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PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA

IV ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS

HOMILÍA DEL CARDENAL ALFONSO LÓPEZ TRUJILLO

Manila - Luneta Park
Domingo 26 de enero de 2003

 

Este domingo, la comunidad de los creyentes, en esta hermosa nación cristiana, con razón orgullosa del Evangelio que ha modelado su alma, exulta en cantos de júbilo con el profeta Isaías. Toda la historia es un viaje de las tinieblas a la luz de la salvación, visible en el rostro del Niño Dios, del "Santo Niño" cuya fiesta estamos celebrando. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, como un fruto que madura bajo la tierna mirada de Dios, nacido de mujer, en el corazón de una familia, un niño nació para nosotros, un niño se nos dio:  el Verbo encarnado en el seno de María, que asumió nuestra condición humana en la pobreza, como un esclavo hasta el tormento de la cruz
.No renunció a nacer en la Sagrada Familia, en brazos de María, el lugar desde el cual reina el Salvador del mundo y Príncipe de la paz.

Desde la Encarnación y el nacimiento de Jesús en Belén, toda la historia quedó transformada y la humanidad recibió la respuesta completa a todos sus interrogantes y aspiraciones. En el Niño Dios, icono del Padre, todo se nos ha dado. En él se nos reveló la totalidad del misterio y la clave de nuestra grandeza y de nuestra dignidad sublime como imagen de Dios. No existe nobleza más grande, dignidad más elevada, que ser imagen de Dios en Cristo, hijos de Dios nacidos en las aguas del bautismo. Cuando el pesebre de Belén se llenó de luz, de aleluyas, de los cantos de los pastores, se elevó un cántico de gozo y esperanza porque se encarnó el don y la ternura de Dios.
Desde el inicio de la concepción, toda persona humana tiene derecho a ser acogida, amada y educada con atención y ternura en una familia.

Queridas familias, se trata de un tesoro humano incomparable. Dios os ama a todas personalmente. Todas las personas reciben de Dios, por amor, su aliento de vida. La fe nos permite penetrar en este misterio de un modo más profundo que la razón.

La vida es don sagrado de Dios. Nadie puede eliminar a quien Dios ama y llama a la vida. Todas las familias, como el Hijo de Dios en Nazaret, tienen su centro, su alegría y su esperanza en ese niño, que fue concebido, nació y creció en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres (cf. Lc 2, 52).

En su histórica encíclica Evangelium vitae, el Santo Padre definió como "evangelio de la vida" la totalidad de esta verdad fundamental. Esta buena nueva surge en la familia cristiana, que es una noticia maravillosa, un evangelio modelado por el amor y por la entrega recíproca de los cónyuges. Amad y educad a vuestros hijos, de forma que crezcan a imagen de Dios, como hijos suyos.
Vuestros hijos merecen vuestra entrega total, vuestro ejemplo, vuestra solicitud y vuestros sacrificios. Son la medida de vuestra responsabilidad. En ellos renováis vuestra vida. No transforméis en tumba el seno materno, que es fuente de vida. En todo el mundo, las leyes deberían respetar el don de la vida y no conspirar para la muerte con la crueldad y la vergüenza del aborto provocado. En ninguna circunstancia se puede odiar y eliminar a quien es amado por Dios.

Queridas familias, ¿creéis que los niños son dones valiosos? Defendedlos, como hicieron María y José; proteged al Santo Niño de la matanza de los inocentes. Rechazad con todas vuestras fuerzas a los que tratan a los niños como cosas, como objetos. Rechazad a los que matan niños mediante la pena capital. Rechazad a los que consideran al niño como un intruso, un peso, una amenaza para el desarrollo, a los que piensan, incluso, como denuncia el Santo Padre, que el mal, el crimen del aborto es un derecho. ¿Puede ser un derecho matar al fruto del seno materno? Consagrad a vuestros hijos a la Sagrada Familia. Quien destruya la vida inocente en la familia, que es y debería ser el santuario de la vida, destruye la familia y arruina su propia vida mediante una violencia irresponsable.

