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FUNERAL DEL ARZOBISPO MICHAEL AIDAN COURTNEY,
NUNCIO APOST
ÓLICO EN BURUNDI

HOMILÍA DEL CARD. FRANCIS ARINZE

Sábado 3 de enero de 2004

 

1. Una tragedia que va más allá de toda palabra

"Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles" (Sal 116, 15).

Impulsados por nuestra fe en Jesucristo, nos hemos reunido para celebrar el funeral de un gran testigo de Cristo, el arzobispo Michael Aidan Courtney. Ordenado obispo en esta misma iglesia de Nenagh el 12 de noviembre de 2000, aceptó su nombramiento como nuncio apostólico en Burundi. Después de cumplir fielmente su misión durante tres años, el pasado lunes 29 de diciembre, mientras regresaba a Bujumbura de una misa, cruelmente lo hirieron con varios disparos desde una colina cercana. Los médicos hicieron todo lo posible, pero su alma generosa abandonó su cuerpo ese mismo día en la sala de operaciones.

2. Un gran heraldo del Evangelio

Desde el inicio, el arzobispo Michael Courtney sabía que la misión del nuncio apostólico en Burundi era delicada, difícil y peligrosa. Burundi es una nación que ha conocido tensiones, odio y violencia. El nuncio Courtney predicaba el amor recíproco, la reconciliación cristiana, la armonía y la unidad entre las personas. Había hecho suya la exhortación de san Pablo a los Corintios:  "Somos embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos:  reconciliaos con Dios" (2 Co 5, 20). Es trágico que este auténtico testigo del amor de Cristo, este embajador del Papa, que diariamente manifestaba la solicitud del Sucesor de san Pedro por todos los ciudadanos de Burundi, haya sido asesinado precisamente por las personas a las que servía. El primer párrafo de su testamento, que acaba de hacerse público, nos permite apreciar el fino espíritu cristiano de nuestro llorado arzobispo Courtney. Dice así:  "Deseo que mis primeras palabras se dirijan a Aquel que me llamó a servirle en el sacerdocio y a ser ministro de su misericordia, de su bondad, de su cercanía y de su amor a todos aquellos que la Providencia ha querido poner en mi camino en dos parroquias de la diócesis de Clonfert, Irlanda, y en los diversos países donde he prestado mi servicio como representante de la Santa Sede. Del mismo modo que yo he administrado su perdón a los demás, así ahora me pongo en sus manos e imploro su misericordia y su perdón por mis pecados y mis deficiencias en su servicio".

3. Expresiones de pésame
El Santo Padre Juan Pablo II nos ha encargado al arzobispo Carlo Maria Viganò y a mí que transmitamos su más sentido pésame y su bendición apostólica a los familiares del arzobispo Courtney, a la población de Nenagh, a las diócesis de Clonfert y Killaloe, a toda la Iglesia y la sociedad de Irlanda; a usted, señor cardenal O'Connell, a todos los obispos de Irlanda, a los representantes del Gobierno y a todos los sacerdotes, religiosos y fieles laicos aquí presentes.
Hace dos días, en la basílica de San Pedro, en la homilía pronunciada durante la misa solemne con ocasión de la Jornada mundial de la paz, el Santo Padre recordó también al arzobispo Courtney, con estas palabras:  "Para el cristiano, "proclamar la paz es anunciar a Cristo, que es nuestra paz" (Ef 2, 14), y anunciar su Evangelio, que es "el Evangelio de la paz" (Ef 6, 15), exhortando a todos a la bienaventuranza de ser "constructores de la paz" (cf. Mt 5, 9) (Mensaje, n. 3). Del "Evangelio de la paz" era testigo también monseñor Michael Aidan Courtney, mi representante como nuncio apostólico en Burundi, trágicamente asesinado hace algunos días mientras cumplía su misión en favor del diálogo y la reconciliación. Pidamos por él, deseando que su ejemplo y su sacrificio den frutos de paz en Burundi y en todo el mundo" (Homilía del Santo Padre, 1 de enero de 2004, n. 3).

Yo quiero añadir la expresión de mi pésame personal. Lamento este odioso acto realizado por unas cuantas personas trágicamente descarriadas en Burundi, personas violentas, a las que no se les debe permitir dar una imagen negativa de todo el pueblo.

Doy gracias a la Iglesia que está en Irlanda por haber dado a la Iglesia universal, en la persona del arzobispo Courtney, un espléndido testigo que ha entregado su vida por Cristo y por el Evangelio hasta el derramamiento de su sangre. Pido por la conversión de todas las personas violentas de Burundi y de todo el mundo. La violencia es un callejón sin salida. El amor y el perdón tienen futuro.

4. Nuestra fe nos ilumina
Somos discípulos de Cristo. Nuestra fe nos ilumina especialmente en momentos dolorosos como este.

Jesús murió por nosotros en la cruz. Cristo crucificado es la respuesta que Dios nos da en los momentos de gran sufrimiento. El Padre eterno "no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos nosotros" (Rm 8, 32). Con su muerte, Cristo destruyó nuestra muerte, y con su resurrección al tercer día nos dio nueva vida. En los inescrutables caminos de la divina Providencia, la muerte trágica y, desde el punto de vista humano, prematura del arzobispo Courtney tiene un lugar y un sentido. El sufrimiento ofrecido con Cristo, en Cristo y por Cristo tiene un valor redentor.
Que la dolorosa muerte del arzobispo Courtney traiga gracia y bendición a su patria; que haga cada vez mayor y más creíble el testimonio que la Iglesia da de Cristo a través de la evangelización; y que traiga justicia, paz  y  reconciliación  a Burundi y a todas  las  demás  regiones  del mundo donde hay violencias y enfrentamientos.

Pidamos a nuestra santísima Madre María, Reina de los mártires y Consoladora de los afligidos, que traiga consuelo y paz a todas las personas que están de luto, y que obtenga para la gran alma del arzobispo Courtney el descanso eterno en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

 

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