CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS
LAICOS CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA
PRESENCIA DE LA IGLESIA EN LA UNIVERSIDAD Y
EN LA CULTURA UNIVERSITARIA
Nota preliminar: naturaleza, finalidad, destinatarios
La Universidad y, de modo más amplio, la cultura universitaria
constituyen una realidad de importancia decisiva. En su ámbito se juegan
cuestiones vitales, profundas transformaciones culturales, de consecuencias
desconcertantes, suscitan nuevos desafíos. La Iglesia no puede dejar de
considerarlos en su misión de anunciar el Evangelio.1
En su visita « ad limina » numerosos Obispos han
manifestado su preocupación e interés de ser ayudados ante
problemas inéditos cuya súbita emergencia, novedad y agudeza toman
desprevenidos a los responsables, hacen a menudo inoperantes los métodos
tradicionales de la pastoral y desalientan al celo más generoso. Alguna
diócesis y Conferencias Episcopales han emprendido estudios y acciones
pastorales que ofrecen ya elementos de respuestas. También las
comunidades religiosas y los movimientos apostólicos están
enfrentando con renovado vigor los nuevos retos de la pastoral universitaria.
Con el fin de poner esas iniciativas en común y de asumir una
perspectiva global del desafío, la Congregación para la Educación
Católica, el Consejo Pontificio para los Laicos y el Consejo Pontificio
de la Cultura llevaron a cabo una consulta a todas las Conferencias Episcopales,
a los Institutos religiosos y a diversos organismos y movimientos eclesiales
sobre la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el
mundo, de la cual una primera síntesis fue presentada el 28 de Octubre de
1987 al Sínodo de los Obispos.2 Esta documentación se ha
completado con ocasión de sucesivos encuentros, y sirviéndose
también de las observaciones hechas al texto publicado de parte de las
instituciones implicadas, y de las publicaciones de trabajos y de estudios que
se han hecho en torno a la acción de los cristianos en el mundo de la
universidad.
Este conjunto de elementos ha permitido individuar un buen número de
constataciones, formular interrogantes precisos, trazar líneas
orientativas, a partir de la experiencia apostólica de las personas
comprometidas en el ambiente universitario.
El actual documento, recogiendo los puntos y las iniciativas más
relevantes, se ofrece como instrumento de reflexión y de trabajo, en
servicio a las Iglesias particulares. Se dirige en primer lugar a las
Conferencias Episcopales y, de modo particular, a los Obispos directamente
interesados a causa de la presencia de Universidades o Escuelas Superiores en
sus territorios. Pero las observaciones y las orientaciones que se hacen tienen
igualmente en perspectiva a todos los que, bajo la dirección de los
Obispos, participan en la pastoral universitaria: sacerdotes, laicos,
institutos religiosos, movimientos eclesiales. Al proponer sugerencias para la
nueva evangelización, este documento busca inspirar una profundización
de la reflexión en todas las personas interesadas y suscitar una
pastoral renovada.
UNA EXIGENCIA URGENTE
La Universidad es, en su mismo origen, una de las expresiones más
significativas de la solicitud pastoral de la Iglesia. Su nacimiento está
vinculado al desarrollo de escuelas establecidas en el medioevo por obispos de
grandes sedes episcopales. Si las vicisitudes de la historia condujeron a la «
Universitas magistrorum et scholarium » a ser cada vez más
autónoma, la Iglesia continúa igualmente manteniendo aquel celo
que dió origen a la institución.3 Efectivamente, la presencia de
la Iglesia en la Universidad no es en modo alguno una tarea ajena a la misión
de anunciar la fe. « La síntesis entre cultura y fe no es sólo
una exigencia de la cultura, sino también de la fe... Una fe que no se
hace cultura es una fe que no es plenamente acogida, enteramente pensada o
fielmente vivida ».4 La fe que la Iglesia anuncia es una fides
quaerens intellectum, que debe necesariamente impregnar la inteligencia del
hombre y su corazón, ser pensada para ser vivida. La presencia eclesial
no puede, pues, limitarse a una intervención cultural y científica.
Tiene que ofrecer la posibilidad efectiva de un encuentro con Jesucristo.
Concretamente, la presencia y la misión de la Iglesia en la cultura
universitaria revisten formas diversas y complementarias. Primeramente está
la tarea de apoyar a los católicos comprometidos en la vida de la
Universidad como profesores, estudiantes, investigadores o colaboradores. La
Iglesia se preocupa luego por el anuncio del Evangelio a todos los que en el
interior de la Universidad no lo conocen todavía y están
dispuestos a acogerlo libremente. Su acción se traduce también en
diálogo y colaboración sincera con todos aquellos miembros de la
comunidad universitaria que estén interesados por la promoción
cultural del hombre y el desarrollo cultural de los pueblos.
Perspectiva semejante pide a los agentes de la pastoral universitaria
entender la Universidad como un ambiente específico con problemas
propios. El éxito de su empeño dependerá, en efecto, en
buena medida, de las relaciones que con él establezcan, relaciones que, a
veces, se encuentran en estado embrional. De hecho, la pastoral universitaria
queda frecuentemente en los márgenes de la pastoral ordinaria. Por ello
se hace necesario que toda la comunidad cristiana tome conciencia de su
responsabilidad pastoral en relación con el ámbito universitario.
