, en línea con los signos de nuestro tiempo, y a profundizar la fe de la gente. De nuevo, es importante que el enfoque y la manera de enseñar el catequismo sean investigados con seriedad.

[00197-04.02] [IN157] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Joseph KHOURY, Obispo de Saint-Maron de Montreal de los Maronitas (Canadá)

La emigración hacia el Occidente de los fieles de las Iglesias orientales de Medio Oriente es una fuente de sufrimientos, tanto para las familias que se encontraron desmembradas como para las sociedades debilitadas por estas emigraciones o para las Iglesias orientales mismas, cuyo testimonio cristiano en los territorios históricos de origen está empobrecido.

Los obispos, pastores de las Iglesias orientales en territorio de inmigración, están preocupados por este flujo, ellos que acompañan a los hijos y a las hijas de las Iglesias de Oriente en sus países de adopción. No sólo quieren estar seguros de que los inmigrantes orientales se puedan beneficiar de la ayuda "de los sacerdotes de sus naciones", sino que desean, sobre todo, que las Iglesias orientales de la diáspora puedan continuar a "gobernarse según sus disciplinas particulares", preservando, de esta manera, su peculiar "patrimonio eclesiástico y espiritual", considerado como "patrimonio de toda la Iglesia de Cristo".

Aún más, ellos esperan que este fenómeno de emigración se convierta en una ocasión ofrecida a toda la Iglesia para enriquecer el proprio patrimonio espiritual particular. En efecto, aunque los inmigrantes provenientes de las Iglesias orientales lleguen con pocos medios al país que les hospeda, llevan consigo un rico patrimonio de tradición espiritual y religioso que puede enriquecer a las Iglesias occidentales. Esta situación dramática puede, de esta manera, llevar a las Iglesias de Oriente y de Occidente a un intercambio de sus dones particulares.

En los países de inmigración, el obispo, pastor de los fieles que provienen de las Iglesias de Oriente, tiene la tarea de hacer "madurar en cuanto comunión" a esa parte del pueblo de Dios confiada a un obispo en el país de inmigración y esto según tres dimensiones de la comunión. La primera es la de la comunión con la Iglesia de origen, con su patriarca y su sínodo; la segunda es la de la comunión, en el marco de la conferencia episcopal, con las Iglesias formadas en el país huésped; y, en fin, la tercera es la de la comunión con toda la Iglesia a través de la comunión con la sede de Pedro.

Esta triple comunión corresponde a tres retos misioneros de las Iglesias orientales en los países de inmigración: misión para el servicio de los fieles inmigrantes, los cuales mantienen vínculos con sus hermanos y hermanas que están aún en los países de origen y, por lo tanto, con su Iglesia oriental de origen; misión en forma de testimonio evangélico, que se asocia a la misma acción misionera y evangelizadora de las Iglesias locales de los territorios en los que son acogidas; misión de encuentro fructuoso entre Iglesias orientales e Iglesias latinas que favorece el intercambio de dones entre las Iglesias.

Por lo tanto, la situación actual necesita de la creación de nuevas formas de comunión entre las Iglesias de Oriente y de Occidente. Es por este motivo que propongo se constituya un grupo de trabajo para examinar la cuestión de la comunión entre las Iglesias con un enfoque de conjunto destinado a permitir la clarificación de las relaciones existentes entre las Iglesias de Oriente nacidas de la emigración y las que están radicadas en el territorio histórico, y entre estas Iglesias y las reconocidas en los países de emigración. De este modo, en el corazón de los movimientos migratorios, el obispo se puede convertir en sacramento de la unidad y signo de esperanza en la diversidad de culturas y tradiciones eclesiales.

[00198-04.03] [IN158] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. Simon-Victor TONYÉ BAKOT, Obispo de Edéa (Camerun)

El tema de la X Asamblea general de los obispos es de suma trascendencia desde un punto de vista antropológico y social, ya que las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy son también las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias del obispo.

