The Holy See
back up
Search
riga

CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA

MENSAJE DEL EMMO. SR. CARDENAL ENNIO ANTONELLI
PRESIDENTE DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA
AL EMMO. SR. CARDENAL JUAN SANDOVAL IÑIGUEZ
ARZOBISPO METROPOLITANO DE GUADALAJARA
CON MOTIVO DEL PRIMER ENCUENTRO
DE LAS FAMILIAS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA
DE GUADALAJARA, MÉXICO

Ciudad del Vaticano, 24 de octubre de 2009

 

Eminentísimo Señor Cardenal, Juan Sandoval Iñiguez
Excelentísimos Señores Obispos
Queridísimos hermanos Sacerdotes, religiosos y religiosas.
Amadas familias,

1. Los saludo con las palabras del apóstol S. Pablo a través de las cuáles deseo transmitirles mi intenso afecto: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes" (2 Cor 13,13).

Saludo con un sentimiento de particular comunión fraterna, al Señor Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, dignísimo pastor de esa querida Iglesia de Guadalajara y junto con Él a los excelentísimos señores obispos ahí presentes, de modo especial, a Su Excelencia Mons. Francisco González, quien junto con la comisión organizadora ha sostenido el peso de la preparación de este Encuentro.

2. Están reunidos en gran número para celebrar el Primer Encuentro de las Familias de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara. Una feliz iniciativa que en continuidad con el VI Encuentro Mundial, que celebramos el pasado mes de enero en la Ciudad de México, se propone impulsar una pastoral familiar integral en la región. Conservamos aún vivo el recuerdo agradecido de la espléndida reunión de familias de todo el mundo, congregadas para celebrar, anunciar y renovar energías para servir con perseverancia y ardor el Evangelio de la Familia y de la Vida.

3. En efecto, la Familia es una gran noticia y un motivo de esperanza con la cual hemos de comprometernos todos, pues de su bienestar espiritual, moral y material, depende en gran medida el futuro de la humanidad. Desafortunadamente en algunos ambientes se ha ido alimentando una gran desconfianza hacia ella. Se niega su valor social y se le ve como un obstáculo para el desarrollo de las personas. Incluso se le acusa de ser fuente de injusticias y discriminaciones sociales entre los sexos y las generaciones y se tiende a reducirla a la esfera privada de los afectos, con lo cual se le llega a equiparar a otras formas privadas de amistad, sin ninguna relevancia social, como es la relación entre personas del mismo sexo. Algunos en lugar de ver en ella la célula fundamental de la sociedad y el seminarium rei publicae, la miran como un obstáculo al progreso social y a la difusión de los derechos civiles, a la instauración de una sociedad democrática, abierta e igualitaria.

Sin embargo, si bien es verdad que en muchas sociedades actuales asistimos a una grave pérdida de los valores y virtudes sociales, tanto en la esfera pública como en la esfera privada, debemos reconocer que ello no es imputable a la familia en cuanto tal, sino a los procesos modernizadores que han desviado su sentido y su función social. Procesos que la han privatizado, que la han erosionado y que han anulado su subjetividad social.

Estos procesos están relacionados con tendencias culturales como el relativismo ético que impide descubrir un bien objetivo que perseguir; el subjetivismo libertario que valoriza la elección en cuanto tal y no la elección del bien verdadero, de ahí que se considere válida la elección de la orientación sexual o del suicidio asistido simplemente por el hecho de ser la elección de alguno; el egocentrismo y el hedonismo que busca la propia autorrealización siguiendo el principio del placer y la omnipotencia del deseo; el utilitarismo que mercantiliza el sexo y las relaciones entre las personas; el consumismo que lleva a pensar que se está vivo en la medida en que se consuma, en que se experimentan emociones y sensaciones satisfacientes inmediatas, de modo que el matrimonio se convierte en una relación basada en la autosatisfacción y se vive a prueba, "mientras me satisface"; el individualismo que organiza el trabajo, la sociedad y la economía en función del individuo ignorando las necesidades de la familia. De esta manera la familia se mira sólo como la coexistencia bajo el mismo techo de individuos ligados por la convergencia de intereses y por relaciones afectivas privadas. Así se habla de diversos modelos de familia y se define como familia realidades que no lo son.

