La Santa Sede Menu Ricerca
La Curia Romana  
 

 

 
 
 

 

 

CONCLUSIONES DE LA XXV ASAMBLEA PLENARIA

 

 Queridos Miembros de "Cor Unum",

Señoras y Señores:

Quisiera, llegados a este momento, subrayar los elementos más importantes que han ido desarrollándose a lo largo de estos días. En primer lugar, tengo que decirles que estoy muy agradecido a todos Ustedes que han participado: sepan que sus sugerencias y observaciones son de gran valor para el trabajo del Dicasterio. De hecho, tanto como Obispos, sacerdotes o laicos, responsables de instituciones caritativas, tienen un conocimiento directo de los problemas que afrontamos en el campo de la ayuda caritativa. A su vez, les pedimos que se hagan portadores de estas conclusiones en sus ambientes de trabajo. De este modo, todo lo que sucede en "Cor Unum", podrá tener una repercusión en las Iglesias locales y en las agencias que Ustedes representan.

 

1. EL PUNTO DE PARTIDA

Como nos recordó ayer el Santo Padre durante la Audiencia, repitiendo una frase de su primera Encíclica Redemptor Hominis: "El hombre es el camino de la Iglesia". Ésta es una orientación básica para nuestra actividad caritativa, que pone en el centro de su actividad al hombre. El centro de nuestro interés no es la política, ni la búsqueda del poder; tampoco la pretensión de crear un mundo nuevo, ni un acto personal de bondad, sino el ser humano, su búsqueda de felicidad en la tierra, su salvación eterna: esta preocupación guía nuestros pensamientos y nuestros compromisos.

 

2. LA ANTROPOLOGÍA

Al ser nuestro punto de partida el hombre, en su realidad integral y concreta, hemos querido reflexionar en nuestra XXV Asamblea Plenaria sobre el tema de la antropología. No es éste el lugar para llevar a cabo una clase de filosofía, pero deseo recordar cómo la revelación, respecto al pensamiento griego, ha subrayado la unidad del hombre, distinguido en cuerpo y alma; pero no obstante esta distinción, la revelación expresa también cómo sean dos dimensiones de la existencia que no pueden estar la una sin la otra y que se influyen recíprocamente. Teniendo como base la Escritura, el hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza: "Dios creó el hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Gen 1, 26-27) La naturaleza humana lleva en sí las huellas imborrables de este origen divino. Ciertamente, el pecado original ha empañado esta gracia única. No obstante, el hombre de cualquier época y lugar anhela, en su íntimo, al Dios que lo ha creado.

3. LA RELIGIÓN

Esta convicción nos permite entender la naturaleza de la religión y la naturaleza humana: el hombre busca una relación con un Ser superior. Así se explica el término "re-ligio", esto es, el vínculo estrecho con una instancia que se encuentra por encima de nosotros y a la que reconocemos nuestra dependencia. Esta sensibilidad sobrenatural la encontramos en todas las culturas, es un patrimonio de toda la humanidad. Por tanto, la religión se puede entender como un sentimiento de búsqueda natural de una trascendencia.

Esta búsqueda indefinida se concretiza, para nosotros cristianos, en la fe, que es la respuesta al Dios que se revela. Esto es, una actitud de confianza, gracias a la cual se acoge la promesa de Dios y aun sin ver su cumplimiento, uno se confía en ella. Agradezco al Cardenal Tumi que en su relación ha querido evidenciar como exista, más allá de algunos signos de decadencia actuales, un sincero deseo de Dios, un deseo de santidad, que continúa a latir en el corazón de los hombres. La voz de Dios no se puede suprimir. Por tanto, aunque la fe puede nacer del deseo de Dios que el hombre encuentra dentro de sí, ésta llega a ser su respuesta a la historia de la salvación, en la que Dios toma la iniciativa. En estas reflexiones, nos hemos tenido que ceñir al ámbito de la religión, ya que nuestra actividad va dirigida a todos los hombres, sean o no cristianos. Además, en el ámbito público, es más oportuno recurrir al concepto más amplio de religión.

 

4. EL HOMBRE RELIGIOSO

Constatamos hoy en día, que el elemento religioso se encuentra en crisis. No quisiera presentarles hoy un cahier de doléances de las dificultades que la Iglesia tiene en el mundo moderno, pero sí me interesa anotar que existe un proceso intelectual que tiende a marginar el papel de la religión, hasta negarlo. Asimismo, dicha secularización de la sociedad, lleva consigo la secularización del hombre. Pero aquellos que fomentan este tipo de ideas no conocen el pensamiento moderno como pretenden conocerlo. Deberían dejarse instruir por la sociología - incluso la de aquellos que se declaran no religiosos - la cual afirma que las convicciones religiosas son el móvil más incisivo en las decisiones que el hombre toma.