I.
SITUACION DE LA UNIVERSIDAD
En el espacio de medio siglo, la institución universitaria ha vivido
una transformación considerable, cuyas características, sin
embargo, no pueden generalizarse en todos los países, ni aplicarse de
manera unívoca a todos los centros académicos de una misma región;
cada Universidad es tributaria de su contexto histórico, cultural,
social, económico y político. Esa gran variedad requiere ponderada
adaptación en las formas de la presencia de la Iglesia.
1. En numerosos países, en especial en algunos de los
desarrollados, seguidamente a la « contestación » de los años
1968-70 y de la crisis institucional que precipitó a la Universidad en un
cierto desorden, se afirmaron tendencias diversas, positivas y negativas.
Los contrastes, crisis, y especialmente el derrumbe de las ideologías
y utopías entonces dominantes, han dejado huellas profundas. La
Universidad, hasta no hace mucho reservada a privilegiados, se ha ampliamente
abierto a un vasto público, tanto en el campo de la enseñanza
inicial, como en el de la formación permanente. Es un hecho importante y
significativo de la democratización de la vida social y cultural. En
muchos casos la afluencia masiva de los estudiantes es de tal magnitud que las
infraestructuras, los servicios y hasta los métodos mismos tradicionales
de enseñanza se revelan inadecuados. Por otra parte, fenómenos de
diverso orden han provocado, en ciertos contextos culturales, modificaciones
esenciales respecto a la posición de los maestros, quienes, entre el
aislamiento y la colegialidad, la diversidad de sus compromisos profesionales y
la vida familiar, ven debilitarse su estatuto académico y social, su
autoridad y seguridad. La situación práctica de los estudiantes
suscita también fundadas inquietudes. Concretamente, muchas veces se
echan de menos estructuras de acogida, de acompañamiento y de vida
comunitaria, por lo que, al ser trasplantados de su propio ambiente familiar a
una ciudad que les es desconocida, se sienten solos. Además, con
frecuencia, las relaciones con los maestros son escasas y los estudiantes son
atrapados al improviso por problemas orientativos que no saben afrontar. Muchas
veces el ambiente en el que deben inserirse está marcado por la
influencia de comportamientos de tipo socio-político y por la
reivindicación de una libertad ilimitada en los campos de la investigación
y de la experimentación científica. En numerosos lugares, en fin,
los jóvenes universitarios confrontan un difuso liberalismo relativista,
un positivismo cientista y un cierto pesimismo ante las perspectivas
profesionales vueltas aleatorias por el marasmo económico.
2. Por otra parte, la Universidad ha perdido parte de su prestigio.
La proliferación de ellas y su especialización han creado una
situación de gran disparidad: algunas gozan de un reconocido prestigio,
otras ofrecen apenas una enseñanza de mediocre calidad. La Universidad no
tiene ya el monopolio de la investigación en campos en los que destacan
institutos especializados y Centros de Investigación, privados o públicos.
De todos modos, también éstos participan de un clima cultural
específico, el de la « cultura universitaria », que es
generador de una «
forma mentis » característica: importancia otorgada a la
fuerza argumentativa del raciocinio, desarrollo del espíritu crítico,
alto nivel de informaciones sectoriales y debilidad de la síntesis, aún
dentro de perspectivas específicas.
3. Vivir inmersos en esta cultura en mutación con una exigencia
de verdad y una actitud de servicio conformes al ideal cristiano se ha hecho
a menudo difícil. Si ser estudiante y más aún profesor ayer
era por doquier una promoción social indiscutible, hoy los estudios
universitarios se desarrollan en un contexto frecuentemente marcado por
dificultades nuevas, materiales y morales, que se transforman rápidamente
en problemas humanos y espirituales de consecuencias imprevisibles.
4. En numerosos países, la Universidad encuentra grandes
dificultades en el esfuerzo en pro de la continua renovación que pide
la evolución de la sociedad, el desarrollo de sectores nuevos de
conocimientos, las exigencias de economías en crisis. La sociedad reclama
una Universidad que responda a sus necesidades específicas, comenzando
por la de un empleo para todos. De este modo, el mundo de la industria se hace
presente notablemente en la vida universitaria, con exigencias específicas
de prestaciones técnicas, rápidas y seguras. Esta « profesionalización
», cuyos efectos benéficos son innegables, no siempre encuadra
dentro de una formación « universitaria » al sentido de
los valores, a la deontología profesional y al confronto con otras
disciplinas como complemento de la necesaria especialización.
5. En contraste con la «profesionalización » de
algunos institutos, numerosas facultades, sobre todo de letras, filosofía,
ciencias políticas, jurisprudencia, se limitan frecuentemente a ofrecer
una formación genérica en su propia disciplina, sin preocuparse de
las eventuales salidas profesionales para sus estudiantes. En muchos países
de desarrollo medio, las autoridades gubernamentales utilizan a las
universidades como « areas de estacionamiento » para atenuar
las tensiones generadas por el desempleo de los jóvenes.