Deseoso de ver al hombre alcanzar su máxima plenitud, el obispo en tierra de África siente el deber de promocionar la pastoral social y dar un alma al desarrollo de todo el hombre y de cada hombre (cfr. Sollicitudo Rei Socialis n. 12). Como Cristo, pleno de compasión y de solicitud por el hombre, "...vio mucha gente, sintió compasión de ellos..." (Mt 14,14), "Dadles vosotros de comer" (Lc 9,13), el obispo se vuelve, a su vez, imagen viva de Cristo.

Desde esta perspectiva, el obispo vela, en primer lugar, para que se lleven a la práctica los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, es decir, la dignidad de la persona humana, la búsqueda del bien común, más allá del interés particular (Cfr. Centesimus Annus, n.47), el principio de subsidiariedad y la solidaridad. Estos principios hacen posible que se pongan en marcha acciones según el espíritu inspirado por el diseño de salvación de Dios para todos los hombres.

Una de estas acciones es la participación en la obra de Dios mediante el trabajo, con el que el hombre se realiza, se desarrolla y adquiere dominio sobre el medio ambiente (Cfr. Laborem exercens, n.9). Debemos hacer comprender a nuestras comunidades que no hay desarrollo posible sin su participación responsable en el trabajo humano - "Quien no trabaja, no come".

En esta perspectiva, el Santo Padre, en su exhortación apostólica post-sinodal "Ecclesia in Africa", insiste para que nuestras Iglesias en África se propongan como objetivo "llegar lo más pronto posible a satisfacer ellas mismas sus propias necesidades y asegurar su propia autofinanciación". Recogiendo ampliamente este llamamiento, los obispos del Camerún alentamos las iniciativas ya en marcha en algunas de nuestras diócesis a fin de promocionar la creación de una unidad de producción, y también otros proyectos de desarrollo: creación de cultivos de plátanos, palmeras de aceite, cacahuetes, proyectos hídricos, apertura de consultas médicas, centros de alfabetización, lucha contra las injusticias en colaboración con los programas gubernamentales.

Con objeto de promocionar mejor el desarrollo, luchamos en cada entorno, incluido el nuestro, contra la plaga de la corrupción. No obstante algún traspiés y alguna desviación, este proceso, lento pero eficaz, ya está dando frutos alentadores y consoladores.

[00199-04.03] [in159] [Texto original: francés]

S. Em. R. Card. Marian JAWORSKI, Arzobispo de Lviv de los Latinos y Presidente de la Conferencia Episcopal (Ucrania)

"Entre los oficios principales de los Obispos destaca la predicación del Evangelio" (cfr. Mt. 13,52) (Lumen gentium25).

El Obispo asume esta tarea fundamental junto a sus colaboradores que son los presbíteros. ¿De qué manera, sin embargo, es posible hacer que esta verdad sea comprensible para el mundo de hoy? No basta la sola presentación de los contenidos de la fe. Es necesario conducir al hombre a una forma de experiencia religiosa; a la experiencia de aquello que constituye la realidad fundamental y originaria; aquello que es diferente de las cosas de este mundo, aquello que rompe los confines de un mundo cerrado en sí mismo. En nuestro anuncio es necesario recurrir a esta forma de pre-evangelización y construir sobre ella.

Para no permanecer a nivel de pura abstracción, trataré de ilustrar cuanto he dicho, con el ejemplo de la visita apostólica de Juan Pablo II a Ucrania, en junio de este año.

