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 Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

V Congreso Mundial de la Pastoral de los Gitanos

Budapest, Hungría, 30 junio – 7 julio 2003

 

La Pastoral de los Gitanos

'Por una espiritualidad de comunión'

 

S.E. Mons.Leo Cornelio, SVD

Obispo de Khandwa, India

Terminología

Desde los albores de la civilización humana existieron grupos de personas que se desplazaban de un lugar a otro por diversos motivos. Usamos términos como “nómadas”, “gitanos”, “migrantes, itinerantes, refugiados” etc. para referirnos a estos grupos viajeros. Algunos han sido expulsados de sus casas y de sus formas de vida por circunstancias de fuerza mayor, como guerras, conflictos políticos, penuria económica etc. Otros viajan a lo largo de toda su vida a causa de las condiciones de su profesión o por motivos que nunca van a comprender quienes llevan una vida sedentaria. Es a éstos últimos que se refiere más específicamente el nombre de “gitano”. “Nómada” es otro término comúnmente usado para referirse a estas personas. El “nomadismo” implica el traslado del hábitat del grupo en búsqueda de los medios de subsistencia. No puede significar, pues, una deambular idealista y sin objeto; al contrario, se concentra en algunos centros operativos temporales, cuya estabilidad depende de las posibilidades que el centro ofrece para la consecución de los diferentes objetivos[1].

Se dice que el término “Gypsy” o “Gipsy” es una corrupción de la palabra “Egyptian”. Al llegar a Europa desde el Oriente, se pensó que procedían de Turquía, Nubia o Egipto, u otro lugar no europeo. Se les llamó, entre otras cosas, Egipcios o “Gipcios”, de donde viene el término “Gypsy”[2]. Además de con el nombre de Gypsies, esta gente ha sido conocida por otros nombres, entre los que se encuentran Rom (Roma, Romani), Tziganes, Cigano, Zigeuner, Sinti, Manouches, Gitans, y otros. Muchos Roma se han referido siempre a sí mismos por su nombre de tribu, o como Rom o roma, que significa “hombre” o “pueblo”[3]. El uso de Rom, Roma, Romani, o pronunciada con la doble ‘r’ (Rrom, Rroma, Rromani), es preferido en las comunicaciones oficiales y en los documentos legales. La tendencia es la de eliminar el uso de términos despectivos, peyorativos u ofensivos, como el de Gypsies, y respetar el uso de los nombres que se dan a sí mismos, como Roma o Rroma. El nombre de Gypsies, aunque ofensivo para muchos Roma, ha pasado a ser un nombre propio y como tal debería escribirse siempre en mayúscula.[4] Otro término que sale siempre al paso en la literatura y en las discusiones sobre los Gitanos es el de gadje (gadzo), que se refiere a los no-Roma o población sedentaria. Gadjo significa literalmente campesino.

¿Quiénes son los Gitanos?

Muchos censos oficiales no incluyen a los gitanos. Muchos de éstos no declaran su verdadero origen étnico por razones económicas o sociales. Además, se desplazan con frecuencia de un lugar para otro. Por todo esto, no es posible saber exactamente el número de Gitanos en el mundo. Muchos de los que se preocupan por los Gitanos, por otra parte, manejan criterios diferentes para determinar quien es realmente un Gitano. Algunos excluyen los grupos sedentarios, como si ya no fueran Gitanos. Otros incluyen entre los Gitanos a grupos tribales que viajan buscando sobrevivir ejerciendo sus profesiones. A pesar de todo, se estima que existen unos 17 millones de Gitanos esparcidos por el globo. Aproximadamente un 75% de ellos viven en los países de Europa Central y del Este. Todos los indicios apuntan que las raíces históricas de los Gitanos se encuentran en India. “Debieron darse diferentes oleadas de emigraciones de estos pueblos desde la India a lo largo de los siglos. Algunos historiadores han indicado que semejantes emigraciones se dieron hace unos mil años a partir de la provincia Sind del actual Pakistán y que llegaron a Europa del Este durante el siglo XV. A partir de esta época hay constancia histórica de su presencia y participación en la vida social de la sociedad europea”.[5] Las verdaderas razones por qué abandonaron India se habrán perdido seguramente en la historia, aunque se han lanzado diversas hipótesis al respecto. Lo más probable es que una combinación de diversas causas, como pobreza, hambre, catástrofes naturales, invasión, guerras etc. haya conducido a este pueblo a dejar su patria de origen. Aún hoy, son éstas las causas que obligan a muchas personas a dejar sus hogares.

Cultura y actividades gitanas

La cultura gitana es muy variada, con muchas tradiciones y costumbres, y los diferentes grupos en el mundo poseen sus propias creencias y principios característicos. No existe per se una cultura gitana universal; existen, sin embargo, algunos rasgos comunes a todos los Gitanos, como la lealtad a la familia, la identificación estrecha con su grupo étnico, ciertos principios culturales y normas que varían gradualmente de una tribu a otra, capacidad de adaptación a las condiciones cambiantes, marginación etc. La integración de muchos Gitanos en una cultura no-gitana, debido a la sedentarización, ha diluido muchos valores culturales y creencias gitanas. Lo que podría ser considerado “gitano auténtico” en un grupo, puede ser tenido por gadjé en otro. Puede resultar demasiado general y simplista encuadrar en un único estereotipo a todos los Gitanos. Y a pesar de lo que piensan algunos grupos, no hay ninguno que pueda proclamarse el único, “auténtico” Roma. Hoy en día, a la mayoría de grupos y comunidades gitanas alrededor del mundo, pueden aplicárseles estas características: Los Gitanos pueden ser nómadas, semi-nómadas o sedentarios. Hablan diferentes dialectos del Romanes, y algunos de ellos no hablan nunca el Romanes. La lengua gitana refleja la extremada variedad del mundo gitano, es decir, la falta de rigor en su pensamiento, la libertad con que se apropia y transforma las palabras tomadas de otras lenguas. Resulta, en efecto, iluminador por lo que se refiere a la sicología propia de los grupos gitanos[6]. Los Gitanos viven en áreas rurales o urbanas. Algunos grupos gitanos son mayormente analfabetos, mientras otros grupos procuran para los miembros de su comunidad por lo menos el saber leer y escribir en la lengua del país de acogida.[7]

Los nómadas han sido clasificados de muchas maneras. Una de las mejores clasificaciones es la ofrecida por S.P. Ruhela[8], en base a las profesiones ejercidas por los diversos grupos.

Su historia atormentada

Parece que los gitanos han conocido una historia muy atormentada. A lo largo de los siglos han permanecido como extranjeros en medio de los pueblos donde vivían. No se les reconocía ninguna identidad legal en los países donde moraban y, en consecuencia, podían ser oprimidos impunemente por los grupos dominantes. En su mayor parte la historia de los Gitanos es una larga letanía de leyes, edictos, persecuciones y expulsiones, contra ellos. En muchas partes de Europa del Este fueron ampliamente aceptados, si bien en Valaquia y Moldavia los Gitanos fueron considerados esclavos hasta mediados del siglo XIX. En estos lugares los propietarios poseían sobre ellos todos los derechos, excepto el de vida y muerte. El Código de Valaquia establecía explícitamente: “El Gitano ha nacido esclavo”. Los Gitanos eran vendidos, eran objeto de cambio y de comercio.

