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PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA

CATEQUESIS PREPARATORIAS
PARA EL V ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILI
AS

 

Índice de las catequesis y estructura de cada asamblea

Índice

Introducción: El amor humano no puede existir si quiere sustraerse a la Cruz

  1. La familia, primera y principal transmisora de la fe
  2. Dios Uno y Trino
  3. La Persona de Jesucristo, centro y síntesis de la fe cristiana
  4. El Espíritu Santo y la Iglesia
  5. Los sacramentos, momentos especiales para la transmisión de la fe
  6. Los mandamientos de la ley de Dios
  7. El domingo: eucaristía y otras expresiones
  8. La piedad popular
  9. La santísima Virgen María

Estructura de cada asamblea

  1. Canto inicial
  2. Oración del Padrenuestro
  3. Lectura bíblica
  4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia
  5. Reflexión del que dirige
  6. Diálogo
  7. Compromisos
  8. Oración del Ave María e invocación "Regina familiae. Ora pro nobis"
  9. Oración por la familia
  10. Canto final

 

Catequesis primera

La familia, primera y principal transmisora de la fe

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Mt 11, 25-30: En aquel tiempo, Jesús exclamó: "Te doy gracias, PadreÂ…".

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. El eterno designio de salvar a los hombres en y por Cristo, fue revelado y realizado plenamente por el Verbo Encarnado, especialmente por el misterio pascual de su muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo. En Cristo, por tanto, la revelación del misterio de Dios ha sido perfecta y definitiva, de modo que ya no habrá ninguna otra revelación. "Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra" (San Juan de la Cruz).

2. Esta revelación fue entregada a la Iglesia, la cual es asistida siempre por el Espíritu Santo con el fin de que lleve, de modo verdadero e indefectible, la salvación de Dios a todos los hombres de todos los tiempos y culturas. La Iglesia no ha dejado -ni dejará nunca- de anunciar este misterio, sobre todo por el ministerio del Papa y de los obispos, como principales responsables. Cada fiel cristiano también participa de esta responsabilidad, en virtud de la misión profética que ha recibido de Cristo en el Bautismo.

3. Cuando este anuncio es acogido, provoca la conversión y la fe. Ésta siempre es un don gratuito de Dios, pero requiere la respuesta y colaboración humanas de apertura y acogida. De forma ordinaria, no es posible la fe sin un anuncio explícito de los contenidos revelados. Sólo en casos excepcionales Dios infunde a un adulto directamente la fe sin un anuncio previo de su misterio. Lo ordinario es que exista esta secuencia: anuncio explícito del misterio de Dios, acogida del mismo, conversión, profesión de fe y Bautismo.

4. La familia cristiana, por el sacramento del matrimonio y por el bautismo de los padres y de los hijos, es "Iglesia doméstica" y participa de esa misión; y en cuanto engendradora de sus hijos, se convierte en la primera y principal institución encargada de transmitir a los hijos el misterio salvífico de Dios. Por ello, los padres son los genuinos transmisores a sus hijos de la fe que profesan. Los grandes santos han nacido, generalmente, en el seno de familias profundamente cristianas. Es un hecho que en los países donde la fe ha sido perseguida durante mucho tiempo, ésta se ha conservado y transmitido por el ministerio de los padres.

5. La familia no es una institución autosuficiente ni autónoma en la transmisión de la fe a sus hijos; sino que necesita estar en íntima relación con la parroquia y la escuela -sobre todo si es católica-, que frecuentan sus hijos. El modo informal (a veces ha de ser también formal) de la catequesis familiar se complementa con la catequesis parroquial y la clase de religión del centro educativo.

6. Ya en los primeros momentos del cristianismo la familia cristiana aparece como transmisora de la fe de los padres. Así como se manifiesta en la práctica de llevar a sus hijos a recibir el Bautismo y en la acogida de esta propuesta por parte del obispo, responsable de la comunidad. El testimonio de los padres jugó un papel decisivo, hasta el punto de convertirse la familia en el lugar por antonomasia donde la Iglesia trasmitía la fe. Así sucede con los países de misión; mientras que en otras naciones de gran tradición cristiana, la familia ha perdido con frecuencia este protagonismo, con el consiguiente deterioro en la fe y práctica religiosa.