Para numerosísimas personas, educadas en tiempos del ateísmo soviético, que determinaba su conciencia y su vida, el evento de la llegada de Juan Pablo II fue un especial sorpresa. No era posible reducirlo a una visita de Estado, ni a una normal visita del obispo. Excedía también el ámbito de la tensión entre el anuncio de la visita papal y la postura del Patriarcado de Moscú. Se desarrollaba en otro nivel. ¿Y cómo se podía reconocer esto? ¡En las calles de Kiev acudían en masa las personas que no tenían ningún vínculo con la religión; a las celebraciones de la Santa Misa llegaron no sólo los católicos de ambos ritos, no sólo los ortodoxos, no sólo los creyentesLes preguntaban antes a los organizadores de las peregrinaciones: ¿Podemos ir con ustedes al encuentro con el Papa? Él ha venido hasta todos nosotros. Lo que ha supuesto una fisura en la cerrazón en la que vivían hasta ese momento. Y además escuchaban la predicación del Papa sobre Cristo -solamente sobre Cristo- sobre Cristo para todos, por encima de cualquier división, sobre Cristo esperanza del hombre. Así fue en los encuentros con las autoridades del Estado, con los representantes de diversas religiones, con los hombres de la cultura, con los jóvenes: ellos han encontrado "algo nuevo" y "algo diferente".

Concluyo. El Obispo, junto a sus colaboradores, deben salir al encuentro con el hombre que vive en una particular cerrazón; deben despertar en él aquellos niveles del alma que parecen adormecidos. Deben hacer posible una experiencia religiosa que será luz en la noche de la nada. Seguidamente deben guiarlo hacia un discernimiento cada vez más pleno y una comprensión cada vez más plena de la fe. De esta forma, el encuentro con Cristo - Salvador constituirá la esperanza del hombre en el umbral del tercer milenio. La última palabra no es la aniquilación del mundo y de la historia, sino la plenitud de la vida en el Resucitado.

La autoridad del Obispo se basa en la tarea recibida de Jesucristo de ser "pregoneros de la fe ... y auténticos maestros, dotados ... de la autoridad de Cristo" convirtiéndose, en ese sentido, en "alter Christus" (LG 25). Hay que hacer crecer nuestra conciencia. Ser enviados, distinguidos con la autoridad de Cristo constituye nuestra identidad.

[00200-04.02] [IN160] [Texto original: italiano]

S. Em. R. Card. José da CRUZ POLICARPO, Patriarca de Lisboa (Portugal)

El diálogo constituye el último y más actual desafío para el ministerio de los obispos. Las sociedades modernas son cada vez más diversificadas y plurales, tanto desde el punto de vista religioso como cultural y esto tiene valores inspiradores de la vida en común. Todos esperan de la Iglesia una actitud de diálogo.

Una noción simplemente cultural y sociológica del dialogo no es suficiente para la Iglesia. Valor de convivencia democrática, supone a menudo concesiones y la tolerancia en nombre de la armonía social. Para la Iglesia el diálogo es, ante todo, una actitud creyente. Se trata de escuchar al otro, empezando por escuchar la Palabra de Dios, como Jesús mismo escuchaba a su Padre. La oración, como escucha de la Palabra de Dios, es el punto de partida de todo diálogo verdadero.

El sujeto del diálogo es la Iglesia. Sólo ella, a lo largo de toda su historia, ha escuchado de forma continua la Palabra del Evangelio. Para aprender a dialogar, debemos escuchar de continuo a la Iglesia, los Padres y los obispos que nos han precedido; escuchar el magisterio del Papa y del colegio episcopal y partir, fortalecidos, hacia todos los desafíos del diálogo contemporáneo, escuchando a todos aquellos que interpelan a la Iglesia, haciendo de nuestra actitud de diálogo un testimonio de nuestra fe y de nuestra coherencia.

