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PONTIFICIUM OPUS A SANCTA INFANTIA

 

EL PAPA
Y LOS NIÑOS

¿CÓMO PUEDE LA PROPUESTA HECHA A LOS NIÑOS ARRAIGAR VERDADERAMENTE EN ELLOS ,
SINO SE ENCUENTRAN REGULARMENTE CON ÉL?

“Por lo que concierne a la catequesis para niños y jóvenes, es importante ofrecerles una educación religiosa y moral de calidad, presentando los elementos claros y sólidos de la fe, que llevan a una intensa vida espiritual —puesto que también el niño es capax Dei, como decían los Padres de la Iglesia—, a una práctica sacramental y a una vida humana digna y hermosa. Para constituir el núcleo sólido de la existencia, la formación catequística debe ir acompañada por una práctica religiosa regular. ¿Cómo puede la propuesta hecha a los niños arraigar verdaderamente en ellos, y cómo puede Cristo transformar desde dentro su ser y su obrar, sino se encuentran regularmente con él?”

(S.S. Juan Pablo II a los Obispos de la Conferencia Episcopal de Francia
en visita “ad limina apostolorum”, 20 de febrero de 2004
)


¿QUIÉN NECESITA SER DEFENDIDO Y PROTEGIDO MÁS QUE UN NIÑO INERME Y FRÁGIL?

“A este propósito, en el Mensaje para la Cuaresma quise atraer la atención, en particular, hacia las difíciles condiciones en que viven tantos niños en el mundo, recordando las palabras de Cristo: "El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe" (Mt 18, 5). En efecto, ¿quién necesita ser defendido y protegido más que un niño inerme y frágil? Son muchos y complejos los problemas que afectan al mundo de la infancia. Espero vivamente que a estos hermanos nuestros más pequeños, a menudo abandonados a sí mismos, se les preste la debida atención también gracias a nuestra solidaridad. Se trata de un modo concreto de expresar nuestro compromiso cuaresmal.”

(S.S. Juan Pablo II, Homilía, Miércoles de Ceniza, 25 de febrero de 2004)
 

QUERIDOS NIÑOS . . .
REZAD UNA ORACION POR MI

“Queridos niños y muchachos, cuando pongáis en el pesebre la estatuilla del Niño Jesús, rezad una oración por mí y por las numerosas personas que se dirigen al Papa en medio de sus dificultades.”

(S.S. Juan Pablo II, a los niños presentes para la bendición
 de las estatuas del Niño Jesús, 14 de diciembre de 2003
)


¡OJALA QUE EL GRITO DE DOLOR
DE LOS NIÑOS NO SEA DESOIDO!

«En el Mensaje cuaresmal de este año he invitado a poner a los niños en el centro de la atención de las comunidades cristianas. Muchos de ellos son víctimas de graves enfermedades, incluidas la tuberculosis y el sida, carecen de instrucción y sufren hambre. La desnutrición y la malnutrición, agravadas por preocupantes carencias sanitarias, siguen siendo causa diaria de muerte para muchos de estos niños, privados incluso de lo mínimo indispensable para sobrevivir.

En algunos lugares de la tierra, especialmente en los países más pobres, hay niños y adolescentes víctimas de una horrible forma de violencia: son reclutados para combatir en los así llamados "conflictos olvidados". De hecho, sufren una doble agresión escandalosa: los convierten en víctimas y, al mismo tiempo, en protagonistas de la guerra, involucrándolos en el odio de los adultos. Privados de todo, ven su futuro amenazado por una pesadilla difícil de alejar.

Estos hermanos nuestros más pequeños, que sufren a causa del hambre, la guerra y las enfermedades, dirigen al mundo de los adultos un angustioso llamamiento. Ojalá que su grito de dolor no sea desoído. Jesús nos recuerda: "El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe" (Mt 18, 5).

El tiempo cuaresmal impulsa a los cristianos a una acogida más generosa de estas palabras evangélicas, para traducirlas en intervenciones valientes en favor de la infancia en peligro y abandonada.

Que la Virgen Madre de Dios ayude a los niños que se encuentran en dificultades y haga fructificar los esfuerzos de cuantos, con amor, tratan de aliviar sus sufrimientos.»

(S.S. Juan Pablo II, Angelus del 28 de marzo de 2004)


“EL QUE RECIBA A UN NIÑO COMO ESTE
EN MI NOMBRE A MI ME RECIBE (MT 18,5)”

« Para esta ocasión, he enviado a la Iglesia un Mensaje, en el que he querido recordar en particular a los niños, a menudo víctimas inocentes de la maldad de los hombres. La Iglesia les dedica una atención especial, porque Cristo mismo nos dice que «el que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe» (Mt 18, 5). Ojalá que este período del Año litúrgico se transforme en un generoso compromiso de solidaridad en favor de estos pequeños, especialmente de los que se hallan expuestos a los peligros y las dificultades más graves.»

(S.S. Juan Pablo II, Angelus
del 29 de febrero de 2004
)


 

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