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Jornada Mundial de la Juventud: De Toronto a Colonia

Roma, 10-13 de abril 2003 

P. Francis Kohn
Responsable de la Sección de Jóvenes
Consejo Pontificio para los Laicos

La pastoral juvenil hoy:
¿cómo responder a las expectativas de la Iglesia y de los jóvenes?

 

 

Este encuentro internacional ha sido para nosotros una ocasión de intercambio y diálogo, pero también de profundización de algunos puntos importantes vinculados a la Jornada Mundial de la Juventud, partiendo de la experiencia vivida el año pasado en Toronto y en vista de la preparación del próximo encuentro mundial de jóvenes, que se realizará en Colonia en 2005. También hemos reflexionado y discutido sobre los desafíos y las prioridades de la pastoral juvenil para el hoy y el mañana. Los aportes de los ponentes y el intercambio entre nosotros ha sido muy rico. Gracias a la muy numerosa participación de todos vosotros, que representáis a tantos países y realidades variadas de la Iglesia, nuestro horizonte se ha ampliado y hemos recibido tanto los unos de los otros para la misión que nos ha sido encomendada al servicio de los jóvenes.

Antes de dejar la palabra al cardenal Stafford, tengo el honor y también la carga de concluir esta jornada de estudio: es una tarea delicada a causa del cansancio por el trabajo intenso de estos días, pero también por el buen número de elementos de respuesta que ya se ha dado en los grupos de trabajo y que hace escasos momentos hemos escuchado. En vez de intentar hacer una síntesis os propongo una reflexión que prolonga nuestro debate y en la que incluiré algunos elementos que me parecen particularmente importantes: ¿qué tipo de pastoral juvenil para hoy y para mañana?

Para responder a esta pregunta, la examinaré bajo un ángulo diferente, es decir, partiendo del análisis de las expectativas de los jóvenes y de la razones del 'éxito' que tienen las JMJ desde hace casi veinte años. Estoy convencido de que la JMJ no sólo es  'reveladora' de las expectativas de los jóvenes sino también una respuesta adecuada a tales expectativas. A partir de esta sencilla constatación extraeré un par de conclusiones que introducirán algunas propuestas para la 'pastoral ordinaria' con la cual estáis comprometidos. Después de subrayar algunos puntos esenciales que caracterizan las expectativas de los jóvenes de la generación actual (I), destacaré algún elemento clave de la Jornada Mundial de la Juventud, concebida y vivida como una pedagogía de fe (II) para proponer finalmente algunas prioridades que me parecen fundamentales para el futuro (III).

 

I. La JMJ 'reveladora' de las expectativas de los jóvenes

1)   Los jóvenes que han acudido en tan alto número a cada JMJ son extremamente diferentes en cuanto a su origen y credo profesado; aunque sean católicos por tradición, nuevos conversos, agnósticos, en busca o adeptos de la New Age, todos tienen en común la voluntad de buscar la felicidad y el sentido de la propia existencia. Están en búsqueda de puntos de referencia y manifiestan la necesidad de ser iluminados, educados y formados tanto a nivel intelectual y moral como doctrinal. Aunque muchos de ellos sean ajenos a la Iglesia, todavía aceptan la exigencia y la firmeza de las enseñanzas del Papa, porque reconocen en él a un verdadero padre que desea guiarlos por los caminos que conducen a la vida, que es capaz de escucharlos, de animarlos y de amarlos. Son tocados por la fuerza serena testimoniada por el Santo Padre, a pesar de la fatiga y las enfermedades; acogen el enorme contraste entre la debilidad física que a veces lo oprime, y la fuerza interior que lo anima, tanto es así que no teme de mostrarse tal cual es. Los jóvenes admiran el Papa porque encarna un cristianismo 'viril' y lucha con determinación por la fe y la dignidad humana. Le conceden una gran credibilidad, y esto es debido al hecho de que lo ven totalmente entregado a Dios y a los hombres, 'hasta el extremo del límite de la audacia' en la donación de sí mismo.

