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   Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

V Congreso Mundial de la Pastoral de los Gitanos

Budapest, Hungría, 30 junio – 7 julio 2003

 Saludo de bienvenida

 

 Arzobispo Stephen Fumio Hamao

Presidente 

 Eminencia, Excelencias,

Distinguidos Huéspedes,

Señoras y Señores,

 Es para mí un honor hoy, junto con el Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario, y los miembros del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, darles la bienvenida en nombre de la Santa Sede Al V congreso Mundial de la Pastoral de los Gitanos. El Congreso ha sido organizado en colaboración con la Conferencia Episcopal Húngara, en particular con el Departamento Húngaro de Pastoral de los Gitanos, del que es Presidente Su Excelencia Monseñor Szilard Keresztes, Obispo de Hajdudorog.

Ustedes han llegado de todas partes del mundo, de lejos y de cerca, de la lejana India, lugar de origen de los Gitanos, y del Brasil, a donde fueron llevados desde Europa, su tierra de elección. Me es grato constatar que todas las 25 Conferencias Episcopales, que han creado departamentos para la pastoral de los gitanos, están representadas en este Congreso. Hay, además, representaciones de organizaciones católicas caritativas y sociales que apoyan la labor de la Iglesia en favor de los gitanos. Aprovecho esta oportunidad para expresarles mi agradecimiento por su apoyo constante.

Quiero dirigir un especial saludo a los hermanos y hermanas gitanos aquí presentes, que son y serán los protagonistas de este Congreso. Entre ellos se encuentran algunos gitanos sacerdotes y hermanos religiosos y religiosas. Debemos esforzarnos en que este Congreso no sea un evento de los “gadge” (no-gitanos) para los gitanos, sino un Congreso de gitanos para los gitanos, con la ayuda de la Iglesia, que se preocupa de su pastoral y de su promoción humana e integral.

La pastoral de los gitanos primero estuvo limitada a Europa Occidental y, después, se extendió a Europa Central y del Este. Pero en este Congreso acogemos algunos delegados de India, de Bangla Desh, del Brasil y de México. Se trata de algo nuevo y bueno. La Iglesia en India ahora trabaja muy activamente en la pastoral de los Gitanos. Así, por ejemplo, 32 Congregaciones Religiosas de mujeres, provenientes de 19 diócesis, estuvieron presentes en el encuentro anual que se celebró en Khandawa, en India Central. Nos alegramos de tener entre nosotros el Obispo Leo Cornelio, SVD, de Khandawa, que nos presentará la conferencia sobre el tema de este Congreso: La Iglesia y los Gitanos – “por una espiritualidad de comunión”.

El tema se inspira en un pasaje de la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II Novo Millennio Ineunte (n. 43). En la cuarta parte de este documento, el Santo Padre nos invita a “promover una espiritualidad de comunión”, que significa “capacidad de sentir al hermano de fe... como ‘uno que me pertenece’”. “En fin, espiritualidad de la comunión es saber ‘dar espacio’ al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad... desconfianza y envidias” (N. 43). La acogida de los gitanos, ciertamente, es un desafío para la Iglesia. Su presencia en nuestros Países en una llamada constante a vivir la caridad y la comunión cristianas, venciendo toda indiferencia.

Los gitanos son muy queridos al corazón del Papa Juan Pablo II que, en sus visitas pastorales, aprovecha cualquier oportunidad para encontrarse con ellos y exhorta a todos a acogerlos como hermanos y hermanas. Al dirigirse a los participantes en el Tercer Encuentro Internacional en Roma, decía: “A pesar de la clara enseñanza del Evangelio... sucede a menudo que los gitanos se ven rechazados y despreciados. El mundo, marcado en gran parte por las ansias de ganancia y por el desprecio de los débiles, tiene que cambiar de actitud y acoger a nuestros hermanos y hermanas nómadas, no ya por simple tolerancia, sino con espíritu fraterno” (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XII, 2, p. 1195).

Y de nuevo, durante el último Congreso organizado en Roma en 1995, el Papa dijo: “Ningún grupo étnico o lingüístico debe sentirse extranjero: todos deben ser plenamente acogidos y deben sentirse apreciados. (...) La Iglesia, cuyas actividades están siendo reorganizadas en Europa del Este, debe continuar mostrando un vivo interés por los gitanos, a través de agentes pastorales entregados e iniciativas que testimonien en la vida de cada día el amor de Jesús, el Buen Pastor, por los pequeños, por los débiles” (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Vol. XVIII, 1, p. 1689).

La Iglesia en Hungría ha acogido muy seriamente esta exhortación del Santo Padre, su llamada a la Iglesia en Europa del Este, a asistir a los gitanos en sus Países. Los resultados están a la vista de todos. Ninguna otra Iglesia local ha hecho tanto para la promoción de los gitanos en los últimos años como en esta nación. Si nuestro Pontificio Consejo tomó la decisión inusual, pero grata, de organizar este Congreso Mundial por primera vez fuera de Roma, ha sido en reconocimiento a la labor llevada a cabo por la Iglesia en Hungría a favor de la promoción de los gitanos durante la última década. Aprovecho esta oportunidad para felicitar y dar las gracias a la Jerarquía húngara, al Nuncio de su Santidad en este País, y especialmente al Obispo Szilard Keresztes, por su constante interés.

