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JEAN-PAUL II       -       JOHN PAUL II       -       JUAN PABLO II

 

Consolidar el vínculo con los hombres de cultura y de ciencia

3. La ciencia y la cultura pueden y deben ser un aliado natural del renacimiento moral de la sociedad polaca. Los hombres de ciencia, los ambientes científicos, universitarios, los literatos y los ambientes de creatividad cultural, al tener la experiencia de una trascendencia específica de la verdad, de la belleza y del bien, se convierten en servidores naturales del misterio de Dios, que se les revela y al que deben ser fieles. Por esta exigencia de fidelidad, cada uno de ellos, como estudioso o artista, "independientemente de sus convicciones personales, está llamado [...] a cumplir una función de conciencia crítica con respecto a todo lo que constituye un peligro para la humanidad o la disminuye" (Discurso con ocasión del VI centenario de la facultad de teología de la Universidad Jaguellónica, 8 de junio de 1997, nº 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de junio de 1997, p. 16). De ese modo, "el servicio del pensamiento", que se puede esperar de los hombres de ciencia y de cultura, se armoniza con el servicio que la Iglesia presta a la conciencia de los hombres. De aquí se deduce que el diálogo de la Iglesia con los hombres de ciencia y los agentes de la cultura no es tanto una exigencia del momento, cuanto la expresión de una alianza específica en favor del hombre, en nombre de la verdad, la belleza y el bien, sin los cuales sobre la vida humana se cierne la amenaza del vacío y la falta de sentido. La responsabilidad de quienes representan la ciencia y la cultura es enorme, dado que ejercen una gran influencia en la opinión pública. En efecto, de ellos depende en gran parte que la ciencia sirva a la cultura del hombre y a su desarrollo, o que se vuelva contra el hombre y su dignidad o, incluso, contra su existencia. La Iglesia y la cultura se necesitan mutuamente, y deben colaborar para el bien de la conciencia de los polacos actuales y de los futuros. Durante mi tercera peregrinación a la patria, en 1987, en el encuentro del 13 de junio, en la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia, con los representantes de los ambientes creativos, dije que los hombres de la cultura "han redescubierto, en una medida antes desconocida, el vínculo con la Iglesia". Expresé entonces la esperanza de que "la Iglesia polaca responda plenamente a la confianza de esos hombres que a veces vienen de lejos, y encuentre el lenguaje que llegue a su corazón y a su mente" (nº 7: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de julio de 1987, p. 13). Dicha tarea sigue siendo actual, porque ha llegado la hora de que este vínculo produzca los frutos esperados.

Existe, pues, necesidad urgente de consolidar este vínculo con los hombres de la cultura y la ciencia. Ésta es, asimismo, una de las importantes tareas evangelizadoras de la Iglesia. "Evangelizar es también el encuentro con la cultura de cada época" (cf. Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona 1994, p. 121). La Buena Nueva de Cristo, llevada al mundo, transforma su mentalidad, combatiendo en cierto sentido por el alma de este mundo. El Evangelio purifica, ennoblece y hace crecer hasta su plenitud las semillas de bien y de verdad que se encuentran en él. Más aún, el Evangelio inspira a la cultura y procura encarnarse en ella. Así ha sucedido ya desde el comienzo de la evangelización, y así debe seguir siendo, porque la huella que el Evangelio deja en la cultura es signo de una vitalidad que no conoce ocaso y de una fuerza capaz de conmover el corazón y la mente de todas las generaciones. Sin embargo, notamos que, por desgracia, esta riqueza espiritual y este patrimonio cultural de nuestra nación se encuentran expuestos muchas veces al peligro de la secularización y de la decadencia, especialmente en el terreno de los valores humanos, humanísticos y morales fundamentales, que es preciso defender.