2)   El aspecto paradójico del éxito de la JMJ en la 'generación de Juan Pablo II' se da precisamente por el hecho de que las expectativas de estos jóvenes son tanto más profundas cuanto mayores son sus carencias y más manifiesta su fragilidad. La 'ambivalencia' que caracteriza a las jóvenes generaciones, y que a menudo se ha comentado en los grupos de trabajo, es para mí fuente de esperanza, no de desánimo. Los 'puntos débiles' de los jóvenes de hoy son de hecho el revés de sus 'puntos fuertes' y manifiestan 'en negativo' lo grandes que son sus necesidades y deseos. Estos jóvenes, por lo general, son ignorantes en cuestiones de fe y a menudo han ido por la vida sin alguna conexión con sus raíces cristianas, ya que sus padres no han considerado la religión como una herencia preciosa como para transmitirla a sus hijos. Muchos no han sido bautizados ni han recibido una formación religiosa; tantos han padecido la separación de sus padres, se han criado en familias 'agrandadas' y han conocido la soledad. Pero precisamente porque son jóvenes quieren creer en la felicidad y no pueden aceptar los frutos amargos del escepticismo y de la desesperación que emana de una sociedad que está envejeciendo y que es capaz de proponer sólo dudas y miedos.

Se podría, al fin, decir que esta generación es 'mística' porque en su búsqueda esencial tiene el corazón abierto a Dios, sin prejuicios. Pero también es 'encarnada' y de 'su tiempo': de hecho sabe reírse y divertirse, pero también sabe dar pruebas de generosidad y de solidaridad. Estos jóvenes desean dedicarse a los demás, conscientes que el servicio desinteresado es un camino privilegiado para profundizar en la fe. Aunque son atentos al dolor de los hombres, no se contentan con una humanidad sin Dios. Se sienten extraños en relación a una Iglesia que parece estar más preocupada de los propios problemas internos de gestión que de la 'salvación de los hombres' y de las preguntas fundamentales de la existencia. La Iglesia los desengaña porque ante las dificultades parece renunciar a las propias razones para creer y esperar, pero la aman porque testimonia la propia fe en forma gozosa.

Este breve análisis nos permite entender mejor, cómo la Jornada Mundial de la Juventud es verdaderamente y propiamente 'reveladora', en el sentido fotográfico de la expresión: de hecho saca a luz las expectativas ocultas de los jóvenes, aquellas expectativas que ellos no siempre pueden expresar en su ambiente habitual.

 

II.   La JMJ, una respuesta a las expectativas de los jóvenes

El segundo punto de mi reflexión concierne a la pedagogía adoptada por la Jornada Mundial de la Juventud: identificar los elementos clave permite comprender mejor por qué los jóvenes responden en modo tan positivo a la invitación del Santo Padre, aunque no siempre sean conscientes de la motivación que los empuja a participar en ella. Esta pedagogía se podría resumir diciendo que la JMJ está concebida, preparada y vivida como una celebración festiva de la fe, con liturgias animadas y enseñanzas compactas. Además es un intenso momento de comunión y de descubrimiento de la Iglesia universal, con numerosos encuentros enriquecedores y una apertura al mundo. Finalmente la JMJ aparece como un estímulo para la vida cristiana ordinaria y para la evangelización.

1)   La JMJ es una grande celebración de fe, vivida como una fiesta

Cuando se les pregunta a los jóvenes sobre lo que más les ha impactado durante la JMJ, dos son las expresiones que retornan con más frecuencia: 'la experiencia de la fe' y 'la alegría de creer'.

El programa de la Jornada está concebido como una peregrinación, con las catequesis como etapa fundamental, a las que los jóvenes acuden cada vez con mayor número. El trascurso de los tres días pretende proponer los fundamentos de la fe a los jóvenes, ayudándoles a hacer un encuentro personal con Cristo como también un camino de conversión y de reconciliación, en particular mediante el sacramento de la penitencia. Las catequesis son ocasión para un diálogo fecundo entre los jóvenes y los obispos.

El sacramento de la reconciliación y de la penitencia, celebrado individualmente en el encuentro con el sacerdote, es, como ya se ha subrayado, un elemento fundamental del itinerario espiritual propuesto a los jóvenes durante la JMJ. En Roma y Toronto era impresionante ver las largas filas de jóvenes esperando para confesarse en el Circo Massimo y en el 'Duc in Altum-Park', mientras otros permanecían allí al lado en silencio para adorar el Santísimo ahí expuesto, o venerando la Cruz de la JMJ.

