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INTERVENCIÓN DE MONS. JAVIER LOZANO BARRAGÁN, PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIO
PARA LA PASTORAL DE LOS AGENTES SANITARIOS,
EN LA 50 ASAMBLEA MUNDIAL DE LA SALUD

 

Señor presidente;
señor director general;
distinguidos delegados;
señoras, señores:

1. Es para mí un gran placer y un honor tomar la palabra a nombre de la delegación de la Santa Sede para expresar a los distinguidos delegados la gratitud de la Iglesia católica por todos los esfuerzos que la OMS no cesa de desplegar para el mejoramiento de la salud de los pueblos, así como la atención y el interés de mi delegación y mío propio hacia los trabajos de la quincuagésima Asamblea mundial de la salud. Es notoria para todos la importancia de esta Asamblea de la OMS, que tiene lugar exactamente un año antes de las celebraciones de la conmemoración del cincuentenario de su fundación. Una mirada a la vez retrospectiva y prospectiva sobre la Organización permite apreciar su balance, en general positivo, que nos obliga a dirigir nuestra atención por un momento a cierto número de desafíos y de instancias puestas por el mundo del sufrimiento y la salud.

Si la comunidad internacional se regocija de la reducción y hasta la erradicación de algunas enfermedades como la poliomielitis y el gusano de Guinea de aquí al año 2000, debido a sistemas de vigilancia, a programas específicos de mayor eficacia de lucha y al uso de vacunas nuevas y perfeccionadas, sin embargo persiste su inquietud por tantos millones de seres humanos desheredados que continúan sufriendo y muriendo debido a enfermedades contagiosas como el paludismo, la diarrea, la neumonía, etc.

2. En el plano epidemiológico, las nuevas y emergentes enfermedades, tales como la fiebre hemorrágica causada por el virus Ébola, la encefalopatía espongiforme bovina (enfermedad de las vacas locas) y las enfermedades en vía de reaparición como el cólera y la tuberculosis, constituyen otro capítulo de preocupaciones y mantienen despierta la atención vigilante de la Organización. Como la OMS recientemente ha puesto de relieve en su Relación sobre la salud de 1995, van aumentando regularmente las enfermedades ligadas a modificaciones de género de vida y de régimen alimenticio, alcoholismo, tabaquismo, toxicomanía, etc., y son la causa de la tasa de crecimiento de fallecimientos debidos a enfermedades no transmisibles.

Con este balance epidemiológico, hecho de luces y sombras, la OMS se hace garante de un nuevo pacto entre las naciones fundado en la equidad y solidaridad, hacia una nueva política y estrategia de la salud para todos en el curso del siglo XXI.

3. Distinguidos delegados, señoras, señores, la delegación de la Santa Sede se alegra por los esfuerzos en curso dentro de la OMS para la elaboración de una política y de una estrategia de salud integradas en una perspectiva de desarrollo humano, social, económica, política y culturalmente sostenible. Tal acercamiento se presta a una evaluación mejor del impacto sobre la salud de factores humanos macropolíticos, macroeconómicos, sociales, demográficos y ambientales.

Entre los determinantes de la salud que gravitan fuertemente contra el éxito de los programas de la salud para todos figura, sin duda, el flagelo de la pobreza, el crecimiento del número de pobres, cuya estimación era de 1.300 millones en 1995. La brecha entre ricos y pobres que crece cada vez más, y no sólo entre el sur y el norte del planeta, sino en un país dado, constituye a la vez una grave amenaza al progreso efectuado y una seria hipoteca sobre la política de la salud para todos en el siglo XXI.

Distinguidos delegados, señoras, señores, la delegación de la Santa Sede ve con buenos ojos una estrategia de la salud para todos que se basa en la persona humana y que se integra en una dinámica global y sostenible de desarrollo en el que el hombre jamás podrá ser medio, pues es su forjador y su fin. A este respecto quisiera ilustrar mi punto de vista con tres observaciones relativas a la consulta en curso, de acuerdo a la actualización de la estrategia mundial de la salud para todos.