7. La recuperación de una Iglesia pujante y evangelizadora pasa por la restauración de la familia como institución básica para transmitir la fe. Por eso, en dichos países la familia cristiana tiene hoy un especial campo de acción sobre todo para con otras familias no cristianas o alejadas de la práctica religiosa. Los abuelos, los hijos y otros familiares cristianos están urgidos a transmitir la fe a sus padres y consanguíneos.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Perciben los esposos de hoy que la familia es la primera y principal transmisora de la fe, o desconocen o abdican de esta misión?
  • ¿Son conscientes las familias cristianas de que el cumplimiento de su misión necesita un continuo contacto y diálogo con los formadores y la parroquia? ¿En qué se manifiesta o no este diálogo?
  • ¿Cómo puede realizar la familia hoy el anuncio de Jesucristo a sus hijos?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Oh Dios, que has dado a la familia cristiana el honor y la responsabilidad de transmitir la fe a sus hijos; concédele tu fortaleza para cumplir con fidelidad la tarea que tú le encomendaste. Por Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Catequesis segunda

Dios uno y trino

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Ef 1, 3-10.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. El Misterio de Dios Uno y Trino se encuentra en el mismo centro de la familia cristiana. Los padres van transmitiendo a los hijos esta verdad central de su fe, a medida que los incorporan a la vida de familia.

2. Dios es "el que es" y "Dios es amor". Estos dos nombres están tan inefablemente unidos que manifiestan la misma esencia divina, que está sobre toda inteligencia creada. Por eso, solo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de Sí mismo, revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta vida divina la participamos ya, por la fe de modo incoado en la tierra, y después, de modo pleno y por la visión de Dios, en la vida eterna.

3. Gracias a la Revelación, podemos profesar que Dios Padre en toda la eternidad engendra al Hijo, que el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ambos. Las tres Personas divinas, por tanto, son eternas e iguales entre sí; así mismo la vida y felicidad de Dios es participada totalmente por cada una de ellas y, en consecuencia, siempre es necesario venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad.

4. Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, nos ha revelado este Misterio, en el que se nos manifiesta el plan de Dios, es decir: que todos nosotros participamos -como hijos- en la comunión de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

5. El mismo Jesucristo sugiere una cierta semejanza entre las Personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad, cuando ruega al Padre que "todos sean uno como nosotros también somos uno" (Jn 17, 21-22). Esta semejanza muestra que el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega de sí mismo a los demás. Esta semejanza con Dios, por la autoentrega, la unidad y el amor, es la perfección de la familia.

6. El matrimonio, que implica una entrega total de los esposos entre sí y de los padres para con los hijos, es, por ello, un perfecto reflejo de la comunión trinitaria. Por eso, la dinámica de la vida en familia ha de manifestar esta unión íntima entre las Personas divinas.

7. Toda invocación, pues, a la Santísima Trinidad en familia, ha de llevar a todos sus miembros a renovar los lazos de comunión entre ellos y a una más generosa comunicación de sus dones a otras familias.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • Jesucristo es Hijo de Dios y nosotros también. ¿Cuáles son las semejanzas y cuáles las diferencias de ambas filiaciones?
  • ¿Por qué familia cristiana es un reflejo de la Trinidad?
  • ¿Cuáles son los rasgos principales que debe manifestar en su vida familiar cristiana para que sea reflejo de la vida trinitaria?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Dios Padre todopoderoso que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio; concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. Por Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Catequesis tercera

La Persona de Jesucristo, centro y síntesis de la fe cristiana

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Mt 1, 18-25.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. "Jesucristo es el Hijo eterno de Dios". Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisiblesÂ… todo fue creado por él y para élÂ… Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud y reconciliar por él y para él todas la cosas, pacificando, mediante la sangre de la Cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (cf. Col 1, 15-20).

2. Hecho hombre, por obra del Espíritu Santo en el seno de María, nos manifestó al Padre en su Persona y en su predicación. Nos dio el mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como él amó; nos enseñó el camino de las bienaventuranzas: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato. Murió por nosotros como Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Fue sepultado y resucitó por su propio poder, y por su resurrección nos llevó a la participación en la vida divina. Subió al Cielo, de donde ha de venir de nuevo con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según sus propios méritos. Y su reino no tendrá fin.

