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Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

XV Reunión Plenaria

La Problemática Pastoral
del Turismo de Mar

S.E. Mons. Ramón B. de la Rosa y Carpio
Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia in Higüey
Rep. Dominicana

Introducción

1 Normalmente, hablamos del “turismo” en términos generales, sin diferenciar en el los distintos tipos posibles de turismo y las diferencias pastorales especificas que los pueden acompañar.

Considero, por lo tanto, interesantes y novedosas la propuesta e iniciativa del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Itinerantes e Inmigrantes de estudiar específicamente “la pastoral del turismo del mar: playas y cruceros”, sobre todo por el crecimiento y la importancia recientes que este esta teniendo.

Sobre el tema como tal, no existe mayor bibliografía que ofrecer. De ahí que, entre todos podemos dar ahora un aporte, tal vez importante, y abrir caminos de reflexión y búsqueda en este campo concreto del mundo del turismo.

2 Nos proponemos, por lo tanto, como objetivo:

Poner de relieve rasgos que definen hoy el turismo de playa y el turismo de cruceros, con el fin de reflexionar sobre ellos y tratar de señalar las principales necesidades y respuestas pastorales que se derivan de allí.

1 - Rasgos de la realidad

3 Si bien los datos ofrecidos aquí son comprobables, medibles y útiles para cualquiera, sin embargo, nuestro acercamiento es eminentemente pastoral. Destacamos, por otra parte, aquellos rasgos de la realidad que interesan al pastor, y no tanto, tal vez, al economista, al sociólogo, al político o a cualquier otro especialista o agente.

1.1 Turismo de playa

4 Como todo turismo, el turismo de playa es una actividad que se coloca durante el tiempo libre y está motivado por el descanso.[1] Sin embargo, en el se acentúan el descanso y la permanencia en el lugar de destino ( la playa y “el ressort” donde se alojan) más que en cualquier otro tipo de turismo. La afirmación de S.E. Mons. Francesco Gioia, antiguo Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes: “la industria turística sabe muy bien que el hombre actual no quiere que se le moleste y organiza los distintos itinerarios respetando esa aspiración egoísta”,[2] encuentra en el turismo de playa una confirmación: el que viene a la playa permanece allí, si bien suele incluir excursiones opcionales, no programadas previamente, organizadas y dirigidas desde el mismo hotel donde se hospeda, sobre todo cuando sus vacaciones son más o menos largas. Sale, excursiona y retorna. El “turismo de aventura” o “rural”, por otra parte, no es su fuerte.

5 Siempre el mar ha fascinado y ha atraído al ser humano, en cualquier época o lugar. Los hombres y las mujeres han caminado hacia el mar y han hecho algún tipo de turismo de playa. Era, sin embargo, una actividad limitada a un grupo, en alguna manera privilegiado, y que se restringía, generalmente, a visitar playas cercanas.

La gran diferencia actual está en que se abre a mucha más gente y además hay muchas facilidades para ir a las más remotas playas de cualquier océano o mar. Es un turismo que está masivamente al alcance de la clase media y obrera de los países industrializados. Las playas ya no están reducidas a unas cuantas playas famosas del mundo, a las que podían acudir sólo los más ricos y pudientes.

6 Hay, igualmente, un acento en promover el turismo de playa como un turismo “para la familia”: padre, madre e hijos.[3]

Sin embargo, no falta la promoción para otro tipo de destinatarios, cuyos propósitos no son tan sanos. Hubo destinos del Caribe que se promovieron en inglés, jugando con las “s” con las que comienzan las palabras, como las tierras ideales para encontrar “sun, sand and sex” (sol, arena y sexo). Suelo repetir que el turismo de playa “no es santo, pero, de manera general, es sano.”

Los operadores de turismo de playa, si bien son conscientes de que no pueden controlar del todo la prostitución sexual, saben que ésta es un gran enemigo de su negocio y que puede influir en la ruina de su industria. De hecho piden a las autoridades locales que la alejen de sus hoteles y los protejan frente a la misma.

