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17.05 - Vigilia de los presbíteros

 

INTRODUCCIÓN DE LAS LETANÍAS - S. EX. MONS. CSABA TERNYÁK, SECRETARIO DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO

 

Queridísimos sacerdotes:

Después de haber rezado el rosario en honor de la Santísima Virgen, Madre de Cristo y Madre de los sacerdotes, continuamos nuestra preparación espiritual para el jubileo y el encuentro con el Santo Padre,

Hemos puesto nuestra vocación y nuestro ministerio en manos de María, como último acto de preparación para mañana que celebraremos nuestro jubileo en la misa de acción de gracias junto al Santo Padre Juan Pablo II en esta misma plaza viviremos junto a él la gratitud por el don de la vida y por nuestra vocación sacerdotal, una realidad que llevamos en vasos de barro y que no nos pertenece. Como dice San Pablo: "ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos" (Romanos 14,7-8). Nuestra vida, nuestro sacerdocio, son propiedad del Señor. El ha puesto en nuestras manos este don y este misterio.

Don y misterio. Son dos palabras que describen muy bien el sacerdocio. Don de Dios, gratuito y amoroso, inmerecido. Misterio enraizado en la obra de salvación de Cristo, misterio de redención, misterio de fe, de amor y de esperanza.

Don y misterio. Con estas dos palabras ha definido el Santo Padre su sacerdocio. En ellas está la esencia de nuestra identidad, de nuestro ministerio. El sacerdocio es un don por su origen divino, y es un misterio por su clara naturaleza sobrenatural, transcendente. El sacerdote es el hombre que [leva en sus manos un tesoro de salvación para todos los hombres. El sacerdote es, en sí mismo, un misterio que hace presente a Cristo en el mundo a través de sus débiles manos que consagran el pan y perdonan los pecados.

Don y misterio. El sacerdote es un don para los hombres. No vive para sí, vive para los demás: "ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo". Cada sacerdote es un regalo de Dios a su Iglesia y al mismo tiempo es una ofrenda de la Iglesia al Dios del amor. El sacerdote es un misterio para sí mismo y para los hombres, un misterio donde se juntan pecado y santidad, grandeza y pequenez, humana flaqueza y divina misericordia.

Don y misterio. Este es también el título del relato autobiográfico del Papa en el que describe su trayectoria espiritual, una vida marcada por el amor y el dolor, por la oración y la entrega. Una historia en la que los seglares tienen un papel importante en la orientación de su vida espiritual y en la que el sacerdocio del Papa aparece ligado a la comunidad, a la Iglesia, no como un hombre que simplemente desempeña una función, sino como "otro Cristo" en medio de ellos. La edición del libro se cierra con las letanías de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, unas invocaciones que el Papa rezaba cuando se preparaba para su ordenación y que hoy, en este contexto de la vigilia de nuestro jubileo, adquieren un significado especial porque marcan el rumbo de nuestra conversión hacia la identificación con Cristo, único y eterno sacerdote; resumen muy bien el ideal de sacerdocio al que aspiramos.

Con este espíritu, en esta vigilia de oración por el Papa y por todos los sacerdotes del mundo, nos disponemos a rezar las letanías de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.

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