[00201-04.02] [IN161] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. Jayme Herique CHEMELLO, Obispo de Pelotas y Presidente de la Conferencia Episcopal (Brasil)

Este sínodo nos ofrece la oportunidad de tratar asuntos importantes para el ministerio episcopal:1. La elección y formación de los obispos (Cf. Instrumentum Laboris n. 77). La Conferencia Episcopal del Brasil, desde 1990, realiza cursos anuales para obispos recién elegidos. Hasta ahora se han realizado doce cursos, siempre en colaboración con el Nuncio Apostólico. En esos encuentros se estudia la teología y la espiritualidad del obispo, la organización de la curia episcopal, algunas cuestiones prácticas de derecho y las relaciones con los dicasterios de la Curia Romana. Estamos de acuerdo en que el Santo Padre nombre libremente a los obispos (CIC 377 § 1). Propongo pues, que se estudie en el ámbito mundial, tanto la escogencia como la formación permanente de los obispos en el espíritu de comunión entre ministerio episcopal y ministerio petrino. 2. La descentralización de algunas tareas de la Curia Romana a favor de las Conferencias Episcopales, de las provincias eclesiásticas y del propio obispo diocesano. Que puedan las Conferencias Episcopales, autorizadas por la Sede Apostólica; ejercer una función auxiliar y mediadora más eficaz, garantizando no sólo la inculturación del Evangelio y de la acción pastoral, sino también la subsidiariedad que Pío XII, de venerada memoria, en el consistorio del 20 de febrero de 1946 proclamó como principio válido también para la vida eclesial, y Pablo VI, con la aprobación del Sínodo de los Obispos de 1967, colocó como uno de los diez principios orientadores del nuevo Código de Derecho Canónico. De tal principio debería seguirse una sana y eficaz descentralización del ejercicio del poder salvífico en la Iglesia. La carta apostólica Apostolos suos, de Juan Pablo II trae algunas indicaciones preciosas, pero podemos seguir creciendo. Pienso que, en nombre de la comunión y de la unidad, la Iglesia de Roma podría establecer los criterios que habrán de seguirse.

[00202-04.03] [IN162] [Texto original: español]

S. Em. R. Card. Juan Luis CIPRIANI THORNE, del clero de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei y Arzobispo de Lima (Perú)

El Obispo debe ser, en primer lugar, un promotor de santidad, buscando él mismo, con su estilo de vida, ser testigo vivo de Cristo. Por ello la misión pastoral encuentra en una sólida vida espiritual no sólo un apoyo sino su razón de ser.

En la actualidad la "globalización" presenta algunos desafíos al gobierno pastoral de los Obispos. Entre ellos la despersonalización que, muchas veces, lleva a una. posible "crisis de obediencia" que no se resuelve con una "crisis de autoridad" . Por ello el Obispo debe ejercer la virtud de la fortaleza y, dialogando y comprendiendo a los demás, debe poner en práctica las normas establecidas en el Código de Derecho Canónico que tiene una notoria dimensión pastoral. Asimismo el "rostro humano" que debe presentar la Iglesia, nos ayudará a una especial "sensibilidad pastoral" que busque respuestas nuevas y eficaces, superando los desafíos que situaciones actuales presentan a la Iglesia. Por ejemplo en el Perú existen las Vicarías pastorales para atender a los inmigrantes chinos y japoneses y alemanes con buenos resultados. Asimismo, las Capellanías y Vicarías Universitarias.

Finalmente, solicitó la actualización del Directorio Ecclesiae imago que es un documento de validez esencial y que regula y orienta la vida y el ministerio de los Obispos. En este sentido recordó que la riqueza de los Sínodos anteriores podrían ser especialmente necesarios en esta actualización del Directorio de los Obispos.

[00203-04.03] [IN163] [Texto original: español]

S.E.R. Mons. Timothée MODIBO-NZOCKENA, Obispo de Franceville (Gabón)

Al venir al mundo, Cristo permanece siempre en comunión con Dios Padre y con el Espíritu Santo. Hacer la voluntad del Padre es su sustento, su misión es salvar a aquellos que se han perdido: los hombres y mujeres de todos los pueblos, de todas las lenguas, tribus y naciones. Cura las enfermedades, da de comer a los hambrientos, libera a los endemoniados, reúne a las muchedumbres, denuncia el mal. Muestra el camino de la verdadera libertad a los hijos de Dios: camino de la Esperanza y de la Vida eterna. Además Cristo confía a los apóstoles la misión de "servidores del Evangelio".