6. Además, una constación se impone: en numerosos países,
la Universidad que por vocación está llamada a representar un
papel de primer plano en el desarrollo de la cultura, se ve expuesta a dos
riesgos antagónicos: o someterse pasivamente a las influencias culturales
dominantes, o quedar marginada respecto a ellas. Le es difícil afrontar
esas situaciones, porque a menudo deja de ser una « comunidad de
estudiantes y de profesores en búsqueda de la verdad », para
transformarse en un mero instrumento en manos del Estado y de las fuerzas económicas
dominantes, con el propósito exclusivo de asegurar la preparación
técnica y profesional de especialistas y sin prestar a la formación
educativa de la persona el lugar central que le corresponde. Por lo demás
y tal situación no deja de tener graves consecuencias, muchos
estudiantes frecuentan la Universidad sin encontrar en ella una formación
humana capaz de ayudarles en el necesario discernimiento acerca del sentido de
la vida, los fundamentos y la consecución de los valores y de los
ideales, lo cual les lleva a vivir en una incertidumbre grávida de
angustia respecto al futuro.
7. En países que estuvieron o están aún sometidos a
una ideología de tipo materialista y atea, ésta ha penetrado
la investigación y la enseñanza, singularmente en los campos de
las ciencias humanas, de la filosofía y de la historia. Resulta por ello
que, aún en aquellos que han vivido cambios radicales a nivel político,
los espíritus no han adquirido todavía la libertad suficiente
para operar los necesarios discernimientos en el ámbito de las corrientes
dominantes de pensamiento y percibir en ellas la presencia, a menudo disimulada,
de un liberalismo relativista. Se abre camino cierto escepticismo ante la idea
misma de la verdad.
8. Se advierte por doquier una gran diversificación de los
saberes. Las diferentes disciplinas han llegado a delimitar su propio campo
de investigación y de afirmaciones, y a reconocer la legítima
complejidad y diversidad de sus métodos. Se hace cada vez más
evidente el riesgo de ver a investigadores, docentes y estudiantes encerrarse en
su propio sector de conocimientos, y limitarse a una consideración
fragmentaria de la realidad.
9. En ciertas disciplinas se fortalece un nuevo positivismo sin
referencia ética: la ciencia por la ciencia. La formación «
utilitarista » se impone sobre el humanismo integral y lleva a
desconsiderar las necesidades y las espectativas de la persona, a censurar o a
sofocar los interrogantes más constitutivos de su existencia personal y
social. El desarrollo de las técnicas científicas, en el campo de
la biología, de la comunicación, de la robotización,
plantea nuevos y cruciales problemas éticos. Mientras más capaz se
hace el hombre de dominar la naturaleza, más depende de la técnica,
y más necesidad tiene de conquistar su propia libertad. Esto presenta
interrogantes inéditos sobre las perspectivas y los criterios epistemológicos
de las diversas disciplinas del saber.
10. La difusión del escepticismo y de la indiferencia
generados por el difundido secularismo camina parejamente con una nueva demanda
religiosa de perfil no bien definido. En este clima, caracterizado por la
incertidumbre de la orientación intelectual de profesores y alumnos, la
Universidad resulta a veces un medio en el que se desarrollan comportamientos
nacionalistas agresivos. Sin embargo, en algunas situaciones, el clima de
contestación es inferior al conformismo.
11. El desarrollo de la formación universitaria « a
distancia » o « tele-enseñanza » hace
posible que la información sea accesible a un mayor número, pero
el contacto personal entre el profesor y el estudiante corre el riesgo de
desaparecer, y, con él, la formación humana ligada a esa relación
irremplazable. Algunas formas mixtas combinan oportunamente teleenseñanza
y relaciones episódicas entre profesor y estudiante: ellas podrían
constituir un buen instrumento de desarrollo de la formación
universitaria.
12. La cooperación inter-universitaria e internacional conoce
un progreso real allí donde los centros académicos más
desarrollados están en grado de ayudar a los menos avanzados. Pero ésto
no sucede siempre en ventaja de éstos últimos: las grandes
Universidades pueden, en efecto, ejercer un cierto « influjo »
técnico, o incluso ideológico, más allá de las
fronteras del propio país, en detrimento de los países menos
favorecidos.
13. El lugar ocupado por la mujer en la Universidad y su acceso
generalizado a los estudios universitarios constituyen en algunos países
una tradición ya bien establecida, mientras en otros aparecen como un
aporte nuevo, una excepcional posibilidad de renovación y un
enriquecimiento de la vida universitaria.
14. El papel central de las Universidades en los programas de
desarrollo va acompañado por una tensión entre la prosecución
de la nueva cultura generada por la modernidad y la salvaguardia y promoción
de las culturas tradicionales. Sin embargo, para responder a su vocación,
la Universidad carece de una « idea directriz », de un hilo
conductor entre sus múltiples actividades. Ahí radica la crisis
actual de identidad y de finalidad de una institución orientada por su
naturaleza misma hacia la búsqueda de la verdad. El caos del pensamiento
y la pobreza de criterios de fondo impiden el surgimiento de propuestas
educativas aptas a afrontar los nuevos problemas. No obstante sus
imperfecciones, la Universidad sigue siendo, por vocación, junto a las
demás Instituciones de enseñanza superior, un lugar privilegiado
para la elaboración del saber y de la formación, y juega un papel
fundamental en la preparación de los cuadros dirigentes de la sociedad
del siglo XXI.