La Iglesia en Polonia tiene que desempeñar en este campo un papel muy importante. Se trata de lograr que los valores y los contenidos del Evangelio impregnen las categorías del pensamiento, los criterios de valoración y las normas de acción del hombre. Es de desear que toda la cultura se penetre del espíritu cristiano. La cultura contemporánea dispone de nuevos medios de expresión y de nuevas posibilidades técnicas. La universalidad de estos medios y el poder de su influencia ejercen gran influjo en la mentalidad y en la formación de los comportamientos de la sociedad. Por tanto, es necesario sostener las iniciativas importantes, que podrían atraer la atención de los artistas y serían un estímulo para la promoción de su actividad y para el desarrollo y la inspiración de los talentos en armonía con la identidad cristiana de la nación y con su encomiable tradición. No hay que escatimar ningún medio necesario para cultivar todo lo que es noble, sublime y bueno. Es preciso un esfuerzo común orientado a la edificación de la confianza entre la Iglesia y los hombres de la cultura; hace falta buscar un lenguaje con el que ella llegue a su mente y a su corazón, introduciéndolos en el ámbito de la influencia del misterio pascual de Cristo, en el ámbito del "amor con que él amó hasta el extremo" (cf. Jn 13, 1). La atención de la Iglesia también debería dirigirse hacia todos los fieles laicos que tienen que desempeñar en este campo un papel específico. Éste consiste en una presencia valiente, creativa y activa en los lugares donde se crea, desarrolla y enriquece la cultura. Una tarea de mucha importancia es también la educación de la sociedad y, de modo particular, de los jóvenes, para que se beneficien de los frutos de la cultura. "La Iglesia recuerda a todos que la cultura debe estar referida a la perfección íntegra de la persona humana, al bien de la comunidad y de toda la sociedad. Por lo cual, es necesario cultivar el ánimo de tal manera que se promueva la capacidad de admiración, de comprensión interna, de contemplación y de formarse un juicio personal, así como cultivar el sentido religioso, moral y social" (Gaudium et spes, 59).

La cuestión de la relación de la Iglesia con la cultura y sus referencias recíprocas es un problema siempre presente en mi enseñanza pastoral. Por eso, al dirigirme a vosotros con ocasión de esta visita, no podía omitirlo. Se trata también de una cuestión de particular importancia para nuestra patria. En efecto, la nación existe "mediante" la cultura y "por" la cultura. Gracias a su cultura auténtica, llega a ser plenamente libre y soberana (cf. Discurso a la Unesco, 2 de junio de 1980).

4. En el marco de cuanto he dicho, quisiera subrayar también el papel de la cultura polaca en el proceso de unificación del continente europeo. Hay que procurar que este proceso no se reduzca sólo a sus aspectos económicos y materiales. Por eso, adquiere particular importancia salvaguardar, conservar y desarrollar este valioso patrimonio espiritual transmitido por los padres cristianos de la Europa de hoy. Lo dije de modo muy claro en la homilía de Gniezno: "La meta de una auténtica unidad del continente europeo está aún lejana. No habrá unidad en Europa hasta que no se funde en la unidad del espíritu. Este fundamento profundísimo de la unidad llegó a Europa y se consolidó a lo largo de los siglos gracias al cristianismo, con su Evangelio, con su comprensión del hombre y con su contribución al desarrollo de la historia de los pueblos y de las naciones [...]. En efecto, la historia de Europa es un gran río, en el que desembocan numerosos afluentes, y la variedad de las tradiciones y culturas que la forman es su gran riqueza. Los fundamentos de la identidad de Europa están construidos sobre el cristianismo" (3 de junio de 1997, nº 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1997, p. 6).

En este gran trabajo que ha de realizar el continente en vías de unificación, no puede faltar la contribución de los católicos polacos. Europa necesita una Polonia que tenga una fe profunda y que sea creativa culturalmente de modo cristiano, consciente del papel que le ha encomendado la Providencia. En principio, Polonia puede y debe prestar un servicio a Europa mediante una tarea como la reconstrucción de una comunión de espíritu basada en la fidelidad al Evangelio en la propia casa. Nuestra nación, que ha sufrido tanto en el pasado, y especialmente durante la segunda guerra mundial, tiene mucho que dar a Europa, ante todo su tradición cristiana y su rica experiencia religiosa actual.