Las represalias contra los Gitanos, tanto en el Oeste como en el Este de Europa, desde el siglo XV hasta el XVIII, deben considerarse en el contexto del nacimiento y consolidación de las naciones modernas en el continente. El rechazo del otro es una parte esencial del proceso de formación de los estados nacionales. Ahora, con el colapso del sistema soviético y de los estados multinacionales del Este de Europa, han vuelto a ocupar un lugar destacado los procesos de construcción y consolidación nacional. Son procesos que potencialmente pueden desencadenar la intolerancia de los demás, y grupos étnicos que sean más débiles y más indefensos, como los Gitanos, pueden convertirse en sus víctimas.[9] En el proceso de construcción de los estados nacionales, uno o más denominadores comunes (como la raza, la religión etc.) forman el eje en torno al cual se estructura la solidariedad del grupo. La gente que no comparte tales denominadores comunes se convierte en “otros” amenazadores, contra los cuales hay que defender la identidad del grupo. El grupo de los “otros”, a su vez, desarrolla una defensa agresiva y busca sobrevivir, enfatizando también la solidariedad de grupo. En otras palabras, cuando otros avanzan contra ti, tú debes ser más Gitano para sobrevivir. De esta forma, el rechazo y el repliegue en sí mismo, refuerzan el recelo mutuo, el miedo y la lejanía entre los grupos. El Gitano es muy diferente del gadjo: surgen como de la nada en gran número; se quedan por algún tiempo y después desaparecen. Su vida es imprevisiblemente lineal. El gadjo, en cambio, vive en una rutina previsible y lenta. Para el gadjo el Gitano es como un fugitivo, un vagabundo, alguien que tal vez es culpable de algún extraño crimen; ¡por qué corre, si no!

Cuando la cultura dominante se topa con una nueva minoría cultural, a la que no comprende, intenta clasificarla según las categorías sociales que conforman su visión del mundo. Así, los Gitanos son clasificados como “vagabundos”, parecidos a salteadores de caminos que asaltan y roban a las personas sedentarias. El Gitano es visto como el culpable de todo lo que va mal en los alrededores. El temor primordial a lo misterioso y desconocido, que fascina al grupo dominante, pronto se centra en este pueblo desconocido que de repente aparece en la vecindad saliendo de la nada y que por desconocidas razones desaparece sin destino fijo. A los Gitanos se les atribuían poderes ocultos y brujería. ¡Con cuánta facilidad estos temores y prejuicios se mezclan con consideraciones raciales y con las crisis socioeconómicas o políticas de una nación, y se descargan en un grupo minoritario que se covierte en chivo expiatorio de todos los males! El racismo nazi, por ejemplo, privó a los Gitanos de toda protección legal, al igual que hizo con los judíos. Los Gitanos estaban fuera de toda consideración legal. Según un autor reciente, Gabrielle Tyrnauer, “Las consecuencias no se hicieron esperar: esterilización forzosa, deportación para trabajo de esclavos y a los campos de exterminio, sometidos a experimentaciones médicas y, finalmente, exterminio masivo bajo las balas o el gas”[10] . Se estiman en unos 500.000 los Gitanos que cayeron víctimas del racismo nazi[11].

Estas atrocidades no levantaron ninguna o pocas protestas públicas, ya que las culturas dominantes por doquier consideraban los Gitanos como delincuentes potenciales, asociales, enemigos del género humano, extranjeros peligrosos, pedigüeños insaciables, parásitos sociales. En Francia, por ejemplo, aún en 1937 los Gitanos eran sospechosos de ser colaboradores quintacolumnistas y fueron cercados y vigilados en los campamentos. En 1912, una ley había estigmatizado a los Gitanos como delincuentes potenciales, cuyas señas debía recogerse en los archivos policiales. A partir de los dos años, las huellas dactilares de los niños Gitanos debían recogerse en los archivos policiales y todo movimiento de la familia de una ciudad a otra estaba sujeto a control policial a la partida y a la llegada. Al recordar esto, no se trata de denigrar a ningún país en concreto, pero esta ley, que fue abrogada solamente en 1969, es representativa del trato legal que se daba a los Gitanos en todas partes. De todas formas, ninguna de las tragedias que se cebó en este grupo, despertó simpatía alguna entre los gadje. El gadje creía que al Gitano le sucedía lo que se merecía.

Incluso después de la Segunda Guerra Mundial la situación de los Gitanos experimentó pocos cambios. Continuaban padeciendo el mismo rechazo de siempre. Podemos verlo documentado geográficamente en los lugares de acampada, ubicados en áreas específicas o en los suburbios de las ciudades, no lejos de los vertederos, en los que los Gitanos recogían chatarra y vivían careciendo de condiciones higiénicas. Las patrullas de policía les vigilaba constantemente, sometiéndolos a continuos controles y tratándolos como peligrosos, aun cuando carecían de cualquier antecedente penal. Eran ciudadanos de segunda clase. Dependían, además, de los gadje para dar salida a su comercio.

Tradicionalmente, los Gitanos se han dedicado a actividades no agrícolas. Defendieron su comercialización, complementaria a las necesidades de los gadje, ganándose así su sustento diario. Los gadje, con su propiedad privada de la tierra y las correspondientes estructuras sociales y estatales, crearon normas institucionales y culturales. Las comunidades Gitanas no elaboraron ninguna institución relacionada con la propiedad privada de la tierra. Nunca fueron parte de un único territorio y, consecuentemente, no se preocuparon en adquirir tierras. Tal vez sea ésta una de las causas de su propensión a consumir, más que acumular[12].

Actualmente, sólo una pequeña parte de la población Gitana en Europa es realmente nómada. Sin embargo, aún después de haber adoptado un estilo de vida más sedentario, los Gitanos conservan su movilidad geográfica, y han reemplazado el viejo carromato por automóviles o caravanas. Siguen, igualmente, ofreciendo a los gadje sus servicios especializados (como herreros, como animadores musicales, recogiendo y trabajando madera y otros materiales, y más recientemente ayudando al reciclaje). De todas formas, con el progreso de la industrialización, la dimensión de las sociedades agrarias se ha ido reduciendo. La complementariedad entre Gitanos y sociedades agrícolas ha ido reduciéndose. Y la demanda de las habilidades y de los servicios de los Gitanos ha ido desapareciendo con el tiempo. Al no poseer tierras de su propiedad y carecer de experiencia / cultura agrícola, la comunidades Gitanas han ido aportando mano de obra barata a la industria pesada, en fuerte expansión durante el periodo socialista y que después se ha colapsado. El desempleo, la pobreza y la marginación social de muchas comunidades Gitanas derivan de estas raíces históricas[13].

En general, los Gitanos desconfían de la acumulación de recursos. Su estilo de vida es provisorio, fuertemente caracterizado por el escaso ahorro y el alto consumo. Su vivir al día es, también, consecuencia de su pobreza. Ahorrar e investir resultan imposibles cuando lo que se gana apenas cubre las necesidades mínimas. Esto significa, por otro lado, que un cambio relevante en el modo de vivir de los Gitanos será sólo posible si mejora de modo significativo su nivel de vida.[14]

Los Gitanos en la India

Número estimado

Cuando ocurrió el devastador terremoto de Gujarat, en 2001, se dijo de un grupo de personas: “No perdieron nada; nada, sobre todo, a causa del derrumbe de edificios y construcciones”. Se trataba de la tribu nómada de los Rabbari. Se les puede observar fácilmente a lo largo de la carretera o de la autopista. Una caravana de camellos, uno detrás de otro, avanzando por la carretera, rebaños de ovejas paciendo en los campos vecinos, mientras el sol de media tarde va quemándolo todo. Los niños, el ganado, alguna oveja o cordero enfermo, incluso un perro cansado cabalga de tanto en tanto la giba del camello en el charpai (un camastro tejido de cuerdas)[15]. Es sólo una de las mil imágenes posibles de la gente que se puede descubrir en el paisaje de la India y en los suburbios de sus ciudades. Un repaso sumario del escaso material sobre los Gitanos asequible en India, ofrece un cuadro muy confuso. Según algunos, hay cerca de tres millones de Gitanos agrupados en 120 comunidades nómadas[16]. Según otros pueden estimarse, como ya indicado, en unos 8 millones. Los hay que incrementan el número hasta los 17 millones[17]. Otros, finalmente, incluyendo diferentes tribus nómadas y semi-nómadas, señalan que hay unos 150 millones de Gitanos.[18] Una cosa queda clara, que en la India no existe ninguna cifra fiable sobre el número de Gitanos, sedentarios o no.

La situación socio- económica de los Gitanos[19]

La vida de los Gitanos ha sido comparada a la ilimitada libertad de un pájaro o de un animal de la selva. Del todo contrario a estas visiones idílicas, la vida de los nómadas en la India es una lucha elemental por la existencia. La población india incluye grandes grupos de gente socialmente desfavorecida, en un número que se cuenta por muchos millones. Durante siglos, gente perteneciente a estas clases desfavorecidas ha vivido bajo la opresión, el olvido y el aislamiento, de forma que no cuentan con la fuerza suficiente para avanzar en armonía con el desarrollo nacional.