3. Por tanto, Jesucristo es el Centro del mundo, de la historia, y de la vida de todos los hombres; y su único Salvador. Sólo en Él está nuestra salvación sin compartirla con otros mediadores o fundadores de religiones. La Persona de Jesucristo, Hijo de Dios y verdadero hombre entre los hombres es, por ello, el centro y la síntesis de la fe cristiana. En él encontramos el programa de la Iglesia y de la familia cristiana, "iglesia doméstica". En consecuencia no hay que inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el evangelio y la tradición viva; se centra en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar para vivir en él la vida trinitaria y transformar en él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celestial. Es un programa que no cambia al modificarse los tiempos y las culturas, aunque los tiene en cuenta para un verdadero diálogo y comunicación eficaz.

4. El conocimiento de Jesucristo nace y crece, sobre todo, mediante el encuentro con su Palabra en la escucha y lectura del Evangelio, la participación en la vida, sobre todo en la Eucaristía, el trato en la oración personal y comunitaria, y el servicio y preocupación por los pobres y necesitados. Este conocimiento lleva al amor a su Persona y a practicar el mandamiento del amor al prójimo, que él nos dio como distintivo y que es el comienzo de toda imitación de su vida.

5. Por tanto, la lectura de la Palabra de Dios y el Evangelio en familia, la participación, como familia, en la eucaristía dominical, la oración en común y las obras de caridad tienen un lugar preponderante en el hogar cristiano. Estas manifestaciones son parte esencial de la catequesis familiar.

5. Reflexión del que dirige:

6. Diálogo:

  • ¿Se puede amar a Jesús sin conocer su vida y doctrina?
  • ¿Cómo pueden los padres hacer cercanas a sus hijos la vida y enseñanza de Jesús?
  • ¿Cómo hacer descubrir a los hijos que Cristo vive entre nosotros, aunque ya está gozando de Dios en la gloria del Padre?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Padre de bondad y Dios de todo consuelo, que tanto amaste al mundo que le diste a tu Hijo Unigénito: haz que las familias cristianas sepan presentárselo a sus hijos como el camino que nos lleva hasta ti. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Cuarta catequesis

El Espíritu Santo y la Iglesia

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Hch 2, 1-12.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. Una vez realizada la obra de la redención, el Padre envió al Espíritu Santo el día de Pentecostés para santificar a los creyentes y darles acceso al Él por medio de Cristo en un mismo Espíritu. El Espíritu Santo habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo, y en ellos obra y da testimonio de su adopción como hijos del Padre.

2. Guía a la Iglesia a la verdad plena, la gobierna con diversos dones y la embellece con sus frutos; con la fuerza del Evangelio, la rejuvenece y conduce a la unidad consumada con Cristo, su Esposo. Y así toda la Iglesia aparece como un Pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La condición de este Pueblo es la dignidad y libertad de los hijos de Dios; tiene por ley el nuevo mandato de amar como Cristo nos amó y como fin dilatar el reino de Dios; está destinado a todos los hombres y aunque, con frecuencia, parezca una pequeña grey, es un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano.

3. El Espíritu Santo prepara a los hombres; les previene con su gracia para atraerlos hacia Cristo; les manifiesta al Señor Resucitado; abre su mente para entender su muerte y su resurrección; les recuerda la Palabra; da a los lectores y oyentes, según las disposiciones interiores, la inteligencia espiritual de la misma; y les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía, con el fin de reconciliarlos, conducirlos a la comunión con Dios y hacer que den fruto abundante.

4. Además, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque no sabemos pedir como conviene, e intercede por nosotros con gemidos inefables. Su gracia suscita en nosotros la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre.

5. Los padres transmiten a sus hijos la fe en el Espíritu Santo desde los primero momentos de su existencia cuando viven según el Espíritu. En el momento en que los hijos son capaces de entender, además de la coherencia de vida, se requiere una explicación adecuada. Momentos fundamentales de la misma son: la preparación y celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana, especialmente el de la Confirmación; la escucha de la Palabra de Dios y la reflexión sobre sus exigencias y la participación en la vida sacramental de la Iglesia. También es un momento especialmente eficaz ayudarles a traducir a la vida ordinaria las exigencias de su incorporación a Cristo y a que se interesen en trasmitir a sus amigos y coetáneos la alegría del mensaje de Jesús.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Se puede decir que el Espíritu es conocido por las familias cristianas? ¿En qué se manifiesta este conocimiento?
  • ¿Cuáles son las principales funciones que desempeña el Espíritu Santo en la Iglesia y en la familia "Iglesia doméstica"?
  • ¿Qué papel desempeña el Espíritu Santo en los sacramentos de la Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Primera Eucaristía y cómo descubrírselo a los hijos?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Dios todopoderoso y eterno que enviaste tu Espíritu a los Apóstoles: derrama también sobre nosotros este Espíritu de amor, para que demos siempre fiel testimonio de aquel amor que has querido que fuera el distintivo de los discípulos de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