He intentado describir este error en mi conferencia de ayer. Estoy contento de encontrarme en sintonía con nuestro invitado del Consejo Mundial de las Iglesias, el Sr. Weiderud. Les citaré un párrafo de la carta que me envió el Sr. Lemopoulous, Vicepresidente del Consejo Mundial de las Iglesias: "Finalmente, el Consejo Mundial de las Iglesias le agradece y anima, Excelencia, por su voluntad y determinación de ver el Pontificio Consejo "Cor Unum" participar en un común esfuerzo, al fin de profundizar algunas cuestiones esenciales, como por ejemplo: la referida a la antropología teológica, la cual tendría que constituir el fundamento de todo empeño diaconal; el espíritu del voluntariado y la diaconía cristiana frente a una profesionalización, cuando no una "politización", cada vez más crecientes de la ayuda humanitaria; la afirmación del importante papel de las religiones cuando se habla de esta ayuda, afirmación ésta que desmiente las tesis que afirman que las religiones constituyen un obstáculo a la colaboración en el servicio a nuestra común humanidad". Asimismo, ha sido expresada la disponibilidad para continuar una reflexión común, e intentar cambiar el procedimiento vigente con respecto a la distribución de fondos por parte de los Estados o de otros donantes públicos.

 

5. NUESTROS COLABORADORES

Llegados a este punto, quisiera regresar sobre algunos aspectos de esta temática que pueden ser interesantes para la actividad de nuestras agencias, haciendo una lectura de esta dimensión religiosa en nuestras relaciones ad intra. Un primer aspecto se refiere a los colaboradores que trabajan en nuestras agencias. Estos operadores trabajan a través de las agencias mismas, para la Iglesia o en nombre de la Iglesia; de este modo, las convicciones y actitudes, el ejemplo de vida que estos operadores den, no son irrelevantes.

Alguno de Ustedes afirmaba que ser voluntario en una agencia católica no significa simplemente dar un poco del propio tiempo, sino que es una forma de vida. Y si esto es válido para los voluntarios, con mas razón para aquellos que se dedican por completo a este trabajo. En los grupos de trabajo, han hablado de esta problemática tan importante y concreta: es decir, ¿cuáles son los criterios vigentes para la contratación del personal en las agencias? Me doy perfectamente cuenta que la solución de este problema es muy difícil, pero al mismo tiempo creo que estamos convencidos que a la calidad profesional no debe faltar un sólido testimonio cristiano por parte de las personas que trabajan en nuestras instituciones caritativas. Este último aspecto lo considero de gran importancia, para evitar que las relaciones instauradas por las agencias no se conviertan exclusivamente en relaciones económicas: más bien, que la cooperación entre las Iglesias se  base en el compartir una única fe.

Ciertamente, existen situaciones en las que no es posible contar con colaboradores de fe cristiana: en estas situaciones se deberá garantizar un mínimo de patrimonio común que permita a los cooperantes no cristianos poder integrarse en las finalidades de una institución cristiana. La fe por su propia naturaleza, no se puede imponer, pero se pueden encontrar itinerarios válidos para formar a las personas que trabajan en nuestras agencias. Para ser concreto, he apreciado la propuesta del Sr. Hackett, el cual nos recordaba como "Catholic Relief Services" pida a sus colaboradores la asistencia a un curso de Doctrina Social de la Iglesia.

Por lo que se refiere a la formación de los colaboradores, se ha afirmado que el trabajo de ayuda a los demás es formativo en sí mismo. Creo que se deberían reforzar las experiencias de introducir a los jóvenes en proyectos de ayuda y cooperación, para ayudarles a madurar su fe. Podría ser un elemento concreto, nacido en esta Asamblea Plenaria, para llevar a sus respectivas comunidades eclesiales.

 

6. LAS RELACIONES CON LAS INSTITUCIONES PÚBLICAS

Otro punto importante es el de las relaciones con el Estado. En primer lugar, como ha afirmado uno de nuestros miembros, se debe considerar la importancia de una presencia pública de la Iglesia. El campo caritativo es un lugar privilegiado en el que se manifiesta la relevancia social de la Iglesia. De esto deriva el gran significado político que vuestra actividad conlleva. Este es el canal, no solo de una simple presencia, sino también de una influencia positiva en nuestras sociedades. Queremos considerar a este punto, la importante cuestión de los fondos públicos que los Estados ponen a disposición de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), para realizar proyectos de diverso tipo. No seremos tan ingenuos o puristas de rechazar estas posibilidades. Somos ciudadanos de un Estado y por lo tanto, es justo aprovechar las posibilidades que la administración, que nosotros mismos hemos elegido, nos ofrece. Está claro que debemos trabajar con el Estado, pero no podemos cerrar los ojos frente a los peligros que de esta praxis pueden nacer. El Señor Hackett citaba ayer la Doctora Rachel McCleary de la "Harvard University, USA", la cual ha individuado el riesgo de un "coercive institutional isomorphism": recibir fondos estatales puede significar perder nuestra identidad para depender del Estado, no solo desde un punto de vista material, sino también cultural. La utilización de fondos públicos no debe comprometernos. Me gusta citar el sociólogo N. Luhmann, el cual habla de "zonas de frontera" (Grenzstellen), en las que los colaboradores de una empresa corren el riesgo de perder su unión afectiva y efectiva con la mens de su propia institución. Quisiera decir, con toda sinceridad, que aquellos que trabajan en situaciones límite y están más expuestos a las influencias de un ambiente ateo, necesitan una atención especial para no perder el corazón de la misión eclesial.