La India ha alcanzado metas importantes de progreso en las últimas cinco décadas, sin embargo el país no ha logrado distribuir la riqueza generada de una forma equitativa entre toda la población. Amplias y crecientes desigualdades han creado una brecha entre ricos y pobres, y entre quienes padecen más esta situación, se encuentran grupos como los Gitanos, situados en los últimos peldaños de la escala social. La Constitución de la India promete tutelar los intereses de las clases atrasadas social o educativamente, y se preparó al respecto una lista-censo de castas y tribus. En aquel momento, posiblemente no se les ocurrió a los padres de la Constitución que los sectores desfavorecidos de la población india era demasiado amplios, demasiado diversos y heterogéneos, como para ser recogidos en las estrechas categorías de las castas censadas o de las tribus censadas. Como consecuencia, al orientar todos los esquemas de asistencia según el censo de castas y tribus, un amplio número de minorías étnicas, religiosas y lingüísticas, que representan una considerable parte de la población total del país, quedan gravemente desatendidas. La maldición de los desfavorecidos en la India no ha hecho más que intensificarse con el tiempo. El efecto combinado de una siempre mayor pobreza y de la negligencia gubernativa, pesa dolorosamente sobre los Gitanos de la India.

El sistema de creencias de la mayoría de estos grupos nómadas es muy popular, devocional y basado en la tradición. Aunque los Hindúes más fundamentalistas insistan en que pertenecen a la religión Hindú, puede decirse que estos grupos nómadas son más naturalistas y animistas que los Hindúes[20]. Algunos grupos, como los Kalenders, han abrazado el Islam, pero su fe no es tan exclusivista que no les permita honrar también a los ‘hombres santos’ de otras religiones[21]. Algunas tribus semi-nómadas, como los Bhils, Oraons, Gonds, Santhals etc., han abrazado en número considerable el Cristianismo. También diferentes grupos de protestantes, así como la Iglesia Católica, cuenta con amplias comunidades[22].

Tentativas para mejorar las condiciones

Ha habido diferentes tentativas para mejorar la suerte de los Gitanos en la India, pero con escasos resultados. De vez en cuando los gobiernos de los estados han tomado medidas para mejorar las condiciones de vida de grupos de Gitanos.

En conjunto, la mayoría de estos esfuerzos de mejora ha concluido en fracaso. Parece ser que los planificadores y organizadores de tales programas para los Gitanos se han dejado conducir por el mito de la existencia de un específico ‘instinto nómada’ de estos nómadas, y no han llegado a comprender los fuertes incentivos económicos que motivan sus desplazamientos[23]. Además, estos intentos se han apoyado en la sedentarización de esta gente, sin intentar realmente comprenderlos, a ellos y a sus necesidades. Cuando se propone una ayuda para los nómadas, la solución propuesta es la misma para todos los grupos y para todas las áreas geográficas. La receta tradicional consiste en proporcionarles tierra, gratuitamente o a través de subvenciones, facilitarles préstamos para la construcción de casas, subsidios para ganado, material agrícola, etc., crear sociedades cooperativas de crédito u organizar centros de formación.

La valoración de los expertos del Comité ha subrayado algunos principios que deben tenerse en cuenta para los programas de mejora de los nómadas.

De todas formas, los esfuerzos del Gobierno, como los de otros grupos, resultan demasiado raros para que puedan tener un impacto efectivo en la vida de los Gitanos del conjunto del país. Sin identidad legal y social de ninguna clase, precisan de toda la ayuda que se les pueda dar y lo más pronto posible.

La Iglesia y los Gitanos

Los Gitanos y la Iglesia en general

La experiencia que viven los Gitanos en todos los países, incluido el de origen, está marcada por la sospecha, el resquemor y el rechazo de los gadje. Podemos decir, sin duda, que la identidad del Gitano está profundamente marcada por la experiencia del rechazo. Los Gitanos se ven excluidos de la comunión y de la comunidad de los gadje. La más dolorosa forma de exclusión y rechazo surge del verse considerados criminales, antisociales y peligrosos, y ser sometidos, en consecuencia, a una continua vigilancia, al control por parte de las autoridades, y verse segregados de la sociedad mayoritaria. Demasiado pocos cristianos han afrontado el riesgo de construir puentes entre los Gitanos y los gadje. Y al mismo tiempo, es verdad que algunas de las más fuertes voces que se han alzado a favor de los Gitanos, fueron miembros de la Iglesia Católica, inspirados y alimentados por la palabra que la Iglesia proclama. Pero tampoco han dejado de criticar a la Iglesia misma por su distanciamiento de los más pobres, como los Gitanos. Con frecuencia manifiestan su impresión de que la misión de la Iglesia, a ellos confiada, no afecta al conjunto de la comunidad cristiana, que están demasiado solos en su esfuerzo por superar o cerrar la brecha que el rechazo ha ido ahondando entre los gadje miembros de la Iglesia y los Gitanos. Históricamente, la Iglesia Católica se ha situado en preferencia de parte de los gadje. Los Gitanos no se encuentran cómodos en nuestras iglesias y en las asambleas cristianas. Y no es raro encontrar sacerdotes, religiosas o laicos al servicio de los Gitanos, que declaran su soledad y la falta de reconocimiento por su misión, por parte de las comunidades o por parte de los otros sacerdotes y religiosos. Su esfuerzo por crear un equipo de reflexión en conexión con los Gitanos, no siempre encuentra mayor sostén por parte de los otros sacerdotes o religiosos. Tales observaciones y experiencias nos manifiestan la distancia que existe entre los Gitanos y la Iglesia Católica.

Siempre ha habido, sin embargo, semillas de compasión y de bondad en el corazón de la Iglesia hacia estas personas. No han faltado, a lo largo de la historia, voces proféticas que han prestado su apoyo a la causa de los menos favorecidos. Para citar sólo un ejemplo, el Papa Juan XXIII, en la Pacem in Terris, al tratar el concepto de bien común, citaba a León XIII: “’El poder civil no puede estar al servicio de una persona o de unas pocas, ya que ha sido establecido para el servicio común de todos’”. El Papa Juan XXIII continuaba: “Pensamientos de justicia y equidad pueden a veces exigir a quienes ostentan el gobierno el prestar una atención mayor a los menos favorecidos de la comunidad, ya que son menos capaces de defender sus derechos y hacer valer sus legítimas aspiraciones”[24]. En otras palabras, frente al bien común, el pobre y el desfavorecido no se colocan al lado del rico, sino por delante de él. Es éste uno de los principios básicos que alienta en el corazón de los discípulos de Cristo a través de los tiempos, aunque no siempre se hace visible. Este fermento toma una expresión explícita en el Christus Dominus del Vaticano II. Los Padres Conciliares afirmaron: “Debe mostrarse una preocupación particular hacia aquellos fieles que, por su estilo de vida, no pueden gozar suficientemente de la pastoral común y ordinaria de los párrocos o se hallan totalmente privados de ella. Entre éstos se encuentra la mayoría de los emigrantes, los exilados y refugiados, la gente de mar, los trabajadores de aviación, los Gitanos, y otros en situaciones parecidas”[25]. El Decreto pedía a las Conferencias episcopales que se ocuparan ellas mismas de los acuciantes problemas de estas personas.