Las celebraciones eucarísticas son igualmente uno de los momentos fuertes de la JMJ, que los jóvenes aprecian mucho. Hablando en términos más generales, el conjunto de las liturgias constituye un elemento esencial de esta 'pedagogía de la fe' cuando son gozosas y recogidas, vivas y orantes. La joven generación no quiere contentarse con una religión vivida por obligación, porque ha hecho, o quiere hacer, la experiencia de la alegría de creer, alegría que proviene del encuentro personal con Cristo. Es la alegría de la salvación que se profundiza con la oración y los sacramentos, pero también con una experiencia de Iglesia, descubierta en su unidad (en torno al Santo Padre) y en su diversidad (con los jóvenes del mundo entero).

 

2) La JMJ es un momento de intensa comunión con la Iglesia universal

Un factor determinante de la JMJ es el encuentro entre el Papa y los jóvenes. Los jóvenes y el Papa. Juntos. Éste es el eslogan ya conocido de la JMJ. Juan Pablo II es el 'coagulante' y el 'encolador' de las diferentes y variadas multitudes de jóvenes. Es el signo visible de la unidad y de la comunión de la Iglesia, su presencia refuerza la conciencia y la alegría de los jóvenes de pertenecer a una Iglesia ferviente y viva.

La comunión, vivida más allá de las diferencias de la cultura, lengua o nacionalidad, es un camino privilegiado para descubrir la 'catolicidad' de la Iglesia, de su universalidad. La JMJ representa para los jóvenes una verdadera y propia 'pedagogía de comunión' y una parábola concreta de paz y de reconciliación más allá de las fronteras.

Las nuevas generaciones, como bien sabéis, se han sensibilizado mucho hoy en cuanto al fenómeno de la globalización y no dudan en manifestar su desacuerdo con un cierto modo de entenderla, basado en la primacía de criterios económicos y financieros. En el gran debate que actualmente está en curso, la JMJ permite a los jóvenes descubrir y experimentar la dimensión cultural y religiosa de la 'globalización', dimensión demasiadas veces olvidada e ignorada, ¡aunque la Iglesia ya la vive y la promueve desde el día de Pentecostés! Desde este punto de vista la JMJ es fuente de esperanza porque revela una visión de la globalización fundada en los valores inestimables de la persona humana, mostrando así los aspectos positivos de este fenómeno que hay que humanizar y 'cristianizar' para ponerlo al servicio de la dignidad de todo ser humano, de la solidaridad y del bien común.

3)   La JMJ es un estímulo precioso para la vida cristiana y para la evangelización

La JMJ es 'reconstituyente' para los jóvenes que participan en ella, ya que en estos grandes encuentros ellos se dan cuenta de que no están solos en el ser cristianos y que no pertenecen a 'una especie en extinción'. En el mundo de hoy los jóvenes cristianos a menudo son una minoría. En algunos países africanos o asiáticos a menudo son agredidos o perseguidos a causa de su fe; en otros continentes, como en Europa occidental o en América del Norte, viven en un ambiente secularizado en el que la Iglesia carece de 'visibilidad'. Fortalecidos en la fe y en la esperanza, parten renovados en su deseo de testimoniar. Gracias a esta experiencia revitalizadora, se sienten más protegidos para poder resistir a la tentación de 'tirar la toalla' cuando se sienten aislados en la oficina o en la universidad, y tienen una mayor capacidad para resistir al virus del desánimo y de la desesperación que en algunas zonas del mundo ampliamente ha contagiado a la Iglesia y a la sociedad. Muchos jóvenes vuelven a encontrar así la alegría y el valor de ser cristianos.  La Jornada Mundial les hace entender que es posible afirmar la propia fe con simplicidad, sin arrogancia ni complejos.

