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MENSAJE DE LA PRESIDENCIA DE LA CAL
CON MOTIVO DEL DÍA DE HISPANOAMÉRICA

 

1. La Iglesia ha iniciado gozosamente la etapa final de peregrinación hacia el umbral de la esperanza, que la introducirá en el tercer milenio de su historia.

Va guiada por Juan Pablo II quien, como profeta de los tiempos nuevos que se avecinan, enarbola la cruz de Cristo salvador, cuyos rayos de luz se proyectan ya sobre el siglo XXI.

2. Dos mil años de evangelización.

En el monte de los Olivos, el día de la Ascensión, antes de subir al Padre, Jesús pronunció la profecía de la evangelización: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15).

«En estas palabras —ha afirmado el Papa— está contenida la proclama solemne de la evangelización» (Discurso inaugural de la Conferencia de Santo Domingo, 12 de octubre de 1992, n. 2).

Los discípulos del divino Redentor acogieron esta consigna y desde entonces, a lo largo de la historia y en todos los meridianos del orbe, la Iglesia no ha hecho otra cosa que ejecutar el mandato de su Señor: evangelizar. «Evangelizare Iesum Christum»: «Anunciar a Jesucristo» (cf. Ga 1, 16), como se expresa san Pablo con frase lapidaria y emblemática.

 «La Iglesia —como dice Pablo VI— nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce» (Evangelii nuntiandi, 15). «Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (ib., 14).

3. Hace quinientos años, intrépidos misioneros procedentes de España plantaron la cruz del Salvador en las tierras descubiertas por Cristóbal Colón (1492): América.

Un continente, en el que, «entre luces y sombras, más luces que sombras, si pensamos en los frutos duraderos de fe y de vida cristiana» (Juan Pablo II, carta apostólica Los caminos del Evangelio, 29 de junio de 1990, n. 8), la Iglesia ha realizado —como insinúa el Papa— una labor evangelizadora de tan amplias proporciones y de tan patente eficacia que, al comienzo del tercer milenio, en América Latina —según se puede calcular ahora— estará la mitad de los católicos de todo el mundo, con más de 1.100 obispos. Esto indica el protagonismo que la Iglesia latinoamericana está llamada a tener en el futuro y representa al mismo tiempo una responsabilidad muy singular, con enormes exigencias.

4. El más grande evangelizador que han tenido los pueblos iberoamericanos en nuestros tiempos ha sido Juan Pablo II, quien, con sus viajes apostólicos, ha recorrido todos los caminos del continente, predicando el mensaje de Jesús a incalculables multitudes de hombres y mujeres.

Con motivo del V Centenario del comienzo de la evangelización del nuevo mundo, Juan Pablo II pronunció lo que podemos llamar la profecía latinoamericana de la nueva evangelización.

A realizar esta profecía están convocados todos los evangelizadores: obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos que operan en aquel continente.

Pero está convocada también España que, enviando allá misioneros y misioneras, así como ayudando a través de la oración y de recursos materiales, ha de cooperar a la nueva evangelización de Hispanoamérica con el mismo ardor y la misma generosidad con que contribuyó a la primera evangelización: gloria que España tiene en su rico haber misionero y que no puede olvidar, siempre con clara conciencia de sus deberes y compromisos hacia las Iglesias hermanas del continente donde se habla y se reza en castellano.

5. «Jesucristo, Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre» (cf. Hb 13, 8).

Este lema, que el Papa ha señalado para el primer año del trienio de preparación al gran jubileo del año 2000 (cf. carta apostólica Tertio millennio adveniente, 40), hace de 1997 un año especialmente evangelizador, con una serie de eventos que —por lo que se refiere a América— tendrá sus momentos culminantes en la anunciada visita del Papa a Río de Janeiro y en la Asamblea sinodal. Ésta tiene como tema: «Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América».

Como se ve por el lema del jubileo, por el tema del Sínodo y también por el Plan de acción pastoral de la Conferencia episcopal española 1997-2000, que tiene como primer objetivo «promover un mayor conocimiento, amor y seguimiento a Jesucristo, Señor de la Iglesia, de la historia y de la humanidad» (n. 117), estamos fuertemente invitados a centrar nuestra atención en Jesucristo salvador y evangelizador.

Nótese que, en la carta apostólica Tertio millennio adveniente, el Santo Padre habla expresamente de Jesucristo evangelizador, «con particular referencia al capítulo cuarto del evangelio de san Lucas, donde el tema de Cristo enviado a evangelizar se entrelaza con el del jubileo» (n. 40).

Esta faceta de la figura del Salvador del mundo —a la que se refiere también el documento Lineamenta relativo a la preparación de la Asamblea sinodal— es muy importante para la vida eclesial y pastoral en América Latina, pues, «contemplando a Jesucristo evangelizador, aprenderemos a ser auténticos evangelizadores» (Juan Pablo II, Discurso a la IV reunión plenaria de la Comisión pontificia para América Latina, 23 de junio de 1995, n. 7), y así aprenderemos también a suscitar esos evangelizadores según el Corazón de Cristo, de los que tanta necesidad tiene Hispanoamérica.

Nuestra Señora de la evangelización, María santísima, nos ayude e ilumine en la fascinante tarea de la nueva evangelización.

Vaticano, 6 de enero de 1997, solemnidad de la Epifanía del Señor.

Cardenal Bernardin GANTIN
Presidente

Mons. Cipriano CALDERÓN
Vicepresidente

 

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