Con vista a la implantación de las directivas indicadas por el Vaticano II, fueron creados algunos medios estructurales. En 1965, el Papa Pablo VI instituyó, en la Sagrada Congregación de los Obispos, el Secretariado Internacional para el Apostolado de los Nómadas, para prestar ayuda espiritual a las personas sin domicilio fijo. El Secretariado Internacional pasó a formar parte de la Comisión Pontificia para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, con el Motu Proprio Apostolicae Caritatis (19/3/1970). Esta Comisión estaba incluida en la Sagrada Congregación de Obispos. Más tarde, la Comisión se convirtió en Consejo, con autonomía propia, mediante la constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana (28/6/1988). El Artículo 150 dice expresamente: “El Consejo trabaja para que en las Iglesias particulares se ofrezca, incluso si llega el caso mediante adecuadas estructuras pastorales, una eficaz y apropiada atención espiritual, tanto a los prófugos y a los exiliados, como a los emigrantes, a los nómadas y a la gente del circo”. La finalidad de este servicio del Consejo abarca los nómadas, es decir, personas, familias y grupos que llevan una vida nómada, bien por razones étnicas (p.e. los Gitanos) o por razones socio – económicas (p.e. los trabajadores del circo). Se extiende igualmente a todas aquellas personas que carecen de una residencia permanente y no pueden servirse de la atención pastoral parroquial, como son los nómadas irlandeses, los belgas o alemanes que viven en caravanas, los nómadas de Bangla Desh que viven en botes en los ríos, etc. En el Primer Encuentro Internacional organizado por la Pontificia Comisión en 1975, tomaron parte, en efecto, representantes de nómadas africanos que no son Gitanos, sino pastores, como los Tuaregs del Sahara, los Masai de Tanzania y Kenia, los pigmeos de África Central, etc.[26]

A pesar de que la pastoral de la Iglesia para los nómadas sea algo muy reciente, los últimos Papas le han prestado una gran confianza y apoyo. Hace unos 38 años, al recibir la primera peregrinación Gitana, el Papa Pablo VI proclamó su ya famoso “Vosotros permanecéis en el corazón de la Iglesia”[27]. Treinta años más tarde, el Papa Juan Pablo II se dirigía a los participantes a un encuentro internacional organizado por el Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, y decía: “Las diversas formas de pastoral, que llevan a cabo grupos de Gitanos con misión apostólica en las Escuelas de la Fe o en las Escuelas de la Palabra, los servicios nacionales y diocesanos, las capellanías para Gitanos, así como el Pontificio Consejo de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, muestra cuán profundo es el amor de la Iglesia hacia los Gitanos”[28]. Las palabras del Papa se refieren a la pluralidad de actividades y organizaciones que han surgido en la Iglesia a favor de los Gitanos en un periodo relativamente breve. Durante el mismo discurso, el Papa recordó a la Iglesia que no debe pasar por alto la historia de los Gitanos, en especial sus fases más trágicas. El Santo Padre recordaba un consejo que había formulado con ocasión del 50 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa: “La memoria de la guerra no debe debilitarse; al contrario, debe ser una severa lección para nuestra generación y para las generaciones futuras”. “Olvidar lo que sucedió en el pasado, puede abrir el camino a nuevas formas de rechazo y de agresión”[29].

El 12 de marzo 2000 se celebró una jornada del perdón. Después de la homilía, el Santo Padre dirigió la plegaria de los fieles. El Papa inició el rito, que en cada una de sus partes incluía una introducción, seguida de un momento de silencio, una oración del Santo Padre, el canto de tres Kyrie eleison y el encendido de una candela. Una de las introducciones, leída por el Arzobispo Stephen Fumio Hamao, Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, llamó al arrepentimiento por las palabras y las actitudes causadas por el orgullo, por el odio, por el deseo de dominar a los demás, por la animadversión contra miembros de otras religiones o hacia los grupos más débiles de la sociedad, como los inmigrantes y los itinerantes. El Santo Padre eró: “... muchas veces los cristianos han desmentido el Evangelio y, cediendo a la lógica de la fuerza, han violado los derechos de etnias y de pueblos, despreciando sus culturas y tradiciones religiosas: méstrate paciente y misericordioso con nocostros y perdónanos...”[30]. El gesto orante del Papa fue un acto de reconocimiento de las faltas pasadas en la Iglesia y una invitación constante a todos para que cada uno examinara sus actitudes y sus acciones para con las personas menos favorecidas.

En la homilía pronunciada con motivo del Jubileo de los Emigrantes e Itinerantes, el 2 de junio 2000, el Papa Juan Pablo II reafirmó el puesto de igualdad que corresponde a los Gitanos en la Iglesia. Dijo el Santo Padre: “Desde el momento en que el Hijo de Dios ‘puso su morada entre nosotros’, todo hombre, en cierta memida, se ha transformado en el ‘lugar’ del encuentro con él”[31]. Citando a Pablo VI, afirmaba: “Para la Iglesia católica nadie es extraño, nadie ratá excluido, nadie está lejos” (AAS, 58 [1966], pp. 51-59). Indicaba el Santo Padre que, a pesar de que no hay extranjeros o gente de paso, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (cf. Ef 2,19), “... se dan aún en el mundo actitudes de aislamiento, e incluso de rechazo, por miedos injustificados y por buscar únicamente los propios intereses. Se trata de discriminaciones incompatibles con la pertenencia a Cristo y a la Iglesia”[32]. Subrayaba el Papa el principio general que debe regir las relaciones entre Gitanos y gadje: “en una sociedad como la nuestra, compleja y marcada por múltiples tensiones, la cultura de la acogida se debe conjugar con leyes y normas preduntes y clarividentes. Esto hará que efectivamente se respete y acoja a todas las personas”. Cualquier iniciativa que se tome a favor de los Emigrantes e Itinerantes debe regirse por la norma: “Poned siempre como centro el hombre y el respeto de sus derechos...”[33].

El tema de este Congreso ha sido tomado de la cuarta parte de la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, del Papa Juan Pablo II. En esta sección de la Carta Apostólica, el Papa desarrolla una espiritualidad de comunión. Lo que revela la esencia del misterio de la Iglesia es la koinonia (comunión), que deriva del amor de unos hacia los otros ‘tal como él nos amó’. Es de esta koinonia que la Iglesia es el sacramento. Para hacer, pues, de la Iglesia una casa y una escuela, lo que necesitamos no son simples gestos de caridad, sino una genuina espiritualidad de comunión. La espiritualidad de comunión implica lo siguiente:

1. La capacidad de reconocer el reflejo del Dios de comunión (Trinidad) en el rostro de cada uno de nuestros hermanos y hermanas.

2. La capacidad de ver a los demás como “los que son parte de mí” – los que están unidos a mí en el Cuerpo Místico – y, por tanto, de ser capaz de compartir como propios sus gozos, sufrimientos y esperanzas.

3. La capacidad de ver lo que hay de positivo en los demás, como un don concedido no sólo a ellos, sino a nosotros por su medio.

4. La capacidad “saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias”.[34]

Como dice el Papa, todo programa de acción, proyecto de educación cristiana, formación de los ministros del altar, de las personas consagradas y de los agentes pastorales, el esfuerzo en construir las familias y las comunidades, debe estar informado y guiado por esta espiritualidad de comunión. En el contexto de la histórica distancia entre los Gitanos y los gadje, resulta evidente que sin estar penetrado de los efectos vivificadores de la espiritualidad de comunión, todos los esfuerzos por superar la distancia entre los dos mundos serán vanos.

Los Gitanos y la Iglesia de la India

 La Pastoral de los nómadas en India es muy reciente. No quiere decir esto que la Iglesia India estuviera cerrada a este pueblo. Tal vez el hecho de que la mayoría de los fieles, especialmente en las diócesis de misión, vive en condiciones que les asemejan mucho a los gitanos, no permitió que estas Iglesias pudieron prestar mayor atención a los grupos más pequeños, como los Gitanos. El P. Renato Rosso, un adelantado de esta misión en el mundo, ha ofrecido una importante contribución, al despertar en la Iglesia de India la conciencia de la existencia de los Nómadas. En 1988, cuando el Papa Juan Pablo II, con la Constitución Apostólica Pastor Bonus, instituyó el Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, dispuso también que en el ámbito de cada Conferencia Episcopal Católica hubiera alguna instancia para atender a las necesidades pastorales de los Emigrantes e Itinerantes. Para cumplir con este pensamiento del Santo Padre, en 1993, se constituyó el PACNI (Pastoral de los Nómadas en India), con el apoyo del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes. Desde sus comienzos en 1993, S.E. Mons. Dr. Pascal Topno, Arzobispo de Bhopal, ha estado al frente de esta iniciativa pastoral. En los dos últimos años, como miembro del Pontificio Consejo, yo mismo he estado trabajando en esta organización.