Todo esto comporta una grave crisis. Crisis de la pareja, de la natalidad y de la educación. La crisis de la pareja se manifiesta en la gran cantidad de divorcios, de familias monoparentales, de familias recompuestas y de convivencias de hecho que implican fuertes costos psicológicos, sociales, jurídicos y económicos, con innumerables sufrimientos, frecuentemente ignorados por los medios de comunicación, sobre todo de los hijos. La crisis de la natalidad se siente especialmente en algunas regiones del mundo desarrollado, donde el número de nacimientos se ubica muy por debajo de la cuota de recambio poblacional con las pesadas consecuencias económicas que ello comporta; pero también comienza a sentirse en países como México, donde se asiste a un fuerte y sostenido descenso de la tasa de la natalidad. Por último la crisis de la educación que se manifiesta en la gran dificultad para educar a las nuevas generaciones, en el aburrimiento, el aislamiento, la violencia, el crecimiento de la delincuencia y la proliferación de vicios entre los jóvenes, que acusa la ausencia de puntos de referencia firmes sobre los cuales forjar la personalidad, la ausencia de los padres y una difundida actitud permisiva.

4. Frente a estos grandes desafíos las familias cristianas son un estupendo mensaje de esperanza a condición de que vivan intensamente su identidad y misión evangelizadora. En efecto, las familias, iglesia doméstica, transmiten a los demás el amor de Cristo a través de la fe que profesan y testimonian con sus palabras, con su estilo de vida, con sus gestos, con sus acciones, con sus obras, en una palabra con todo su modo de vivir. Para ello se requiere que las familias vivan una íntima comunión con Dios, a partir de un encuentro personal y comunitario con el Señor Jesús, pues no se evangeliza simplemente siendo honestos, siendo bautizados pero viviendo alejados de la Iglesia, conformistas respecto al mundo. Sólo se evangeliza si se tiene una experiencia profunda del amor de Dios y se vive unidos a Él, mediante la escucha de su Palabra, la vida de oración, la Eucaristía y el esfuerzo ascético de la propia conversión, viviendo una vida nueva en el Espíritu Santo.

Debemos darnos cuenta que es Cristo quien nos da el "plus" de esperanza que es necesaria para transformar nuestra sociedad; que es Cristo quien nos da el "plus" de significado y de valor para las personas y para la realidad humana en sus múltiples aspectos; el "plus" de luz y discernimiento, de energía, de alegría y de gozo que permiten hacerse cargo de los demás y conducirlos a la luz.

Queridos amigos, no evangeliza, en sentido propio y creíble, la familia que se conforma con ser buena y decorosa. Tampoco evangeliza la familia que es "practicante" pero está conformada con los valores y criterios secularizados del mundo. Sólo la familia realmente cristiana que vive intensamente el amor, entendido como donación y comunión, como participación en la alianza nupcial de Cristo con la Iglesia, mediante la acción santificadora del Espíritu Santo y que es un reflejo y una imagen de la comunión trinitaria entre las personas divinas, puede hacerlo. En breve, sólo la familia que vive como discípula puede ser misionera, sólo una familia empeñada seriamente en vivir según la gracia del Espíritu Santo puede ser sujeto creíble de evangelización.

Una familia así, irradia el amor de Cristo, suscita con su vida misma la pregunta acerca del secreto de su alegría, se convierte en un sujeto social y eclesial activo que mueve a los indiferentes y que multiplica para la masa la posibilidad de un encuentro transformador con Jesucristo. Por ello los invito a que su Encuentro sirva para que la pastoral familiar, plantee caminos concretos de crecimiento espiritual para las familias. En primer lugar, siguiendo el criterio evangélico de los pocos para la multitud, para las familias ya practicantes, a fin de que estas se conviertan en sujetos activos de evangelización, misioneras con su vida misma, de entre las cuales algunas puedan ser llamadas, también, a empeñarse en los diferentes servicios de la comunidad eclesial.

Que la materna intercesión de nuestra Señora de Zapopan obtengan de su Hijo Jesucristo abundantes gracias para hacer muy fecundo su Encuentro.

 

Ennio Cardenal Antonelli
Presidente

 

top