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Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud

Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

Pontificio Congreso para la Familia

 

LA SALUD REPRODUCTIVA 

DE LOS REFUGIADOS

Una nota dirigida a las Conferencias episcopales

 

Introducción

En 1999, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA) y algunas organizaciónes no gubernamentales (ONGs), publicó el Inter-Agency Field Manual on Reproductive Health in Refugee Situations; se trata de un libro práctico referente a las formas de asistencia a los refugiados en el ámbito de la denominada «salud reproductiva».

El Field Manual es objeto de serias y numerosas preocupaciones de parte de la Iglesia y es la razón de esta Nota preparada oportunamente por tres Dicasterios de la Santa Sede —Pontificios Consejos para la Pastoral de la Salud, para los Migrantes e Itinerantes y para la Familia— con el fin de poner de relieve las reservas sobre algunos puntos problemáticos del Manual.

La presente Nota interdicasterial considera el Field Manual como reto pastoral para la Iglesia y hace un llamamiento a los Pastores y a los agentes de pastoral comprometidos en los ámbitos de la salud, de la familia y de los migrantes e itinerantes, para que estén alerta a fin de que el amor, el respeto y la protección de las personas refugiadas y de sus derechos —entre los cuales el derecho inalienable a la vida— constituyan la razón profunda y el motor propulsor de su empeño para mejorar la condición de vida y de goce de protección de la vida y de la salud de millones de desplazados y refugiados.

El Field Manual transmite antivalores que ofenden la dignidad de las poblaciones más pobres y vulnerables con propuestas referentes a la limitación de los nacimientos, al concepto no responsable de las relaciones sexuales e incluso al aborto. Nos encontramos frente a una corriente de pensamiento que se podría definir utilitarista y neomaltusiana.

En las cinco partes de las que está formada, la Nota ofrece un horizonte de esperanza diferente de aquel expresado en el Field Manual y hace una propuesta pastoral ad hoc fundada en el amor por los refugiados en el pleno respeto de la verdad moral y de la dignidad de las conciencias personales.

En fin, la Nota anima a los diferentes responsables de la vida pública, así como a los hombres de buena voluntad a perseguir sus esfuerzos para asegurar a los refugiados un mañana capaz de restituirles un rostro que sea a imagen y semejanza de Dios.

La presente Nota ayude a nuestras comunidades a conocer mejor los problemas y las dificultades de los refugiados, a defender sus derechos, en particular aquellos relacionados con la vida y la salud, a asistirlos en el cuerpo y en el espíritu, siguiendo de cerca el ejemplo de Jesús que vivió la condición de refugiado, y dedicarles particular atención y solicitud.

La tragedia de los refugiados es « una llaga típica que revela los desequilibrios y los conflictos del mundo contemporáneo »[1] y, para afrontarla, la Iglesia se hace presente con su amor y asistencia. Para los que creen en Cristo y en el servicio al prójimo, lo que cuenta es ante todo la inalienable dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios (Gn 1,27). Dentro del espíritu del Gran Jubileo, la Iglesia no deja de alegrarse ante la colaboración efectiva « entre los pueblos de toda lengua, raza, nación y religión » para afrontar los grandes retos del nuevo milenio y auspicia la creación de « una nueva cultura de solidaridad y de cooperación ».[2]

 I. La Santa Sede, la ONU y la salud reproductiva

La ONU ocupa un puesto destacado entre las organizaciones con las que la Santa Sede coopera en diferentes niveles. Desde hace 50 años, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se ocupa de la protección de la dignidad y de los derechos de los refugiados. Existen muchos casos de colaboración fructífera entre ACNUR y la Iglesia católica, sea a nivel internacional como en los países que atraviesan la experiencia de desplazamiento forzado de personas.

