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JEAN-PAUL II                  -                    JOHN PAUL II
                          GIOVANNI PAOLO II             -              JUAN PABLO II

 

“Proclamar desde los terrados”:
el Evangelio en la era de la comunicación global

 El tema que he elegido para la Jornada Mundial de las Comunicaciones de 2001 se hace eco de las palabras de Jesús. No podía ser de otro modo, ya que nosotros predicamos solamente a Cristo. Recordamos sus palabras a sus primeros discípulos: “Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día; y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea” (Mt 10:27). En el fondo de nuestro corazón hemos escuchado la verdad de Jesús; ahora debemos proclamarla desde los terrados.

En el mundo de hoy, todos los terrados, casi siempre, se nos presentan como un bosque de transmisores y antenas, enviando y recibiendo mensajes de todo tipo a y desde los cuatro costados de la tierra. Es de primordial importancia asegurarse de que, entre esos mensajes, no falte la palabra de Dios. En la actualidad, proclamar la fe desde los terrados significa hablar con las palabras de Jesús en y a través del dinámico mundo de las comunicaciones.

En todas las culturas y en todos los tiempos –ciertamente en medio de las transformaciones globales de hoy en día– las personas se hacen las mismas preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida: ¿quién soy? ¿de dónde vengo y a dónde voy? ¿por qué existe el mal? ¿qué hay después de esta vida? (cfr. Fides et Ratio, 1). Y en cualquier período, la Iglesia ofrece la única y definitiva respuesta satisfactoria a las preguntas más profundas del corazón humano –el mismo Jesucristo “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre su altísima vocación” (Gaudium et Spes, 22). Por lo tanto, los cristianos no deben nunca permanecer callados, el Señor nos ha con­fiado la palabra de salvación que todo corazón humano anhela. El Evangelio ofrece la perla de gran valor que todos están buscando (cfr. Mt 13:45-46).

En consecuencia, la Iglesia no puede dejar de estar cada vez más profundamente comprometida con el efervescente mundo de las comunicaciones. De día en día la red de las comunicaciones globales se extiende y crece de forma más compleja y los medios de comunicación ejercen visiblemente una mayor influencia sobre la cultura y su divulgación. En el pasado los medios informaban sobre los acontecimientos, ahora, con frecuencia, son las necesidades de los medios las que dan forma a los acontecimientos. De este modo la interacción entre la realidad y los medios se ha hecho cada vez más compleja dando lugar a un profundo fenómeno ambivalente. Por una parte se puede deformar la distinción entre verdad e ilusión; pero por otra, es posible crear oportunidades sin precedente para hacer que la verdad sea mucho más accesible a muchas más personas. Es tarea de la Iglesia asegurar que esto último sea lo que realmente suceda.

A veces el mundo de los medios puede parecer indiferente e incluso hostil a la fe y la moral cristiana. En parte esto sucede porque la cultura mediática se ha ido penetrando progresivamente por un sentido típicamente postmoderno donde la única verdad absoluta admitida es la inexistencia de la verdad absoluta o, en caso de que ésta existiese, sería inaccesible a la razón humana y por lo tanto irrelevante. Con una tal perspectiva, lo que acontece no es la verdad sino “el relato”; si algo es noticia digna o entretenida, la tentación de apartar las consideraciones de la verdad se hace casi siempre irresistible. Como resultado, el mundo de los medios puede, algunas veces, parecer un ambiente tan poco propicio para la evangelización como el mundo pagano en tiempos de los Apóstoles. […]

Es primordial también que al inicio de este nuevo milenio recordemos la misión ad gentes que Cristo ha confiado a la Iglesia. Se estima que dos tercios de los seis mil millones de personas que pueblan el mundo no tienen el menor conocimiento de Jesucristo; y muchos de ellos viven en países con antiguas raíces cristianas, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe, o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio (cfr. Redemptoris Missio, 33). Ciertamente, una respuesta eficaz a esta situación compromete a un ámbito mucho mayor que el de los medios; pero en el esfuerzo de los cristianos para hacer frente al desafío de la evangelización, no cabe ignorar el mundo de las comunicaciones sociales. Realmente, los medios de todo tipo pueden jugar un papel esencial en el esfuerzo evangelizador y en facilitar a las personas las verdades y los valores en que se apoya y perfecciona la dignidad humana. La presencia de la Iglesia en los medios es, de hecho, un aspecto importante de la inculturación del Evangelio exigida por la nueva evangelización. […]

Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las Comunicaciones, 24-1-2001.