El obispo tiene que ser "hombre de Dios" (1Tm 6,11) que vive la comunión trinitaria: fundamento y fuente de su santificación personal, de su acción. Para conducir a los otros a la santidad, el obispo tiene que ser "un hombre de oración", tener familiaridad con la palabra de Dios, un hombre de los Sacramentos, un hombre que ejerce la piedad y la elevación espiritual, hombre de ayuno y devoción, el primer santo de su diócesis y de su misión episcopal. Es un verdadero profeta, un sembrador de esperanza sin falsa ilusión; un sacerdote auténtico, un rey justo y sabio, guía creíble para la comunidad a los ojos del mundo.

El obispo debe vivir la comunión en el orden episcopal, en el orden presbiteral y con los fieles; y sobre todo la comunión cum Pedro y sub Pedro que preside la caridad y la unidad en la Iglesia universal. El obispo debe también cultivar la sabiduría, la justicia, la templanza y la prudencia para evitar tomas de posición intempestivas que siembren tribulaciones y divisiones.

Tenemos que aprender a dirigir una fraternal mirada hacia el episcopado de los otros países y de los otros continentes. La creación de fundaciones o de fondos de solidaridad, el impulso de hermandades y de asociaciones que acudan en ayuda de las Iglesias más necesitadas son una expresión concreta de la comunión episcopal. Nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones deben privilegiar toda la vida y la buena reputación del hombre, así como el bien común de la Iglesia. Para la comunión con los demás: obispos, sacerdotes o fieles, el obispo prestará una especial atención a los más necesitados; será testimonio de la verdad con humildad y sencillez, en la caridad y en la esperanza, manifestando así la compasión de Dios entre los hombres. La palabra de Dios que interpela, instruye, aclara, corrige, santifica, da seguridad, tranquiliza y da esperanza a todo el mundo, sin exclusión, permanece el punto de referencia.

Finalmente, hacemos: "plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tm 2,1-2).

[00204-04.03] [in164] [Texto original: francés]

Revdo. P. Virginio Domingo BRESSANELLI, S.C.I., Superior General de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Unión de Superiores Generales)

La presencia, la palabra y la acción social de la Iglesia (Obispo, sacerdotes, consagrados/as y laicos), en el esfuerzo de poner de pie al pobre, atacando el mal, no sólo en sus efectos sino también en sus causas, es a veces motivo de persecución de parte de grupos de poder, y es también motivo de temores y de tensiones en la misma comunidad eclesial. En tales situaciones el Obispo está llamado a ser no sólo señal y testigo de la esperanza evangélica, sino también quien ha de generarla en la propia Diócesis, conduciendo los fieles a conformarse a los criterios, a las actitudes y a las obras de Cristo. Es una acción en el interior mismo de la comunidad eclesial y de la sociedad local que supone despertar las conciencias a la solidaridad efectiva, a la justicia, a la paz y a la fraternidad, para restituir a todo ser humano la dignidad perdida o negada. Es una tarea delicada y ardua que requiere movilizar la Diócesis en torno a cuatro grandes ejes pastorales

l.) La opción preferencial por los pobres. La evangelización de los pobres sintetiza la misión de Jesús y de la Iglesia; es el presupuesto para la liberación integral de los pobres. El pobre corno primer destinatario del Evangelio, es también el primer destinatario de la esperanza.

2) Conocimiento, difusión y aplicación concreta de la Doctrina Social de la Iglesia. EI rico magisterio social de la Iglesia, desde León XIII en adelante, y las enseñanzas sociales de Juan Pablo II, deberían ocupar un lugar especial entre las asignaturas teológicas del seminario y de los centros de formación religiosa y laical de la Diócesis.