La Santa Sede no deja de apreciar los principios que guían la actividad de ACNUR y no se echa atrás, cuando debe manifestar sus reservas, si las formas de asistencia prestada o incluso los medios empleados pudieran causar un grave daño a la dignidad de la persona y a su vida, desde la concepción hasta su muerte natural, tal como lo reconoce la razón humana o lo expresa la moral católica. En este contexto se debe entender el sentido de esta Nota referente al Inter-agency Field Manual on Reproductive Health in Refugee Situations, que fuera publicado en 1999 por ACNUR.[3] Ciertamente en el Manual hay aspectos positivos, pero es preciso indicar otros que están en contraste con la moral. Las organizaciones católicas comprometidas con ACNUR para proteger y asistir a los refugiados se encuentran en una posición de primer plano en la promoción de la verdadera dignidad de los refugiados en lo que concierne la sexualidad, la familia, los adolescentes y los niños. La presente Nota desea ofrecer a los Obispos y a los agentes católicos de la pastoral y de la humanización un breve análisis del Field Manual y algunas pautas para proteger y promover la dignidad y la salud integral de los refugiados.

Nuestras reservas acerca del Field Manual forman parte de la preocupación de la Iglesia ante la confusión moral e intelectual presente en los últimos años en la opinión pública, en muchos jefes políticos, en instituciones internacionales y en el ejercicio de la misma medicina. En concreto, se trata del modo con el que se responde a la pregunta:¿Qué es el hombre?[4] La respuesta implícita, y a veces explícita, del Field Manual refleja una aproximación filosófica que, mientras trata de promover la libertad individual, deja de lado los respectivos deberes, tanto individuales como sociales. Corre el peligro de ofender la misma dignidad de las poblaciones más pobres y vulnerables con propuestas que implican la limitación de los nacimientos, el concepto no responsable de las relaciones sexuales e incluso el aborto. Asimismo, al documento le falta una adecuada atención con respecto al conocimiento de la cultura y de la religión de los refugiados. En el fondo, podemos encontrar en él muchos rasgos de una corriente de pensamiento que podríamos definir utilitarista y neo‑malthusiana.

El Field Manual refleja las discusiones acerca de la « salud reproductiva » que tuvieron lugar durante la « Conferencia sobre Población y Desarrollo » celebrada en El Cairo en 1994. Dicha « salud reproductiva » es promovida hoy por algunas organizaciones de la ONU, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Población (FNUAP). En la sesión final de la Conferencia de El Cairo, la Santa Sede hizo una declaración en la que expresó las reservas de la Iglesia frente a la ideología de la « salud reproductiva ».[5] Dichas reservas se pueden aplicar también al Field Manual.

 II. El amor de la Iglesia por los prófugos

En el marco de su mandato misionero universal, la Iglesia observa con atención los signos de los tiempos y advierte, cada vez con mayor convicción, la existencia del fenómeno de millones de desplazados y refugiados. La Iglesia desea colaborar para que se ofrezca a estas personas la posibilidad de mejorar su condición de vida, y que tanto ésta como su salud puedan gozar de una debida protección.

En un mensaje dirigido a los emigrantes —y que alcanza mayor valor para los prófugos— Pablo VI dijo: « Nosotros observamos de modo especial los sufrimientos a los que son sometidos los emigrados en dichos desplazamientos: sufren un trauma espiritual y moral, que turba todo juicio interior, mientras en sus ánimos afloran aspiraciones de todo tipo, como aquella buena y digna de aspirar a una mejor condición de vida, al mismo tiempo se produce una fácil confusión de ideas con el consiguiente trastorno de los principios en los que fundaba la honestidad, la normalidad y la humanidad de su psicología. Cuántos emigrantes pierden así toda costumbre religiosa [...] y cuántos son trastornados en sus afectos familiares por la tristeza de las condiciones en las que se encuentran y por el surgimiento de pasiones desordenadas. La emigración provoca crisis religiosas y morales muy graves y difundidas y tiene lugar con sufrimientos y penosas consecuencias, por lo que el ministerio pastoral de la Iglesia no deja de interesarse de ella; y cuanto más se acentúa y se recrudece el fenómeno migratorio en estos años, tanto más la solicitud del clero diocesano, de los religiosos y del laicado católico debe intervenir y mostrar una capacidad inmediata y múltiple para llevar consolación y asistencia a los migrantes de acuerdo con la necesidad, actualmente aumentada y urgente ».[6]