La Iglesia en Polonia se halla, pues, frente a grandes tareas históricas, para cuya realización necesita celo misionero e impulso apostólico. Es preciso que encuentre en sí suficiente fuerza para que nuestra nación pueda resistir eficazmente a las tendencias de la civilización contemporánea que proponen un alejamiento de los valores espirituales en favor de un consumismo desenfrenado, y también el abandono de los valores religiosos y morales tradicionales en favor de una cultura laica y de un relativismo ético. La cultura cristiana polaca, el ethos religioso y nacional, son una valiosa reserva de energías que Europa necesita hoy para garantizar dentro de sus confines el desarrollo integral de la persona humana. En este campo se unen los esfuerzos de la Iglesia universal y los de todas las Iglesias particulares de Europa. Cada una debería aportar a esta gran obra su patrimonio cultural, sus tradiciones, su experiencia, su fe y su celo apostólico.

Discurso al tercer grupo de obispos polacos en visita ad limina, 14-2-98.

 

Trouver un renouveau spirituel dans l'esprit de Cîteaux

3. Le charisme de Cîteaux, qui connaît une rapide expansion, apporte une contribution très importante à l'histoire de la spiritualité et de la culture en Occident. Dès le XIIe siècle, les quatre cents monastères déjà existants sont des foyers de vie spirituelle intense dans toute l'Europe. Pour les Fondateurs et leurs disciples [...], la Règle offre de façon éminente une direction et des conseils pour la vie intérieure. Chez Benoît, ils découvrent une riche doctrine sur l'humilité, l'obéissance, l'amour, la crainte de Dieu; plus encore, ils se trouvent incités à puiser directement dans l'Evangile et chez les Pères de l'Eglise.

Très vite, les Cisterciens ont développé une profonde spiritualité basée sur une solide anthropologie théologale, elle-même centrée sur l'image et la ressemblance de l'homme avec Dieu. De même, se déploieront encore d'autres aspects de la vie spirituelle, déjà ébauchés chez saint Benoît, comme la connaissance de soi, les enseignements sur l'amour et sur la contemplation mystique. La dominici schola servitii devient aussi une schola caritatis. On peut voir là un approfondissement du sens de l'homme dans sa capacité d'aimer et de répondre librement à l'amour en se laissant guider par la raison. Cet humanisme se fonde sur l'économie divine et sur la grâce, particulièrement sur l'Incarnation en sa dimension la plus humaine.

4. [...] L'art cistercien lui-même, mis au service de la vie monastique, se développe avec une harmonieuse beauté dans des édifices qui proclament la splendeur et la gloire divines. Par son élégance et son dépouillement de tout ce qui ne favorise pas la rencontre du Créateur, il conduit l'homme vers Dieu pour lui en faire goûter la noblesse et la bonté. Il porte ainsi à entrer dans la prière et à cultiver l'intériorité qui mène à la connaissance du Seigneur. [...]

5. Notre époque connaît un engouement nouveau pour le patrimoine spirituel et culturel cistercien, exprimé dans vos monastères, qui connaissent bien des particularités quant à leur histoire, le contexte de leur présence ou encore leur façon de répondre aux attentes des Eglises locales. Pour de nombreuses personnes, des interrogations spirituelles essentielles peuvent s'exprimer et s'approfondir grâce à l'accueil qui leur est proposé dans les monastères. Une communauté fraternelle de foi permet de percevoir un pôle de stabilité dans une société où les repères les plus fondamentaux disparaissent, surtout pour les plus jeunes. Fils et filles de Cîteaux, l'Eglise attend de vous que vos monastères soient parmi les hommes d'aujourd'hui, selon votre vocation propre, "un signe éloquent de communion, une demeure accueillante pour ceux qui cherchent Dieu et les réalités spirituelles, des écoles de la foi et de vrais centres d'études, de dialogue et de culture pour l'édification de la vie ecclésiale et de la cité terrestre elle-même, dans l'attente de la cité céleste" (Vita consecrata, n. 6). [...]