7 Con acierto S.E. Mons, Stephen Fumio Hamao, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, ha anotado que: “en los inmediatos precedentes del fenómeno turístico actual, el conocimiento de la cultura y de la civilización de otros países era la motivación principal del viaje. Aun hoy, raros son los destinos turísticos que no incluyan un reclamo sobre la civilización de los lugares visitados, sobre la manera de vivir, de expresarse, de trabajar, de hacer fiestas, de rezar de las personas que los habitan”.[4]

En el turismo de playa, “el conocimiento de la cultura y de la civilización” no es el motivo principal. En líneas generales es un turismo que, en cierto sentido, se puede colocar en el extremo opuesto del “turismo cultural”. Sin embargo, hay que reconocer y valorar que las excursiones opcionales, que se les ofrecen y piden, por demás, no están siempre motivadas por el entretenimiento o la diversión, sino por la razón apuntada por Mons. Hamao, más arriba citada: “un reclamo sobre la civilización de los lugares visitados”.[5]

8 En el turismo de playa, es importante notar las playas y hoteles, que están junto a grandes ciudades; y los más nuevos o los relativamente más recientes, que han surgido en lugares no cercanos a zonas urbanas y, a veces, muy remotos.

Los primeros pueden ofrecer, entre otras cosas, más cercanía con la comunidad, con sus lugares históricos y sus centros religiosos. En los segundos, la relación con la comunidad local y sus cosas será mínima o nula. Puede hasta ocurrir que muchos, que no saldrán de allí, retornarán a sus casas pensando que han estado en una isla del país o en una isla de la isla.

Sin embargo, en uno y otro caso, el turista sigue perteneciendo a la playa, no tanto al “turismo cultural”. Esta cierta lejanía del turista de playa de la gente, a donde ha llegado, confirma la siguiente afirmación de Mons. Hamao: “Ante el comportamiento de muchos turistas, las comunidades de acogida no pueden dejar de pensar que el turismo es un instrumento de degradación, de explotación, de desprecio de los más ricos frente a los más pobres”.[6]

9 El turismo de playa integra, con gusto, un tiempo para la naturaleza y el “turismo ecológico”. Lo hace, sin lugar a dudas, por la tendencia moderna a preservar la naturaleza y el amor por ella. Además, los industriales de este tipo de turismo saben muy bien que su industria depende en gran parte de su equilibrada relación con la ecología. Por eso hablan de un “turismo sostenido”, de un diálogo continuo entre industria y naturaleza, lenguaje que agrada al hombre y a la mujer de hoy. El turista de playa se va tornando cada vez más sensible al tema de la ecología.[7]

10 En su vestir, el turista de playa tiende a usar la menos ropa posible, tanto dentro como fuera de los “resorts”. Se torna su manera normal de vestir. Esto ocasiona dificultades cuando visitan los templos y lugares sagrados. En los hoteles, para ciertas áreas y restaurantes, se les ponen restricciones y no se les permite entrar en trajes de baño.

Cuando toman el sol están, igualmente, lo más desnudo posible, tanto hombres como mujeres. Ocasionalmente, puede haber un área dedicada al nudismo. Pero no es lo que predomina ni mucho menos. Este modo de vestir se va aceptando como algo normal, incluso por las comunidades locales, que antes les escandalizaba y lo rechazaban.

11 Los turistas de playa suelen pedir a sus “tours operadores” y hoteles la celebración de la Eucaristía dominical, de la navidad, en cuaresma y en la pascua dentro de los mismos hoteles, como uno de los servicios que se les debe ofrecer.[8]

Los gerentes acogen estas peticiones, pero no todos siempre lo hacen con el mismo gusto ni les dan el seguimiento adecuado. Se nota que, al aceptar este servicio y pedirlo a la Iglesia, unos lo hacen porque reporta beneficios al presentarlo dentro del “paquete turístico” y otros por razones de fé. Depende mucho de quien esté al frente de la gerencia de un “resort”.

Conozco “resorts” que han incluido entre sus instalaciones capillas, donde se celebran los sacramentos y los turistas acuden a la oración individual durante el día.

12 Hay países donde el turismo de playa está marcado por la estacionalidad. En ellos la actividad turística se concentra en periodos estacionales y en temporadas determinadas del año. Esto da lugar a una ocupación laboral segura durante un tiempo e insegura para el futuro. Además, la intensidad del trabajo exige a todos los que lo operan, no importando su nivel laboral, horarios que rompen su ritmo de vida familiar, social y religiosa.[9]

En los países donde el turismo de playa se puede hacer a lo largo de todo el año, el ritmo de vida de los trabajadores (incluidos gerentes, tours-operadores, guías turísticos, etc) se ve aún más perturbado; y si las playas no están frente a las ciudades donde tienen sus hogares, el hecho agrava más la situación.