 

True dialogue between cultures

[…] Your Excellency has remarked upon the importance of a true dialogue between cultures if the efforts of men and women of good will throughout the world are to succeed in bringing about a lasting era of peace and fraternity for all peoples and nations. In fact, it was at the suggestion of President Khatami that the General Assembly of the United Nations declared this year of 2001 as the “International Year of Dialogue among Civilizations”. Thus, this eminent international body representing the family of nations has called attention to the urgent need for people to acknowledge that dialogue is the necessary path to reconciliation, harmony and cooperation between different cultures and religious traditions. This is the approach that will ensure that all can look to the future with serenity and hope.

Our world is made up of an amazing complexity and diversity of human cultures. Each of these cultures is distinct by virtue of its particular historical development and the resulting characteristics which make it an original and organic whole. Culture, in fact, is a form of man’s self-expression as he travels through history; it is, in synthesis, “the cultivation of natural goods and values” (Second Vatican Ecumenical Council, Pastoral Constitution on the Church in the Modern World Gaudium et Spes, 53). It is largely through culture that people acquire a sense of national identity and develop a love of their country: these are values to be fostered, not with narrow-mindedness, but with respect and compassion for the whole human family. As I had occasion to remark in my Message for the 2001 World Day of Peace, efforts must be made “to avoid those pathological manifestations which occur when the sense of belonging turns into self-exaltation, the rejection of diversity, and forms of nationalism, racism and xenophobia” (No. 6).

Hence, appreciation for the values present in one’s own culture must properly be accompanied by the recognition that every culture, as a typically human and historically conditioned reality, necessarily has limitations. Such an understanding helps to prevent pride in one’s own culture from becoming isolation or from turning into prejudice and persecution against other cultures. The attentive study of other cultures will reveal that beneath seemingly divergent traits there are significant internal elements held in common. Cultural diversity can then be understood within the broader context of the unity of the entire human race. Thus, it becomes less likely for cultural differences to be a source of misunderstanding between peoples and the cause of conflicts and wars; it becomes easier to attenuate the sometimes exaggerated claims of one culture against another. In the dialogue of cultures, people of good will come to see that there are values which are common to all cultures because they are rooted in the very nature of the human person. These are values which express humanity’s most authentic and distinctive features: the value of solidarity and peace; the value of education; the value of forgiveness and reconciliation; the value of life itself.

[…] The leaders of nations have a special duty to be clear-sighted, honest and courageous in recognizing that all people have the same God-given rights and inalienable dignity, and in working with dedication for the common good of all.

In this regard, the Holy See counts on the support of the Iranian authorities in ensuring that the Catholic faithful of Iran – present in that region of the world since the first centuries of Christianity – will enjoy the freedom to profess their faith and to continue to be a part of the rich cultural life of the nation. Although the Christian community is but a tiny minority in the overall population, it sees itself as truly Iranian; and after centuries of living alongside its Muslim brothers and sisters it is in a unique position to contribute to ever greater mutual understanding and respect between Christian believers and the followers of Islam everywhere. […]

To the Ambassador of the Islamic Republic of Iran by the Holy See, 22-1-2001.

 

Inculturazione della fede

[…] I mutati scenari della cultura del nostro tempo chiedono … ai docenti e agli studenti della vostra Università di equipaggiarsi d’un saldo equilibrio interiore, d’una chiara fermezza della mente e dello spirito e di una profonda umiltà del cuore. […] Altro obiettivo … è un’attenzione pastorale al tema dell’unità dei cristiani, al dialogo inter-religioso e allo studio dell’ateismo contemporaneo. […]

Nell’odierno scenario d’un mondo globalizzato, dove più spiccata e frequente è la convivenza di uomini di fedi e culture diverse, il dialogo inter-religioso assume una rilevanza notevole. […]

In questo sforzo continuate a far riferimento alla luminosa figura del grande missionario Padre Matteo Ricci, che trasfuse la sua testimonianza religiosa nel cuore stesso della società cinese. Egli, nel parlare del Vangelo, seppe in ogni circostanza trovare l’approccio culturale appropriato a chi lo ascoltava. […] La vostra Famiglia universitaria può contare su una lunga storia segnata da tanta ricchezza di cultura e di spiritualità.

Udienza alla Comunità della Pontificia Università Gregoriana in occasione del 450° anniversario di fondazione del Centro Accademico, 6-4-2001.