La Iglesia, interrogada por estas situaciones deshumanas, las asume en su solicitud apostólica, convencida de que « el anuncio de Cristo y del Reino de Dios debe ser instrumento de rescate para estas poblaciones ».[7]

 III. Aspectos preocupantes en el Field Manual

Antes de analizar específicamente los puntos más preocupantes del Field Manual, es necesario recordar que se trata de una diferencia de fondo entre la concepción utilitarista de la sexualidad humana, unida al concepto de la salud reproductiva, y la perspectiva que ofrece la Iglesia en su respeto por la dignidad del hombre y de su sexualidad.[8] La antropología sexual, que se basa en la revelación divina, afirma que « el hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer ».[9] Dios « los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser « ayuda » para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas (« hueso de mis huesos... ») y complementarios en cuanto masculino y femenino ».[10] Su vida conyugal está destinada a ser fecunda y a realizarse en la obra común de la custodia de la creación,[11] de conformidad con la justa generosidad de una paternidad‑maternidad responsable, según los criterios objetivos de la moralidad.[12] Por tanto, es necesario respetar el doble significado de la recíproca donación del hombre y de la mujer, abierta a la vida, en el matrimonio, que es contradicha por la anticoncepción promovida por la llamada « salud reproductiva ».

Los conocimientos científicos actuales permiten afirmar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. La razón está llamada, pues, a acoger bajo el aspecto filosófico y ético, el preeminente valor humano de la vida individual a partir de ese momento, y es una exigencia de la ley natural defenderla y tutelarla. Por esto la Iglesia, teniendo como fundamento la razón, además de la Revelación, confirma la obligación de respetar y tutelar el derecho a la vida de cada embrión humano y rechaza como inmoral toda acción que provoque el aborto o la manipulación.[13]

El Field Manual (en particular en el cap. IV) propone sin reservas, después de relaciones sexuales forzadas, el empleo de la llamada « anticoncepción de emergencia » –precedentemente llamada también « píldora del día después »Â– y la presenta como « anticonceptiva ». Pero la realidad es que no es sólo anticonceptiva, porque en caso de fecundación en acto se produciría un aborto químico procurado en los primeros días de embarazo. La OMS relativiza el estatuto biológico del embrión en los primeros días, llamándolo « pre-embrión », esto es, un cúmulo de células. Aquí tenemos un sofisma porque dicha denominación no corresponde a una base biológica precisa. La moral natural no puede aceptar el empleo de esta « anticoncepción de emergencia ».[14]

Asimismo, son inaceptables los medios de control de la natalidad promovidos por el Field Manual,[15]por razones también de su conocido efecto abortivo (cap. VI); se trata de la píldora anticonceptiva con progestágenos (« mini-píldora »), de los contraceptivos inyectables (Depoprovera) o de implantaciones subcutáneas (Norplant) y de la espiral (DIU).

Hay que notar que el Field Manual presenta la esterilización como simple « contracepción ». En cambio, se trata de una supresión radical de la función procreadora que a menudo es procurada en los países pobres, sin que la víctima de este procedimiento haya sido informada correctamente.