En ambos tipos de países, hay una demanda de servicios religiosos por parte de los trabajadores, sobre todo, de los sacramentos, servicio que se hace sumamente difícil de prestar. Para ellos organizarse para la misa dominical regular es prácticamente imposible, porque no siempre el día libre que se les concede coincide con el domingo. Por otra parte, si se celebra la Eucaristía en el “resort” no se les permite normalmente asistir, porque deben estar cumpliendo con su trabajo.

13 El turismo de playa, aun en los países donde la industria tiene bases sólidas, comenzó sin una política clara. Nació con cierto desorden. Este mismo patrón de irresponsabilidad estatal y comunitaria se repite ahora en los países, que comienzan este tipo de turismo, sobre todo en los más pobres. En los inicios sólo se ve el aporte y las ventajas económicas, que ofrece, y se dejan de lado otros aspectos fundamentales: como los derechos y leyes sobre sus playas, los derechos y protección de los trabajadores, la defensa de la cultura local, la migración masiva interna de hombres y mujeres en búsqueda de un empleo, la ecología, las consecuencias negativas familiares y sociales.[10]

14 De parte de los agentes de pastoral de la Iglesia hay, normalmente, sobre todo en los comienzos, mas desconfianza y rechazo hacia el turismo de mar que hacia el turismo cultural, ecológico o de aventura. Se destacan, en determinados momentos, mas los aspectos negativos (encerrado sobre si mismo, incidencias dañidas a la cultura local, desigualdad entre el turista y el trabajador, nudismo, etc) que los valores positivos (contemplación de Dios en la creación, encuentro con las bellezas de la naturaleza, descanso, recreación, uso apropiado del tiempo libre, aportes a la economía, disfrute vacacional en familia, etc.) A ello se puede añadir, tal vez como telón de fondo, una visión teológica o cultural que no incluye el descanso, la recreación y el tiempo libre como valores cristianos y en la que se acentúa el valor de “ la austeridad”.[11]

Estas consideraciones parciales no facilita el compromiso pastoral entusiasta de muchos y retarda el acompañamiento sistemático de la Iglesia.

15 Algo que va caracterizando el turismo de playa es la facilidad que ofrece para “vacaciones cortas”: fines de semana, navidad, semana santa, pascua. Posibilita, sobre todo, “el turismo interno”.[12]

16 De manera global es una industria fuerte, reporta grandes ganancias a sus operadores y beneficia económicamente a los países donde está, pero para cada país en particular puede ser, sin embargo, una industria frágil, porque son miles de playas las que se pueden ofertar en el mundo. De ahí que exista una gran competencia, en ocasiones, desleal, entre los países de destino. Lo mismo sucede entre operadores y hoteleros.

Esta fragilidad es bien conocida por los trabajadores y buscan protegerla. Los sindicatos de obreros del turismo, en sus reinvidicaciones, rara vez acuden a la huelga y a la protesta. Saben que la inseguridad y la falta de un clima de paz pueden hacer caer la industria. Escogerán, normalmente, el camino del diálogo y las negociaciones en sus exigencias laborales.

17 Hay una tendencia a contraponer el turismo de playa frente a otros tipos de turismo, descalificándolo como “barato” y de “menor clase”. Sin embargo representa un gran segmento de la industria; y la perspectiva es de que se mantenga así.

1.2 Cruceros

18 Un barco crucero es como una pequeña ciudad o una gran casa, donde se pueden encontrar todos los servicios necesarios para el descanso y la recreación, sin tener que ir a otra parte a buscarlos. De ahí que, como el turismo de playa, se permanece largamente en el lugar del destino turístico.

19 Sin embargo, a diferencia del mismo turismo de playa, el crucero acentúa mas el “turismo cultural”, ya que incluye, como parte de su oferta, paradas en múltiples puertos, países y lugares de interés histórico, arquitectónico, religioso, etc.

20 En el, igualmente, la oferta religiosa es abierta y explicita. Cito los siguientes textos extraídos de los “brochures” de una importante compañía de cruceros, dado el aporte que pueden tener para la reflexión pastoral y para conocimiento y análisis incluso del lenguaje empleado en esta materia:

  1. En un folleto de información para el turista, titulado “cruise answerbook”, se lee:
    “Religious services. Princess cruises provides catholic, jehwish, protestant services on the following religious holidays: Passover, Easter, Rosh Hashanah, Yom Kippur and Christmas”.
  2. En otro, con más detalles, titulado “Onboard information”, leemos:
    “An interdenominational service is conducted every sunday by the ship’s staff (Captain, Cruise Director, etc).
    Clergy are placed on board for the following religious holidays: Easter, Christmas, Passover, Rosh Hashanah, Yom Kippur and Hanukkah”.
  3. Se puede también ofrecer un programa de conferencias religiosas y “lecturers” (sic), de acuerdo a los temas o festividades de cada credo religioso.