PACNI pretende llegar a los Gitanos. Su deseo es trabajar con todos los grupos nómadas. Dedica una atención especial a los niños y a las mujeres, y presta su servicio en áreas de la salud, la educación y la formación de la autoconciencia, así como la asistencia espiritual. Todos los nómadas son religiosos, pero entre ellos hay pocos cristianos. Muchos Narikuravas y Lambadas son protestantes, mientras se encuentran muchos católicos entre los Bhils y los Bhilalas. De todos modos, el PACNI desea llegar a todos los grupos, independientemente de su credo religioso, porque todos los seres humanos llevan la imagen de Dios. PACNI invita a todas las personas entre las que trabaja, a la conversión del corazón, a la no violencia, al perdón, al amor etc. PACNI pretende defender la humanidad de este pueblo, especialmente de sus mujeres y niños.

Desde 1993 en adelante, PACNI ha conocido un crecimiento continuo. El Sexto Encuentro Nacional y Seminario de PACNI tuvo lugar en Khandwa, los días 23-26 de septiembre 2002. Estuvieron presentes unos 100 participantes llegados de todas partes de la India. Se pudo constatar que, en la actualidad, hay unas 35 congregaciones religiosas de mujeres ocupadas en este ministerio en la India. Durante el encuentro, el Arzobispo Pascal Topno comunicó que PACNI forma parte ahora de la Comisión del Trabajo de la Conferencia de los Obispos Católicos de India (CBCI). El motivo de proceder a esta integración fue que los nómadas pueden ser considerados trabajadores en su mayoría. En India la pastoral de los nómadas está dividida en tres Regiones, Sur, Central y Norte, dadas las considerables distancias en el interior del País. La Jornada Mundial de los Gitanos se celebra en India el 8 de abril. Para resaltar la jornada, se convocan encuentros en los pueblos, se celebran Misas especiales en las parroquias y los agentes pastorales se esfuerzan en despertar la conciencia de la población frente a las necesidades de los Gitanos[35].

Algunas de las iniciativas tomadas por PACNI han sido innovadoras y muy fructíferas: se han organizado clases para los niños junto a los lugares donde trabajan sus padres, se han impartido lecciones bajo los árboles para los niños de la calle, médicos voluntarios ofrecen revisiones médicas gratuitas para los niños, asistencia médica y programación nutricional para las madres, los agentes pastorales han organizado pequeños planes de ahorro, se ha inscrito a los Gitanos en el censo electoral, se ha impedido el trabajo infantil y la mendicidad. Existe un total de 452 escuelas informales para niños Gitanos gestionadas por los agentes pastorales[36].

Algunos de los problemas acuciantes a los que se enfrentan los Gitanos en India son: hambre y discriminación, en la sociedad, en las escuelas y en la calle, carencia de los servicios básicos, persecución policial, el estigma de criminales, el trabajo infantil, la falta de escolarización de los niños, su no-inscripción en el censo electoral, lo cual les priva de su derecho de ciudadanos. Todo ello puede resumirse en cuatro categorías: i) necesidades básicas; ii) discriminaciones básicas; iii) violencia y iv) falta de conciencia. PACNI intenta solucionar estos problemas a través de: contactos personales, estudio de la situación e identificación de los problemas concretos, asistencia legal, gestión ante las administraciones, formación de la autoconciencia, uso de los medios de comunicación, promoviendo hombres y mujeres Gitanas, colaborando con ONG con comunidad de intereses etc.[37]

Iluminación bíblica para una espiritualidad de comunión entre Gitanos y gadje

Dignidad sobrenatural de la persona humana

La Biblia habla de la persona humana esencialmente en referencia a Dios. La persona humana es una reverberación de la palabra de Dios: “Hagamos el hombre a nuestra imagen y semejanza; a nuestra semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1,26.27). Como el resto de la Creación, el hombre fue hecho por la palabra de Dios. De Dios procede su forma, su vida y su imagen, su masculinidad y su feminidad. Su dignidad fundamental no radica en su perfección y en sus habilidades, sino en ser un don de Dios. Es, por tanto, una “dignidad supraterrena”. El hombre es la niña de los ojos de Dios; quien le agrede, agrede a Dios. Toda koinonia humana debe fundamentarse en esta premisa para ser practicable y cristiana. Si no viene reconocida esta dimensión trascendente, entonces la persona humana puede ser reducida a un objeto de posesión a causa del egoísmo o de la ambición de las otras personas o de un estado totalitario.

Las diferencias entre los pueblos

 La Biblia reconoce a cada paso las diferencias y las tensiones que reinan entre los pueblos con diferentes modos de vida. El Génesis nos cuenta que Abel era pastor de ovejas y Caín cultivaba el campo (Gn 4,2). En el contexto de nuestra reflexión, no podemos pasar por alto cierta similitud entre los dos hermanos de la Biblia y los dos pueblos objeto de nuestra consideración – los Gitanos y los gadje. La narración se refiere a las diferencias de vida que existe entre los hermanos, sin criticar en ningún caso estas diferencias. Insiste, en cambio, en que, cualquiera que sean las diferencias entre nosotros, lo importante es lo que sucede entre nosotros y Dios. No podemos presentarnos ante Dios nosotros solos. Dios pedirá, “¿Dónde está tu hermano / tu hermana?”. Somos responsables ante Dios por nuestros hermanos y hermanas. Sus gritos de dolor y sufrimiento llegan a sus oídos y repercuten inmediatamente en nuestras vidas.

El Dios itinerante de un Pueblo extranjero

El “pequeño credo histórico” del Israelita comenzaba con estas palabras: “Mi padre era un arameo errante” (Dt 26,5). La experiencia de ser un extranjero y un errante era fundamental para la vieja identidad de Israel. Abraham fue llamado de su patria y de su familia para ser un extranjero en una tierra nueva. En las mismas palabras que le prometían descendencia y tierra, se le decía: “Has de saber que tu descendencia vivirá como forastera en tierra ajena, tendrá que servir y sufrir opresión durante cuatrocientos años” (Gn 15,13). El concepto de ser extranjero y errante iba incorporado a la alianza y formaba parte de lo que definía el pueblo de Yahvé[38].

Acompañando a este tema de la identidad de Israel, aparece otro tema yuxtapuesto, es decir el tema de un Dios itinerante que llama “mi pueblo” a un grupo de errantes en tierra extraña y que “... ha visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y ha oído su grito...” (Ex 3,7). Una cosa hace a este Dios realmente diferente de las demás divinidades conocidas en cualquier lugar por aquellos tiempos. Estas divinidades, pues, estaban unidas a lugares particulares – montañas, ríos, ciudades, regiones –, mientras el Dios que habla a Abraham no se encuentra atado a ningún lugar. Este Dios es un Dios errante, un Dios peregrino”[39]. Es el Dios que rechaza vivir en un templo, en un lugar fijo, porque es el Dios de la tienda, el Dios viajero siempre dispuesto a guiar a Israel en su marcha (2 Sam 7,1-7). Este tema del Dios migrante reaparece, además, en el Nuevo Testamento. El autor del cuarto Evangelio nos dice que la Palabra se hizo carne y “ha plantado su tienda” entre nosotros (Jn 1,14).

Abraham, Isaac y Jacob fueron errantes (gerim) en el país de Canaan y más tarde los israelitas vivieron como extranjeros en Egipto. Incluso cuando finalmente Israel entró en posesión de la tierra, Dios recordó a su pueblo: “La tierra no se venderá sin derecho a retracto, porque es mía, y en lo mío sois emigrantes y criados” (Lv 25,23). Los Israelitas debían considerarse como residentes extranjeros en su propia tierra; puesto que la tierra pertenecía a Dios, ellos debían ser servidores y administradores, viviendo en la tierra por consentimiento y gracia suya[40]. A lo largo de su marcha, Israel fue engendrado por su Dios itinerante, “... la ha llevado como a un hijo por todo el camino...” que ellos andan (Dt 1, 31). Su paso como extranjeros y la bondad de su Dios itinerante se hallaban tan íntimamente unidos en la memoria histórica de Israel, que éste se encontraba constantemente llamado a comportarse con justicia y amabilidad con los gerim que se encontraban en su medio. Israel lo debía todo a Yahvé. Debía recordar que también él fue un “ger” y un esclavo en el país de Egipto. Cuando Israel lo olvidó y abrazó la idolatría y la opresión, entonces se convirtió literalmente en extranjero en una tierra extraña; fueron huérfanos y viudas, sin ayuda, libertad, seguridad, alimento ni esperanza[41].

