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IMPORTANTE DOCUMENTO CRISTOLÓGICO
DE LA COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL

(Comunicado Radio Vaticana, 17 julio 1986)

 

Al mismo tiempo, en italiano en el último número de Civiltà Católica y en francés en la revista Gregorianum del homónimo ateneo pontificio, se ha adelantado un importante documento cristológico de la Comisión Teológica Internacional, que será publicado a finales de mes por la Libreria Editrice Vaticana con texto oficial en latín y su traducción en italiano.

Fruto de un estudio iniciado por la Comisión hace tres años, el documento trata sobre la conciencia que Jesús tenía de sí mismo y de su misión, un argumento, de ningún modo limitado a un ámbito científico restringido, que aparece a menudo en periódicos y semanarios, en toda una literatura popular y en los medios de comunicación modernos.

No hace falta destacar que la Iglesia concede una gran importancia al problema de la conciencia y de la ciencia humana de Jesús, tratándose –como destaca la introducción del documento–  no de teologúmenos meramente especulativos, sino del fundamento mismo del mensaje y de la misión propia de la Iglesia. La Iglesia llama a los hombres a la penitencia, anunciando el reino de Dios; evangeliza; propone medios y los da como necesarios para la reconciliación, la liberación y la salvación; quiere comunicar a todos la revelación de Dios Padre en el Hijo por el Espíritu. No se avergüenza de presentarse ante el mundo dotada de estos deberes. Confiesa abiertamente que tiene esta misión y doctrina encomendadas por su Señor Jesús. Se esfuerza en responder a los que preguntan si esto responde a la realidad. Éste es el lugar teológico, por cierto muy pastoral, de las cuestiones actuales sobre la conciencia y la ciencia humanas de Jesús.

El documento se articula en cuatro proposiciones sobre aquello de que Jesús tenía conciencia con respecto a su propia persona y su misión, proposiciones que se sitúan en el plano de lo que la fe ha creído siempre con respecto a Cristo. A cada una de las proposiciones les sigue un comentario inspirado en la gran Tradición de la Iglesia, la cual se exprime en las Sagradas Escrituras y en la enseñanza del Magisterio.

La primera proposición afirma que “la vida de Jesús testifica la conciencia de su relación filial al Padre. Su comportamiento y sus palabras, que son las del «servidor» perfecto, implican una autoridad que supera la de los antiguos profetas y que corresponde sólo a Dios. Jesús tomaba esta autoridad incomparable de su relación singular a Dios, a quien él llama «mi Padre». Tenía conciencia de ser el Hijo único de Dios y, en este sentido, de ser, él mismo, Dios”.

En la segunda se lee: “Jesús conocía el fin de su misión: anunciar el Reino de Dios y hacerlo presente en su persona, sus actos y sus palabras, para que el mundo sea reconciliado con Dios y renovado. Ha aceptado libremente la voluntad del Padre: dar su vida para la salvación de todos los hombres; se sabía enviado por el Padre para servir y para dar su vida «por la muchedumbre»”.

La tercera proposición dice: “para realizar su misión salvífica, Jesús ha querido reunir a los hombres en orden al Reino y convocarlos en torno a sí. En orden a este designio, Jesús ha realizado actos concretos, cuya única interpretación posible, tomados en su conjunto, es la preparación de la Iglesia que será definitivamente constituida en los acontecimientos de Pascua y Pentecostés. Es, por tanto, necesario decir que Jesús ha querido fundar la Iglesia”.

La cuarta proposición afirma: “la conciencia que tiene Cristo de ser enviado por el Padre para la salvación del mundo y para la convocación de todos los hombres en el pueblo de Dios implica, misteriosamente, el amor de todos los hombres, de manera que todos podemos decir que «el Hijo de Dios me ha amado y se ha entregado por mí»”.

Tal como se ha dicho, a cada una de las cuatro proposiciones les siguen comentarios exegético-doctrinales, que se articulan –cada uno– en tres etapas: en primer lugar, se expone lo que la predicación apostólica dice con respecto a Cristo. A continuación, se intenta explorar lo que los evangelios sinópticos, por la convergencia de sus diferentes líneas, nos permiten decir sobre la conciencia misma de Jesús. Finalmente, se examina el testimonio del evangelio de san Juan, que dice frecuentemente, de manera más explícita, lo que los evangelios sinópticos contienen más implícitamente, sin que haya oposición entre ellos.

 

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