10. Canto final.

Catequesis quinta

Los sacramentos, momentos especiales para la transmisión de la fe

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Mt 28, 16-20.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. Los bautizados son consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo, para que, por medio de toda su vida, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el poder del que los llamó a su luz admirable. Así pues, perseverando en la oración y alabando juntos a Dios, han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata, y dar testimonio incesante de Cristo y razón de la esperanza que llevan en sus vidas. Los fieles ejercen su sacerdocio, sobre todo, por medio de una vida santa y en la recepción de los sacramentos.

2. Los sacramentos son las obras maestras de Dios, pues en ellos se hacen presentes y operativos los grandes acontecimientos salvíficos, muy singularmente el de la Pascua de Cristo, por el que fuimos reconciliados con Dios y participamos en su misma vida divina. En virtud de la mediación de la Iglesia, la gracia salvadora de los siete sacramentos sale a nuestro encuentro a lo largo de nuestra vida: por el Bautismo nos regenera como hijos de Dios y nos introduce en su familia; con la Confirmación, acrecienta nuestra inserción en Cristo y en la Iglesia; mediante la Eucaristía lleva a plenitud nuestra incorporación a Cristo y nuestra pertenencia a la Iglesia; con la Penitencia repara las heridas y restaura la comunión rota por el pecado; con la Unción viene en nuestra ayuda para que vivamos con Cristo la enfermedad y demos sentido corredentor a nuestro sufrimiento; por el Matrimonio santifica el amor humano entre hombre y mujer haciéndoles signo visible de la unión de Cristo y la Iglesia; y con el sacramento del Orden consagra a los sacerdotes como ministros de Cristo y les habilita para predicar, santificar y regir al pueblo de Dios.

3. La coherencia de vida de la familia como Iglesia doméstica, tanto en los momentos más importantes como en los más comunes y ordinarios, es de suma importancia para trasmitir la fe a los hijos. Por ello, es muy conveniente darles la oportuna y adecuada explicación y así ayudar a la catequesis preparatoria de cada sacramento. De esta forma, cada uno de los hijos irá entendiendo e incorporando a sus vidas la diferencia y riqueza de la gracia significada y realizada por cada uno de los sacramentos.

4. A este respecto, la pronta recepción del sacramento del Bautismo indica, con los hechos, la importancia que tiene para los padres que los hijos, junto a la vida natural, sean engendrados a la vida de Dios. Algo semejante ocurre si, desde la más tierna edad, se les va disponiendo -con una catequesis adaptada, aprovechando las circunstancias- a que apetezcan la recepción del Cuerpo y de la Sangre de Cristo; de este modo se les facilitará también que, llegado el momento de la Primera Comunión, puedan disponerse a través de la catequesis familiar y/o parroquial con mayor aprovechamiento. Otro tanto se puede decir respecto al sacramento de la Penitencia: si ven a los padres acercarse a recibir el perdón de Cristo en dicho sacramento, nacerá en los hijos el deseo de recibirlo. Un período delicado es la preparación a la Confirmación, que puede afianzarles en su adhesión a Cristo y no ser el tránsito a un cierto abandono de la piedad. Por eso, requiere un seguimiento especial por parte de los padres. Otro tanto cabe decir sobre la orientación en la elección de vida, una vez llegada la juventud. Los padres, respetando escrupulosamente su personal decisión, deben guiarlos en la elección de estado bien se trate de una entrega en el Matrimonio bien en el camino de la virginidad.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Por qué los sacramentos nos hacen participar en la misión de Jesucristo?
  • ¿Cómo lograr que los hijos aprecien y apetezcan su recepción?
  • ¿Cómo ayudar a superar las dificultades que puedan encontrar?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familiar: Concédenos Señor, que cuantos hemos recibido los sacramentos, manifestemos en todas las circunstancias de la vida los misterios de la muerte y resurrección de tu Hijo en los cuales hemos participado. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Catequesis sexta

Los mandamientos de la ley de Dios

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Mt 19, 16-22.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. Al joven rico que pregunta: "¿Qué he de hacer yo para conseguir la vida eterna?, Jesús le responde invocando la necesidad de reconocer a Dios como el "único bueno" y como la fuente de todo bien. Luego le declara: "Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre", y finalmente concluye: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19, 16-19).

