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30 de enero del 2000
III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, AÑO B
« MAGNIFICAT »

Jornada dedicada a la vocación-consagración
Liturgia de la alabanza vespertina
como agradecimiento
por el don de la vida consagrada


INDICACIONES GENERALES   

CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS


Indicaciones generales

1. Como primer encuentro, en preparación al Jubileo de la vida consagrada, se propone la celebración solemne y comunitaria de las Vísperas del Domingo, 30 de enero del 2000.

2. Sería oportuno, si es posible, que la celebración comunitaria, con la participación de las personas consagradas y de los fieles, tuviese lugar en la Catedral o en un Santuario importante.Las Vísperas deberían ser presididas por el Obispo, por el Vicario Episcopal para la vida consagrada o por un Superior Mayor.

3. La celebración de las Vísperas cantadas se hará según las rúbricas. Para que la oración coral de toda la comunidad sea más solemne se proponen algunos elementos que se pueden utilizar « ad libitum », siguiendo las indicaciones de los « Principios y Normas de la liturgia de las horas ».

4. Sería conveniente que después de la celebración de las Vísperas siguiera un momento de ágape fraterno, para favorecer el conocimiento y el encuentro de los participantes y para poder compartir la gracia y el gozo de la vocación y de la consagración en la Iglesia.


 

CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS

I. Ritos iniciales

Tras la entrada en procesión acompañada por el órgano, quien preside las Vísperas entona el versículo inicial:

Dios mío, ven en mi auxilio...

El presidente saluda a los presentes con estas o similares palabras:

Bendito sea Dios, rico en misericordia, que hizo grandes cosas en favor nuestro y de toda la Iglesia.

Agradecemos en todas las cosas a Dios Padre por medio de Jesucristo en quien nos dio todo.

El derramó sobre nosotros, sus hijos e hijas, las riquezas de su gracia, nos hizo partícipes de su proyecto de amor, testigos de su caridad hacia toda la humanidad, Epifanía del amor de Dios Trinidad que quiere entrar en comunión con los hombres. « La vida consagrada refleja este esplendor del amor, porque confiesa, con su fidelidad al misterio de la Cruz, creer y vivir del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo » (VC, n. 24). Dios, liberándonos del poder de las tinieblas, nos trasladó al reino del Hijo de su amor, reino de la luz.

Después de haber escuchado en el Evangelio de este Domingo la narración de la vocación de los discípulos (Mc 1,14-20), estamos aquí reunidos ahora al final de este día del Señor para agradecer al Padre, por Jesucristo en el Espíritu Santo, con el Canto de las Vísperas, por el don de la vocación y de la consagración. Lo hacemos en comunión con toda la Iglesia que en esta hora glorifica al Padre en Cristo Jesús, Luz del mundo.

 

II. Salmodia

Se cantan los salmos y el cántico del III Domingo del Salterio. Eventualmente, antes de la antífona de cada salmo y del cántico se puede hacer una breve monición. Tras haber entonado el salmo o el cántico con su antífona, todos se ponen de pie y el celebrante proclama una oración sálmica.

Se proponen los ejemplos siguientes:

Monición:

Cristo Resucitado, que está en el cielo a la derecha del Padre, es Sacerdote y Rey para siempre. Él nos llamó en su Iglesia para seguir sus huellas y para glorificar al Padre con nuestra vida.

Salmo 109, 1-5.7: El Mesías, Rey y Sacerdote

Colecta sálmica

Oremos:

Dios, Padre misericordioso y santo,
mira a tu Iglesia reunida en la oración de la tarde,
tú que quisiste llamar al seguimiento de tu Hijo
una multitud de fieles, partícipes de su dignidad
sacerdotal profética y real,
derrama ahora sobre ellos el don de tu Espíritu
para que sigan siempre fieles a tu servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Monición:

La Iglesia, Pueblo de Dios, da siempre gracias al Señor por sus dones, dones de belleza, de gracia y de santidad. También la vida consagrada es un don de Dios a su Pueblo, con quien Él renueva siempre su alianza de fidelidad y de amor con la variedad de los carismas.