15. Un nuevo impulso pastoral. La presencia de los católicos
en la Universidad constituye de por sí un motivo de interrogación
y de esperanza para la Iglesia. En numerosos países, esta presencia es en
efecto a la vez imponente por el número, pero de alcance relativamente
modesto; ésto es debido al hecho de que demasiados profesores y
estudiantes consideran su fe como un asunto estrictamente privado, o no perciben
el impacto de su vida universitaria en su existencia cristiana. Algunos, incluso
sacerdotes o religiosos, llegan hasta a abstenerse, en nombre de la autonomía
universitaria, de testimoniar explícitamente su fe.
Otros utilizan esa autonomía para propagar doctrinas contrarias a las
enseñanzas de la Iglesia.
La falta de teólogos competentes en los campos científicos y técnicos,
y de profesores con una buena formación teológica, especialistas
en las ciencias, agrava esta situación. Esto evidentemente reclama una
toma de conciencia renovada con miras a un nuevo impulso pastoral. Además,
aún apreciando las loables iniciativas emprendidas un poco por doquier,
es necesario constatar que la presencia cristiana parece por lo general
reducirse a grupos aislados, a iniciativas esporádicas, a testimonios
ocasionales de personalidades famosas, a la acción de éste o de
aquél movimiento.
II.
PRESENCIA DE LA IGLESIA EN LA UNIVERSIDAD Y EN LA CULTURA UNIVERSITARIA
1. Presencia en las estructuras de la Universidad
Enviada por Cristo a los hombres de todas las culturas, la Iglesia se
esfuerza por participar con ellos la buena nueva de la salvación. Siendo
depositaria de la Verdad revelada por Cristo sobre Dios y sobre el hombre, tiene
la misión de conducir hacia la auténtica libertad mediante su
mensaje de verdad. Fundada en el mandato recibido de Cristo, se abre para
iluminar los valores y las expresiones culturales, corregirlos y, si necesario
fuera, purificarlos a la luz de la fe para llevarlos a su plenitud de sentido.5
En la Universidad la acción pastoral de la Iglesia, en su rica
complejidad, comporta en primer lugar un aspecto subjetivo: la evangelización
de las personas. En esta perspectiva, la Iglesia entra en diálogo con las
personas concretas hombres y mujeres, profesores, estudiantes, empleados
y, por medio de ellos, aunque no exclusivamente, con las corrientes culturales
que caracterizan ese ambiente. No hay que olvidar después el aspecto
objetivo, o sea, el dialogo entre la fe y las diversas disciplinas del saber. En
efecto, en el contexto de la Universidad, la aparición de nuevas
corrientes culturales está estrechamente vinculada a las grandes
cuestiones del hombre, a su valor, al sentido de su ser y de su obrar, y, en
particular, a su conciencia y a su libertad. A este nivel, es deber prioritario
de los intelectuales católicos promover una síntesis renovada y
vital entre la fe y la cultura.
La Iglesia no puede olvidar que su acción se ejerce en la situación
particular propia a cada Centro universitario y que su presencia en la
Universidad es un servicio hecho a los hombres en su doble dimensión
personal y social. Por lo tanto el tipo de presencia varía según
los diversos países, marcados por diferentes tradiciones históricas,
culturales y religiosas. En particular, allí donde la legislación
lo permite, la Iglesia no puede renunciar a su acción institucional en la
Universidad. Está atenta a apoyar y a promover la enseñanza de la
teología donde ésto sea posible. La capellanía
universitaria, a nivel institucional, reviste una importancia particular en el ámbito
del « campus » mismo. Con la oferta de un amplio abanico de propuestas
de formación doctrinal y al mismo tiempo espiritual, constituye, una de
la mayores posibilidades para el anuncio del Evangelio. Mediante la actividad de
animación y de toma de conciencia, promovidas desde la capellanía,
la pastoral universitaria puede esperar conseguir su objetivo, a saber, crear
dentro del ambiente universitario una comunidad cristiana y un compromiso de fe
misionera.
Las Ordenes religiosas y las Congregaciones ofrecen una presencia específica
en las Universidades y contribuyen, con la riqueza y la diversidad de sus
carismas -especialmente su carisma educativo- a la formación cristiana de
los profesores y de los estudiantes. Es necesario que esas comunidades
religiosas, muy empeñadas en la enseñanza primaria y secundaria,
consideren en sus opciones pastorales la importancia de la presencia en la enseñanza
superior y eviten toda forma de repliegue bajo pretexto de confiar a otros esta
misión tan congenial a su vocación.
Para ser aceptada e irradiante, la presencia institucional de la Iglesia en
la cultura universitaria tiene que ser de calidad, aún si con frecuencia
falta el personal y aún los medios financieros necesarios. Esta situación
requiere una capacidad de adaptación creativa y un adecuado esfuerzo
pastoral.
2. La Universidad católica
Entre las diversas formas institucionales con que la Iglesia está
presente en el mundo universitario, hay que destacar a la Universidad católica,
que es en sí misma una institución eclesial.
La existencia de un número importante de Universidades católicas
muy variada según las regiones y los países, ya que va desde
la multiplicación dispersiva en unos, hasta la carencia total en otros
es en sí misma una riqueza y un factor esencial de la presencia de la
Iglesia en la cultura universitaria. Sin embargo, a menudo ese « capital »
está lejos de dar los frutos que legítimamente se esperan.