21 Consultada una laica, dirigente del Movimiento de Cursillos de Cristiandad y dueña de una agencia de viajes que opera cruceros, me dio la siguiente respuesta:

“Como testimonio personal puedo decirle que un crucero es una experiencia extraordinaria donde uno puede descansar y al mismo tiempo conocer. Si en adición a todo esto se pudiera disfrutar de una Eucaristía, como haré con el grupo del Padre X, pues entonces si que la experiencia se podría catalogar de única...”.

II-Necesidades

Desde la óptica pastoral destacamos las siguientes necesidades en el turismo de playas y de cruceros:

22 Dada su naturaleza de permanencia constante en el lugar (playa, hotel o barco), no se puede esperar, de manera ordinaria, que los mismos turistas salgan a buscar o que sus operadores les ofrezcan servicios religiosos fuera de allí, sino que hay que ofrecérselos “in situ”.

23 Por la misma razón, los que operan y trabajan en este tipo de turismo están absorbidos por su trabajo y se ven necesitados de unas estructuras o acciones pastorales de nuevo cuño que respondan a sus demandas religiosas.

24 Al tornarse masivo y en crecimiento el numero de turistas y de los que trabajan en playas y cruceros, aumenta también el numero de los que pueden andar como ovejas sin pastor en “este importante sector de la vida social”.[13]

25 Los operadores de la industria experimentan la necesidad de la presencia de la Iglesia: porque los turistas les piden servicios, porque ven necesario protegerse de la prostitución sexual.

26 Merece atención especial la presencia numerosa de familias y el desplazamiento masivo en los fines de semana o coincidentes con nuestros tiempos litúrgicos fuertes, en el turismo de playa.

27 En ambos, playas y cruceros, hay que prestar atención al hecho de que los dos incluyen, en alguna medida, “el turismo cultural”, en el que hay que incluir la visita a los lugares sagrados, donde se les puede ofrecer atención pastoral y evangelizadora.

28 La demanda explícita de los trabajadores de turismo está más bien relacionada con la “pastoral sacramental”, sin embargo, salta a la vista de la necesidad de un acompañamiento en el orden de la “pastoral familiar”, de “la pastoral social” y en algunos casos, de “la pastoral de la movilidad humana” (migración interna).

III -Respuestas pastorales

29 No es mi propósito, ni debe serlo, ofrecer “ un acabado plan para la pastoral del turismo de mar”, sino presentar propuestas que parecen desprenderse de los rasgos y necesidades que lo caracterizan y que, pensamos, se deben tener en cuenta.

a) Concientizar

30 Una primera e inmediata respuesta pastoral, aplicada al turismo de playas y de cruceros, la podemos encontrar en estas palabras del Papa Juan Pablo II en ocasión de la Jornada mundial del turismo del 2001: “... invito a todos los creyentes a reflexionar sobre los aspectos positivos y negativos del turismo, para que den testimonio eficaz de su fe en este campo tan importante de la realidad humana”.[14]

31 Se hace necesario difundir y dar a conocer más la enseñanza y las orientaciones de la Iglesia sobre el turismo. La impresión de muchos es que la Iglesia tiene una posición negativa frente al turismo. Es todo lo contrario.[15]

32 Un laico católico, experto en turismo, escribía:

“Se trata de una acción pastoral en la que no existe mucha tradición y que conlleva realizar un esfuerzo sostenido dirigido a elevar el nivel de información y conocimiento sobre la industria que existe hoy a todos los niveles de la Iglesia, situación que podría señalarse como la causa más relevante de la limitada acción que se registra en este sector de pastoral.

En el turismo, como en otros campos de la actividad económica, existen laicos identificados con la Iglesia, a los que una animación de la Pastoral del Turismo podría estimular a asumir un compromiso acorde con su fe.