Un proyecto orgánico de pastoral social que empeñe a las distintas vocaciones eclesiales según su especificidad carismática.

Trabajo por la cohesión y el consenso social de la comunidad humana. La magnitud y la extensión de los problemas sociales señalados implican, también, que las Iglesias Particulares los afronten en unión a todos los demás sectores de la sociedad. Para esto será oportuno que el Obispo promueva la colaboración ecuménica e interreligiosa, y el diálogo cultural para sumar esfuerzos y consensos de toda la comunidad humana. El Obispo engendra a su pueblo en la esperanza siendo para él un profeta de amor y un servidor de la reconciliación de la humanidad en Cristo. Es parte de la misión del Obispo promover agentes de la dignidad de todo ser humano, estimularlos y acompañarlos. Sobre todo en relación a los consagrados/as, los alienta para que, fieles a su inspiración fundacional y a su vocación profética, sirvan la causa de Cristo en el pobre, con radicalidad evangélica y gratuidad en la entrega.

[00205-04.03] [in165] [Texto original: español]

S.E.R. Mons. Anthony Kwami ADANUTY, Obispo de Keta-Akatsi (Ghana)

Buscar dinero para las estructuras diocesanas forma parte de nuestro ministerio. El hecho de que Ghana se encuentre en una situación mejor respecto a otros países africanos, no hace de él un país autónomo.

Los Obispos que hablan el mismo idioma deberían aprobar traducciones para el uso litúrgico, según las normas y los procedimientos previstos, sin recurrir a Roma, a menos que uno de ellos no se dirija a Roma solicitando intervenciones dirigidas a proteger la pureza de la doctrina.

Los Obispos tenemos que infundir esperanza a nuestro rebaño. Sin duda la esperanza es una virtud difícil de custodiar, cuando descubrimos que los países que nos enviaron a los misioneros para evangelizarnos ya no se inspiran en el cristianismo y manifiestan una alergia irreverente hacia Roma y el Santo Padre. Nosotros, en Africa, quedamos pasmados y confusos, al asistir al abandono de la fe y la traición del sacerdocio por parte de misioneros que en nuestros seminarios eran formadores y modelos de vida.

El Obispo tiene que ser paciente y disponible con las personas, pero éstas deben aprender, gradualmente, que el Obispo necesita descansar un poco para servirles mejor.

Asimismo, aunque le agradecemos a Dios que a nuestra gente no le preocupe el hecho de tener que pasar horas en la celebración de la liturgia, tenemos sin embargo que enseñarles la puntualidad en las funciones, como acto de caridad hacia los demás, por supuesto sin volvernos esclavos del reloj y siempre enseñándoles nuestro ejemplo.

Ningún Obispo debe considerarse menos capaz de predicar sólo porque no tiene una licenciatura en exégesis, aunque tendría que intentar familiarizarse con la Palabra de Dios en las Escrituras y preparar su homilía con esmero.

El Obispo tiene que satisfacer el hambre inmenso de la gente por la Palabra de Dios, promocionando el Apostolado Bíblico. Los Obispos de Ghana están esperando el permiso de imprimir localmente la Biblia americana para divulgarla.

Debería haber una formación permanente de los Obispos para que ellos estuvieran puestos al día sobre los documentos procedentes de Roma.

[00206-04.02] [in166] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Card. Bernard AGRÉ, Arzobispo de Abiyán (Costa de Marfil)

Las tentaciones o las tensiones del obispo en el mundo en general

En nuestro mundo, marcado por las heridas innumerables de la civilización del odio y de lo obtuso, con frecuencia el obispo se ve solicitado para pronunciar una palabra que sea luz y brújula, apertura y liberación. A menudo las multitudes llegan a su puerta y siguen con su mirada su mano bondadosa. ¿Acaso no es él , muchas veces, padre y madre para su pueblo?