Es por esto que los códigos israelitas mencionan al extranjero por delante de los huérfanos y de las viudas. En el antiguo Israel había extranjeros y nómadas por diversos motivos. Al no tener derecho a poseer tierra y tener que sustentarse de su trabajo, los forasteros vivían en condiciones precarias, dependiendo de la disponibilidad de la comunidad de aceptarlos en su vida. Por ello, el Código de la Alianza exhorta: “No oprimirás ni vejarás al emigrante... Conocéis la suerte del emigrante, porque emigrantes fuistes vosotros en Egipto; vosotros conocéis el corazón del extranjero, pues extranjeros fuisteis en el país de Egipto” (Ex 22,21; 23,9). Al igual que los levitas, las viudas y los huérfanos, el extranjero podía beneficiarse de la décima trienal (Dt 14,29), repasar los campos después de las cosechas, recoger las aceitunas dejadas sobre los olivos y los racimos en las viñas. El Código Deuteronómico no sólo exige a los Israelitas que recuerden que ellos fueron esclavos en el país de Egipto (Dt 24,18-22), sino que, precisamente por esto, deben amar al extranjero (Dt 10,19). Parece que el doble mandamiento de amar al vecino y al extranjero, en Levítico 19,17 y 34, fue exclusivo de Israel[42].

Con todo, los extranjeros no eran bienvenidos incondicionalmente. Cuando los extranjeros, su cultura y sus dioses, ponían en peligro las obligaciones de Israel en razón de la alianza, su identidad y su unidad, Israel debía decidirse por esto último. Por ello, a veces la lealtad a Yahvé y la acogida de los extranjeros produjo tensiones. Israel debía lealtad exclusiva y obediencia a Yahvé. Y formaba parte de esta obediencia el amor y la protección de los forasteros. Debía afirmarse simultáneamente la acogida y la exclusión de los elementos extraños que pudieran entorpecer el compromiso de Israel con Yahvé.

Las mencionadas orientaciones bíblicas exigen que la preocupación por el bienestar físico, social y espiritual de los Gitanos (emigrantes, refugiados, etc.) no sea considerada periférica de la vida, de la misión y del testimonio cristianos; al contrario, debe figurar como algo central. Al señalar las prioridades de la misión y del servicio, las organizaciones eclesiales deben tomar en consideración en primer lugar a los más vulnerables.[43] 

Los textos bíblicos, por otra parte, nos sugieren que sólo quienes se consideran a sí mismos como forasteros y extranjeros, son capaces de construir un lugar vivificante para los demás. Y esto nos invita a tomar distancia de las dinámicas de poder y de posición social de la mayoría de la sociedad. Al mismo tiempo, quien se coloca en la actitud de los forasteros y extranjeros, puede apreciar “... la importancia del espacio; reconoce el valor de un espacio seguro, pleno de sentido, de relaciones y de acciones. A pesar de sentirse ‘forasteros’, no ‘pasan de largo’, alejados del mundo e insensibles. Reconocen, en cambio, que este mundo no es el suyo, mientras al mismo tiempo construyen casas y comunidades que ofrecen y mantienen la vida”[44].

La hospitalidad y los extranjeros (“Athithi”=huésped) en el Nuevo Testamento

Los relatos del nacimiento de Jesús nos describen de una forma impactante la situación de forastero de Jesús mismo. Él nació en una familia que en aquellos momentos estaba sin vivienda y en una ciudad extraña. Fue honrado por extranjeros, que le presentaron sus dones, y fue odiado por los jefes locales, que intentaron matarlo. Y finalmente, Él y su familia encontraron refugio en Egipto. ¡Jesús conoció el sufrimiento de ser extranjero incluso entre su propia gente!

A lo largo de los Evangelios, Jesús es descrito como un extranjero y un huésped, un maestro que no tiene donde reclinar su cabeza, y sin embargo acogiendo generosamente grandes multitudes, alimentando al hambriento, ofreciendo un puesto al descarriado. Proporciona comida en la falda de la montaña o a la orilla del lago, y con regularidad come con gente que los jefes religiosos consideran “chusma”.

Camino de Emaús, Jesús se une a los dos discípulos como un extranjero y, después, es recibido por ellos como huésped en su casa. Al compartir la cena, Jesús se hace el anfitrión y ellos le reconocen al partir el pan (Lc 24,13-35). Inesperadamente Jesús se invita a sí mismo a casa de Zaqueo. Y Jesús mismo se describe como el pan de vida (Jn 6,35-51). Es decir, Jesús es extranjero, huésped, anfitrión y comida. El motivo de la hospitalidad se halla incrustado en el corazón de la persona y de la misión de Jesús.

En la tradición de la hospitalidad cristiana debemos subrayar dos elementos importantes. Al primero se refiere Lc 14,12-14. En el contexto de una comida festiva, Jesús instruye a los huéspedes sobre quienes deben preferir como invitados en estas ocasiones. Los anfitriones normales acogen a la familia, a los amigos o a los vecinos ricos, que pueden devolverles la invitación. Jesús, en cambio, señala que deben acogerse los pobres, los lisiados, los paralíticos y los ciegos, aquellos que seguramente no podrán corresponder con nada a la invitación. De hecho, se promete recompensa y bendición, pero aquéllas que provienen de Dios, y así, aquella acogida refleja y anticipa la hospitalidad del Reino de Dios.

En segundo lugar, en la narración del juicio final (Mt 25,31-46) “... las ovejas serán separadas de las cabras según se hayan comportado con el hambriento, el desnudo, el enfermo y el prisionero”[45]. En aquel momento final, nuestros gestos de hospitalidad, especialmente para con aquellos que el mundo considera ‘inútiles’ y ‘una carga’, irán inseparablemente unidos a nuestra respuesta a Dios y condicionarán nuestra relación con Él para siempre.

Estos dos pasajes evangélicos alentaron siempre la tradición cristiana de la hospitalidad, apuntando la misteriosa posibilidad de que, al acoger al ‘último’, acogemos a Jesús mismo. Por eso, ellos animaron la hospitalidad cristiana hacia aquellos que nada tienen para ofrecer a cambio. En estos textos la hospitalidad humana va unida a la acogida de Dios, y su presencia y recompensa, a un simple gesto de atención.

En un mundo de prejuicios y tensiones étnicas lacerantes, de amplias desigualdades socio-económicas y de actos de injusticia, la hospitalidad es como “un pequeño paso contra la destrucción”[46]. La hospitalidad es una expresión importante de reconocimiento y respeto hacia quienes son despreciados y olvidados por la mayoría de la sociedad. Cuando comemos y bebemos juntos, y mantenemos un diálogo con personas diferentes de nosotros mismos, estamos dando un claro testimonio ante el mundo de quien es interesante, valioso e importante para nosotros.

Pero debemos, además, señalar otro punto importante. La hospitalidad cristiana no puede acoger a los otros en un espacio completamente abierto. Su deseo es derribar las barreras de clase o de raza. Sin embargo, no puede acoger a la gente en un espacio absolutamente neutro, cuando se trata de acogerlos en la Iglesia o en la fe cristiana. Acogemos a los demás desde nuestra identidad de comunidad de discípulos de Jesucristo, como Iglesia. La acogida que ofrecemos no es la acogida que se ofrece en el hotel o en la estación de ferrocarril. Nosotros damos la bienvenida en una casa, en una comunidad. La hospitalidad cristiana acoge al otro tal cual es; pero invita al otro a sentirse atraído y transformado por nuestra casa, nuestra comunidad y nuestra hospitalidad.