Muchos de los católicos que trabajan en la industria turística en América Latina y el Caribe con frecuencia, al hablar de estos temas, nos quedamos con la impresión de que las estructuras eclesiales de muchos países de la región, llamadas a dar una respuesta, no le están dando el seguimiento que demanda la expansión de este sector”.[16]

33 En ese mismo sentido, hay que informar y educar las comunidades receptoras de este tipo de turismo, acompañarlas y orientarlas para que puedan superar los impactos, que está actividad produce en ellos y en sus vidas, su cultura, su economía, su moral, su religión. Con frecuencia en la pastoral organizada del turismo, se suelen olvidar las comunidades receptoras como tales y centrarse mas en los turistas y en los trabajadores turísticos.[17]

b) Acercamiento

34 Si en toda pastoral unas buenas relaciones humanas con los destinatarios son claves e indispensables, en la pastoral del turismo de playas y cruceros es “conditio sine qua non”; igual que un decidido acercamiento.

A veces los operadores y gerentes llaman al agente de pastoral (obispo o sacerdote), pero otras veces no. Incluso, una vez establecida la relación y la presencia, es necesario mantener unas actualizadas relaciones, porque en esta industria hay continuos cambios de personal.

Es indudable que el obispo ha de ser el primero en abrirse al mundo del turismo y acercarse a él. Los sacerdotes y laicos lo seguirán.[18]

35 La puerta por donde se puede entrar con pie firme a la pastoral del turismo de playas y de cruceros es la demanda, que hay en los turistas y en los trabajadores, de una atención religiosa y espiritual.

36 En este tipo de turismo hay que ir adonde está la gente; y la gente está en las playas y en los cruceros.

c) La acogida

37 Acoger sigue siendo, en todo tipo de turismo, la primera acción pastoral concreta. Es, por otra parte, la actitud fundamental de los que trabajan el turismo de playas y de cruceros: al estar constantemente con los turistas, la acogida, unida a la disponibilidad y servicialidad, es decisiva en su labor. Está comprobado que el número de turistas, en ciertos destinos actuales, ha crecido no sólo por la belleza de sus playas y sus blancas arenas, sino por el talante acogedor de su gente.[19]

d) Los Sacramentos en el turismo de playa

38 El primer y más inmediato servicio pedido, tanto por turistas como por gerentes u otros trabajadores de esta industria, como hemos dicho, es el de sacramentos. Los primeros piden sobre todo la Eucaristía y, en ocasiones, el Matrimonio. Los segundos, normalmente los Sacramentos de la iniciación cristiana.

39 A veces, la única petición que hacen los operadores y el único encuentro que tendrá la comunidad “ad quam” con los turistas será la celebración eucarística los domingos, en navidad y pascua. De ahí, que una celebración de la Eucaristía festiva, digna y debidamente preparada ha de ser el mejor aporte pastoral que se ofrezca a los turistas en el mismo lugar donde están . En ella tienen un papel de primer orden un pequeño equipo de laicos: para la preparación, acogida y animación.[20]

40 Dada la irregularidad de los horarios de los trabajadores, no existe otra respuesta pastoral para ellos que la de organizar, junto con ellos, su propio plan. Las estructuras clásicas de las parroquias no pueden responder a sus demandas y necesidades. Para ellos se pueden establecer centros especializados. Comunidades de religiosas o de laicos pueden prestar magníficamente este servicio. Allí podrán encontrar acogida, catequesis, preparación a los sacramentos, facilidades para la celebración de estos, algún tipo de seguimiento.[21]

41 De un conocedor a fondo de esta realidad es la siguiente opinión: “Hoy por hoy, sobre todo en nuestros pueblos pobres donde nuestra gente tiene por un fin un empleo que no quiere perder, considero que la única solución, para que los trabajadores del turismo de mar no pierdan el hábito y el gusto de acudir a la Eucaristía en día fijo, es promover entre ellos el gusto por ese encuentro especial con el Señor en la Eucaristía en su día libre, cualquiera que este sea. Es decir, fomentar como una obligación personal lo siguiente: Mi próximo día de ir a misa será el próximo día libre en que tenga acceso a una misa”.[22]

e) Pastoral social

42 Aunque los trabajadores de la industria del turismo de playas mejoran su condición económica, la acción de la Iglesia, que los acompaña, ha de organizar una pastoral social para ellos, sobre todo en lo que se refiere a la defensa de sus derechos, como el de poder asistir a la misa dominical, vivienda y servicios básicos, ya que el contraste entre su lugar de trabajo y “habitat” personal y familiar es muy grande.[23] Hay que decir, sin embargo, que sobre todo en nuestros países pobres, la rebeldía ante este contraste no se hace necesariamente notoria, porque se tiene el sueño y la esperanza de alcanzar la calidad de vida con la mejoría económica tenida. El peligro está en que ese sueño y esperanza queden frustrados.

f)En los cruceros

43 En los cruceros se podrían ofrecer estos servicios queridos, buscados o permitidos normalmente por ellos mismos:

  • Presencia continua de un sacerdote, como orientador, guía espiritual.

