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MENSAJE DEL CARDENAL JAVIER LOZANO BARRAGÁN
CON MOTIVO DE LA 53ª JORNADA MUNDIAL
DE LOS ENFERMOS DE LEPRA


Domingo 29 de enero de 2006

 

"Señor, si quieres, puedes limpiarme" (Mt 8, 2)

1. Fiel a su Maestro y Señor, Jesucristo, la Iglesia católica mantiene siempre viva y operosa la conciencia de ser enviada al mundo para anunciar el evangelio del reino de Dios y para curar a los enfermos (cf. Mt 10, 1; Mc 6, 3; Lc 9, 1-6; 10, 9).

Así como Jesús que, al encontrar al enfermo de lepra, acoge su grito "Señor, si quieres, puedes limpiarme", lo cura y lo restituye a la vida social (cf. Mt 8, 2-4), también la Iglesia en esta 53ª Jornada mundial de los enfermos de lepra desea ponerse a la escucha de las numerosas personas que aún están afectadas en el mundo por la enfermedad de Hansen, es decir, la lepra, y a través del Consejo pontificio para la pastoral de la salud quiere dar voz a su grito de ayuda para que todos nos sintamos implicados, con diferentes posibilidades y responsabilidades, en el compromiso de dar respuestas concretas a la necesidad de atender a los enfermos de lepra.

2. En efecto, aunque el progreso científico, farmacológico y médico nos permite disponer en la actualidad de medicamentos y de cuidados terapéuticos eficaces para la curación de la lepra en sus primeros estadios, sin embargo permanecen aún amplias franjas de personas enfermas y vastas zonas en el mundo que no gozan aún de estas posibilidades de atención médica, debido a diversas causas, que se deberían analizar y evaluar.

Reflexionemos con algunos datos presentados por la World Health Organization: al comienzo del año 2005, los casos declarados de lepra en África eran 47.596; en América 36.877; en el sureste de Asia 186.182; en el Mediterráneo oriental 5.398, y en el Pacífico occidental 10.010.
Afortunadamente, siempre según la WHO, no faltan tampoco algunos datos que hablan de un retroceso de la enfermedad según los datos declarados: de los 763.262 enfermos en el año 2001 se ha pasado a 407.791 en 2004.

La justa y compartida satisfacción por los resultados logrados en la lucha contra la enfermedad de Hansen no debe conllevar un menor empeño o un olvido de las necesidades permanentes, de las causas endémicas de la enfermedad, de los prejuicios aún existentes y de las posibles disfunciones organizativas.

Disminuir la atención prestada al problema sería particularmente dañino sobre todo en el momento en que, si lo quisiéramos con decisión, se podría hacer un esfuerzo decisivo para tratar de erradicar definitivamente y en todas partes del mundo la enfermedad de la lepra.

3. Ciertamente, este compromiso requiere una mejor y constante colaboración entre los organismos internacionales, los Gobiernos nacionales y regionales, las organizaciones no gubernamentales comprometidas en este campo, las Iglesias locales y las entidades operantes en el territorio, con programas específicos y conexos entre sí, con el fin de responder mejor a las necesidades actuales de prevención y de cuidado de las personas con riesgo o que ya están afectadas por la enfermedad de la lepra.

Entre las necesidades que debemos afrontar hoy, además del desarrollo de la organización y de canales más eficientes y garantizados para la distribución gratuita de los medicamentos, y el atento cuidado de la higiene, está la necesidad de preparar, sobre todo en los diversos países y en las zonas donde está más presente la lepra, grupos de agentes socio-sanitarios que puedan actuar en el territorio diagnosticando a tiempo la presencia de la enfermedad y de curarla tanto en la fase inicial como en su desarrollo.

De aquí se deduce, por un lado, la necesidad de proyectos formativos debidamente programados y, por otro, la necesidad de tener un conocimiento más preciso de la realidad y de las zonas no suficientemente servidas o aún no alcanzadas por varios programas sociales y terapéuticos.

4. En esta 53ª Jornada mundial de los enfermos de lepra, el Consejo pontificio para la pastoral de la salud desea dirigir un saludo particular y afectuoso a todas las comunidades cristianas esparcidas por el mundo, a sus pastores, a todos los misioneros y misioneras, para expresarles un profundo y fraternal agradecimiento por su compromiso en la lucha contra la enfermedad de la lepra y en el cuidado amoroso a las personas afectadas. De hecho, no podemos olvidar que desde siempre la Iglesia se dedica en muchos países del mundo, con total entrega, a la acogida, al cuidado y a la reinserción social de los enfermos de lepra.

La celebración de esta 53ª Jornada mundial debe ser para todas nuestras comunidades una invitación a renovar nuestro compromiso común de solidaridad, de sensibilización ante el problema, de apoyo a nuestras misiones comprometidas particularmente en este campo y a los que en diferentes niveles trabajan en la lucha contra la enfermedad de la lepra.

En particular, exhorto a nuestras comunidades a que el domingo 29 de enero "hagan memoria", en la celebración eucarística, en la que Cristo se hace presente en muchas personas y en las familias que aún sufren debido a la enfermedad de la lepra, deseando que la Eucaristía, actualización y manifestación del amor y de la solidaridad salvífica de Dios hacia nosotros y hacia toda la humanidad, se convierta en manantial de un amor y de una solidaridad mayor de parte nuestra hacia las personas que sufren y están enfermas de lepra, que contribuya a edificar una humanidad más justa, fraterna y pacífica.

Este será un modo concreto de manifestar que "Dios es Amor que salva, Padre amoroso que desea ver cómo sus hijos se reconocen entre ellos como hermanos, responsablemente dispuestos a poner los diversos talentos al servicio del bien común de la familia humana. Dios es fuente inagotable de la esperanza que da sentido a la vida personal y colectiva" (Benedicto XVI, Mensaje para la celebración de la Jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2006).

 

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