Proteged a vuestros hijos y rodeadlos de afecto. La pobreza, contra la que debemos luchar valientemente en medio de la injusticia que reina en este mundo, se transforma en tragedia más amarga cuando los niños son abandonados o resultan víctimas, y pagan por la irresponsabilidad de los padres, que prometieron amarse hasta la muerte.

Para el Gobierno, para los legisladores, no existe mejor inversión que favorecer a las familias, fortalecer su unidad, sostenerlas, no obstaculizar la misión y los derechos de los cónyuges. Los Parlamentos que aprueban leyes injustas o perjudiciales violan los derechos de las familias, su derecho a respetar la vida y su derecho a una educación completa para sus hijos. Es una forma de grave irresponsabilidad contra la integridad y la existencia humanas para los políticos y para los legisladores ceder a la cultura de la muerte y para los médicos ser cómplices en los atentados contra la persona humana, en vez de luchar realmente contra las enfermedades y aliviar el dolor.
Muchos, seducidos por la ciencia y la tecnología, se creen árbitros de la vida, en todos los tipos de manipulación peligrosa que pueden convertirse incluso en pesadillas para la humanidad. ¡Cuán afortunadas y felices son aquellas naciones que aprueban leyes en favor de la familia y de la vida, y, por tanto, exaltan la dignidad y la nobleza de la vocación política!

El cristianismo no es un plan concebido por la voluntad y la sabiduría de la inteligencia humana. Los Apóstoles, los mártires cristianos, no hubieran podido dar su vida por un mito, por una fantasía, por una mentira, por ídolos que no pueden hablar o dialogar o respirar, por ídolos terrenos o dorados, objeto de desprecio por parte de los profetas.

El cristianismo sólo se puede explicar mediante la efusión de amor de Dios en la historia de Aquel que plantó su tienda de peregrino en medio de la humanidad. Todo nos lleva a una cercanía que conduce a un gran júbilo y a una gran libertad en el misterio del amor de Dios. La fe cristiana, que debería respetar y alimentar vuestra vida y la de vuestros hijos, nace de una experiencia única, irrepetible y original. Por eso san Juan luchó contra los agnósticos, que no aceptaban la locura de la cruz y su escándalo, pues eran incapaces de arrodillarse ante un niño pobre e indefenso recostado en un pesebre. Sólo la fe nos permite descubrir al Verbo encarnado en la vulnerabilidad de un niño nacido en un establo, que creció en una aldea insignificante, trabajó con sus propias manos para ganarse el pan, como José, y dio su vida en la agonía terrible de la cruz.

La Iglesia y las familias se alimentan de esta verdad y proclaman gozosamente este Evangelio:  "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca del Verbo de vida" (1 Jn 1, 1). Esta es la experiencia que comunica la Madre de Dios, la cual, creada por él, "conservaba todas estas cosas en su corazón" (Lc 2, 51). Esta es también la experiencia que se vive y se descubre en los hogares cristianos:  en Jesús y en los hijos que crecen a imagen de Dios en el amor, pueden decir con verdad:  "este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos:  Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1, 5).

Sed evangelizadores de este gran misterio, proclamando al mundo la misericordia de Dios, el milagro permanente de su amor en vuestro matrimonio, en vuestra comunidad de fe y amor, en la familia.

¡Cuán grandes sois, amadas familias del mundo! ¡Cuán grande es vuestra vocación! Mirad cómo estos días de vuestro Encuentro mundial se han transformado en una gran fiesta de fe, de alegría, con cantos y felicidad de vuestros hijos.

Santo Niño, Redentor de la humanidad, bendice, fortalece, redime y purifica el amor de las familias.

Sagrada Familia de Nazaret, protege, llena de alegría y de entusiasmo evangelizador a los hogares del mundo.

San José, custodio del Redentor, Redemptoris custos, lleva a los niños sobre tus hombros, como hiciste con Jesús, como está representado en este icono de la Sagrada Familia. Son dones de Dios.
Madre de Dios, Reina de la familia, ruega por nosotros.

Santo Niño, bendice a todos los niños del mundo.

 

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