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CUESTIONES SELECTAS DE CRISTOLOGÍA
PARA SU ESTUDIO POR PARTE
DE LA COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL

Comunicado de Radio Vaticana, 3 de febrero de 1981

 

El problema de Jesucristo surge en nuestros tiempos con una nueva agudeza, tanto en el plano de la piedad como en el de la teología. Son muchos los elementos novedosos que aporta el estudio de la Escritura y las investigaciones históricas sobre grandes concilios cristológicos. Aún hoy con insistencia, la gente se pone las preguntas de una época: “¿Quién es este hombre?” (Lc 7,49); “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?” (Mc 6,2). La Comisión Teológica Internacional, profundamente renovada el pasado mes de octubre con la nominación de 15 nuevos miembros, dedicará aún la próxima sesión de estudio, en otoño de este año, al ahondamiento de dichas preguntas, después de haber afrontado ya la disertación de cuestiones seleccionadas de cristología en la pasada sesión de 1979.

Un importante documento, anticipado en italiano por La Civiltà Cattolica y publicado recientemente en el original en latín por Gregorianum, fue votado con gran mayoría al final de la sesión, y contiene las conclusiones de las investigaciones hasta aquí realizadas por la Comisión Teológica Internacional sobre el tema.

Como pone de manifiesto mons. Delhaye, secretario general de la Comisión, en la presentación del documento, y tal como resulta de la introducción del mismo, la Comisión Teológica Internacional no ha concebido el ambicioso proyecto de exponer una cristología completa, sino que ha creído más sensato centrar la atención en algunos puntos de especial importancia, o sobre los cuales las discusiones actuales habían puesto de relieve su dificultad. 

El documento de la Comisión Teológica Internacional “Cuestiones selectas de cristología” se divide en cinco capítulos, el primero de los cuales está dedicado a cómo acceder al conocimiento de la persona y de la obra de Jesucristo. Si algunos quieren distinguir Jesús histórico del Cristo postpascual de la fe rechazando el segundo, la Comisión Teológica Internacional, tanto en el plano histórico como en el plano de la fe, rechaza esta distinción y esta cesura: los primeros discípulos, es decir la Iglesia, también en su expresión más originaria, ha sido y es el lugar en el que se afirman el recuerdo y la presencia de Jesús.

De la fe primitiva a las expresiones dogmáticas hay un largo camino que conduce a los primeros concilios, sobre todo Nicea, Calcedonia y el III Concilio de Constantinopla: a este tema está dedicado el segundo capítulo de la declaración, con el título “La fe cristológica de los primeros concilios”. El dogma cristiano sigue fiel a su fuente revelada y no cede mínimamente al helenismo. Aunque la divinidad del Cristo fue afirmada “sin confusión”, no se ha olvidado su humanidad.

El tercer capítulo, sobre el sentido actual del dogma cristológico, demuestra que la fidelidad a la tradición no impide obviamente prestar atención a las dificultades de hoy. La Comisión Teológica ha querido mostrar como antropología y cristología van de la mano. Se comprende la intervención salvífica de Dios si él, desde el principio, ha instaurado un diálogo de amor con los hombres. Propio como hombre, el Verbo encarnado se convierte en el segundo Adán y vuelve a llevar el pecador a Dios sin hacerle perder dignidad. La cristología actual encuentra un nuevo aliento en un sentido agudo de la dignidad humana.

La relación entre cristología y soteriología viene tratada en el capítulo IV, el cual se detiene en particular sobre dos cuestiones: ¿en base a las últimas palabras y a los gestos de Jesús, es posible mostrar que él era consciente de ir a sufrir y a morir por nosotros? ¿Cómo hay que entender la oferta de Jesús al Padre en la voluntad total de amor divino y humano?

El último capítulo, titulado: Dimensiones de la cristología que deben recuperarse, está dedicado a dos aspectos relativamente nuevos. El primero está relacionado con los recientes estudios sobre el Espíritu Santo y pretende estudiar “la unción de Cristo por el Espíritu Santo”. El segundo quiere precisar la relación entre Cristo, los hombres y el cosmos. De este modo, se restituye a la humanidad del cristo su “principado del cosmos”, que pasaba inadvertido en los tratados de una época.

 

 

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