Existe, sin duda, una profunda tensión entre el mantener nuestra identidad y recibir con respeto a los otros en medio nuestro; compartir todo esto es apreciable y valioso para nosotros en la amistad y el respeto de los derechos de los otros. La hospitalidad cristiana debe ser consciente de esta tensión y esforzarse para que en ninguna forma nos dañe a nosotros mismos ni a los otros, incluidos aquellos con quienes estamos en desacuerdo.

La hospitalidad cristiana no es un programa o una estrategia para conseguir una meta, sino un estilo de vida. Existirá siempre el peligro de ofrecer hospitalidad para conseguir que los demás sean como nosotros queremos y hagan lo que nosotros pensamos. Por eso, la hospitalidad cristiana no es un instrumento para un fin; es un estilo de vida inspirado en el Evangelio. En la Iglesia primitiva, sus dirigentes ponían en guardia a los creyentes frente a la hospitalidad “interesada”, la hospitalidad practicada por ganancia o provecho[47]. En los círculos “sociales”, la hospitalidad se ofrece muchas veces con vistas a obtener algún provecho. La gente elige cuidadosamente a sus invitados para asegurarse de que son los justos y asegurarse, así, más ventajas para el futuro. Cristo y los Santos Padres nos enseñan que nosotros no debemos obrar así. Quienes nada pueden devolver a cambio, éstos deben ser nuestros huéspedes. Sólo así la hospitalidad cristiana está llena de posibilidades y de promesas. Recibimos al ‘último’, pero él puede ser un ángel (Hb 13,2) o Jesús mismo (Mt 25).

Y sin embargo, siempre habrá el peligro de que nuestra misión y nuestro servicio de la hospitalidad pueda convertirse en estrategia. Si la hospitalidad funciona, si la gente responde, nosotros podemos ‘abrir el grifo’ de nuestra ayuda, y si no responden, podemos cerrarlo. Si nuestra acogida es sólo una estrategia, nuestros huéspedes reconocerán pronto que han sido instrumentalizados y que nos hemos servido de ellos. Se convierten en víctimas de nuestros programas y estrategias, que abandonamos cuando otro grupo más prometedor u otro programa aparece en el horizonte. La aparición súbita de un grupo de Gitanos en nuestra vecindad, puede ser un fenómeno aterrador, visto desde la seguridad y la rutina de nuestras casas, nuestras comunidades o nuestras rectorías. No podremos hacer llegar a esta gente la hospitalidad cristiana, si no nos distanciamos nosotros mismos de las instituciones de prestigio y de poder, si no actuamos desde el profundo sentido de nuestra situación de extranjeros y forasteros.

La hospitalidad cristiana nos ofrece un camino para integrar nuestra Iglesia, nuestra misión y nuestro servicio social. Todos, y en especial los grupos desfavorecidos como los Gitanos, anhelan una comunidad real; suspiran por un espacio al que pertenecer y en el que cooperar. Nosotros, en cambio, a lo largo de la historia hemos compartimentado nuestra vida, nuestra liturgia, nuestra misión y nuestro ministerio. Ofrecemos nuestras iglesias para la liturgia, nuestras instituciones educativas y sociales para llevar a cabo nuestra misión y nuestro ministerio, pero nosotros mismos nos mantenemos apartados de la gente que clama por una comunidad (comunión) con nosotros. En nuestros asilos ofrecemos a la gente comida y alojamiento, pero no amistad; en nuestras escuelas ofrecemos educación, pero no compañerismo; en nuestros hospitales ofrecemos asistencia médica, pero no atención personal. La hospitalidad cristiana nos invita a combinar el carácter personal de la familia con las características más públicas y transformadoras de la Iglesia. En este espacio, Dios se ha hecho huésped y anfitrión, y todos cuantos se reúnen son huéspedes de Dios, iguales a la mesa de Dios.

Así, pues, repasando aunque sea sumariamente algunos temas bíblicos, podemos concluir que una verdadera comunión entre las personas surge cuando: i) cada persona es respetada como hijo e imagen de Dios; ii) cuando las diferencias entre las personas son aceptadas como dones para todos; iii) cuando todos procuramos unas relaciones humildes con los demás, reconociendo que todos somos extranjeros y peregrinos; iv) cuando podemos ofrecer una auténtica hospitalidad cristiana a todos.

Conclusión – Un paso adelante

El Papa Juan Pablo II, en Novo Millennio Ineunte (Al comenzar el Nuevo Milenio), concluye su Carta Apostólica con “Duc in Altum”. Es una llamada para un renovado compromiso de nuestra misión en el contexto del nuevo milenio que se abre ante la Iglesia “como un vasto océano en el que debemos aventurarnos, confiados en la ayuda de Cristo”. Más adelante añade: “son muchos los caminos en que cada uno en nuestra Iglesia debe trabajar, pero no existen distancias entre quienes están unidos por la misma comunión”[48].

Los Gitanos son un pueblo que necesita la ayuda de la Iglesia y de sus ministros. La Iglesia, encarnando la imagen del Buen Samaritano de la parábola del Señor, no puede pasar de largo ante esta situación de prejuicios, de opresión, de rechazo y de sufrimiento, sin responder de forma que hable de la bondad del Padre celestial en este mundo. El objetivo de la pastoral de la Iglesia es siempre la formación de un ser humano bueno y digno de Dios, y la creación de una comunidad humana que vive y proclama la koinonia del Dios trinitario. Es evidente que una pastoral que se propone estas metas, va mucho más allá de las agendas y de los programas socio – económicos. Quienes sufren escasez, prejuicios y opresión necesitan, ciertamente, programas socio-económicos para satisfacer sus necesidades básicas e inmediatas. Los agentes pastorales de la Iglesia entre esta gente deben promover y/o colaborar en tales programas. Una pastoral de la Iglesia para los hambrientos, debe atender su necesidad inmediata de comida. Sin embargo, dar de comer no constituye todo el objetivo de esta pastoral. A veces deberá ejercerse alguna presión pública y política contra fuerzas opresivas, de forma que el hambriento pueda ser alimentado y puedan crearse las condiciones que continúen asegurando su sustento.

Tales esfuerzos pueden formar parte de la pastoral de la Iglesia, pero no pueden constituir toda la pastoral. Los programas socio-económicos y políticos pueden derribar gobiernos y sistemas, pero si el corazón de las personas no se convierte, nada cambia realmente. Las nuevas estructuras de gobierno y los nuevos medios de ayuda, si no se basan en una conversión del corazón, pronto resultarán tan opresivos como los de antes. La Pastoral para los Gitanos, por tanto, la Iglesia y sus ministros deben trabajar, además de los programas socio-económicos y políticos, en que Gitanos y gadje sean capaces de verse unos a otros como hijos de Dios, dignos del respeto mutuo. Deben experimentar la solidariedad entre ellos, reconociéndose como miembros de la misma familia del Padre y del Cuerpo Místico de Jesucristo. Deben aprender a apreciar los aspectos positivos de la cultura del otro como un valioso don de Dios que debe ser compartido, sosteniendo mútuanente las cargas de cada uno. Deben ofrecerse mutuamente la hospitalidad cristina, reconociendo en lo más profundo que toda la tierra y sus riquezas pertenecen a Dios y que todos nosotros somos extranjeros y peregrinos. Siglos de desconfianza, sospechas y prejuicios, encallecidos en el inconsciente de los grupos, no puede ser borrado de los corazones humanos con meros programas socio-económicos y políticos. A los diferentes grupos se les debe dar la capacidad de celebrar la koinonia en el ámbito humano, cultural y espiritual. El informe UNDP señala que ni las ONG Roma, ni ningún partido político Roma gozan de notable confianza entre las comunidades Roma. Los Roma, por otra parte, tampoco demuestran confiar mucho en ONGs no Roma[49]. En otras palabras, incluso quienes trabajan por el bien de estos grupos marginados, no gozan de su plena confianza, ni son recibidos en sus comunidades. En este sentido, la pastoral de la Iglesia para estos pueblos debe jugar un papel crucial como creadora de confianza.