6. La commémoration de la fondation de Cîteaux nous rappelle aussi la place de ce grand mouvement de renouveau spirituel dans les racines chrétiennes de l'Europe. Je me réjouis de savoir qu'au cours de cette année jubilaire plusieurs évocations permettront de mettre en relief cet aspect de l'héritage cistercien. La fécondité de votre charisme ne s'est pas limitée à vos communautés monastiques, mais en réalité elle est devenue une richesse commune pour toute la chrétienté. Alors que l'Europe poursuit son édification, je souhaite que ses inspirateurs puissent trouver dans l'esprit de Cîteaux les éléments d'un renouveau spirituel profond qui donne une âme à la convivialité européenne.

Aux membres de la famille cistercienne, à l'occasion du neuvième centenaire de la fondation de l'Abbaye de Cîteaux, 6-3-98.

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[Français]
Le Pape Jean-Paul II
rappelle qu'il existe un besoin urgent de consolider le lien entre l'Église et les hommes de la culture et de la science.

[English]
Pope John Paul II
recalls the urgent need to have stronger links between the Church and the world of culture and science, and that the spiritual renewal of Europe would be enriched by the Cistercian charism.

[Español]
El Papa Juan Pablo II
recuerda que el carisma cisterciense puede impulsar nuevamente a Europa a una profunda renovación espiritual.


L'Asie, berceau du Christianisme pour le 3ème Millenaire
Intervention au Synode des Evêques pour l'Asie, le 23 avril 1998.

Cardinal Paul Poupard

L'Instrumentum laboris, N° 50, enrichi par la Relatio ante disceptationem et les interventions des Pères synodaux, présente la mission de porter la foi à la culture et l'inculturation comme le défi majeur de l'Eglise en Asie au seuil du IIIème millénaire. Je voudrais présenter sept remarques à cet égard, à partir des Colloques du Conseil Pontifical de la Culture à Bangalore, Tokyo, Hong Kong, Taipeh, à Manille, pour une approche pastorale des cultures hindoues, bouddhistes, confucianistes, taoïstes, shintoïstes, islamiques.

Si la culture est la totalité des expressions de la vie humaine, et la pastorale, l'art de communiquer l'Evangile d'une manière assimilable pour lui permettre d'inspirer les modes de penser et d'agir, la pastorale de la culture prend appui sur les grandes traditions culturelles de l'Asie pour leur porter la bonne nouvelle du Christ, selon le discernement conciliaire inspiré de Saint Paul dans ses Epîtres 1 Tess. 5, 21; Rom. 12, 2; Fil. 4, 8, assumer, purifier, élever, omnia provate, bonum tenete.

Quand l'Evangile atteint le coeur de l'homme, il touche le coeur des cultures et rejoint en même temps les religions millénaires. Car l'homme est toujours au coeur des cultures, dont le noyau comporte une dimension religieuse, une vision globale de l'existence avec ses frères devant Dieu dans l'univers. C'est la source du sacré, omniprésent dans les hiérophanies et les théophanies. Ce rapport intrinsèque entre la culture et la religion est vécu de manière existentielle. Un dialogue qui se voudrait purement interculturel ou interreligieux ne pourrait l'atteindre en son centre vital.

Les dialogues très riches engagés depuis le Concile Vatican II avec les traditions millénaires de l'Asie sous l'inspiration de Nostra aetate et Gaudium et spes trouvent leur pleine fécondité dans le dialogue de la vie pour partager avec les personnes l'expérience spirituelle du Seigneur Jésus-Christ ressuscité. Cette expérience irremplaçable du mystère du Dieu unique et Trinité de personnes, nourrie de la méditation des Ecritures et célébrée par la Liturgie apporte dans le contexte des religions et cultures asiatiques une réponse essentielle à la quête d'Absolu suscitée par l'expérience d'insatisfaction plus ou moins radicale de la situation présente de l'existence.