2. Por tanto, el seguimiento de Jesucristo exige cumplir sus Mandamientos: "No todo el que dice: Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre". Ellos están contenidos en el llamado "Decálogo -que significa 'diez palabras'-, que resume y proclama la ley de Dios. Por eso, el Magisterio de la Iglesia enseña que es necesario el cumplimiento de los Diez Mandamientos para obtener la salvación, puesto que expresan los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo y revelan en este contenido obligaciones graves; por ejemplo, la protección e inviolabilidad de la vida, el respeto a la mutua donación conyugal indisoluble y el deber de la procreación y educación de los hijosÂ…

3. Los mandamientos reciben su plena significación en el interior de la Nueva Alianza; porque es en este contexto de correspondencia a la fidelidad de Dios, donde el obrar del hombre adquiere su sentido. Así, la existencia moral es "respuesta" a la iniciativa amorosa del Señor, expresada en su Alianza: es el reconocimiento, el homenaje y la cooperación con el designio que Dios se propone en la historia. Por eso, los mandamientos han de ser contemplados no sólo como mandatos sino como una posibilidad gozosa de responder a la voluntad de Dios.

4. Los tres primeros enuncian directamente las exigencias del amor de Dios; los restantes, las del amor al prójimo. Ellos nos enseñan la verdadera humanidad del hombre, es decir: ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto, los derechos fundamentales inherentes a la persona humana. Aunque de suyo la mente humana puede alcanzar el conocimiento de estos mandamientos, sin embargo, dada su condición pecadora, el hombre necesita de la Revelación de Dios para alcanzar un conocimiento completo y cierto de esta ley natural.

5. La actitud respetuosa y religiosa hacia la Ley de Dios por parte de los padres hace que los hijos perciban en su corazón quién es el verdadero autor y legislador de la ley natural y de los preceptos divinos. Ayuda mucho a formar rectamente la conciencia de los hijos que los padres sepan distinguir en su conducta qué cosas están mandadas por la Ley de Dios y qué otras quedan a la libre determinación de cada persona, pues no todo cae bajo el precepto de la ley divina. Además, si los padres reconocen oportunamente sus propios fallos e incumplimientos de la Ley de Dios, contribuirán a que los hijos reconozcan también los suyos en un clima de sinceridad, sin recurrir a la fácil excusa o a la culpabilidad enfermiza.

6. Los padres transmiten a los hijos la adhesión a los mandamientos cuando desarrollan y aplican las exigencias de cada uno de ellos tomando ocasión de las incidencias de la vida familiar o social, y ayudándoles a aplicar a las circunstancias personales los conocimientos teóricos que pueden haber adquirido. Los padres perfeccionan así de un modo práctico la catequesis institucional y la enseñanza escolar de la Religión.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Cómo descubrir la voluntad de Dios en cada mandamiento?
  • ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?
  • ¿Se puede amar a Jesucristo sin cumplir su voluntad? ¿Por qué?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Oh Dios que has puesto la plenitud de la Ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos, para llegar así a la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Catequesis séptima

El domingo: eucaristía y otras expresiones

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Hch 20, 7-20.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. El domingo es el núcleo de todo el año litúrgico; porque en él celebramos la muerte y la resurrección del Señor, la cual es el centro de toda la historia y la fuente de la que dimana toda la gracia salvadora. Así fue entendido y celebrado por los Apóstoles y las primeras comunidades cristianas.

2. Desde los orígenes, la Eucaristía es el centro del domingo. Así lo expresaban los mártires de Abitinia, cuando, sorprendidos un domingo mientras celebraban la Eucaristía, al ser interrogados por qué habían transgredido la severa orden del emperador, respondieron: "Sine dominico non possumus", es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir.

3. Sin embargo, el domingo no se agota en la celebración de la Eucaristía, sino que se prolonga en otras celebraciones y vivencias; v.g. la familiar, la preocupación y atención a los pobres, el descanso, etc.