Inventivo, desinteresado, eficiente en un mundo que se inclina ante los individuos creativos y dinámicos, ¿acaso el obispo no corre el riesgo de aparecer tan sólo como un director, un administrador carismático, un project manager, un coordinador, conocido como el director de una ONG?

Si las obras sociales nacidas de sus iniciativas facilitan pan, vivienda y mayor bienestar a hombres y mujeres necesitados, el obispo, lugarteniente de Jesucristo, no debe olvidar que el hombre no vive solo de pan (cfr. Mt 4,4). A él le corresponde también la tarea de otorgar a este hombre un equipaje adecuado para hacer experiencia de Dios, hacia la cual él mismo tiene que conducirlo. Sin este viaje a las fuentes de la salvación, sin esta profunda conversión interior, los individuos o los círculos de los responsables de las decisiones de cada país sólo pueden hacer de la mundialización o globalización en marcha una instrumento de colonización y explotación organizada de los más pobres. Entre los necesitados, la esperanza siempre está muerta, antes de transformase en hostilidad, rebeldía e imprevisible poder de destrucción masiva, algo a lo que asistimos como testigos privilegiados, asombrados e intranquilos.

Las tentaciones o las tensiones del obispo en nuestros países emergentes

Entre Norte y Sur las diferencias son cada vez más profundas, las relaciones siguen siendo tensas, y como estamos ligados mutuamente, cuando el Norte se pone nervioso, intranquilo, el Sur tiembla y se hunde en la fiebre: para él ya no funciona nada. A menudo la lógica de la gente del Norte es decepcionante: en lugar de ayudar al caminante medio muerto en el camino de Jerusalén a Jericó (cfr. Lc 10, 29-37), el Norte se niega y le exige al desgraciado que se levante para montar a caballo. A todo eso se le define pudorosamente las "nuevas condiciones de la ayuda internacional...". Por el contrario, si es la economía de un país del Norte la que se encuentra amenazada, entonces se desbloquean los fondos de inmediato.

África, "este continente lleno de malas noticias", ya no le interesa a nadie, con excepción de las riquezas de su tierra y de sus minas, que las multinacionales saquean con el respaldo de gente sin escrúpulos y pertenecientes a la misma nación.

El obispo, en este contexto, siente en su carne de Pastor las incoherencias de estas pobrezas, a menudo injustas. Participa mediante la palabra y los actos en la recuperación de su pueblo.

Y ahora despierta la conciencia de los grandes y de los pequeños, y vuelve a llamar la atención, oportuna e inoportunamente, sobre las necesidades de la igualdad y la solidaridad. Ahora participa en las luchas para sacar a sus ovejas de la hambruna, de la penuria de infraestructuras económicas, sanitarias, educativas... Ahora debe propugnar con fuerza el derecho de la persona humana, las reglas elementales de la democracia etc. Ahora se compromete en la lucha contra la terrible pandemia del SIDA, en la resolución de los conflictos armados, en los intentos de reconciliación.

Aclamado por algunos que le empujan para que asuma también responsabilidades políticas, y acusado injustamente y ultrajado por los demás, el obispo siempre se siente desgarrado. Sin embargo, él tiene que mantener la cabeza fuera del agua, para respirar y fijar su mirada en la esencia de su misión, que es, en primer lugar, de orden espiritual. Él contempla sin cesar el rostro de Cristo y extrae sus energías de la oración, basándose en tres fortalezas fundamentales: la frecuentación diaria de las Sagradas Escrituras, la devoción a Jesús Eucaristía, sacrificio, alimento y presencia amiga, el culto filial, pero equilibrado, de la Virgen María.

Profundamente identificado con su pueblo, el obispo, hombre de Dios, se da a sí mismo toda posibilidad para ser la esperanza del hombre de hoy.