Permitiendo a los jóvenes de vivir la dimensión comunitaria y eclesial de la fe, la JMJ desvela un nuevo estado de ánimo de las jóvenes generaciones. En los países de 'antigua cristiandad', la Iglesia era vista como una especie 'preliminar' de la fe; hoy, por el contrario, es la experiencia de la fe la que, por regla general, lleva a la Iglesia. Los jóvenes de hoy quieren creer, pero son más reticentes a 'pertenecer' a una institución. Ciertamente, se asiste a un retorno del sentimiento religioso, pero tampoco se está libre del riesgo de un cierto exotismo y sincretismo. La JMJ ha puesto en evidencia el hecho de que la nueva generación acepta ser evangelizada sin prejuicios: de hecho manifiesta una sed del absoluto que exige respuestas claras y tiene en cuenta la dimensión religiosa de la vida, sin ocultar la especificidad cristiana. Al contrario de sus padres, que por lo general eran católicos por tradición, si no por convención, los jóvenes de esta generación deben realizar un acto de libertad para ser cristianos en un mundo que ya no es cristiano. Para un joven de hoy, el acto de creer no coincide con un conformismo social pero con la voluntad de ser diferente en nuestra sociedad post-cristiana.

Aunque los frutos de la JMJ no siempre son visibles, y aún menos valorables, a corto plazo podemos obtener el nuevo impulso transmitido por la Jornada a las Iglesias locales. No es sólo la pastoral juvenil la que es vivificada, sino toda la Iglesia la que consigue una mayor seguridad en un ambiente a menudo indiferente u hostil. En un contexto de secularización, la JMJ juega el rol de 'servicio público' desempeñado por la Iglesia en numerosos sectores de la vida social, en la medida en que contribuye a construir una sociedad más tolerante y más abierta a los jóvenes, participando así en la educación de los valores comunes. En un contexto de disminución y envejecimiento de los sacerdotes la JMJ ha dejado experimentar a muchos pastores y fieles una nueva confianza. La JMJ ha dado por lo tanto una 'bocanada de oxígeno' a la Iglesia, permitiéndole crear una dinámica 'sobre el terreno'. Ha mejorado netamente la visibilidad y la 'imagen de la Iglesia', vista ahora por muchos como más accesible y cercana a la gente, en particular a los jóvenes.

La Jornada Mundial de la Juventud constituye por lo tanto un medio extraordinario de evangelización del planeta joven, porque aparece como una respuesta adecuada a sus expectativas, sobre todo a la pedagogía adoptada. De hecho procura que el mayor número posible de jóvenes pueda vivir una experiencia espiritual y eclesial, según una propuesta kerigmática, sacramental y catequética de la fe. La JMJ tiene también una dimensión 'vocacional' y misionera. Ayuda de hecho a los jóvenes a tomar conciencia de su identidad cristiana y de las exigencias que implica la vocación del bautizado, haciéndoles descubrir que son llamados a ser santos, viviendo y anunciando el Evangelio en el corazón de su vida cotidiana.

 

III. Algunos impulsos para la reflexión sobre la pastoral juvenil

Si estamos de acuerdo, al menos eso espero, en el reconocer la importancia de la Jornada Mundial de la Juventud y su impacto en la vida de la Iglesia, queda pendiente todavía una pregunta: ¿cómo 'transformar la prueba' de la JMJ y hacer que el impulso surgido de ella no sea 'humo de paja', privo de efectos a largo plazo? Una vez de regreso a la vida cotidiana, ¿qué podemos hacer para que no se ceda al desánimo frente al sentimiento de 'distancia' y de 'rotura' entre aquel 'momento fuerte' y la rutina de la vida diaria? La tentación, o peor el error, sería aquélla de contraponer el carácter 'excepcional' de la JMJ a la realidad 'ordinaria' de la pastoral juvenil, vivida en un modo más sobre el terreno. Ciertamente no se trata de 'reproducir' la JMJ a escala diocesana o nacional, pero de tratar de introducir los elementos clave de su pedagogía en la pastoral local. Sabemos por experiencia que el aspecto más importante de la Jornada Mundial de la Juventud no consiste en el evento como tal, sino en su preparación y en su seguimiento.