4. Por eso, es preciso insistir y dar un realce especial a la Eucaristía dominical y al domingo mismo, como día especial de la fe, día del Señor Resucitado y del don del Espíritu. La participación en la Eucaristía debe ser para cada bautizado el centro del domingo. Es un deber irrenunciable, que se ha de vivir no solo para cumplir un precepto sino como necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente. El deber de la participación eucarística, cada domingo, es un aspecto específico de la propia identidad de la comunidad cristiana, aun viviendo en circunstancias de pequeñas minorías y en condiciones de aislamiento y dificultad.

5. La Eucaristía dominical, congregando semanalmente a los cristianos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y al pan de vida, es también el antídoto más eficaz contra la dispersión, por ser el lugar privilegiado donde se cultiva y vive continuamente la comunión.

6. Por todo ello, la Eucaristía del domingo ha de ser el centro de la piedad de los padres y de la familia como tal. Los hijos, viendo a los padres y participando con ellos en ella, la irán incorporando a sus vidas y la convertirán en el alimento principal de su piedad. La participación como familia en la Eucaristía dominical es un ideal hacia el que hay que tender; de este modo, se está significando su supremacía sobre las demás actividades nobles y dignas del domingo.

7. La Eucaristía, si se participa debidamente, especialmente por la recepción de la sagrada comunión, urge a vivir la dimensión de la caridad cristiana. Por eso, los padres deben ser ejemplo vivo para los hijos en la preocupación por los pobres necesitados.

8. Para recibir dignamente el sacramento de la Eucaristía, será preciso recurrir, siempre que exista conciencia de pecado mortal, al sacramento de la reconciliación, ya que, como dice San Pablo,"quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor"(1 Cor 11, 27).

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Qué dimensiones de la fe pone de relieve el domingo?
  • ¿Por qué tiene tanta importancia participar como familia en la misa dominical?
  • ¿Acabada la misa podemos despreocuparnos, porque "ya he cumplido" mi obligación?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Oh Dios nos reúnes cada domingo en torno a la mesa de tu Palabra y del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo para celebrar el memorial del Señor Resucitado; te pedimos que, mientras llega el domingo sin ocaso, vivamos como una familia unida y alabemos por siempre tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Catequesis octava

La piedad popular

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Lc 2, 41-52.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. Aunque la liturgia es la cumbre a la que tiende toda la actividad de la Iglesia y la fuente de donde mana toda su fuerza, no agota toda su actividad ni la vida espiritual de los fieles. Por eso, la Iglesia, además de la participación en la liturgia, fomenta y recomienda celebraciones y ciertos ejercicios de piedad popular. Unas veces, asume sin más ciertas manifestaciones que brotan de la genuina experiencia de la fe y religiosidad del pueblo cristiano; otras debe purificarlas de omisiones, acentuaciones excesivas o incluso de manifestaciones supersticiosas.

2. La experiencia secular de la Iglesia atestigua que este tipo de piedad ha producido abundantes frutos de vida cristiana en las familias y en los pueblos. Apoyada por esta experiencia y la luz del Espíritu Santo, la Iglesia cree que esta piedad puede seguir prestando grandes servicios a una fe verdaderamente inculturada, según la diversidad de los pueblos y continentes.

3. La piedad popular tiene múltiples manifestaciones a lo largo del curso del Año Litúrgico, especialmente durante la Cuaresma, Semana Santa y el Triduo Pascual. Durante el Tiempo Ordinario son múltiples las manifestaciones en torno a la Virgen María, los fieles difuntos y los Santos. Forman parte inseparable de esta piedad las peregrinaciones, las romerías a los santuarios, la visita a los cementerios, las procesiones, etcétera.

4. La familia cristiana ha estado muy vinculada con estas manifestaciones de piedad, especialmente con las peregrinaciones y romerías a los santuarios marianos, algunos de los cuales son mundialmente famosos; y ha trasmitido estas costumbres de padres a hijos. Todavía hoy no son pocas las familias cristianas que acuden con sus hijos a los santuarios de la Virgen y allí, además de realizar sus devociones, reciben los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.

5. Junto a estas manifestaciones, existen otras más cotidianas, como la bendición de la mesa en las comidas, el rezo del santo rosario en familia, la bendición de las casas o de los vehículos, la romería al santuario de la Patrona, la petición de la lluvia o la protección frente a las calamidades públicas, etc.

