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Discurso del Papa a los miembros del Consejo internacional para la catequesis

 

¡Señor cardenal, venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos miembros del Consejo internacional para la catequesis!

 

1. Quiero saludaros de corazón a todos vosotros: miembros del Consejo internacional para la catequesis (COINCAT) y superiores y oficiales de la Congregación para el clero. Doy las gracias en particular al cardenal Antonio Innocenti por las palabras que acaba de pronunciar.

 

Buscar una fe madura

 

2.El tema que habéis tratado de profundizar en esta sesión plenaria, es muy vital: "Catequesis para vivir en un mundo pluralista y secularizado".

Es muy oportuno que os preocupéis de conocer la sociedad en la que vivimos, para encontrar el lenguaje. más adecuado con el que transmitir el mensaje perenne del Evangelio. De ello depende ciertamente, al menos en parte, su acogida y su eficacia.

Y entre las dificultades que hoy encuentra la catequesis, vosotros habéis subrayado el secularismo y el pluralismo exasperado, características típicas de la cultura contemporánea.

En efecto, a causa de una difundida secularización, los cristianos pueden llegar a perder su misma identidad, mientras que el fenómeno. del pluralismo si no se con la unidad y a la integridad de la fe y puede romper la comunión dentro de la iglesia.

Por otra parte los dos fenómenos _secularidad y pluralismo llevan consigo un potencial de crecimiento y de maduración de la fe, si llevan a reflexionar mejor sobre la relación fundamental de Dios con el mundo. Esto sucede cuando la visión religiosa de la vida va acompañada de una sana secularidad, cuando la relación entre pluralidad de experiencias y adhesión leal e incondicionada a Cristo viene marcada con la pertenencia amorosa, fiel y activa a su única Iglesia.

 

Anunciar el Evangelio con las obras

 

3.Gracias, queridos hermanos, por la contribución preciosa que dais, por medio del Consejo internacional para la catequesis, a la formación de los catequistas y de los agentes de pastoral, con especial atención a las nuevas generaciones.

Y permitidme ahora ofrecer a vuestra atención, aunque sea brevemente, algunas consideraciones.

La verdad de la fe que propone la Iglesia y cuyo signo es la siembra evangélica, ha de tener en cuenta los diversos terrenos: es decir, ha de responder a las preguntas y a las exigencias del mundo no mediante una superposición mecánica del mensaje religioso, sino educando los espíritus y estimulando la apertura ‘al misterio divino.

Pero para evitar expectativas ilusorias y para no ceder a componendas engañosas, el catequista, el agente pastoral y el misionero han de repetir sinceramente con san Pablo.Teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por . eso hablamos" (2 Co 4, 13). Es decir, han de ser plenamente conscientes de que anuncian la Palabra, porque creen que tienen algo verdadero y válido que comunicar, y tratan de transmitirla en términos convincentes, movidos por un espíritu de respeto y de amor evangélico, aunque parezca que el otro no escucha o se queda indiferente. La misma propuesta de fe lleva en sí misma la capacidad de estimular preguntas y de llamar la atención en el interior de los interlocutores.

Además, el mundo pluralista y secularizado, cansado de tantas palabras y más sensible al testimonio personal, parece estar especialmente atento al lenguaje de la caridad, de la acogida y de la solidaridad, sobre todo para con los pobres y las categorías sociales más marginadas. La catequesis no puede dejar de tenerlo en cuenta. La catequesis no puede ignorar que a través del servicio a. los pobres y la atención’ a toda clase de marginación, se anuncia en concreto el amor de Dios y los creyentes se introducen en el mismo corazón del mensaje evangélico; pues, éste es palabra de misericordia y de renovación para todo ser humano, es fermento eficaz de reconciliación y de solidaridad para toda la humanidad.

 

 

Orar con perseverancia

 

4. Adamásemos hermanos: Tened plena confianza en vuestro quizá fatigoso trabajo, pues Dios es siempre fiel a sus promesas.

Sed perseverantes en la oración; vuestros ojos miren a la celestial Madre del Redentor; ella, que es "modelo de los catequistas" (Catechesi tradendae, c. VIII, n. 73), os proteja y os ayude en la delicada misión que se os ha confiado.

Que el Señor bendiga ampliamente los resultados de esta asamblea plenaria y asista en especial a cada uno de vosotros y a las comunidades de donde provenís.

Con estos sentimientos imparto a todos mi bendición apostólica.

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