Salmo 110: Grandes son las obras del Señor

Colecta sálmica

Oremos:

O Dios, que eres la fuente de todo bien,
te damos gracias con todo nuestro corazón
en esta santa asamblea de oración y de alabanza;
Tú que hiciste grandes obras en la Iglesia,
a través de los múltiples carismas de la vida consagrada,
haz que correspondamos siempre a tus dones
con el corazón fiel y agradecido.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Monición:

La Iglesia peregrina en la tierra se une a la Iglesia celeste cantando el cántico nuevo del Aleluya. En el Espíritu Santo alaba al Padre por la obra de la redención de Cristo, Cordero inocente, que invita a la Iglesia, su Esposa, a la alabanza eterna de su Reino.

Cántico Cfr. Ap 19, 1-7: Las bodas del Cordero

Colecta después del Cántico

Oremos:

Concédenos, o Padre, que hagamos de nuestra vida,
consagrada a la gloria de tu nombre y al servicio de los hermanos,
un continuo canto, como alabanza de tu gloria,
para que, agradecidos por el don de la vocación,
fieles a la alianza de la consagración,
podamos ofrecerte siempre nuestra vida
en un agradecimiento perenne.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

 

III. Lectura breve, Homilía, Responsorio

La lectura breve del día (1 Pe 1,3-5), puede prolongarse, de manera que sea leído 1 Pe 1,3-7.13-23.

Después de la lectura, el Presidente de la asamblea u otro sacerdote hace una breve homilía que podría inspirarse en el texto que se acaba de leer. Se puede también leer, con las adaptaciones apropiadas, el texto propuesto: Vocación y consagración (Apéndice I.A).

Terminada la homilía y tras un breve momento de silencio, se canta el responsorio breve de las Vísperas u otro canto apropiado que sea una respuesta a la palabra escuchada.

 

IV. Magníficat, Preces...

Se canta solemnemente el Magníficat con la antífona propia del Domingo. Durante el canto del Magníficat se inciensan el altar y la asamblea.

Siguen las preces del día; antes de la última oración por los difuntos, se pueden añadir algunas oraciones de agradecimiento-preces por el don de la vida consagrada, siguiendo el esquema de las preces de las Vísperas.

Sigue el canto de la Oración dominical y la oración conclusiva del día.

 

V. Bendición y despedida

Antes de la bendición final, el Presidente dirige a los presentes estas palabras de exhortación u otras similares:

Hermanos y hermanas, os exhorto en el nombre del Señor, con la fuerza de su Espíritu: Sed testigos de su amor en medio de su pueblo. Armonizad vuestra vida con la dignidad de vuestra vocación. Sed, de nombre y de hecho, siervos y siervas del Señor a imitación de la Madre de Dios. Sed íntegros e íntegras en la fe, firmes en la esperanza, fervientes en la caridad. Sed prudentes y vigilantes. Cuidad, en la humildad del corazón, el gran tesoro que os ha sido concedido.

Alimentad vuestra vida con el cuerpo de Cristo, fortificadla con el ayuno y la penitencia, alimentadla con la meditación de la Palabra, con la oración frecuente y con las obras de misericordia. Ocupaos de las cosas del Señor, vuestra vida esté escondida con Cristo en Dios. Interceded incesantemente por la propagación de la fe y la unidad de los cristianos.

Acordaos de los que, olvidando el amor del Padre, se han alejado de Él, para que Él los salve en su misericordia. Recordad que estáis al servicio de la iglesia y de los hermanos, amad a todos y preferid a los pobres, socorredlos según vuestras posibilidades. Curad a los enfermos, enseñad a los ignorantes, dad a todos la caridad de la verdad, proteged a los niños, apoyad a los jóvenes, ayudad a los ancianos, consolad a los que lloran, vuestra luz resplandezca ante a los hombres.

Haced la voluntad de Dios como y con Jesús, su Hijo, cooperando con amor a la llegada de Su reino en el mundo y Cristo será vuestro gozo y corona en la tierra, hasta que os conduzca a las bodas eternas donde, cantando el canto nuevo, seguiréis al Cordero adonde vaya.

El celebrante bendice la Asamblea con la bendición solemne aronítica que está en el Misal romano I (Núm 6,24-26):

El Señor os bendiga y os guarde.

Amén.

Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.

Amén.

Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.

Amén.

La bendición...

Glorificad al Señor con vuestra vida, podéis ir en paz.

Demos gracias a Dios.

Se puede entonar un canto mariano como momento final de la celebración.

 

 

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