La plante se développe à partir de ses racines, dans la bonne terre, grâce au travail des hommes, sous le soleil de Dieu. Si le message chrétien est comparable au levain qui fait lever la pâte, le sel qui donne sa saveur aux aliments, la greffe source pour l'arbre d'une nouvelle capacité créatrice, le parfum qui imprègne l'atmosphère, la rosée et la pluie qui fécondent la terre, l'Evangile du Christ trouve dans les cultures de l'Asie des points d'appui et les transforme en points d'ancrage pour la nouveauté chrétienne: la contemplation hindoue, la compassion bouddhiste, la piété filiale confucianiste, la simplicité taoïste, le respect de la nature de la religion traditionnelle, la centralité de Dieu dans l'Islam. Jésus-Christ Sauveur en est l'accomplissement définitif plénier, selon le mot d'Origène: "De commencements en commencements, jusqu'à des commencements sans fin".

En entraînant tous les peuples de l'Asie dans la grande histoire du salut, de la Genèse à l'Apocalypse, l'Eglise les conduit avec la Vierge Marie sur le chemin joyeux, douloureux et glorieux des mystères du Christ vécus par les communautés chrétiennes, de l'Incarnation, par la Passion, à la Pâques de résurrection. Et la Pentecôte se renouvelle au souffle de l'Esprit-Saint Dominum et vivificantem, où chacun entend dans sa langue les merveilles de Dieu et les communique dans sa culture, la liturgie et la religion populaire, l'art et la poésie, la littérature et la philosophie, la théologie et la mystique.

Selon la pensée féconde du Saint-Père Jean-Paul II sans cesse développée depuis le début du pontificat, la foi doit se traduire en culture: "N'ayez pas peur. Ouvrez toutes grandes les portes au Christ. A sa puissance salvatrice, ouvrez les immenses domaines de la culture, de la civilisation. Permettez au Christ de parler à l'homme. Lui seul a les paroles de vie, oui, de vie éternelle". Du jardin d'enfants aux universités et aux centres culturels catholiques de l'Asie dont la liste impressionnante emplit dix pages de l'Annuaire publié par le Conseil Pontifical de la Culture, l'évangélisation des cultures et l'inculturation de l'Evangile marchent du même pas, le pas patient de Dieu, au rythme impatient des hommes, à la lumière du Verbe, Logos spermatikós qui éclaire tout homme venant en ce monde, et donne la vie qui bourgeonne en abondance en tous les sarments unis au cep, la vigne du Seigneur qu'est l'Eglise, cultivée avec amour par ses pasteurs, en communion avec le successeur de Pierre.

Je conclus. Le Christ est né en Asie. Après s'être inculturé en Europe, puis en Amérique, et en Afrique, il revient chez lui, at home, a casa. Il y retrouve son berceau millénaire préparé avec amour. Au cadran de l'histoire du salut, l'heure sonne pour l'Asie, au terme de sa quête millénaire de plénitude de vie, de son accomplissement plénier en Jésus-Christ "venu pour qu'ils aient la vie et qu'ils l'aient en abondance" (Jean 10, 10). C'est la bonne nouvelle de ce Synode, providentiellement réuni par le Saint-Père au seuil du troisième millénaire.

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[English]
At the Synod of Bishops for Asia, Cardinal Paul Poupard pointed out that bringing faith to culture is the Church's greatest challenge on the threshold of the third Millennium. The Gospel of Christ can find firm footholds in Asia’s cultural traditions, which a pastoral approach to culture needs to transform into an anchorage for the fresh contribution of Christianity: Hindu contemplation, Buddhist compassion, Confucianism’s filial piety, Taoist simplicity, the respect for nature in traditional religion, the central place given to God in Islam...

[Español]
En el Sínodo de los Obispos para Asia, el Cardenal Paul Poupard señaló que llevar la fe a la cultura es el mayor desafío de la Iglesia en los umbrales del tercer milenio. El Evangelio de Cristo encuentra puntos de apoyo en las tradiciones culturales de Asia, que la pastoral de la cultura ha de transformar en puntos de anclaje para la novedad cristiana: la contemplación hindú, la compasión budista, la piedad filial del confucianismo, la simplicidad taoísta, el respeto a la naturaleza de la religión tradicional, la centralidad de Dios en el Islam...


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