Una pastoral válida para los Gitanos debe aspirar a su integración en la sociedad, más bien que a su asimilación. La integración significa proporcionarles la oportunidad de participar en la vida socio-económica en un plano de igualdad, sin perder su propia identidad distintiva.[50] Con demasiada frecuencia las iniciativas tomadas por los gobiernos u otras organizaciones para ayudar a este pueblo, han pretendido asimilarles a la sociedad mayoritaria. La asimilación significa “una inclusión social a expensas de la identidad distintiva del grupo. La asimilación de las minorías (generalmente étnicas) exige, en general, el sacrificio de su diferencia etnocultural para recibir ‘oportunidades de participación’. La asimilación raras veces tiene éxito, a lo sumo a corto y medio plazo. Las minorías pueden perder muy fácilmente sus diferencias características, sin recibir ‘oportunidades de participación’ proporcionadas.”[51]. Los programas que pretenden la asimilación, parten de una premisa implícita, es decir, que el estilo de vida de la minoría en cuestión no es sólo diferente, sino que es desviado, deficiente y aun equivocado, y que por esto debe ser corregido, cambiado y el pueblo mismo debe ser rehabilitado. Es una perspectiva altamente ofensiva e hiriente, para decirlo con palabras moderadas. Éste no puede ser nunca la perspectiva y el programa a desarrollar por la pastoral de la Iglesia.

Los ministros que trabajan en la pastoral de estos grupos marginados, como los Gitanos, tienen la gran responsabilidad de conducir estos grupos a una interacción con los que representan la mayoría de la sociedad. Es comprensible que, al estar cerca de las injusticias y privaciones que se cebaron en este pueblo, los agentes pastorales compartan la angustia de los que sufren. Deben encontrar, sin embargo, la fuerza espiritual en sí mismos para que en último término su ministerio sea ministerio de reconciliación y no de división. Hacer una opción preferencial por los marginados, puede significar, a veces, tomar postura contra el grupo dominante. En la pastoral cristiana, esta postura y sus expresiones no pueden ser meramente políticas. No se trata sólo de despertar la opinión pública y presionar el grupo dominante; se trata más bien de persuadir al otro, de invitarlo a una conversión del corazón, proclamando la bondad de Dios en una situación de pecado. Cuando hay que mover y empujar (a veces literalmente), el agente pastoral cristiano intentará responder de modo que su respuesta deje tras sí una memoria de bondad y de sentido de Dios que atraiga de veras la memoria de los participantes.
 
[1]Davidera, Socialization and Education of Nomad Children in Delhi State (New Delhi: Regency Publications, 1997), 1.
[2]Harold J. Fontenot, “Roma / Gypsies, an Introduction”, en ( The World Wide Web Virtual Library 1991), 1.
[3]Rom, Roma, Romani y Romaniya no deben confundirse con la nación Rumania o con la ciudad de roma. Son nombres que tienen un origen diferente y una etimologia distinta, sin relación entre ellos.
[4]Harold J. Fontenot, art. cit.
[5]Arzobispo Stephen Fumio Hamao, “Message to the National Conference on the Pastoral Care of Nomadic People”, People On The Move, Migrants, Refugees, Seafarers, Nomads, Tourists, All Itinerants XXXI (December 2000), 65.
[6]André Barthélèmy, “The Gypsies’ Vocation and Mission in the World and in the Church,” People OnThe Move,XX (Septiembre 1990), 49.
[7]Cf. Harold J. Fontenot, art. cit.
[8]Ruhela, S.P., “Nomadic Tribes of the World: A Brief Survey,” Jan Jagriti vol. 1, no. 10 (1963). citado por Davindera, op. cit., 3-7.
[9]Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP Report), “Avoiding the Dependency Trap”, (11 de febrero de 2003), p. 18-19.
[10]Citado por Robert A. Graham, “The Other Holocaust.The True Face of Nazi Racism”, en: Zingari oggi tra storia e nuove esigenze pastorali, Atti del IV Convegno Internazionale della Pastorale per gli Zingari, Roma 6-8 giugno 1995 (Città del Vaticano: Pontificio Consiglio della Pastorale per i Migranti e gli Itineranti), p. 38.
[11]Íbid. p. 40.
[12]Cf. UNDP Report, op. cit., p. 19.
[13]Íbidem.
[14]Íbidem.
[15]Esta es un imagen descrita por Fr. Xavier Pinto, Secretario Ejecutivo de la Comisión para el Trabajo de la Conferencia de los Obispos Católicos de India en una presentación tenida durante la Jornada Internacional de Solidariedad con los Trabajadores Emigrantes, el 18 de diciembre de 2001.
[16]Cf. por ejemplo, Davindere, op. cit., vii.
[17]Cf. por ejemplo, Fr. Xavier Pinto, en la presentación mencionada.
[18]Cf., por ejemplo, Fr. Mathias Bhuria, experto en las tribus, en una comunicación al Arzobispo Stephen Fumio Hamao, de 1 agosto 2001.
[19]Para esta sección cf. Davindera, op. cit., p. 8-21.
[20]Mathias Bhuriya, “Pastoral Care of the Tribal Nomads in India, With Special Reference to the Bhils in Central and Western India” – Texto presentado en el Cuarto Encuentro Nacional y Seminario sobre Pastoral de los Nómadas, en Chennai, Pastoral Care of Nomads in India (No. 5. Octubre 2000), 9.
[21]Ruhela S.P., op. cit., p. 8-9.
[22]Mathias Bhuriya, op. cit. p. 10.
[23]Íbid., p. 60.
[24]Juan XXIII, Pacem in Terris, p. 56.
[25]Vaticano II, Christus Dominus, p. 18.
[26]Cf. la Conferencia de Mons. Anthony Chirayat en el Encuentro Internacional sobre la Pastoral de los Nómadas, Roma, Jueves, 29 de noviembre 2001.Cf. además Velasio De Paulis, “La Pastorale dei Migranti e le sue Strutture secondo i Documenti della Chiesa”, People on the Move, Refugees, Seafarers, Noads, Tourists, All Itinerants, XXXIV (diciembre 2001), p. 134.
[27]L’Osservatore Romano, N. 26 (Weekly Edition in English, 28 June 1995), 5.
[28]Íbidem.
[29]Íbidem.
[30]L’Osservatore Romano, No. 11 (Edición Semanal en lengua española, 17 de marzo 2000), 8.
[31]L’Osservatore Romano, No. 23 (Edición Semanal en lengua española, 9 de junio 2000), 2.
[32]Íbidem.
[33]Íbidem.
[34]Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana), p. 43.
[35]Mons. Anthony Chirayath, “Report of the VI National Meeting and Seminar of PACNI”, People on the Move. Migrants, Refugees, Seafarers, Nomads, Tourists, All Itinerants, XXXIV (diciembre 202), 225-227.
[36]Íbidem.
[37]Íbidem.
[38]Christine D. Pohl, “Biblical Issues in Mission and Migration”, Missiology, Vol.XXXI, N. 1 (enero 2003), 5.
[39]Hermano Juan de Taizé, The Pilgrim God: A Biblical Journey (Washington D.D., Pastoral Press, 1985), 13. Citado en Gioacchimo Campese, “Walk Humbly with your God! Notes on a Spirituality for Missionaries with Migrants”, Missiology, Vol.XXV, n. 2 (abril 1997), 134.
[40]Christine D. Pohl, art. cit., 5.
[41]Íbid., 6.
[42]Hans Walther Wolff, Anthropology of the Old Testament, (Philadelphia: Fortress Press, 1975), 188.
[43]Christine D. Pohl, art. cit., 8.
[44]Íbid., 10.
[45]Richard B. Hays, The Moral Vision of the New Testament. A contemporary Introduction to New Testament Ethics (San Francisco: Harper San Francisco, 1996), 464.
[46]Philip Hallie, Let Innocent Blood Be Shed (New York: HarperPerennial, 1994), 85.
[47]Cf., por ejemplo, Juan Crisóstomo, “Homilía 20 sobre 1 Corintios”, A Select Library of the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church, First Series, ed. Philip Schaff (Buffalo and New York: Christian Literature Company, 1886-1890), Vol. 12, 117. Citado en Christine D. Pohl, art. cit., 11.
[48] Novo Millennio Ineunte, n. 58.
[49]Informe UNDP, op. cit., 82.
[50]Cf. Informe UNDP, op. cit., 16.
[51] Íbidem.
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