Indicaciones importantes para promover el papel específico de la
Universidad católica fueron dadas por la Constitución Apostólica
« Ex Corde Ecclesiae », publicada el 15 de Agosto de 1990.
Esta señala que la identidad institucional de la Universidad católica
depende de la realización conjunta de sus características en
cuanto « universidad » y en cuanto « católica
». No alcanza su plena configuración sino cuando logra dar un
testimonio serio y rigoroso como miembro de la comunidad internacional del saber
y, al mismo tiempo, expresar, en explícita vinculación con la
Iglesia, a nivel local y universal, su propia identidad católica, que
conforma de modo concreto la vida, los servicios y los programas de la comunidad
universitaria. Así la Universidad católica, por su misma
existencia, consigue el objetivo de garantizar bajo una forma institucional una
presencia cristiana en el mundo universitario. De lo cual se deduce su misión
específica, caracterizada por múltiples aspectos inseparables.
La Universidad católica, para cumplir su función ante la
Iglesia y ante la sociedad, tiene la tarea de estudiar los graves problemas
contemporáneos y de elaborar proyectos de solución que concreticen
los valores religiosos y éticos propios de una visión cristiana
del hombre.
Seguidamente viene la pastoral universitaria propiamente dicha. A este
respecto, la Universidad católica no está ante desafíos
sustancialmente diferentes a los que deben afrontar otros centros académicos.
Sin embargo, conviene destacar que el problema de la pastoral universitaria empeña
a una institución que se define « católica » en
un nivel de profundidad que es el mismo de las finalidades que ella se propone
conseguir, a saber, la formación integral de las personas, de aquellos
hombres y mujeres, que, en el contexto académico, están llamadas a
participar activamente en la vida de la sociedad y de la Iglesia.
Un ulterior aspecto de la misión de la Universidad católica
es, en fin, el empeño respecto al diálogo entre fe y cultura, y el
desarrollo de una cultura arraigada en la fe. Por eso mismo, si hay que procurar
que en todos los lugares en los que los bautizados participan a la vida de la
Universidad se desarrolle una cultura en armonía con la fe, la urgencia
es todavía mayor en el ámbito de la Universidad católica.
Ella está llamada, de forma privilegiada, a ser un interlocutor
significativo del mundo académico, cultural y científico.
Evidentemente, la solicitud de la Iglesia respecto a la Universidad bajo
la forma del servicio inmediato a las personas y de la evangelización de
la cultura encuentra en la realidad de la Universidad católica una
referencia ineludible. La exigencia creciente de una presencia cualificada de
los bautizados en la cultura universitaria resulta así un llamado lanzado
a toda la Iglesia para que tome una conciencia cada vez más clara de la
vocación específica de la Universidad católica y favorezca
su desarrollo como un instrumento eficaz de su misión evangelizadora.
3. Fecundas iniciativas en obra
Para salir al encuentro de las necesidades originadas por la cultura
universitaria, numerosas Iglesias locales han llevado a cabo diversas y
oportunas iniciativas:
- Nombramiento por parte de la Conferencia Episcopal de asistentes eclesiásticos
universitarios, dotados de una formación « ad hoc », de un
estatuto específico y de un apoyo adecuado.
- Creación de equipos diocesanos diversificados de pastoral
universitaria, en los que se expresa la responsabilidad propia de los laicos y
el carácter diocesano de esas unidades de misión apostólica.
- Primeras etapas de un trabajo pastoral orientado hacia los rectores de
Universidades y hacia los maestros de Facultad, cuyos ambientes están
frecuentemente dominados por preocupaciones técnico-profesionales.
- Accciones en orden a la creación de Departamentos de Ciencias
Religiosas, aptos para abrir perspectivas nuevas a profesores y a
estudiantes, y conformes a la promoción de la misión de la
Iglesia. En esos Departamentos los cató1icos tendrían que
ejercer un papel de primera importancia, en particular cuando las estructuras
universitarias están privadas de Facultad de Teología.
- Instauración de cursos regulares de moral y de deontología
profesional en los Institutos especializados y en los Centros de enseñanza
superior.
- Promoción de movimientos eclesiales dinámicos. La pastoral
universitaria logra mejores resultados cuando se apoya en grupos o movimientos y
asociaciones, a veces poco numerosos pero de calidad, sostenidos por las diócesis
y las Conferencias Episcopales.
- Búsqueda de una pastoral universitaria que no se limite a una
pastoral de jóvenes genérica e indiferenciada, sino que tome como
punto de partida el hecho de que muchos jóvenes se encuentran
profundamente influenciados por el ambiente universitario. Aquí
está en juego en gran medida su encuentro con Cristo y su testimonio
cristiano. Esta pastoral se propone, consecuentemente, educar y acompañar
a los jóvenes para afrontar la realidad concreta de los ambientes y de
las actividades en que conviven.
- Promoción de un diálogo entre teólogos, filósofos
y científicos, capaz de renovar profundamente las mentalidades y de dar
lugar a nuevas y fecundas relaciones entre la Fe cristiana, la teología,
la filosofía y las ciencias en su concreta búsqueda de la verdad.
La experiencia demuestra que los universitarios, sacerdotes y laicos
especialmente, están en primera fila en el mantener y promover el debate
cultural sobre las grandes cuestiones que afectan al hombre, la ciencia, la
sociedad, y los nuevos desafíos que se abren al espíritu humano.