Procuramos por ello  sacar las consecuencias de esta constatación, enucleando algunas prioridades para la pastoral 'ordinaria'. No se trata, por supuesto, de proponer 'recetas', pero sí impulsos para profundizar en el contexto de la sociedad actual. Sobre todo tenemos que tener en cuenta el hecho de que los jóvenes se encuentran ante una infinidad de ofertas diferentes en todos los campos, incluido aquél religioso; se infravalora su grande flexibilidad por la cual tienden a privilegiar el momento presente para evadirse en el imaginario: estos son fenómenos que contribuyen al desarrollo de una cultura del 'zapping' la cual favorece la fragmentación, la dispersión y la superficialidad más que el arraigarse en lo real y la formación durante un plazo más largo. Por lo tanto, el desafío planteado a la pastoral es el de ayudar a los jóvenes a encontrar la unidad profunda de su ser y a combinar la fe y la razón, lo 'sensorial' y lo 'racional', lo 'afectivo' y lo 'espiritual'...

Quisiera reunir las prioridades pastorales fundamentales en cuatro grandes sectores complementarios que son considerados, no como un itinerario impuesto en el cual los jóvenes deberían recorrer una etapa tras la otra, sino más bien como una casa con diferentes puertas de ingreso. Vuestra misión de educadores consiste en ayudar a los jóvenes a crecer en una vida profundamente arraigada en Cristo, estructurada por una formación sólida, animada por el amor a la Iglesia, comprometida con el mundo y orientada en la misión.

1)   Una vida profundamente arraigada en Cristo

La prioridad de toda pastoral juvenil es aquélla de fortalecer a los jóvenes en su relación con Jesucristo. Ahora la JMJ permite a los muchísimos jóvenes experimentar una efusión del Espíritu Santo que se destaca precisamente por el encuentro personal con Cristo, descubierto como persona viva. Una experiencia parecida renueva toda la vida cristiana del bautizado y reaviva su celo por la evangelización. La relación con Cristo se construye día tras día en la oración personal, en la escucha frecuente de la Palabra de Dios y en una vida sacramental regular: estos elementos no son tan naturales en una generación poco acostumbrada a afrontar tareas concretas y duraderas. De ahí la importancia de introducirla y acompañarla en el camino de la vida espiritual. Los jóvenes de hoy están, en efecto, en la búsqueda de propuestas para la oración. Y aunque estén por lo general absorbidos por el torbellino ensordecedor de su propia generación, tienen hambre de silencio y están dispuestos a dejarse guiar en el camino hacia la interioridad, que es absolutamente necesaria (como ya se ha subrayado) para su equilibrio tanto humano como espiritual. La educación para la vida litúrgica y sacramental es el parámetro fundamental para entrar en la profundidad de la vida de la fe y la belleza del Misterio de la Iglesia.

La 'ejemplaridad' y el testimonio personal son elementos educativos importantes que hay que incluir en la pastoral juvenil. Como bien lo ilustra el ejemplo del Papa Juan Pablo II, los jóvenes tienen necesidad de percibir la coherencia entre las palabras y los hechos. Desde esta óptica es importante invitarlos a encontrar testigos de la fe comprometidos en la vida de la Iglesia y del mundo. La 'pastoral vocacional' está en el centro de toda 'pastoral juvenil', porque, como subraya a menudo el Papa, pertenece a los jóvenes el reflexionar sobre el propio futuro y de buscar la propia vocación, entendida como llamada de Dios, única para cada ser humano. La presencia de personas de diferentes 'estados de vida' en los grupos juveniles, hará crecer en ellos el deseo de la santidad y les ayudará a reconocer la vocación específica (matrimonio, sacerdocio, vida consagrada) mediante la cual podrán responder en modo más radical a la llamada del Señor. Así la 'pastoral vocacional' se encontrará valorizada en tanto esté plenamente integrada en el conjunto de vuestros objetivos pastorales, sin que esto requiera a la fuerza grandes medios. 