6. Puesto que la fe ha informado estas costumbres y prácticas religiosas, es conveniente que los padres continúen viviéndolas y trasmitan a los hijos ese espíritu sencillo y recio, de vivir sus relaciones con Dios en medio de las situaciones de su vida, no sólo extraordinarias sino más comunes.

7. Además, la fuerza de estas prácticas ha ejercido y ejerce una gran labor en la identidad de los pueblos y en la expresión externa de la fe profesada. Cuando tales manifestaciones se traducen en expresión social, se convierten en testimonio gozoso de la propia fe para los no creyentes y estímulo para los débiles.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Por qué tiene importancia la piedad popular en la vida cristiana? ¿No es algo de poco valor?
  • ¿Lleva la piedad popular a exaltar a María y a los Santos por encima de Dios? ¿Por qué?
  • ¿Puedes enumerar algunas manifestaciones desorientadas de la piedad popular?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Dios Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo: concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y unidos por los lazos del amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.

10. Canto final.

Catequesis novena

La santísima Virgen María

1. Canto Inicial.

2. Oración del Padrenuestro.

3. Lectura bíblica: Jn 19, 25-27.

4. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia:

1. La Virgen María está unida con vínculo indisoluble a la vida y la obra salvífica de su Hijo. Esta unión se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte. En el nacimiento, cuando presentó a los pastores y a los magos a su Hijo primogénito; en el Templo cuando, hecha la ofrenda propia de los pobres, lo presentó a Dios y oyó profetizar a Simeón que una espada atravesaría su alma; en la vida pública, con su intercesión en las bodas de Caná, suscitó el comienzo de los milagros de Jesús; durante la pasión, con su unión fiel a Cristo hasta el pie de la Cruz, sufriendo profundamente con Él y asociándose a su sacrificio con entrañas de Madre; en el momento de pasar de este mundo al Padre, siendo dada por Jesús agonizante al discípulo como Madre; y en Pentecostés, implorando, junto con los Apóstoles, el don del Espíritu y ejerciendo su maternidad en los comienzos de la Iglesia.

2. De este modo, concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el Templo, padeciendo con Él cuando moría en la Cruz cooperó de forma enteramente impar a la obra del Salvador -con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad- en la restauración de la vida sobrenatural en las almas. Así se convirtió en Madre de los hombres en el orden de la gracia. No obstante, esta misión maternal no oscurece ni disminuye la mediación única de Cristo, sino que sirve para demostrar su poder.

3. María está también profundamente unida a la vida y misión de la Iglesia. En efecto, la Iglesia, contemplando su profunda santidad, imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también Madre; ya que, por la predicación de la Palabra de Dios, aceptada con fidelidad y por el Bautismo, engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios.

4. Además, en María la Iglesia admira y ensalza al fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser.

5. Por todo esto, la Iglesia presenta a María a los fieles para que la contemplen como primera obra de la redención, la veneren como Madre de Jesús y Madre suya y la imploren como su intercesora, tanto en el culto litúrgico como en las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos.

6. Así mismo recuerda a los fieles que la verdadera devoción a María no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad; sino que procede de la fe auténtica que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, a un amor filial hacia ella y a la imitación de sus virtudes.

7. Todos somos conscientes de haber recibido la devoción de la Virgen en el ámbito de nuestro hogar, como una herencia preciosa, a través del ejemplo y el testimonio de nuestros padres: el rezo del rosario en familia, el Ángelus y la Salve, la celebración de las fiestas marianas, el mes de mayo, las visitas a algún santuario, etc.

8. Las fiestas marianas han sido siempre momentos especiales para frecuentar los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Con frecuencia, la Patrona de tantas parroquias es un misterio de la vida de María, el cual se convierte por ello en punto importante de la vida de esa comunidad cristiana.

5. Reflexión del que dirige.

6. Diálogo:

  • ¿Qué relación existe entre Santa María y Cristo, único Mediador?
  • ¿La devoción a María favorece, dificulta o impide el amor a Dios? ¿Por qué?
  • ¿Qué virtudes naturales y sobrenaturales resaltarías en la vida de María?

7. Compromisos.

8. Oración del Ave María e invocación: Regina familiae. Ora pro nobis.

9. Oración por la familia: Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquélla de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

10. Canto final.

 

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