Toca especialmente a los maestros católicos y a sus asociaciones
promover iniciativas interdisciplinares y encuentros culturales, dentro o
fuera de la Universidad, y, conjugando método crítico y confianza
en la razón, confrontar los datos metafísicos y las adquisiciones
científicas con los enunciados de la fe, en el lenguaje de las diversas
culturas.
III.
SUGERENCIAS Y ORIENTACIONES PASTORALES
1. Sugerencias pastorales propuestas por Iglesias locales
1. Una consulta, que llevaran a cabo Comisiones episcopales «
ad hoc », permitiría conocer mejor las diferentes iniciativas de
pastoral universitaria y de la presencia de los cristianos en la Universidad, y
preparar un documento orientativo para apoyar las iniciativas apostólicas
fructuosas y promover las que resulten necesarias.
2. La institución de una Comisión nacional para
asuntos relativos a la Universidad y a la Cultura ayudaría a las Iglesias
locales a poner en común sus experiencias y capacidades. Su tarea sería
promover para los seminarios y para los centros de formación de
religiosos y de laicos un programa de actividades, de estudios y de encuentros
sobre Evangelización y Culturas, con un capítulo explícitamente
dedicado a la cultura universitaria.
3. A nivel diocesano, en ciudades universitarias, conviene alentar
la institución de una comisión especializada, formada por
sacerdotes, universitarios y estudiantes católicos que sean capaces de
ofrecer indicaciones útiles para la pastoral universitaria y la acción
de los cristianos en los ámbitos de la enseñanza y de la
investigación. Esta comisión ayudaría al Obispo a ejercer
la misión, que le es propia, de suscitar y confirmar las diversas
iniciativas de la diócesis, y de relacionarlas con las de carácter
nacional o internacional. Investido de responsabilidad pastoral al servicio de
su Iglesia, el Obispo diocesano es el primer responsable de la presencia y de la
pastoral de la Iglesia en las Universidades del Estado, en las Universidades católicas
y en las privadas.
4. A nivel parroquial, es de desear que las comunidades cristianas,
sacerdotes, religiosos y fieles, presten una mayor atención a los
estudiantes y a los profesores, así como también al apostolado
que se ejerce en las capellanías universitarias. La parroquia es, por su
propia naturaleza, una comunidad dentro de la cual pueden crearse fructuosas
relaciones para un más eficiente servicio del Evangelio. Por su capacidad
de acogida juega un papel notable, sobre todo cuando favorece la fundación
y el funcionamiento de Residencias estudiantiles y universitarias. El éxito
de la evangelización de la Universidad y de la cultura universitaria
dependen, en gran medida, del compromiso de la entera Iglesia local.
5. La parroquia universitaria es en algunos lugares una institución
más que nunca necesaria. Requiere la presencia activa de uno o más
sacerdotes bien preparados para este específico apostolado. Esta
parroquia es un medio único de comunicación con el mundo académico
en su variedad. Permite establecer relaciones con personalidades de la cultura,
del arte y de la ciencia, y asegura a la vez una penetración de la
Iglesia en ese ambiente tan complejo en su multiforme singularidad. Lugar de
encuentro, de reflexión cristiana y de formación, brinda a los jóvenes
la posibilidad de aproximarse a una realidad de Iglesia hasta entonces
desconocida o mal conocida y abre la Iglesia a la juventud estudiantil, a sus
problemáticas y a su dinamismo apostólico. Lugar privilegiado de
la celebración litúrgica de los sacramentos, la parroquia es antes
que todo lugar de la eucaristía, corazón de toda comunidad
cristiana, culmen y manantial de todo apostolado.
6. Donde sea posible, la pastoral universitaria debería crear o
intensificar fructuosas relaciones entre las Universidades o Facultades católicas
y los otros medios universitarios según formas diversas de colaboración.
7. La situación actual constituye un llamado instante a organizar la
formación de agentes pastorales cualificados dentro de las parroquias,
los movimientos y las asociaciones católicas. Invita urgentemente a la
elaboración de una estrategia de largo alcance, ya que la formación
cultural y teológica requiere una preparación apropiada. En la práctica,
muchas diócesis no están en grado de organizar y realizar tal
formación de nivel universitario. La puesta en común de los
recursos de las diócesis, de los institutos religiosos especializados y
de los grupos de laicos permitirá afrontar esta exigencia.
8. En cualquier situación, se trata de concebir la «presencia»
de la Iglesia como una « plantatio » de la comunidad cristiana
en el ambiente universitario, mediante el testimonio, el anuncio del Evangelio,
el servicio de la caridad. Esta presencia hará crecer a los « christifideles
» y ayudará para llegar hasta aquellos que se encuentran
alejados de Jesucristo. En esta perspectiva, parece importante desarrollar y
promover:
una pedagogía catequética de carácter «
comunitario », que ofrezca diversidad de propuestas, presente la
posibilidad de itinerarios diferenciados y de respuestas adaptadas a las
necesidades reales de las personas concretas.
una pedagogía del acompañamiento personal, hecha de
acogida, de disponibilidad y de amistad, de relaciones interpersonales, de
discernimiento de las situaciones vividas por los estudiantes y de los medios
concretos para mejorarlas.
una pedagogía de la profundización de la fe y de la
vida espiritual, arraigada en la Palabra de Dios, ahondada en la vida
sacramental y litúrgica.