Tampoco se puede aceptar la separación entre sexualidad y procreación, promovida por el Field manual, a través de la promoción de una « actitud no-prejudicial » (non-judgemental) hacia las relaciones extra‑matrimoniales y homosexuales. Por esta razón, los Pastores deben estar muy atentos frente a los programas de información relacionados con la salud reproductiva propuestos por el Field Manual para los adolescentes refugiados (cap. VIII). En vez de ser educados hacia el verdadero amor, en la perspectiva del matrimonio y de una futura familia, estos jóvenes son introducidos en el mundo del placer sexual individualista e irresponsable, que aumenta el riesgo de la propagación de la epidemia del VIHSIDA. En vez de promover la educación de los jóvenes a una procreación responsable, verdadera prevención de esta epidemia, para el Field Manual es suficiente ofrecer el preservativo, como ha ocurrido en el pasado, en las escuelas o en los lugares de guerra con la difusión de propaganda y de material contraceptivo. El Field Manual prevé la omnipresencia de este preservativo en cantidad masiva, a pesar de que está suficientemente demostrado que el porcentaje de fallo o fracaso de esta « protección » no es indiferente. El Field Manual no es el instrumento más adecuado para una educación a una responsabilidad sexual madura.

Los métodos naturales son moralmente lícitos, cuando existen motivos justos, y por tanto son adecuados para la procreación responsable incluso en los campos de refugiados porque no cuestan nada, respetan el cuerpo y la relación de la pareja y favorecen el diálogo y la actitud responsable de los cónyuges.[16]

Existe un último punto, bastante preocupante, presentado por el Field Manual: la presencia en los ambientes para refugiados, bajo forma de tratamiento médico del post‑aborto, de material que permite proceder a los abortos (aspiración a través MVAs o « manual vacuum aspirators »). Se trata de un material que será puesto en manos de agentes de la salud más o menos cualificados, cuando en verdad debería ser empleado sólo por los médicos. En estas condiciones será muy difícil controlar el empleo apropiado de este material y verificar si efectivamente se respetará la declaración incluída en la petición hecha por la Santa Sede, en el capítulo VI del Field Manual (“in no cases should abortion be promoted as a method of family planning”).

IV. Aproximación pastoral

 La introducción del Field Manual en las poblaciones de refugiados o de otras personas desplazadas no debe ser tomada a la ligera por los Pastores de almas que se ocupan de dichas personas en los campos o en otros lugares. La difusión del Field Manual es otra razón para que la Iglesia asegure una presencia pastoral más incisiva y no sólo asistencial en dichas situaciones. De este modo la comunidad cristiana, siguiendo la moral evangélica, proporciona su aporte específico, trabajando con todos los refugiados y las organizaciones dedicadas a este servicio.

Con frecuencia los refugiados y prófugos están privados de muchas cosas y necesitan en proporción a la necesidad efectiva, mayor amor, atención, solicitud y solidaridad activa de parte de los cristianos y de los Pastores que viven con ellos. Organizar la atención pastoral en favor de estas personas, asegurar su bien espiritual, su acceso a la palabra de Dios, al perdón sacramental, a la Eucaristía y a los demás sacramentos forma parte de la respuesta que los cristianos deben dar al mandamiento de Cristo de amar a sus hermanos.

Como es obvio, la Iglesia local, así como también la Iglesia Universal están comprometidas en la asistencia material, psicológica y médica de los prófugos. Las agencias católicas que se encargan de ayudarlos y socorrerlos, generalmente están vinculadas con una Conferencia Episcopal. Las Conferencias Episcopales, a su vez, en los países donde están presentes los prófugos, mantienen contacto con ellos a través de estas agencias y también a través de los propios medios de ayuda humanitaria. Estas instituciones de la Iglesia, al colaborar en este tipo de asistencia, bajo la responsabilidad de las Conferencias Espicopales, precisamente por su fidelidad a Cristo, mostrarán particular respeto por la persona de los prófugos y por sus derechos, cualesquiera fuesen sus condiciones de vida o su religión. Los Pastores de almas que se acercan a los prófugos para asistirlos espiritualmente, asumen también el deber de promover entre ellos un sentimiento propio de dignidad, de auto‑respeto, de respeto recíproco, y de difundir con su ejemplo solicitud y respeto entre el personal que ayuda a los prófugos y entre los varios responsables.