No haría falta decir que la Iglesia sola no puede llevar adelante una labor tan importante e inmensa sin el apoyo cordial, la cooperación y el sostén de los gobiernos Centrales y Locales. Durante nuestras visitas a Hungría, en relación con nuestro trabajo por los gitanos, tuvimos ocasión de conversar con miembros cualificados del Gobierno sobre la situación de los gitanos y pudimos conocer de primera mano los esfuerzos del Gobierno para mejorar la situación de los gitanos en su País. La presencia de altas personalidades del Estado húngaro y del Gobierno esta tarde con nosotros, da testimonio de su preocupación por el bienestar de nuestros hermanos y hermanas gitanos.

Con todo, ninguna ayuda del exterior, por importante que sea, podrá mejorar las condiciones de vida de una comunidad, si las personas, para quienes fueron planificados los proyectos, no cooperan plenamente. Esto es lo que hemos constatado en Hungría. Las comunidades gitanas han prestado gran interés y han colaborado activamente en los programas locales proyectados para su desarrollo. Jóvenes y mujeres, niños en las escuelas en los diferentes grados, sus maestros y sacerdotes de parroquia, todos trabajaron codo con codo para elevar las condiciones de vida de los gitanos en este País. Los congresistas tendrán oportunidad de constatar por sí mismos, durante los próximos días, los resultados de esta labor.

Aun viviendo durante siglos entre pueblos sedentarios, los gitanos conservan substancialmente su identidad, que cuenta entre sus elementos fundamentales la dignidad del hombre y la unidad de la familia, una dependencia confiada de Dios, la vida nómada como dimensión psicológica que se concreta en actitudes y capacidad de despego de los lugares y de las cosas. La música, la canción y la poesía son esenciales en su rica tradición cultural. Con sus tradicionales violín, guitarra y baile expresan su vitalidad, su sensibilidad y su vocación artística.

La diversidad de formas de vida, costumbres y ocupaciones de los gitanos ha sido visto muchas veces como negativo. Esto es el resultado de su historia, marcada por siglos de rechazo y de persecución, cuyo punto álgido se alcanzó en el “holocausto olvidado” que padecieron durante el tiempo del nazismo. En el Mensaje del Santo Padre con ocasión del aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el Pontífice unió el destino de los gitanos al de las otras víctimas de la barbarie, cuando dijo: “Se construyeron campos de exterminio, donde millones de judíos, cientos de miles de gitanos y otras personas fueron masacrados, por el único crimen de pertenecer a pueblos diferentes”.

Hace pocos días, a su llegada al aeropuerto de Rijeka en Croacia, el Papa nos recordó de nuevo: “Hay valores, como la dignidad de la persona, la honradez moral e intelectual, la libertad religiosa, la defensa de la familia, la acogida y el respeto de la vida, la solidaridad, la subsidiariedad y la participación, y el respeto de las minorías, que están inscritos en la naturaleza de todo ser humano, pero que el cristianismo tiene el mérito de haber captado y proclamado con claridad. En estos valores se funda la estabilidad y la verdadera grandeza de una nación” (Juan Pablo II en Rijeka, Croatia, cf. L’Osservatore Romano, 6-6-2003).

Hoy la supervivencia de los gitanos se ve amenazada por varios factores: la rápida transformación de la sociedad moderna, que hace inviables sus actividades tradicionales, la pervivencia de la discriminación, las condiciones precarias de su medio y el bajo nivel de la educación. Sin embargo, vemos encomiables esfuerzos, por parte de los Estados, por reconocer a los gitanos como minoría, con especiales derechos y deberes, con una cultura propia que debe ser salvaguardada y con un papel socio-político. Las asociaciones gitanas son cada día más numerosas y están presentes en la vida política.

Los gitanos demostraron siempre un profundo sentido de lo sagrado, como podemos ver a través de sus tradiciones. Lamentablemente, la escasez de sacerdotes y de agentes pastorales capaces de acompañarlos, ha impedido a la mayoría de ellos recibir una formación religiosa y una atención pastoral suficientes. Esto ha hecho de ellos un campo fértil para el proselitismo de las sectas. Que su fe pueda verse estimulada por la noble figura de Ceferino Giménez Malla, un humilde gitano español beatificado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997 en la plaza de San Pedro. La vida de Ceferino fue la de un verdadero gitano y un verdadero cristiano, coronada por el martirio en agosto de 1936 en Barbastro, durante la Guerra Civil española.

Al concluir mis palabras, deseo expresar la confianza de que este Congreso Mundial será un nuevo estímulo para todas las Iglesias particulares y para los Gobiernos, especialmente en Europa, para hacer todo lo posible a fin de que los gitanos sean bien acogidos y asistidos. Hago, también, una llamamiento a los gitanos para que, conscientes de que su destino está en sus manos, defiendan sus derechos, recordando, a la vez, sus deberes para con la sociedad en que viven. Los gitanos más acomodados ayuden a sus hermanos y hermanas más pobres. 

Les agradezco su amable presencia y deseo para el Congreso toda suerte de éxitos. Ruego a Nuestra Señora Reina de los Gitanos, cuya imagen tienen reproducida en sus programas, que les proteja durante los próximos días en su reflexión y oración para la pastoral de nuestros hermanos y hermanas gitanos.
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