9. Finalmente, la presencia de la Iglesia en la Universidad llama a un
testimonio común de los cristianos. Inseparablemente de su dimensión
misionera, este testimonio ecuménico constituye una contribución
importante a la unidad de los cristianos. Según las modalidades y en los
límites fijados por la Iglesia, y sin perjuicio del cuidado pastoral
debido a los fieles católicos, esta colaboración ecuménica,
que supone una formación adecuada, resultará particularmente
fructuosa en el estudio de los problemas sociales y, en general, en la
profundización de todas las cuestiones que atañen al hombre, al
sentido de su existencia y de su actividad.6
2. Desarrollar el apostolado de los laicos, especialmente de los
maestros
« La vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación
también al apostolado ».7 Esta afirmación del Concilio
Vaticano II, aplicada a la pastoral universitaria, resuena como un vibrante
llamado a la responsabilidad de los maestros, de los intelectuales y de los
estudiantes católicos. El compromiso apostólico de los fieles es
un signo de vitalidad y de progreso espiritual de toda la Iglesia. Desarrollar
esa conciencia del deber apostólico entre los universitarios se sitúa
en línea de continuidad con las orientaciones pastorales del Concilio
Vaticano II. De tal modo, en lo más vivo de la comunidad universitaria,
la fe se vuelve fuente irradiante de una vida nueva y de una auténtiea
cultura cristiana. Los fieles laicos gozan de una legítima autonomía
para ejercer su vocación apostólica específica. Para
impulsarla, se invita a los pastores no sólo a reconocer esta
especificidad, sino también a alentarla vivamente. Este apostolado nace y
se desarrolla a partir de las relaciones profesionales, de los intereses
culturales comunes, de la vida cotidiana compartida con los diversos sectores de
la actividad universitaria. El apostolado personal de los laicos cató1icos
es « el principio y la condición de todo apostolado seglar,
incluso del asociado, y nada puede sustituirlo ».8 Sin embargo, resta
necesario y urgente que los cató1icos presentes en la Universidad den un
testimonio de comunión y de unidad. A este respecto, los movimientos
eclesiales son particularmente preciosos.
Los profesores católicos juegan un papel fundamental en la presencia
de la Iglesia en la cultura universitaria. Su calidad y generosidad pueden
incluso suplir en ciertos casos las deficiencias de las estructuras. El
compromiso apostó1ico del profesor católico, concediendo prioridad
al respeto y al servicio de las personas, colegas y estudiantes, les ofrece
aquel testimonio del hombre nuevo « siempre dispuesto a dar
respuesta a todo el que le pida razón de su esperanza », haciéndolo
con « dulzura y respeto » (Cf. I Pe 3, 15-16). La
universidad es ciertamente un sector limitado de la sociedad, pero que ejerce
cualitativamente una influencia que desborda ampliamente su dimensión
cuantitativa. Ahora bien, en contraste con esa preeminencia, la figura misma del
intelectual católico casi parece haber desaparecido de algunos espacios
universitarios; en este punto los estudiantes lamentan dolorosamente la falta de
verdaderos maestros, cuya presencia asidua y disponibilidad personal hacia ellos
podrían asegurar un acompañamiento de calidad.
El testimonio del profesor católico no consiste ciertamente en
introducir temáticas confesionales en las disciplinas que enseña,
sino en abrir el horizonte a las inquietudes últimas y fundamentales, en
la generosidad estimulante de una presencia activa ante las preguntas, a menudo
no formuladas, de esos espíritus jóvenes que andan a la búsqueda
de referencias y certezas, de orientación y de metas. De esto depende su
vida de mañana en la sociedad. Con mayor razón, la Iglesia y la
Universidad esperan de los sacerdotes profesores, encargados de docencia en la
Universidad, una competencia de alto nivel y una sincera comunión
eclesial.
La unidad se promueve en la diversidad, sin ceder a la tentación de
querer unificar o formalizar las actividades: la variedad de impulsos y de
medios apostólicos, lejos de oponerse a la unidad eclesial, la postula y
la enriquece. Los pastores tendrán en cuenta las legítimas
características del espíritu universitario: diversidad y
espontaneidad, respeto de la libertad y de la responsabilidad personales,
rechazo de todo intento de forzada uniformidad.
Conviene animar a los movimientos o grupos católicos, llamados a
multiplicarse y desarrollarse, pero es importante también reconocer y
revitalizar las asociaciones de laicos católicos cuyo apostolado
universitario cuenta con una larga y fecunda tradición. El apostolado de
los laicos es fructuoso en la medida en que es eclesial. Entre los criterios de
valoración destaca el de la coherencia doctrinal de las diversas
iniciativas con la identidad católica; a éste hay que añadir
el de la ejemplaridad moral y profesional, que, junto a la vida espiritual,
garantiza la autenticidad irradiante del apostolado laico.