 V. Problemas pastorales específicos

 Por otro lado, la introducción del Field Manual on reproductive Health plantea problemas específicos a nivel pastoral y moral. La atención pastoral a los fieles requiere, de parte de toda Conferencia Episcopal, que se ocupe también de su salud física. Entre estos fieles, hay personas que forman la población de los prófugos. Generalmente, se encuentran mal alimentados, debilitados, a menudo en precaria condición de salud. El Field Manual promueve la llamada salud reproductiva, en una perspectiva muy reducida. En vista de que la Iglesia, a través de sus organismos caritativos, con la ayuda de sus personas consagradas, de sus agentes sanitarios y médicos católicos, generalmente está muy presente a nivel ejecutivo en dichas situaciones de refugiados, los Pastores deben vigilar para que no se insinúen aquellas prácticas del Field Manual consideradas como inmorales.

Ante todo, es un deber para los pastores vigilar sobre el respeto de las personas refugiadas y de sus derechos. Esto implica conocer a los refugiados y a los agentes de la salud que los asisten, conquistar su confianza, escuchar sus llamadas, estar atentos a toda confidencia.

Uno de los deberes de los agentes pastorales y de los laicos cristianos, involucrados en el servicio a los refugiados, es el de la formación. No se trata de dar únicamente información sanitaria sino de tener en cuenta la ética fundada en la Palabra del Evangelio, en todo su alcance y con la permanente llamada a la santidad, cualesquiera que sean las condiciones existenciales del cristiano. A través de dicha iniciativa, se presentará la visión cristiana de la vida y de la sexualidad humana y de sus exigencias, así como también la enseñanza del Magisterio de la Iglesia acerca de la inmoralidad de la cooperación al aborto, a la esterilización y a la anticoncepción. Ante todo, se tratará de conceder tiempo y atención a los niños y a los adolescentes refugiados, organizando en lo posible encuentros con ellos para prepararlos al verdadero amor y en vista de su futuro noviazgo y matrimonio. Se hablará también de SIDA y de su prevención a través del respeto de la dignidad de su propio cuerpo.

En fin, los pastores de almas, según sus posibilidades, ofrecerán al personal de salud que se ocupa de los refugiados, una ayuda espiritual específica. Los agentes de la salud y los médicos que trabajan en este ambiente a menudo son extranjeros, voluntarios, llenos de solicitud y de gran corazón, que muchas veces están sometidos a cierta incomodidad por las difíciles condiciones en las que deben trabajar con pocos medios a su disposición. Todo esto podría llevarlos a dejar de lado las exigencias de la verdad moral. De aquí que podrían ser impulsados a aplicar a los prófugos los medios aparentemente más simples e inmediatos, informando de modo insuficiente a la persona en tratamiento, especialmente cuando existen problemas de lengua para comunicarse. Por consiguiente, es importante establecer buenas relaciones humanas con los agentes sanitarios, médicos y cooperadores, animándolos, valorando su servicio y recordándoles la palabra de Dios. Si entre ellos se encuentra personal católico, éste debería recibir una asistencia especial, catequética y sacramental, así como también una información clara con respecto a la enseñanza de la Iglesia en materia de moral referente a la familia y a la sexualidad.

 Conclusión

La Iglesia Católica no puede dejar de escuchar el grito de los más pobres, de los más débiles, de los que no pueden intervenir en las decisiones que se toman con respecto a ellos. La Iglesia los acoge, los sostiene y los defiende contra toda tentativa autoritaria o manipuladora perpetrada contra ellos. En esta perspectiva se desenvuelve su relación con ACNUR: efectivamente, con su conocimiento de la naturaleza humana y su visión ética, la Iglesia puede animar a ACNUR en su misión de proteger la dignidad humana de los refugiados, y si hubiera necesidad, conducirlo adecuadamente hacia el más integral respeto de la verdad moral y de la dignidad de las conciencias personales. En este sentido, la relación entre la Iglesia católica y ACNUR con respecto a la asistencia a los refugiados, será cada vez más estrecha y fructífera. Es con este espíritu de colaboración que presentamos estas indicaciones acerca del Field Manual on Reproductive Health in Refugee Situations.