 

Respetar la diversidad de cada cultura

[…] Conozco la preocupación por algunos aspectos de vuestro pueblo que parecen dificultar la penetración del Evangelio en su corazón. Muchas son las diferencias de una región a otra, a veces con marcada identidad étnica y cultural; muy rápidos algunos cambios sociales que desconciertan a muchas personas, especialmente a los jóvenes; y demasiado difusa la tentación de una vida trivial, de un consumismo egoísta, de una sexualidad irresponsable o, incluso, de un fácil recurso a la violencia. […]

Múltiples son los cauces a través de los cuales puede llegar a ellos el mensaje de Cristo. Lo que importa es que sea auténtico y transparente, que se afiance profundamente en su ser mediante una catequesis continuada y sistemática, llene de gozo el corazón y se celebre en la liturgia; se comparta en la comunidad y se descubra cada vez más en la intimidad de cada uno a través de la oración (cf. Tertio millennio ineunte, 33). […]

En Panamá, la Iglesia y sus Pastores tienen una gran tradición de asistencia a los necesitados, de defensa de las minorías étnicas, de promoción humana y de fomento de la educación. […]

La imagen que tiene vuestro País en el mundo, como lugar crucial de paso y comunicación, es una invitación a que sus comunidades eclesiales sean modelo en su capacidad de aunar esfuerzos, de dialogar con todos y de construir indestructibles lazos de unidad, respetando al mismo tiempo la diversidad de cada cultura.

Discurso a la Conferencia Episcopal de Panamá en visita “ad Limina Apostolorum”, 3-3-2001.

Répondre à l’exigence d’inculturation

Pour annoncer la Bonne Nouvelle aux hommes de ce temps, l’Église doit être attentive aux divers aspects de leurs cultures et à leurs moyens de communication, sans que cela conduise à en altérer son message ou à en réduire le sens et la portée. « Le christianisme du nouveau millénaire devra répondre toujours mieux à cette exigence d’inculturation » (Novo millennio ineunte, 40). Le discours magistral de Paul invite les disciples du Christ à entrer dans un dialogue véritablement missionnaire avec leurs contemporains, dans le respect de ce qu’ils sont, mais aussi avec une proposition claire et forte de l’Évangile, ainsi que de ses implications et de ses exigences dans la vie des personnes. […]

À l’exemple de saint Paul et des premières communautés, il est urgent de développer les occasions de dialogue avec nos contemporains […]. Les aréopages qui sollicitent aujourd’hui le témoignage des chrétiens sont nombreux (cf. Redemptoris missio, 37) ; et je vous encourage à être présents au monde … pour discerner les enjeux humains des situations présentes, pour percevoir dans la société les germes d’espérance et pour montrer au monde la lumière de Pâques, qui éclaire d’un jour nouveau toutes les réalités humaines.

Cyrille et Méthode, les deux frères de Salonique, ont entendu l’appel du Ressuscité : « Allez dans le monde entier. Proclamez la Bonne Nouvelle à toute la création » (Mc 16, 15). Partis à la rencontre des peuples slaves, ils ont su leur apporter l’Évangile dans leur propre langue. Non seulement ils « ont rempli leur mission en respectant pleinement la culture qui existait déjà chez les peuples slaves, mais ils la soutinrent et la développèrent inlassablement et de manière éminente en même temps que la religion » (Slavorum Apostoli, 26). Que leur exemple et leur prière nous aident à répondre toujours mieux à l’exigence d’inculturation et à nous réjouir de la beauté de ce visage multiforme de l’Église du Christ !

Homélie au Palais des Sports du Centre Olympique d’Athène, 5-5-2001.

 

To be present in mass media

[…] The Church cannot be a mere spectator of the social results of technological advances, which have such decisive effects on people’s lives. Your reflection on Ethics in Internet therefore can be of great help to the Church’s Pastors and faithful in facing the many challenges of the emerging “media culture”.

The problems and opportunities created by new technology, by the process of globalization, by deregulation and privatization of the media present new ethical and indeed spiritual challenges to those who work in social communications. These challenges will be met effectively by those who accept that “serving the human person, building up community grounded in solidarity and justice and love, and speaking the truth about human life and its final fulfilment in God were, are, and will remain at the heart of ethics in the media” (Ethics in Communications, 33).

To the participants of the Plenary Meeting of the Pontifical Council for Social Communications, 16-3-2001.


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