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CONSISTORIO ORDINARIO PÚBLICO

PALABRAS DEL CARDENAL WILLIAM JOSEPH LEVADA
DURANTE EL CONSISTORIO

Viernes 24 de marzo de 2006 

 

Santo Padre: 

Con el corazón lleno de emoción y gratitud, en nombre de los cardenales creados por Su Santidad, deseo expresarle nuestros sentimientos, en este momento tan importante y solemne para nuestras pobres vidas, que ya en virtud del orden sagrado están totalmente consagradas al Señor y a su servicio en la santa Iglesia.

Usted, Santo Padre, con un acto de soberana y amorosa paternidad, que ya se trasluce en todos sus gestos en este primer año de luminoso y sereno pontificado, ha querido distinguirnos con la púrpura romana, llamándonos a formar parte de este Colegio cardenalicio, que desde hace más de un milenio brinda al Vicario de Cristo la humilde contribución de su colaboración en el desempeño de su ministerio apostólico universal como Sucesor del apóstol san Pedro.

En su primer año de pontificado, somos el primer grupo de cardenales creados para continuar, juntamente con los demás eminentísimos purpurados, la obra de colaboración con Su Santidad en la Curia romana y en las sedes episcopales diseminadas por todo el mundo. Ser titulares de las iglesias romanas nos une de una forma todavía más estrecha a la Iglesia de Roma y al que "preside en la caridad", convirtiéndonos no sólo en colaboradores de Su Santidad en la misión en favor de la unidad de la Iglesia, sino también en testigos de su catolicidad, llamados desde todo el mundo.

Somos profundamente conscientes de la tarea de grave responsabilidad, que exige un suplemento de entrega, y que precisamente por esto requiere un compromiso incesante de amor total y de fidelidad incondicional a Cristo Señor y al pueblo cristiano, destinatario de nuestro apostolado y de nuestro servicio pastoral.

Santo Padre, deseamos poner en sus manos este amor a Cristo Jesús y a su Iglesia, esta fidelidad al hombre, que tiene ante todo una sed ardiente de verdad; asimismo, le prometemos a usted, como hijos a su Padre amadísimo, nuestra amorosa y devota fidelidad, sin límites y sin reserva alguna, sin preocuparnos por nosotros mismos y por nuestra vida, como esta púrpura nos recuerda y advierte sin cesar.

Me complace evocar el pasaje de la catequesis que Su Santidad impartió el pasado día 22 de febrero, en la fiesta de la Cátedra de Pedro. Refiriéndose al ábside de la basílica de San Pedro, donde se encuentra el monumento de la Cátedra del Apóstol, obra madura de Bernini, usted, Santo Padre, invitó a los fieles a detenerse ante esa espléndida y sugestiva obra, para admirarla y orar en particular por el ministerio que Dios le ha encomendado.

Nosotros hoy invocamos, de un modo especial, al Espíritu Santo para que sostenga con su luz y su fuerza el ministerio apostólico de Su Santidad y nos dé a todos nosotros, llamados a cooperar al servicio del Sucesor de Pedro, y a los que nos acompañan con su presencia, sus oraciones y su afecto, la generosidad en el compromiso cristiano y la alegría de sentirnos y seguir siendo siempre servidores del Evangelio.

Que nos asista la Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles, en la inminencia de la solemnidad litúrgica de la Anunciación. Que su fiat sea también el nuestro.

 

 

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