La Iglesia católica, con sus 21.757 instituciones de salud, desea tomar parte activamente en la definición de la nueva política de la salud. Consultadas sobre los enunciados más importantes de tal política, un buen número de ellas estima que uno de los problemas sobresalientes está constituido por la accesibilidad a los cuidados médicos, y particularmente a las medicinas. Este problema tocará al conjunto de países, no solamente a los más desprotegidos, sino también a los países llamados ricos. Está unido al envejecimiento de la población, a la discriminación cada vez más flagrante entre ricos y pobres y al retroceso de sistemas de seguridad social que son privatizados cada vez más. En este sentido, la accesibilidad a los cuidados médicos es una problemática mundial.

Si no se quiere hacer de la equidad «letra muerta», algo como un eslogan barato, aparece importante:

1º Reducir el costo de los cuidados médicos y de las medicinas, conduciéndolos a niveles relativamente bajos, gracias a una nueva política de cuidados primarios y de medicamentos esenciales, lo que concierne tanto a los países ricos como a los pobres.

2º Basar una política del género en una solidaridad entre las generaciones, entre las diversas personas, entre los sanos y los enfermos, entre los diferentes grupos o categorías, entre los ricos y los pobres. En resumen, urge introducir en la nueva estrategia la noción de sociedades de solidaridad mutua en la accesibilidad a los cuidados médicos y en particular en la accesibilidad a los medicamentos esenciales.

Como se trata de reformas sanitarias en curso en la mayor parte de los países y la tendencia es de definir la política y de evaluar la eficacia sobre la base de los costos económico-financieros motivados por la enfermedad y la incapacidad, mi delegación hace propia la justa y pertinente observación del director general de la OMS en su discurso a la sesión 99ª del último consejo ejecutivo, cuando declara que conviene «tomar en cuenta el costo social y político de la enfermedad, de los sufrimientos y de las desigualdades de acceso a la salud y al desarrollo con la desintegración social, la inestabilidad política y la violencia que ellas entrañan».

4. En fin, respecto a la salud reproductiva, mi delegación quisiera subrayar que este programa concierne directamente a la vida humana y que no puede limitarse a una fase de la existencia humana. El hombre es un todo, con su dimensión física, psíquica, emocional y relacional. En consecuencia, la concepción, la venida al mundo, las relaciones sexuales, forman parte de un conjunto que compromete a la persona en una dinámica de relación que concierne tanto a la familia cuanto a la sociedad. Una salud ligada únicamente con la función sexual y reproductiva sería reductora y en cierta forma en contradicción con la misma definición de la salud que ha sido dada por la OMS, esto es, un estado de bienestar físico, psíquico y social del individuo.

5. Si el desarrollo humano integral se vuelve el cuadro estratégico de la nueva política de la OMS, esto querrá decir que la persona humana debe ser su fin y su medida; reafirmar el respeto de su dignidad, su derecho a la vida y a una salud de calidad; recordar el derecho y la obligación de las naciones a una cooperación y a una solidaridad basada en este respeto y la responsabilidad de todos y de cada uno, constituyen la mejor garantía moral de una política sanitaria conforme a la misión original de la OMS, proyectada hacia el tercer milenio.

Quisiera concluir haciendo mía la intención del director general sobre la actualidad de los valores fundantes de la Organización, que deben acompañar las reformas en curso:

«Al día siguiente de la segunda guerra mundial, los recursos eran insuficientes, pero la voluntad de reconstruir un mundo que fuese humano imponía elecciones muy claras. La visión de los fundadores de la OMS fue inspirada por su fe en el valor y la dignidad igual de todos los seres humanos; su determinación de actuar de conjunto por la paz y la seguridad mediante el desarrollo de la salud, se enraizaban en la aguda conciencia de la interdependencia que liga a todos los pueblos y a todas las naciones. Nosotros queremos hacer nuestra su visión y su determinación, reafirmando nuestro compromiso por la salud para todos en un espíritu de equidad, de solidaridad y de responsabilidad » (Dr. Hiroshi Nakajima, Discurso a la sesión 99ª del Consejo ejecutivo de la OMS, Ginebra, enero 1996).

Les agradezco su amable atención.

Ginebra, 7 de mayo de 1997

 

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