  • Eucaristía diaria y/o dominical.
  • Celebraciones en tiempos litúrgicos fuertes de la Iglesia (Navidad, Pascua) o con motivo de otras muy populares.
  • Oferta de charlas, reuniones de oración (al estilo de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo), que pueden ser dirigidas por laicos.
  • Celebraciones de la Palabra, acompañadas por la comunión, que pueden ser animadas por celebradores de la palabra y/o ministros extraordinarios de la Eucaristía, destinados a este servicio.[24]

44 Dada la apertura de los cruceros y la escasez de sacerdotes en algunos lugares, es necesario reflexionar seriamente en los servicios que pueden asumir los laicos y confiárselos formalmente.

45 Tocaría a las Iglesias de donde salen los cruceros asumir estas acciones pastorales. En cambio, en el turismo de playas, correspondería a las Iglesias, adonde llegan los turistas, asumir ellas la responsabilidad pastoral.

46 En cuanto a los operadores y trabajadores de cruceros, es necesario hacer con ellos un plan de pastoral adaptado a sus necesidades, como ha de hacerse con los mismos grupos en el turismo de playa.

47 En cuanto a los marineros como tales de los cruceros, la obra del Apostolado del Mar tiene sus propios servicios e iniciativas para ellos.

48 Se me ocurre pensar (si es que no se está haciendo ya y carezco de la información) que la larga experiencia del Apostolado del Mar puede iluminar benéficamente el turismo de cruceros, porque ese Apostolado realiza en los barcos muchas acciones que podrían encajar, muy bien, a mi modo de ver, en los cruceros. Particularmente me parece muy iluminador el “Titulo III: El Capellán de la Obra del Apostolado de Mar” de la Carta Apostólica Motu Proprio sobre el Apostolado Marítimo del Papa Juan Pablo II (31 de Enero de 1997). Pienso que cuanto se dice ahí, “mutatis mutandis”, puede ser válido para la pastoral de cruceros.

g) Apostolado de los laicos

En otros subtítulos nos hemos referido a laicos. Ahora resaltamos las siguientes acciones:

49 Tanto en el turismo de playas como de cruceros, aquel o aquellos a quienes el obispo ha confiado esta pastoral deben identificar a los que en esos lugares, operadores o trabajadores, tienen compromiso de fe cristiana, especialmente los que demuestren tener cualidades de liderazgo, y acompañarlos de manera particular, para asumir un apostolado desde adentro.[25] No es, ciertamente, fácil realizar este sondeo. Pero la “Pastoral del turismo ha de ser una pastoral que no se contente con acciones fáciles e inmediatas...”.[26]

50 Otra labor pastoral necesaria es la de llegar a todos los grupos, organizaciones o sindicatos que no trabajan directamente en las playas y cruceros, pero económicamente se sostienen de esa industria. Son los trabajadores indirectos: transportistas, guías turísticos, vendedores, etc. En esos ambientes los movimientos apostólicos de laicos tienen una misión y una tarea a realizar.

51 Sobre el apostolado de los laicos, las “Orientaciones para la Pastoral del Turismo” trae unas indicaciones muy interesantes, que encuentran en el turismo del mar una cabal aplicación. Notemos las siguientes, en las que aparecen explícitamente diferentes servicios pastorales propios para laicos:

  1. “El turismo familiar ofrece a los padres una ocasión preciosa para cumplir su papel de catequistas de sus hijos con su ejemplo y con el diálogo. Hacer turismo en familia es una excepcional oportunidad para el enriquecimiento de la persona en la cultura de la vida, en el respeto de los valores morales y culturales y en la salvaguardia de la Creación”.[27]
  2. “Merecen ser destacados, en primer lugar, los viajes emprendidos por grupos de adolescentes y de jóvenes, generalmente en el marco de su formación escolar. Los organizadores de estos viajes, en particular aquellos que pertenecen al sector de la educación de inspiración cristiana o a similares organizaciones formativas, deben esforzarse en ofrecer las condiciones oportunas para que tales experiencias de viaje lleven a los jóvenes a profundizar en su propia fe”.[28]
  3. “Los criterios morales y cristianos que deben dirigir la promoción del turismo pasan, a su vez, por una necesaria colaboración entre los operadores, los responsables políticos y los representantes de la comunidad local. Para el operador turístico cristiano esta colaboración es una oportunidad de testimonio y de comunión, anuncio del Reino de Dios en la justicia y en la fraternidad”.[29]
  4. “El servicio, que los promotores prestan a los turistas, se compadece obviamente con la virtud cristiana de la caridad que se practica al ofrecer un consejo recto, al compartir las dificultades y las alegrías del camino. En este sentido los promotores cristianos deben distinguirse por la rectitud y el respeto con que presentarán los lugares de significado religioso y cuidarán en incluir y mencionar en sus programas las atenciones previstas para las exigencias propias de cada religión”.[30]
  5. “Cuando los guías presenten a los turistas lugares, monumentos o acontecimiento de carácter religioso, háganlo con competencia y total dedicación, conscientes de que con ellos son auténticos evangelizadores, siempre con absoluto respeto y con prudencia”.[31]
  6. “Las iniciativas pastorales que se refieren a los guías pueden abrirse igualmente a la categoría de los animadores de actividades, cada vez más numerosos y más presentes en la jornada de los turistas. En sus manos se encuentra, en buena parte, la llave que permitirá que el tiempo libre sea un espacio lleno de sentido, de sana diversión y de crecimiento humano y espiritual”.[32]
  7. “Los promotores y los trabajadores del turismo ocupan un lugar especifico en la acogida que se presta a los visitantes. Ellos son, de alguna manera, los primeros protagonistas de la acogida. Por su trabajo están directamente relacionados con los visitantes y son los primeros en conocer sus esperanzas y sus eventuales decepciones, se convierten a menudo en sus confidentes y pueden ejercer de consejeros y guías”.[33]
  8. “El cristiano, que ejerce su profesión en el turismo, descubre en esta situación una gran responsabilidad. De su honestidad profesional y de su compromiso cristiano depende en gran medida que para el visitante la estancia resulte provechosa humana y espiritualmente”.[34]
  9. “Este servicio recíproco de la Iglesia y de la sociedad se lleva a cabo principalmente a través de la misión especifica de los laicos. Por esto, la pastoral del turismo debe instaurar y alentar una colaboración con las administraciones públicas, las organizaciones profesionales y otras asociaciones que actúan en el mundo del turismo, para que se pueda dar a conocer la visión cristiana del turismo y desarrollar “la posibilidad implícita de un nuevo humanismo presente en él”.[35]

En el ámbito diocesano se pide:

  1. “Impulsar la formación de grupos y asociaciones, así como la colaboración de voluntarios, para la gestión del patrimonio de la Iglesia visitado por los turistas y para su acogida, de forma que se pueda contar con horarios de apertura suficientemente amplios”.[36]

Entre las acciones concretas que se pueden emprender en las parroquias, se proponen las siguientes:

  1. “Promover, acoger y estimular la acción de los grupos de apostolado especialmente dedicados a personas que viven y trabajan en el sector del turismo, aun cuando estos ambientes no se encuentren en la parroquia misma”.[37]
  2. “Formar un grupo permanente de laicos que pueda estudiar y aconsejar sobre las acciones pastorales a emprender en el campo del turismo”.[38]

h) Lugares sagrados

52 Se ha de recordar siempre que tanto el turismo de playas como de cruceros tiene su espacio para turismo cultural, incluyendo ahí, lugares sagrados.

Es importante, igualmente, recordar que no se debe reducir la visita a nuestros santuarios, templos u otros sitios a lo meramente histórico o arqueológico. Es ciertamente, un momento evangelizador. Bien podrían guiar estas visitas laicos cuidadosamente preparados para ello con un sentido evangelizador. Se debe velar para no dejar la conducción de estas visitas en manos de cualquier guía, aunque parezca un profesional del oficio.[39]

i) Conciencia Misionera

53 La Iglesia, y toda pastoral del turismo, por tanto, es urgida por su vocación misionera. Este llamamiento a la misión cobra toda su fuerza y su sentido en el turismo de playas y cruceros: hay que ir a ellos y salir a su encuentro.

“Sobre todo en aquellos lugares de fuerte concentración turística, la comunidad cristiana debe tomar conciencia de ser “misionera por su propia naturaleza” y anunciar el evangelio con valentía, generosidad y respeto...”.[40]

Conclusión

54 Deseo recalcar que este trabajo, mas que ofrecer algo bien terminado, quiere abrir, ante todo, el camino a una reflexión más amplia, para que nuestra labor pastoral, relacionada con el turismo del mar, sea aún más encarnada de acuerdo a sus rasgos específicos, descubriendo al mismo tiempo lo que tiene en común con otros tipos de turismo y sus características propias.