2)   Una vida estructurada por una formación sólida

Los jóvenes están dispuestos a dejarse formar y educar en la fe, aunque se declaren no creyentes o ajenos a la Iglesia: ¡es una de las paradojas de nuestra época! Su ignorancia de la realidad de la fe les hace estar abiertos para recibir un 'primer alimento', etapa inicial que les permite acceder a una formación más profunda. Después de la JMJ, de hecho se ha podido constatar un aumento de catecúmenos y de practicantes de 'regreso', sobre todo en los países organizadores del evento. El interés suscitado por medio de las 'catequesis' que se realizaron durante la JMJ, ilustra precisamente esta tendencia. ¿Por qué no extender esta experiencia proponiendo a vuestros obispos a que inviten a los jóvenes a un encuentro regular con ellos para un momento de catequesis y diálogo? ¿Pero qué tipo de formación debemos privilegiar?

Los jóvenes de hoy tienen necesidad de una formación a la vez estructurada y estructurante, que asocie estrechamente los fundamentos de la fe y la experiencia cristiana. Para ser atractiva debe ser además accesible y diversificada. Se la podría definir de la siguiente manera:

  • una 'formación integral', o sea global, que tenga en cuenta toda la persona, tanto en el plano humano como espiritual, y también la relación entre naturaleza y gracia;

  • una formación bíblica y antropológica, que introduzca en el plan de salvación de Dios para con los hombres, ayudando a la vez a los jóvenes a estructurar la propia personalidad y a hacer un uso responsable de la propia libertad. Esta es una prioridad, porque los jóvenes tienen hoy una gran dificultad para comprometerse y tomar una decisión para toda la vida;

  • una formación doctrinal sistemática y coherente, que destaque nuestras razones para creer y ofrezca el tesoro de la fe cristiana que nos ha sido transmitida por medio de la Tradición;

  • una formación eclesial que ayude a cada bautizado a descubrir su propia identidad cristiana y a amar la Iglesia como a una Madre, que cuida de sus hijos y vela por su educación para la vida;

  • una formación ética que ofrezca puntos de referencia objetivos para orientarse en la vida.

Teniendo en cuenta la diversidad de las situaciones, es indispensable proponer a los jóvenes 'caminos' congruentes con su itinerario que comprenda estos diferentes aspectos complementarios.

3)   Una vida animada por el amor a la Iglesia 

Como se ha visto, la JMJ es una ocasión única para hacerles descubrir a los jóvenes la Iglesia en su universalidad. ¿Cómo podemos hacer aún más presente esta dimensión de la Iglesia en nuestra pastoral 'ordinaria'? Un medio simple y pedagógico es hacer que los jóvenes vivan según el ritmo de la Iglesia universal, uniéndolos a las iniciativas del Papa, invitándolos a rezar en forma regular según sus intenciones y hacer que conozcan sus textos. Vuestra pastoral se podría enriquecer si ésta se inspirara más ampliamente en las grandes orientaciones dadas por el Santo Padre, como sucede, por ejemplo, con el Mensaje que cada año dirige a los jóvenes de todo el mundo. El estudio y la meditación de tales textos en pequeños grupos constituyen, de hecho, un elemento esencial del itinerario de la pastoral de la JMJ, sea en su fase preparatoria como en la posterior. Otro de los elementos positivos de la JMJ es el de hacerles descubrir la Iglesia en su diversidad. A nivel de la Iglesia local es bueno prolongar esta experiencia, fomentando el conocimiento de las diferentes realidades eclesiales y suscitando iniciativas y colaboraciones nuevas, por ejemplo entre las parroquias y el seguimiento religioso en las escuelas, entre las 'instancias diocesanas', los 'movimientos eclesiales' y las 'nuevas comunidades'. Es una ocasión propicia para que unos y otros se conozcan mejor y crezcan en el respeto recíproco. Para los jóvenes, ávidos de conocer maneras diferentes de vivir la fe, se pueden tomar variadas iniciativas para favorecer el intercambio con coetáneos provenientes de ambientes y horizontes culturales diferentes, como lo es el hermanamiento con jóvenes de otras regiones o países.