Esto significa no dejarse instrumentalizar, como alguno de Ustedes ha afirmado hoy. Quisiera de nuevo repetir las tres condiciones que ha nombrado el grupo francés para aceptar los fondos públicos: 1. No aceptar condiciones contra la fe cristiana. 2. No crear dependencias. 3. Mantener la transparencia en la gestión de los fondos.

Es necesario llevar a cabo esta misma reflexión también en lo que atañe a la colaboración con las instituciones gubernamentales internacionales y a las relaciones internacionales. Existe una tendencia de muchas agencias católicas a estar presentes en las grandes reuniones internacionales, en cuanto ONG, para desarrollar un trabajo de advocacy en los grandes temas que interesan a la humanidad. Justamente, éstas buscan defender a aquellos que poseen menos medios y de promover una mayor justicia en las relaciones internacionales. Además, éstas defienden asimismo algunos temas que la Iglesia Católica tiene en gran consideración como la política familiar y la salud. Esta presencia laudable manifiesta cuánto la Iglesia se interesa en los grandes temas que preocupan a la humanidad. Pero hay que afirmar, asimismo, que nuestra actividad no puede inspirarse en modas devastadoras o en lecturas políticas que no pertenecen a la Doctrina Social de la Iglesia. Es evidente, y corresponde al Decreto del Concilio sobre el Apostolado de los Laicos, que en estas sedes se buscará siempre la justa armonía con las posiciones que los Pastores de la Iglesia indican. Quisiera además decir, respondiendo a una pregunta de un grupo de trabajo, que la Santa Sede es una instancia que en el ámbito internacional busca defender a los países más débiles y ayudarles en su integración en la comunidad internacional. La campaña sobre la cancelación de la deuda internacional es un ejemplo elocuente.

No debemos olvidar que tenemos una misión profética, cuando la situación lo requiere, frente a las instituciones públicas. Nuestra presencia, aunque a veces resulte incómoda, les sirve a encarar los problemas, no solamente bajo el aspecto de un mayor interés nacional o ideológico, sino con una mirada puesta en el hombre y sus necesidades. Nuestro trabajo no está localizado en las "cosas", mas bien debemos defender el hombre y su centralidad. Queremos ayudar a las instituciones públicas a recuperar una antropología más completa y a liberarse de herencias culturales obsoletas.

7. ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS

Por lo que se refiere más rigurosamente a nuestra actividad, enumero algunos puntos de interés que han ido surgiendo en estos días. En primer lugar, para nosotros mismos y nuestro trabajo, se impone una visión integral del hombre que no lo divida en compartimentos separados. No se tiene suficiente cuenta de la naturaleza del hombre si se le pretende ayudar simplemente con medios materiales o técnicos.

El hombre es una unidad y no obstante que sus necesidades sean diversas, no podemos actuar como si el cuerpo pudiese vivir sin el alma. Positivamente, esta visión integral del hombre, nos ayuda a entender que nuestra actividad tiene como finalidad hacer experimentar al hombre que sufre el Amor, para despertar en él la capacidad de amar y por tanto, darle la posibilidad de vivir en plenitud. Por lo que se refiere al aspecto puramente religioso, el Santo Padre nos recordaba ayer en la Audiencia, que nuestra reunión "ilumina el hecho que, llevando alivio a quien está hambriento, enfermo, solo, no hay que pasar por alto la íntima inspiración que late en toda criatura humana de encontrar y conocer a Dios"1.

Muchas de vuestras instituciones reconocen en la educación una de sus prioridades a seguir. Sólo formando a hombres en un sentido completo, podremos pensar a un desarrollo integral. Hay que invertir en las personas, ya que el problema no consiste en tener grandes estructuras, sino personas que, en sus ambientes de vida, sepan ser protagonistas de su mismo desarrollo. En este sentido, hay que focalizar el problema en las posibilidades y condiciones del trabajo, que como ha manifestado Papa Juan Pablo II, son la clave de la cuestión social2 .