55 Para concluir quiero, también, valorar los importantes aportes y luces que las “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, hechas públicas este junio del 2001 por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, hace a “la problemática del turismo de mar”.

Me fue muy útil, en la redacción de mi trabajo, seguir el siguiente método: descubierto un rasgo, una necesidad o una respuesta pastoral para el tema especifico de turismo de playas o cruceros acudía a las “Orientaciones” citadas para buscar en ellas confirmación o enriquecimiento. Debo confesar que fue maravilloso constatar cómo dichas “Orientaciones” pueden abrir horizontes, cuestionar y enriquecer los datos de nuestras realidades pastorales concretas en el campo del turismo.


Notas:
[1]Cfr. sobre turismo y tiempo libre, Pontificio Consejo para la Pastoral de Emigrantes e Itinerantes, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #3b, #6y7. Nota: este Documento lo citaremos de ahora en adelante solamente por su título.
[2]Gioia Francesco, S.E Mons., “El turismo, instrumento de evangelización,” en “Mensaje de Juan Pablo II, 22ª Jornada mundial del turismo”, 2001, pág. 48.
[3]Cfr. sobre el turismo en familia, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #23.
[4]Hamao Stephen Fumio, S. E. Mons., “Aprender a viajar”, en “Mensaje de Juan Pablo II, 2ª Jornada mundial del turismo”, 2001, pág 43.
[5]Cfr. sobre el turismo cultural, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #9.
[6]Hamao Stephen Fumio, S. E. Mons., op. cit., pág 43.
[7]Cfr sobre turismo y ecología, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #8.
[8]Cfr. sobre el derecho de los cristianos a disponer de las condiciones necesarias para la práctica de su fé, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #22c.
[9]Cfr. sobre turismo y realidad de los trabajadores, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, 11 a y 11 b.
[10]Cfr. sobre turismo y corresponsabilidad, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #12.
[11]Cfr. sobre turismo y teología, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #14-17.
[12]Cfr. sobre turismo interno y fines de semana, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #10b.
[13]Juan Pablo II, “Mensaje para la 22ª Jornada mundial del turismo”, 2001, #1. También en el mismo Mensaje, el Papa llama al turismo “campo tan importante de la realidad humana”, #4 y “ámbito fundamental de la actividad humana”, #5.
[14]Juan Pablo II, op. cit., # 4.
[15]Cfr. “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #1
[16]Cedeño Manuel Quiterio, “El desarrollo turístico y desafíos pastorales en América Latina y el Caribe”, en CELAM, “De la belleza a la plenitud. La Pastoral del Turismo en la aurora del Tercer Milenio”, Bogotá, 1999, #13.
[17]Cfr. sobre turismo y las comunidades receptoras, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #9c, 18c, 34a , 35 a y b.
[18]Cfr. sobre la relación turismo e Iglesia en la sociedad, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #30.
[19]Cfr. sobre turismo y acogida, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #19, 29 a, 34,5, 35ª.
[20]Cfr. sobre turismo y pastoral de la Eucaristía en el, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, # 19b, c, d y e.
[21]Cfr. sobre turismo y pastoral de los trabajadores de este sector, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #29, 34, 7; 35.6, #29
[22]Cfr. Cedeño Manuel Quiterio, “Respuestas pastorales a la realidad del turismo en América y el Caribe”, 2001, (Inédito).
[23]Cfr. sobre turismo y realidad social de los trabajadores, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #12c; #25.
[24]Cfr. Juan Pablo II, “Carta Apostólica Motu Propio sobre el Apostolado marítimo”, Título III, IV, párrafo 5.
[25]Cfr. Idem, Título III, IV, párrafo 4.
[26]Hamao Stephen Fumio, S.E. Mons., op. cit.
[27]“Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, 23b
[28]Ib., 24b
[29]Ib., 26d
[30]Ib., 27b
[31]Ib., 28c
[32]Ib., 28d
[33]Ib., 29a
[34]Ib., 29b
[35]Ib., 30b
[36]Ib, 34.10
[37]Ib., 35.3
[38]Ib., 35.4
[39]Cfr. sobre turismo y visitas a lugares sagrados, “Orientaciones para la Pastoral del Turismo”, #20c, 21, 28c, 33.5, 34.6.
[40]“Orientaciones para la Pastoral del Turismo”,#20.
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