Pero me diréis, que a pesar de todo esto queda intacta una de las dificultades principales de la 'post-JMJ': ¿cómo animar a los jóvenes, una vez que han regresado a sus diócesis, a que frecuenten las parroquias, cuyos miembros por lo general son poco numerosos y de más edad? No son atraídos a ellas porque allí no encuentran la vida que han vivido durante la JMJ, con centenares de miles de jóvenes reunidos en torno al Papa. Ciertamente no es posible 'reproducir' artificialmente la experiencia de comunión vivida en Manila, Denver, París, Roma o Toronto, pero con vuestro celo apostólico debéis ayudar a las parroquias, a los agentes pastorales y a los grupos de vuestra ciudad o región para que sea cada vez más una comunidad abierta, donde la vida fraterna sea cálida: ¡porque la vida atrae a la vida! Una de las prioridades que debemos llevar adelante es, sin duda, la calidad de la acogida, una acogida atenta y personalizada, lo que conlleva la presencia de personas disponibles que acepten dar gratuitamente parte de su tiempo para escuchar a los jóvenes y caminar con ellos de forma duradera. ¡Es así como los jóvenes comenzarán a tener confianza! En la sociedad actual los jóvenes padecen una gran soledad, a menudo enmascarada por la necesidad de asociarse, por lo que se juntan con bandas o grupos de amigos. Por lo tanto, su crecimiento humano y espiritual posa sobre la constitución de una red de acompañantes formados en el ámbito de comunidades cristianas.

4)   Una vida comprometida con el mundo y orientada en la misión

Si la oración y la vida espiritual son elementos importantes de toda vida cristiana, la experiencia demuestra que muchísimos jóvenes tienen necesidad de hacer alguna cosa y de servir. Un buen medio sería animarles a adherirse a iniciativas humanitarias o sociales, para que tomen conciencia del hecho de que el cristiano está llamado a comprometerse en el mundo y a asumir la propia responsabilidad en la sociedad, al servicio del bien común y de la construcción de la paz. Poniéndose al servicio de los más pobres, su corazón se abrirá a la compasión y a la caridad y, en respuesta al deseo de Dios  de revelar el propio amor a todos los hombres, crecerá en ellos el deseo por la misión.

La pastoral juvenil debe tener cuenta de esta perspectiva misionera, animada por el deseo de la salvación de los hombres. Suscitar localmente diferentes iniciativas misioneras es el mejor medio para hacer comprender a los jóvenes que la misión es la vocación normal y 'esencial' de todos los bautizados, más allá de sus modalidades. Actividad de evangelización 'directa' en la calle o en el campus universitario por ejemplo, son ejercicios óptimos para que la evangelización de cualquier tipo contenga siempre un 'anuncio explícito'. Estas son iniciativas que no se oponen al testimonio de la vida, aunque éste es necesario, en el ámbito de la existencia cotidiana más normal, en el mundo de los estudios, del trabajo o del tiempo libre...

Así como los jóvenes no se sienten a gusto en una Iglesia estática, así están contentos si pueden participar en una Iglesia que no tiene miedo de salir del encierro de los propios 'muros' para rezar y testimoniar públicamente la propia fe. Por eso es bueno que la pastoral juvenil fomente las peregrinaciones volviendo a valorar en vuestros países y vuestras diócesis los santuarios, a veces desconocidos o abandonados, haciendo que los jóvenes vuelvan a descubrir las raíces de su Historia y de su cultura.

En conclusión, quisiera subrayar el hecho de que la Jornada Mundial de la Juventud ha contribuido a que la Iglesia sea más atenta a los interrogativos y al grito de los jóvenes, favoreciendo así el diálogo entre las generaciones. Una hermosa clave del éxito de la JMJ es el hecho de que se realiza para los jóvenes y es realizada por los jóvenes. Ha ayudado a los adultos a comprender que es necesario tener fe en los jóvenes y hacerles responsables: es esta la intuición profunda que Juan Pablo II ha expresado y traducido con los hechos durante todo su Pontificado. El Papa fomenta la fe en los jóvenes, porque sienten que él los ama y los toma en cuenta. Como bien sabemos, la clave de toda misión con los jóvenes consiste en el confiar en ellos. La Iglesia no debe apartarse de su propia misión: debe transmitir su rica experiencia a los jóvenes, pero sabiendo escucharlos.  Es cuanto ha expresado el Santo Padre en su Exhortación apostólica Christifideles laici: 'La Iglesia tiene tantas cosas que decir a los jóvenes, y los jóvenes tienen tantas cosas que decir a la Iglesia' (N1 46).

   

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