CONCLUSION
Entre los inmensos campos de apostolado y de acción de que la Iglesia
es responsable, el de la cultura universitaria es uno de los más
prometedores, pero también uno de los más difíciles. La
presencia y la acción apostólicas de la Iglesia en un ambiente de
tanta influencia en la vida social y cultural de las naciones, y del que tanto
depende el futuro de la Iglesia y de la sociedad, se realiza a nivel
institucional y personal con el concurso específico de sacerdotes,
laicos, personal administrativo, profesores y estudiantes.
La consulta y los encuentros con numerosos Obispos y universitarios han
puesto de manifiesto la importancia de la cooperación entre las diversas
instancias eclesiales interesadas. La Congregación para la Educación
Católica, el Consejo Pontificio para los Laicos y el Consejo Pontificio
de la Cultura renuevan su disponibilidad para favorecer estos intercambios y
para promover encuentros a nivel de Conferencias Episcopales y Organizaciones
Internacionales Católicas, así como de las Comisiones de Enseñanza,
de Educación y de Cultura que estén implicadas en ese sector específico.
Al servicio de las personas comprometidas en la Universidad y, por medio de
ellas, al servicio de la sociedad, la presencia de la Iglesia en el ambiente
universitario se inscribe en el proceso de inculturación de la fe como
una exigencia de la evangelización. En el umbral de un nuevo milenio en
el que la cultura universitaria será un componente mayor, el deber de
anunciar el Evangelio se presenta cada vez más urgente. Esto pide
comunidades de fe capaces de trasmitir la Buena Nueva de Cristo a todos los que
se forman, enseñan y ejercen su actividad en el ámbito de la
cultura universitaria. La urgencia de este compromiso apostólico es
grande, ya que la Universidad es uno de los más fecundos lugares
creadores de cultura.
« ... Ia Iglesia es plenamente consciente de la urgencia pastoral
de reservar a la cultura una especialísima atención. Por eso la
Iglesia pide que los fieles laicos estén presentes, con la insignia de la
valentía y de la creatividad intelectual, en los puestos privilegiados de
la cultura, como son el mundo de la escuela y de la universidad, los ambientes
de investigación científica y técnica, los lugares de la
creación artística y de la reflexión humanista. Tal
presencia está destinada no sólo al reconocimiento y a la eventual
purificación de los elementos de la cultura existente críticamente
ponderados, sino también a su elevación mediante las riquezas
originales del Evangelio y de la fe cristiana ».9
Ciudad del Vaticano, 22 de Mayo de 1994 Solemnidad de Pentecostés.
Pio Card. Laghi Prefecto de la Congregación para la
Educación Católica
Eduardo Card. Pironio Presidente del Consejo Pontificio para
los Laicos
Paul Card. Poupard Presidente del Consejo Pontificio de la
Cultura
1 Un ejemplo de la presencia de esta solicitud pastoral en el Magisterio de
la Iglesia lo constituye el conjunto de los discursos a los universitarios de
S.S. Juan Pablo II. Cf. Giovanni Paolo II Discorsi alle Università,
Camerino, 1991. Para un resumen particularmente significativo en la materia,
véase discurso a los participantes al encuentro de trabajo sobre el tema
de la pastoral universitaria, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, V1,
1982, 771-781.
2 Esta síntesis hecha pública por el Cardenal Paul Poupard en
nombre de los tres Dicasterios, fue publicada el 25 de Marzo de 1988, e impresa
en diversas lenguas. Cf. La Documentation Catholique, n. 1964,19 Juin
1988, 623-628. Origins, vol. 18, N. 7, June 30, 1988, 109-112. Ecclesia,
N. 2381, 23 de Julio 1988, 1105-1110. La Civiltà Cattolica, N.
139, 21 Maggio 1988, n. 3310, 364-374.
3 Cf. Juan Pablo II, Constitución Apostólica Ex Corde
Ecclesiae, 15 de Agosto 1990, n. 1.
4 Juan Pablo II, Carta autógrafa instituyendo el Consejo Pontificio
de la Cultura, 20 de Mayo 1982, en AAS, t. 74, 1983, 683-688.
5 Cf. Juan Pablo II, Carta Enciclica « Veritatis Splendor »,
n. 32-33.
6 Cf. Pont. Consilium ad Christianorum Unitatem Fovendam, « Directorio
para la aplicación de los Principios y de las normas sobre el ecumenismo
», Ciudad del Vaticano. 1993. n. 211-216.
7 Concilio Vaticano II, Decreto sobre el apostolado de los laicos, «
Apostolicam Actuositatem », n. 2.
8 Ibid., n. 16.
9 Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal «
Christifideles Laici », sobre la vocación y misión de
los laicos en la Iglesia y en el mundo, 30 de Diciembre 1988, n. 44.
INDICE
Nota preliminar: naturaleza, finalidad, destinatarios . . . . . .
. . . 3
Una exigencia urgente . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
I. Situación de la Universidad . . . . . . . . . . . . . 7
II. Presencia de la Iglesia en la Universidad y en la cultura
universitaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
- Presencia en las estructuras de la Universidad . . . . . . . . . 13
- La Universidad católica . . . . . . . . . . . . . . . . 14
- Fecundas iniciativas en obra . . . . . . . . . . . . . . 16
III. Sugerencias y orientaciones pastorales . . . . . . . . . 19
- Sugerencias pastorales propuestas por Iglesias locales . . . . . . . 19
- Desarrollar el apostolado de los laicos, especialmente de los maestros . .
21
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
|