 Ciudad del Vaticano, 14 setiembre 2001, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

 Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud

 Javier Lozano Barragán,Presidente

 José Luis Redrado Marchite, O.H., Secretario

 

 Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes

 Stephen Fumio Hamao, Presidente

Rev. P. Michael A. Blume, S.V.D., Subsecretario

 

 Pontifico Consejo para la Familia

 Alfonsocard. López Trujillo,Presidente

 Francisco Gil Hellín, Secretario


[1] Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 30 diciembre 1987, n. 24: Enchiridion Vaticanum 10 (1986-1987), p. 1747. La solicitud pastoral de la presente nota se refiere a los refugiados, a los que solicitan asilo, a los exiliados, a los desplazados y a cualquier otra persona que experimenta la migración forzada. Al tratarse del concepto « refugiado » empleado por la Santa Sede, se espera que la misma protección y los mismos derechos prescritos por el derecho internacional en defensa de los refugiados, sean reconocidos también para el que vive la experiencia de la migración forzada dentro de su propio país. Ver: Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, I rifugiati: Una sfida alla solidarietà, Libreria Editrice Vaticana, 1992, nn. 3‑4.
[2] Juan Pablo II, Incarnationis mysterium, Bula de convocación del Gran Jubileo del año 2000, n. 12; cf. Juan Pablo II, Mensaje con ocasión de la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1o enero 2001, n. 17.
[3] Este manual es el resultado de la colaboración sobre todo de varias agencias de la ONU —OMS, UNFPA y ACNUR— y de algunas ONGs. Fue publicado en 1996. La publicación de 1999 retoma el texto de 1996 con algunas modificaciones.
[4] Cf. Conc. Ecum. Vat. II,Const. past. Gaudium et spes, n. 12.
[4] Cf. Santa Sede (S.E.R. Mons. Martino R.), Consenso parziale e con riserve, en L'Osservatore Romano, viernes 16 setiembre 1994, p. 4.
[6] Pablo VI, Mensaje con ocasión de la Jornada de la Emigración,24 noviembre 1963, en Insegnamenti di Paolo VI, vol. I, 1963, p. 347: el contexto original es el de la emigración en general, dentro de la cual la experiencia de los refugiados constituye una instancia realmente dramática.
[7] Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Missio,7 diciembre 1990, n. 37: Enchiridion Vaticanum 12 (1990), p. 519.
[8] Cf. Pontificio Consejo para la Familia, Sessualità umana: verità e significato. Orientamenti educativi in famiglia. 8 dicembre 1995; nn. 8‑15.
[9] Catecismo de la Iglesia Católica, 369; ver Gn 1, 27.
[10] Ibid.372.
[11] Cf. Ibid. 1604.
[12] Cf. Ibid. 2368.
[13] Cf. Juan Pablo II, Enc. Evangelium Vitae, 25 marzo 1995, n. 60: Enchiridion Vaticanum 14 (1994-1995), pp. 1339-1341.
[14] Pontificia Academia para la Vida, Sulla messa in vendita in Italia della cosiddetta « pillola del giorno dopo », en L'Osservatore Romano, 1o novembre 2000, p. 4.
[15] Cf. Pablo VI, Enc. Humanae vitae, 25 julio 1968, n. 14: Enchiridion Vaticanum 3 (1968-1970), p. 295.
[16] Acerca de los valores negativos presentes en la « mentalidad anticonceptiva » (bien diferente del ejercicio responsable de la paternidad y maternidad realizado en la plena verdad del acto conyugal), cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Evangelium vitae, n. 13.
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