Otra contribución importante que la religión nos ofrece es la de la reconciliación entre hombres y pueblos. He oído repetidamente en estos días no solo la necesidad de la reconciliación, sino que el cristianismo, y por tanto las agencias católicas, desarrollan y están llamadas a desarrollar una obra de reconciliación, allí donde reina la división. Somos conscientes que la reconciliación es un legado típicamente cristiano. Es Cristo quien nos enseña el perdón y será nuestra tarea ofrecer al mundo esta enseñanza para el bien del mundo.

Un servicio cuidadoso del hombre nace necesariamente de los aspectos positivos. Nuestra actividad no se construye sobre la nada, sino que nace de una situación histórica concreta. Ignorar estas condiciones concretas o peor aún, imponer modelos preconcebidos, supondría una actitud de colonizadores. Cada hombre posee un bien que ofrecer y es en este camino en el que estamos todos empeñados a edificar.

Este último elemento tiene perfecta validez en lo que se refiere a la cooperación con la Iglesia local, debido a que la ayuda que las Iglesias ofrecen mutuamente debe basarse en un estilo inspirado por una auténtica communio eclesial. En este campo, tienen todos mucha experiencia, en positivo y en negativo.

Me doy cuenta que éste es uno de los puntos más importantes de la ayuda humanitaria, puesto que continuamente está presente en las actividades de nuestro Dicasterio, por ejemplo en las visitas ad limina de los Obispos provenientes de Diócesis pobres. Una sana teología católica nos obliga a no dejar de lado un aspecto fundamental: el Obispo local debe estar informado sobre la presencia y la actividad de una agencia católica en el territorio de su competencia, aún cuando la actividad de la agencia, técnicamente, se desarrolla fuera del ámbito eclesial. De esta información directa podrá nacer una mayor y más responsable implicación de los Obispos del lugar en la realización de los proyectos. A este propósito, puede ser de gran ayuda que en cada Diócesis o Conferencia Episcopal se establezcan las prioridades que conciernen dichos proyectos, prioridades que las mismas agencias están llamadas a compartir. Creo que esta individuación de las prioridades, sea la primera forma de contribución de las Iglesias locales en la actuación de los proyectos.

Como se ha afirmado, la communio entre las Iglesias se actúa también en el conocimiento recíproco y personal. Yo mismo he podido constatar personalmente, en mis viajes, la importancia  de verificar las condiciones en las que se encuentran las diversas Iglesias. Por otra parte, esta relación no es unilateral, sino que también las Iglesias que reciben ayuda material pueden ofrecer mucho en vitalidad, espíritu de fe, celo misionero a las Iglesias de antigua tradición.

En conclusión, creo necesario aclarar algunas cuestiones terminológicas. A este respecto, nuestro Dicasterio, en la publicación realizada en ocasión del XXX aniversario, ha incluido un pequeño diccionario que sirve para dar la clave conceptual y el sentido teológico de los términos que aparecen en la actividad caritativa3.  Hemos incluido esta parte, ya que el uso no apropiado de las palabras puede, a veces, vaciar un concepto de su justo contenido. Es necesario que nos demos cuenta de los contenidos de los conceptos que utilizamos en nuestra actividad. Es evidente que el concepto de "solidaridad" forma parte de la Doctrina Social de la Iglesia, asimismo la expresión "pastoral social" es muy corriente en los países de lengua hispana. Pero quisiera que no se perdiese en toda su plenitud el concepto de "Caridad", que es el término propiamente cristiano. Alguno de Ustedes recordaba que existe el riesgo que este concepto se reduzca a limosna, y sabemos bien que se pueden instrumentalizar las ambigüedades lingüísticas. A lo largo de los siglos, la caridad ha orientado la misión de la Iglesia.  También hoy debe inspirar nuestro trabajo, la justicia, la presencia de la Iglesia en la sociedad. Y la inspira porque la Escritura nos enseña que la caridad es aquello que Dios mismo nos ha dado de sí.

La lista de los temas tratados es amplia, pero lo que realmente cuenta es el espíritu con el que nosotros y nuestros colaboradores afrontamos el gran reto, de testimoniar la caridad que la Iglesia está llamada a dar al mundo. Somos conscientes que tenemos que transmitir un don maravilloso. Con este espíritu queremos continuar todos juntos nuestro servicio. Gracias.

 

                                                                             PAUL JOSEF CORDES

                                                                                 Arzobispo Presidente

 

1 En L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española n. 49, 5 de diciembre de 2003, p. 5, n. 2.

2 Carta Encíclica Laborem exercens (1981), n. 3.

3 Pontificio Consejo "Cor Unum", Ars Caritatis, Ciudad del Vaticano 2001, pp. 183-211.

top