[00208-04.04] [in168] [Texto original: francés]

S.E.R. Mons. Ignace B. SAMBAR-TALKENA, Obispo de Kara (Togo)

La intervención, a nombre de la Conferencia Episcopal de Togo (CET), se basa en tres puntos:

1. El primer punto se refiere al número 76 del Instrumentum Laboris sobre los obispos eméritos y nosotros insistimos en la atención que se debe dedicar a los obispos ancianos y enfermos. Deseamos que se revise la cuestión de la edad de retiro de los obispos, teniendo muy en cuenta la capacidad para prestar servicios. Puede ocurrir, de hecho, que un obispo se vea debilitado aún antes de la edad prevista por el Derecho, o también que esté lleno de energía a esa edad e incluso después.

2. El segundo punto trata de las sectas, que representan una amenaza verdaderamente seria para la serenidad y la profesión de fe de los fieles de nuestras Iglesias particulares.

El Instrumentum laboris subraya la necesidad de formar comunidades cristianas vivas y auténticas, llenas de vitalidad y de entusiasmo, promotoras de esperanza ... La experiencia pastoral indica que en las parroquias donde funcionan grupos de oración y de Renovación carismática bien formados y asistidos por sacerdotes solícitos, éstos constituyen una barrera para el nacimiento y el desarrollo de sectas, justo como los cristianos dotados de sólida formación, bien preparados espiritualmente, moralmente convencidos y convincentes. Es necesario, por otra parte, insistir de nuevo en la urgencia de la evangelización para que el Evangelio llegue a las poblados aislados de las ciudades y de los grandes centros, insistir en la necesidad de parroquias más cercanas a la gente, más familiares y de convivencia, para un camino de fe más coherente.

Para luchar contra el mal y el maligno, es necesario organizar a nivel diocesano así como también interdiocesano, equipos de sacerdotes piadosos, prudentes, cultos, íntegros, para que puedan practicar los exorcismos y las oraciones dirigidas a obtener de Dios la curación.

El tercer punto, que se refiere a la legión de los testigos y al áncora de la esperanza (número 148), es un deseo: dar la posibilidad a las Iglesias particulares de organizar ceremonias de reconocimiento de la venerabilidad de los testigos locales de la fe, cuyo testimonio de fe y de vida provoca admiración y merece ser propuesta como imitación para los vivos.

[00209-04.04] [IN169] [Texto original: francés]

AVISOS

"BRIEFING" PARA LOS GRUPOS LINGÜÍSTICOS"

El séptimo "briefing" para los grupos lingüísticos tendrá lugar mañana martes, 9 de octubre de 2001, a las 13:10 horas (en los lugares de los briefing y con los Responsables de Prensa indicados en el Boletín n. 2).

Se recuerda que los operadores audiovisuales (cámaras y técnicos) tienen que dirigirse al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales para el permiso de acceso (muy restringido).

"POOL" PARA EL AULA DEL SÍNODO

El octavo "pool" para el Aula del Sínodo será formado para la oración de apertura de la Décimo Sexta Congregación General del jueves, por la mañana, 11 de octubre de 2001.

En la Oficina de Información y Acreditación de la Oficina de Prensa de la Santa Sede (entrando a la derecha) están a disposición de los redactores las listas de inscripción al pool.

Se recuerda que los operadores audiovisuales (cámaras y técnicos) y fotógrafos tienen que dirigirse al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales para la participación al pool para el Aula del Sínodo.

Se recuerda a los participantes al pool que estén a las 8:30 horas en el Sector de Prensa, montado en el exterior, frente a la entrada del Aula Pablo VI, desde donde serán llamados para acceder al Aula del Sínodo, siempre acompañados por un oficial de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.

BOLETÍN

El próximo Boletín N. 16, relativo a los trabajos de la Décimo Tercera Congregación General de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos de mañana por la mañana, martes 9 de octubre de 2001, estará a disposición de los Señores periodistas acreditados, en la conclusión de los trabajos de la Congregación.

[B15-04.03]

 
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